Durante una semana el país estuvo especulando: ¿Hubo o no hubo negociación oculta detrás del traslado de 30 pandilleros de la cárcel de máxima seguridad a prisiones normales - y detrás de la sorpresiva reducción de la tasa de homicidios?
Al fin se reveló: Sí había negociación. Si hubo acuerdos. Pero no entre gobierno y pandillas, como muchos sospecharon, sino entre las dos pandillas principales. Esta es la versión que este martes en la tarde revelaron monseñor Fabio Colindres, obispo del Ordinariato Militar de El Salvador, y de Raul Mijango, ex-comandante guerrillero, en una conferencia de prensa.
Estas dos personalidades sirvieron como facilitadores en un proceso que describen de “primero de reflexión, cada pandilla por separada, y luego de diálogo”. En este proceso los líderes de las dos pandillas llegaron a decretar una tregua en la guerra entre las dos agrupaciones criminales. Esta guerra entre pandillas rivales es responsable de la mayoría de los muertos en la escandalosa estadística salvadoreña de homicidios de los últimos años. Por esto, la drástica reducción de la cantidad de homicidios.
Todo empezó con una intervención humanitaria de la Iglesia Católica. Monseñor Fabio Colindres relata que, viendo caso por caso la situación de salud y legal de varios de los pandilleros, sobre todo en Zacatecoluca, se dio cuenta que tanto los líderes de una como de la otra pandilla, por separados, estaban aterrizando a las mismas reflexiones: ¿Vale la pena seguir la guerra entre nosotros mismos? ¿Podemos nosotros y nuestras familias sobrevivir una mayor escalada del enfrentamiento contra un Estado que está comenzando a organizarse para desarticularlos? ¿No será que se nos está agotando la energía social para seguir en esta doble guerra? En la visión del obispo, es un acto de reconversión. O un milagro, o un acto de Dios. En la visión mía, es un acto de realismo...
Colindres se da cuenta que más allá de la posibilidad de resolver algunos problemas de carácter humanitario de algunas personas o de un grupo determinado se estaba abriendo la oportunidad de resolver el problema del país. Habla con David Munguía Payés y le traslada su descubrimiento. El nuevo ministro de Seguridad le da luz verde a seguir explorando. Los reos proponen incorporar, además de la Iglesia, a otro facilitador, con la condición que no sea ni político ni funcionario público. Alguien propone a Raul Mijango y todos lo aceptan.
Inicia la segunda fase: hablar con más pandilleros, en varias cárceles, para ver si comparten las reflexiones e inquietudes de sus líderes históricos recluidos en Zacatraz. Llegan a la conclusión que sí. Tercera fase: Facilitar el diálogo entre los líderes de las dos pandillas.
La meta: crear las condiciones para reducir y luego suspender la guerra entra las dos pandillas. Lo sorprendente: sobrepasan la meta. No sólo suspenden -por lo menos temporalmente- la guerra entre pandillas, también acuerdan suspender una campaña violenta de desestabilización de las elecciones, y además revocar la “luz verde” dada a las clicas en todo el país hace un par de meses de matar a integrantes de la Fuerza Armada y de la PNC y sus familiares.
Surgió un problema práctico: ¿Cómo puede el liderazgo de unas organizaciones criminales recluido en condiciones de aislamiento en Zacatraz asegurar que los miles de pandilleros organizados en docenas de clicas en todo el país cumplen con estas directrices? De repente la gestión de monseñor Colindres se volvió sumamente estratégica: Había que trasladar a los principales arquitectos del “acuerdo” a las cárceles donde se encuentran los mandos operativos de las dos pandillas, para que de hecho pueden asumir el mando directo de sus organizaciones y hacer valer su autoridad.
Se hace el traslado. Parece que con el cuidado que en ningún caso se haga concesiones que violen la ley existente. Este es el arte de esta iniciativa: los facilitadores plantean a las autoridades la situación legal y/o de salud de los reos que tienen derecho o necesidad de traslado. Al mismo tiempo les plantean la disyuntiva: Estos hombres están dispuestos a dar pasos concretos para revertir la escalada de la violencia, pero sólo lo pueden hacer si los sacan de régimen de aislamiento de Zacatraz. Si no los trasladan, el ‘acuerdo’ no funcionará.
El ministerio tuvo mucho cuidado en enfatizar que el traslado de los reos no es una concesión ni un privilegio. Según el ministerio, el traslado tiene asidero legal en la situación concreta de los reos. Ahora nos damos cuenta que además era una necesidad indispensable si se quería que ellos aporten al desmontaje de las campañas de violencia masiva.
Según monseñor Colindres y Raul Mijango, los pandilleros entienden y aceptan que no pueden pedir nada que no les corresponda por ley. Ellos cuentan que no se les ha prometido nada fuera del marco de la ley. Ni ellos, ni mucho menos el gobierno.
Si es así que los líderes de las dos pandillas aceptaron desmontar la violencia a nivel nacional sin exigir amnistía ni privilegios, sino simplemente que se les aplique justamente la ley y las normas humanitarias, esto realmente constituye una oportunidad para el país que no nos podemos dar el lujo de no cuidar, proteger y aprovechar al máximo.
Entiendo el escepticismo de muchos que no se pueden imaginar que los pandilleros estén actuando de buena fe, y por tanto no creen que este beneficio de una tasa de homicidios sea sostenible. Tengo las mismas dudas. Tampoco creo en milagros. Pero sí creo que el realismo se puede imponer.
¿No será que todos -el Estado, el gobierno, la sociedad entera- tenemos la obligación de hacer todo lo posible para hacer funcionar este experimento? Todo lo posible dentro del marco de la ley. Ni más, pero tampoco menos.
(El Diario de Hoy)