sábado, 19 de diciembre de 2009

Discurso de Guillermo Cochez

Discurso del Embajador de Panamá Guillermo Cochez ante la OEA, hablando sobre Honduras.

Carta a Santa Claus

Querido Santa:

Te escribo a tiempo, porque sé que algunas cosas que te voy a pedir son algo difíciles de cumplir. Incluso para vos que tenés buenas conexiones...

Como ya sabrás, este año ha sido algo feo: crisis mundial, una campaña electoral bajera, un nuevo gobierno con dos rumbos, despidos masivos, la tormenta IDA, y ahora el paquetazo fiscal...

Así que te voy a pedir que tengás misericordia con nosotros. Disculpe que la lista de pedidos es tan larga. No es por falta de modestia, es porque realmente estamos jodidos...

Te pedimos: un nuevo ministro de Seguridad; si se puede, uno que sepa liderar; un despido más en el sistema carcelario (uno solo: el director general); uniformes escolares, por lo menos a tiempo para los desfiles de septiembre; que tu jefe ilumine al presidente para que vete por lo menos las barbaridades más graves en la reforma fiscal; un año sin desastres y con menos de 4 mil homicidios...

Además, si no es mucho pedir, una rebelión de jóvenes que se tomen por asalto los partidos y manden a sus casas a los ex-presidentes y ex-comandantes.

Al final unas peticiones, aunque parezcan exageradas y poco realistas: una oposición que haga oposición y un gobierno que gobierne; una Corte que haga justicia; unos diputados que disuelvan la Asamblea y convoquen nuevas elecciones, luego de aprobar una reforma electoral que nos permita elegir diputado por diputado, no banderas de partido.

Okay, Santa, me pasé de la raya y pedí milagros. Olvidate del último párrafo.

Esperando el 24 con ansiedad, Paolo Lüers

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jueves, 17 de diciembre de 2009

Columna transversal: Nada de dormir y hablar con el enemigo

Capítulo 48 de la telenovela “Aquí mando yo” del conocido productor de televisión Mauricio Funes: El presidente de la República, con su cara de enojado ya protegida como marca registrada, regaña públicamente a su ministro de Seguridad y Justicia por tener asesores que no comulgan con la filosofía oficial.

Según el señor presidente, “un ministro no puede tener como asesor principal a una persona que viene de administraciones anteriores y que no cree en nuestro programa de gobierno, porque entonces lo va asesorar en un sentido diferente al que nos hemos trazado en este Gobierno del cambio.”

Resulta que el pecado del ministro Manuel Melgar no es que tenga como asesor a un oficiales de comprobada capacidad y experiencia como el famoso ‘Carabinero’ (el comisionado Douglas García Funes). El pecado es que no le hace caso y no lo protege contra persecuciones por su distancia al nuevo partido oficial. Si haría caso a sus asesores, el ministro Melgar a lo mejor ya tendría un plan y una estrategia para la lucha contra la delincuencia. Pero tendría serios problemas con su presidente que no tolera que su gobierno, para diseñar políticas públicas, tome en cuenta la experiencia acumulada de funcionarios de anteriores administraciones.

Así se explica que los pocos expertos que existen en este país para asuntos complejos como las finanzas públicas, políticas de prevención de la delincuencia, combate al crimen organizado, etcétera, nunca han sido convocados por el gobierno actual para transmitir sus experiencias y sus consejos. Es obvio que un gobierno nuevo pone al frente de sus ministerios a personas identificadas con el programa de gobierno. Es obvio también que al fin será el gabinete o cada uno de sus integrantes que van a tomar decisiones. Pero es ilógico no pedir, de manera permanente, la información, las opiniones y los consejos de los ministros y expertos de anteriores administraciones.

Consta que en las áreas estratégicas de la administración pública, esto nunca ha pasado desde el cambio de gobierno. Más bien está vetado por una actitud cerrada y autosuficiente del presidente y de algunos de sus más cercanos asesores.

Ni los ministros de Hacienda de los gobiernos anteriores ni otros expertos no vinculados al gobierno y su partido han sido convocados por el ministro de Hacienda o el secretario técnico de la Presidencia antes de diseñar su reforma fiscal. Es una de la razones porque esta reforma ni va a recaudar lo que quieren, ni mucho menos allanar el camino hacia el pacto fiscal que realmente necesita el país.

