Los únicos dos estados del continente dominados por militares son Cuba y Venezuela. Los únicos presidentes latinoamericanos que son militares y además tienen todo el poder civil contaminado con cuadros militares son Raúl Castro y Hugo Chávez.
El hecho que los dos no dejan pasar la oportunidad de aprovechar el drama hondureño para salir del aislamiento y asumir liderazgo a nivel continental, es fácil de entender. Lo incomprensible es que los demás presidentes latinoamericanos se prestan a este juego, y se dejan reducir a extras en una película cuyo guión está escrito por Castro y Chávez, y para la cual Daniel Ortega y la Chayo prestan su casa como locación.
No hubo ninguna necesidad que todos los presidentes del SICA y del Grupo de Río se prestaran para que Hugo Chávez y Raúl Castro se proyectaran como líderes de un movimiento continental de defensa de la democracia.
No hubo ninguna necesidad que los presidentes y cancilleres reunidos en Managua adoptaran el lenguaje, las medidas y sanciones contra Honduras prefabricadas por la ALBA. Por lo contrario.
Así como los integrantes de la ALBA se reunieron antes para definir estrategia y preparar la emboscada, lo hubieran tenido que hacer los dirigentes democráticos de América Latina. ¿Cómo se les pudo pasar por alto que en el conflicto hondureño, el grupo ALBA es protagonista? Es obvio que Cuba, Venezuela y Nicaragua son parte beligerante y protagonista en el conflicto y tienen mucho qué perder con la salida de Mel Zelaya.
¿Cómo es posible que los presidentes democráticos, que podrían haber jugado un papel de mediación, se dejaran envolver en la estrategia de la ALBA de evitar mediación y pasar directamente a la confrontación?
¿Cómo es posible que el presidente de México, para el cual no está nada en juego en Honduras, no insistió en que primero se hiciera un análisis y se hable con todos los bandos del conflicto hondureño, antes de adoptar sanciones? Mucho menos las sanciones propuestas por los jefes de la ALBA.
¿Y a nadie en esta reunión en Managua le pareció absurdo que Cuba, hace poco en el banco de acusado, hoy se sentara en el banco del acusador contra el militarismo y la represión contra la oposición?
¿Será posible que en Managua ningún presidente planteara que, para hacer un análisis y construir una estrategia de solución del conflicto hondureño, había que rechazar el madrugón que Zelaya, Chávez y Ortega les tenían preparado? ¿Que había que romper el guión escrito en la reunión de la ALBA?
Las reuniones de Managua, más que cumbre de estadistas, parecían la constitución de un sindicato de presidentes. En el centro del debate no estaba cómo resolver la crisis hondureña, sino cómo protegerse mutuamente del peligro de ser derrocados.
¡Qué absurdo! Los únicos presidentes que corren peligro de ser derrocados son precisamente Daniel Ortega, Hugo Chávez y Raúl Castro.
En el caso del teniente coronel Hugo Chávez era evidente: estaba luchando por salvar su propio pellejo. Claro, un presidente que se ha dedicado a cerrar sistemáticamente a la oposición las vías legales para vencerlo en elecciones, por lógica tiene que tener miedo de golpes de Estado, insurrecciones u otras formas de deponer a gobernantes autoritarios.
(El Diario de Hoy)