"Dije que en El Salvador no hay nada que celebrar este Día contra la Corrupción. No es cierto: Hay que celebrar que contra viento y marea siguen existiendo en la sociedad civil y la prensa hombres y mujeres valientes que siguen luchando contra la corrupción. Son la verdadera oposición."
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Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, sábado 10 diciembre 2022
Estimados amigos:
Escribo esta carta el ‘Día contra la Corrupción’, que se celebra en el mundo entero todos los 9 de diciembre. Bueno, en algunos países, como El Salvador, no hay nada que celebrar.
Como no hay nada que celebrar, al gobierno le conviene obviar la fecha con este nombre incómodo. Es increíble, pero en El Salvador hay ahora una corrupción más normalizada, más sistémica, más amplia y más sinvergüenza que en los peores tiempos de Duarte, Funes y Saca. Y esto bajo un gobierno, que llegó al poder, porque la gente estaba harta de la corrupción y se creyó la promesa de Nayib Bukele de acabar con ella. Nunca nadie había hecho en El Salvador una campaña electoral tan enfocada en el cáncer de la corrupción. Esta promesa fue exitosa – e inmediatamente traicionada, desde el primer día del nuevo gobierno. Aparecieron en el círculo del nuevo poder los operadores de la corrupción de Funes y Saca, algunos abiertamente, como Carolina Recinos, Ernesto Sanabria, Walter Araujo, Mario Durán, Osiris Luna, Peter Dumas, Guillermo Gallegos – otros detrás del trono, como Herbert Saca, José Luis Merino, Porfirio Chica.
El antídoto a la corrupción son la transparencia, la independencia de los órganos de controlaría, incluyendo la fiscalía y las Cortes. También los mecanismos legales como la LACAP que regula las compras del Estado y las licitaciones.
Todo este aparataje institucional y legal que es indispensable para luchar contra la corrupción, fue sistemáticamente desmontado. Toda la información pública relevante ahora es declarada reservada. A los periodistas, que siguen investigando, documentando y haciendo público los casos, las redes y los esquemas de corrupción estatal, el gobierno los declara primero opositores y luego enemigos. Les cierran el acceso a la información, los amenazan con persecución penal, les tratan de debilitar sus medios de comunicación – o, aun peor, de contaminarlos de oportunismo, miedo y al final de líneas editoriales oficialistas.
La misma hostilidad sufren las organizaciones civiles, que se dedican a luchar por la transparencia y contra la corrupción. Sus investigadores igualmente son declarados opositores, enemigos y delincuentes.
En el aparato del gobierno están incrustadas las estructuras de corrupción. No son fenómenos de excepción, son la regla, son sistema. No sólo el gobierno no investiga a sus funcionarios corruptos, sino los protege. Si no fuera así, muchos de los funcionarios del gabinete no podrían estar sentados en la mesa del presidente.
De la necedad de todos ustedes, en los medios y en las organizaciones civiles, depende que la corrupción se siga investigando y exhibiendo. He escuchado a algunos de ustedes rechazar que los consideren opositores. Más vale que asuman esta responsabilidad -y este honor- de ser opositores a un gobierno corrupto, antidemocrático y represivo.
Ante un régimen como el que se está implementando en El Salvador (y casi en toda Centroamérica), insistir en la transparencia, la verdad, la libertad de investigación y expresión es subversivo. Subvierte el poder de los corruptos. No se avergüencen que los clasifiquen de oposición. La lucha de ustedes no es partidaria, pero sí es opositora. De todos modos, los gobernantes los están tratando como opositores, lo que para ellos es una mala palabra, así que más vale que lo asuman con orgullo.
Plegarse a la presión no es opción. Callarse no es opción. Mantenerse neutrales o imparciales no es opción. El país necesita de se siga luchando contra la corrupción. Y quien lucha contra corrupción estatal es por definición opositor. Punto. Dejémonos de pajas y medias tintas.
Dije que en El Salvador no hay nada que celebrar este Día contra la Corrupción. No es cierto: Hay que celebrar que contra viento y marea siguen existiendo en la sociedad civil y la prensa hombres y mujeres valientes que siguen luchando contra la corrupción. Son la verdadera oposición.
A ellos, todo mi respeto. Saludos,