En el área de Seguridad Pública, han mostrado un cuidado celoso para no pedir la opinión de los pocos expertos que tiene el país que saben de este asunto. Un presidente que realmente busca construir un ‘gobierno de unidad nacional’ con ‘políticas públicas de país’, hubiera solicitado a Salvador Samayoa y Oscar Bonilla (los dos ex-presidentes del Consejo Nacional de Seguridad Pública); a Rodrigo Ávila, Mauricio Sandoval y José Luis Tobar Prieto (ex-directores de la PNC); a Hugo Barrera, Francisco Bertrand Galindo y René Figueroa (ex-ministros de Seguridad); incluso a expertos como Joaquín Villalobos que le ayude a analizar experiencias, fallas y logros del pasado y discutir modelos de solución.

El hecho que todos ellos mantienen posiciones críticas al FMLN y al gobierno de Funes no los descalifica como personas a consultar. Por lo contrario, convierte sus opiniones y consejos en elementos indispensables para poder tomar decisiones correctas y para diseñar estrategias basadas en un escrupuloso análisis de todas las experiencias y todas las opciones.

Nadie pide a Mauricio Funes que delegue las decisiones sobre materia fiscal a Manuel Hinds, el odiado arquitecto de la dolarización. O la estrategia de Seguridad Pública a Salvador Samayoa y Joaquín Villalobos. Entiendo que el presidente, más allá de identificar a todos ellos como adversarios, detesta a estos personajes que lo critican cada rato. Pues, más razón para consultarlos. Y si como presidente no quiere mezclarse con ellos, siempre puede instruir a sus ministros que les inviten y consulten - o dejar de regañar a sus ministros cuando se atreven a asesorarse con personas que no comparten la filosofía oficial de ‘el cambio’.

Y si esto tampoco lo considera factible el señor presidente, por lo menos que deje de hablar de concertación, diálogo, y unidad nacional.

(El Diario de Hoy)

Carta a Hugo Martínez, canciller de la República

Estimado Hugo:

¿Cómo te fue en Washington? Espero que hayas tenido éxito en tus reuniones con los gringos. Me imagino que no es tan chiche convencerlos que no le hagan caso a todo lo que los cabezones de tu partido -el FMLN- dicen sobre la necesidad de “chocar con Estados Unidos” y de construir la “unidad revolucionaria anti-imperialista” con los ayatolas de Irán y los comandantes de Cuba y Venezuela.

Bueno, en una cosa más bien deseo que no hayas tenido éxito. Según el sitio Web de tu ministerio, fuiste a solicitar a Clinton y Obama una “moratoria de los vuelos de deportaciones” a El Salador.

Pero, Hugo, ¿qué significa una moratoria de deportaciones? Tu dirías: Menos deportaciones significan agregar menos problemas sociales a nuestro pobre país. Hasta ahí suena bonito. ¿Pero qué significa para los miles de salvadoreños que tienen meses de estar detenidos en Estados Unidos, la mayoría por el simple delito de haber entrado como mojados?

Para ellos, moratoria significa que quedarán encarcelados por varios meses más. Porque si te hacen caso con esta moratoria, los gringos no van a soltar a los detenidos. Los mantienen presos y los deportan después. Esto es el concepto de moratoria.

¿Has ido a los centros de detención en Estados Unidos donde los guanacos están esperando su deportación? ¿Los has preguntado si quieren una moratoria?

Te dirían: ¡Sáquenos de aquí! Ya que estamos presos que nos manden a casa, ¡pero ya!

Así que tamaño regalo de navidad que estás haciendo a los miles de salvadoreños detenidos en el Norte. Pero bueno, existe la esperanza que los gringos no te hagan caso.

Feliz Año Nuevo, tu amigo Paolo Lüers

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miércoles, 16 de diciembre de 2009

Ya no hay pretextos

La expulsión de Tony Saca sólo tiene sentido si resulta ser el paso previo a una consecuente renovación de ARENA. Renovación de liderazgo y de su proyecto político. Renovación generacional y programática.

El altísimo costo político que ARENA asumió para separarse de su ex-presidente más popular puede llevar al partido a la quiebra - o puede convertirse en su capital político para resurgir. Depende de lo que haga ARENA de hoy en adelante.

A partir de la salida de Saca (y se supone de todo su equipo, que durante años manejó el partido desde Casa Presidencial) ya no existe ningún pretexto para ARENA de no renovarse. Luego de la derrota electoral del 15 de marzo del 2009, ARENA no produjo el relevo generacional de su dirigencia, sino optó por delegar el poder a los ex-presidentes Calderón Sol, Flores y -en particular- a Cristiani, porque esto era la única manera de desmontar el control que el grupo de Saca tuvo sobre todas las estructuras del partido. También era la única manera de parar que se consumiera el pacto a la nicaragüense que Tony Saca, durante el período de transición y entrega del gobierno, había negociado con el FMLN: el control de la Corte Suprema de Justicia para el FMLN, la Fiscalía General para Saca. Un interés partidario de largo plazo del FMLN, para cambiar la institucionalidad del país – contra un interés personal de corto plazo para el grupo Saca, para blindarse de cualquier investigación de sus manejos de las finanzas públicas. Malísimo negocio para el país.

