Hoy conocí a uno de ustedes: hijo del vigilante de mi pasaje; 17 años, viviendo en un cantón en la cima de la Cordillera del Bálsamo; entrando al último año de bachillerato y al tercer año del ‘Programa Academias Especiales Sabatinas Experimentales’ de la Universidad Matías Delgado, popularmente conocido como ‘Jóvenes Talentos’.
Me dejó impresionado por su autoestima, su determinación de superar obstáculos (tiene muchos…), su humor, su humildad…
Ha tenido suerte que un profesor detectó sus talentos y lo convenció para aplicar al programa de la Matías. Pero, ¿cuántos profesores de nuestras escuelas rurales saben de la existencia de estos programas en la Matías o en la Universidad de El Salvador, y de cómo acceder a ellos? ¿Cuántos profesores saben detectar a los talentos entre la masa de adolescentes que tienen en frente? ¿Cuántos jóvenes tienen la suerte de tener padres que apoyan la ambición de sus hijos a trascender la vida de sus abuelos, tíos y padres? ¿Y cuántos jóvenes talentos caben en los pocos programas diseñados para fomentarlos y levarlos a las carreras académicas y profesionales adecuadas?
Una vez que los jóvenes talentos entran a estos programas, sean de las universidades o de iniciativas como ‘Supérate’ y otros que promueven empresas y ONGs, su camino al éxito académico y profesional está abierto. Terminan becados en las universidades y entran con ventajas al mercado laboral.
Sus historias de éxito todavía son la excepción. Esto es lo que hay que cambiar.
Recomiendo a quien salga electo de presidente a potenciar esta vía aún extraordinaria para romper barreras de pobreza y marginación. Hay que establecer estos programas para jóvenes talentos en todas las universidades y todas las regiones. Hay que desplegar en todos los institutos nacionales a profesores especializados en detectar y fomentar talentos, y que sean los enlaces con los programas especiales en las universidades y otras instituciones.
Costará dinero, pero poco. Y será buena inversión, con impactos medibles. Con una razonable inversión, se podría multiplicar los casos, ahora aún excepcionales, de jóvenes de zonas pobres que logren acceder a estudios superiores y carreras profesionales hasta ahora reservadas para pocos. Los efectos, tanto para la meta de inclusión social como para el desarrollo tecnológico del país, serán visibles y medibles en pocos años.
Animo a todos los jóvenes que sienten que tienen la capacidad de romper las barreras que han mantenido a sus familias atrapadas en el círculo vicioso de pobreza e ignorancia a buscar las instituciones que les pueden abrir camino. Y a los profesores a empujarlos. Una vez que ustedes superen los primeros obstáculos, ¿quién los va a detener?
Saludos y feliz año,
Vea la Carta a los pesimistas y llorones: ¿Quién dice que este país no tiene futuro?
(MAS! y EL DIARIO DE HOY)