Dos razones de peso para posponer la renovación y el relevo dirigencial en ARENA. La primera razón dejó de existir hace meses, cuando Cristiani logró evitar que se consumara el pacto que comprometía a la Corte y la Fiscalía (y por tanto, toda la institucionalidad del país). Pero continuaba la batalla por el control de ARENA. Saca diseñó otra estrategia: crear con GANA el instrumento nuevo para hacer pactos con el gobierno y para futuras elecciones – y al mismo tiempo quedar en ARENA para impedir que resuelva su crisis y se levante. En algún momento, o volver a tomarse ARENA, o brincarse oficialmente a GANA poco antes de siguientes las elecciones.

Mientras Tony Saca permanecía en ARENA, a pesar de ya haber lanzado con GANA la futura competencia, Cristiano no pudo ni pensar en retirarse de la dirección del COENA, si quería evitar que vuelvan a tomar control los aliados de Saca.

Bueno, con la expulsión de Tony Saca dejó de existir la última razón para posponer la renovación de ARENA. A menos que, en vez de renovarse, se quiera volver al pasado... También hay en ARENA quienes proponen esto.

Si en esta situación histórica ARENA decide atrincherarse en su pasado, en sus tradiciones conservadoras, en su anticomunismo (que muchas veces eran anti-progreso), Tony Saca gana. Porque en este caso, ARENA le daría razón en su argumento principal: que a él lo persiguen los sectores areneros vinculados con la gran empresa que nunca aceptaron sus políticas sociales.

El único viraje que queda a ARENA para enfrentar al discurso populista de Tony Saca es: Convertir en políticas públicas reales lo que en la ARENA de Saca era discurso populista. Convertirse en un partido de reforma y de responsabilidad social, donde la “derecha popular” de GANA y de Saca construye un populismo de derecha dispuesto a pactar con el populismo de izquierda tanto de los propagandistas de ‘el cambio’ como con los chavistas del FMLN.

Ahora que Saca está fuera de ARENA y se supone que todos sus seguidores le van a seguir, ARENA ya no tiene ningún pretexto de no emprender -sin ambigüedades, sin complejos y sin amarres- el camino de la reforma. A menos que el obstáculo sea el miedo, la falta de audacia – o si ocultamente siguen habiendo amarres a intereses corporativos que quieren mantener a ARENA como instrumento político para intereses particulares y mezquinos.

Si ARENA, después de la catarsis, opta por la inercia y la inmovilidad, no tiene futuro político. En este caso, en vez de tratar de levantar ARENA, los sectores reformistas y progresistas en la derecha y el centro tendrán que construir un partido nuevo capaz y dispuesto a enfrentarse al FMLN, por un lado, y a los partidos obsoletos de derecha, incluyendo una ARENA no dispuesta a la renovación. Cuesta arriba, pero no imposible.

Para ARENA, sería absurdo pagar el alto costo de su separación de la autodenominada “derecha popular” de Saca-GANA, si no al mismo tiempo elimina los otros ingredientes de esta derecha obsoleta: la corrupción, el autoritarismo, el populismo. Pero aun esto no sería suficiente. Con sacar a Saca no están removidos todos los obstáculos dentro de ARENA para convertirse en motor de la reforma, defensor de la institucionalidad y proveedor de justicia social. Si al final el partido cae de manos de Saca en manos de sectores aún más autoritarios, de nada habrá servido el gran sacrificio de Alfredo Cristiani de bajar del Olimpo y ensuciarse las manos peleando contra monstruos. Sólo se habrá resuelto un pleito entre dos tendencias igualmente obsoletas.

Hoy es cuando. Hoy o nunca. Si los renovadores dentro y afuera del partido, y los grupos de jóvenes que quieren meterse en política, pero para reformar al país y al mismo tiempo defender las libertades, no se toman ARENA ahora para convertirlo en instrumento del progreso, lo harán nunca. Y que luego no se quejen. Así que, como con la salida de Saca la dirigencia de ARENA ya no tiene pretextos de no abrir el partido, tampoco tienen pretextos los jóvenes y los críticos de no tomárselo para construir el país que necesitan.

(El Diario de Hoy)

martes, 15 de diciembre de 2009

Carta a Rodolfo Parker, secretario general del PDC

Estimado Rodolfo:

¿Van a seguir tragándose cualquier sapo, sólo porque el presidente Funes lo pida?

¿Van a seguir votando en la Asamblea en contra de sus convicciones, sólo porque el presidente les promete no apoyar la conspiración del FMLN de hacer pedazos al PDC? O sea, comprando un pedazo...

Ustedes votaron incluso contra sus propios intereses cuando avalaron la nueva Junta Directiva de la Asamblea. Dieron los votos para que te saquen a vos mismo de la Directiva para meter a GANA y así darle legitimidad. O sea, ustedes dieron sus votos para blanquear la compra de diputados, ¡lo mismo que intentaron hacer a tu partido!

Luego ustedes dieron sus votos para aprobar el presupuesto, en vez de obligar al gobierno a poner sobre la mesa y concertar todo el paquete conjunto: presupuesto ordinario, presupuesto extraordinario, préstamos y reforma fiscal...

Ahora PDC y PCN volvieron a votar con el bloque FMLN-GANA para aprobar la primera parte de la reforma fiscal. Siempre en esta lógica perversa de apoyar a Funes para detener al FMLN. Sabiendo que si no apoyan al presidente, este no los protegerá contra el FMLN, que quiere someterlos o destruidos.

Sin embargo, así como van con el presidente Funes, ustedes ya perdieron su independencia y su inocencia. Ya se la metieron. Ya se sometieron. No al policía malo, sino al policía bueno (al presidente) - si es que haciendo esta diferencia se sienten menos humillados...

Con la adquisición de los 12 diputados de GANA, ni siquiera necesitan ni al PDC ni al PCN. Lo que necesitan no son los votos, sino el control, el poder, el sometimiento...

Viene la hora de la verdad: Apoyar o oponer la imposición de nuevos impuestos que viene en el resto del paquetazo tributario. Van a tener que ponerse claros, Rodolfo: O son oposición - o son satélite. O son independientes - o serán, para siempre, sujeto de chantaje.

Saludos, Paolo Lüers

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lunes, 14 de diciembre de 2009

Un juego de palabras

Lo que les irrita es darse cuenta de que, cada vez más, se parecen demasiado al pasado.

Tanto que el grito de "¡No volverán!" suena absurdo. Ahora, la mayoría de los venezolanos sabemos que, en realidad, jamás se fueron. No son tan distintos. Son parte de lo mismo.

Ni siquiera se demoraron diez años en convertirse en la nueva élite depredadora del Estado. Lo que no soportan es verse así, al descubierto. Tan clásicos, tan típicos, tan crisis bancaria, tan doce apóstoles, tan Blanca Ibáñez, tan nuevos ricos y tan yo no fui. El líder que denunciaba indignado que antes Miraflores era un centro de negocios ahora no sabe dónde esconder la lengua. La historia también puede ser un espejo.

Tratan de esquivarlo, de disimularlo, de disfrazarlo, pero es imposible. Promover la tesis de que Chávez despertó una mañana y, de pronto, se dio cuenta de que algo olía podrido debajo de sus sábanas, puede ser, a corto plazo, contraproducente. Refuerza un cortocircuito que tal vez siga horadando la fe de sus seguidores. El poder refuerza y distribuye, día a día, un personaje mayúsculo, omnipresente ¿Cómo es posible que el superhéroe de Sabaneta no se haya dado cuenta de nada? Porque Chávez está en todas partes. Él mismo lo dice, lo hacer sentir... Sabe más de la realidad que sus propios funcionarios. Regaña en público a sus ministros. A él no se le escapa nada, está al tanto hasta del más mínimo detalle. Cuidado y agarra a alguno fuera de base y le pregunta cosas muy concretas en la televisión. Lee libros, libros gordos, pesados. Conoce lo que ocurre en todo el planeta. Aquí y allá, siempre le recuerda sus deberes a los demás. También conoce perfectamente los planes de sus enemigos. Sabe dónde se reúnen la oligarquía y el imperialismo, sabe qué planean, qué dicen. Chávez todo lo ve, todo lo escucha. A veces hasta se disfraza y se cuela en los lugares más increíbles, bien camuflajeado, para estar al tanto de lo que ocurre ¿Y entonces? ¿En dónde estaba? ¿Cómo carajo nunca se enteró de todos estos guisos, de toda esta apabullante corrupción? Resulta demasiado difícil de tragar que alguien como Chávez, que incluso pretende meterse a dirigir la oposición y a proponer al candidato que debe ser su adversario, sea un bolsa a la hora de relacionarse y supervisar los manejos de su entorno, las conexiones financieras de su gobierno. La idea de que el Presidente puede, de pronto, padecer de repentinos ataques de ingenuidad es artificial, poco verosímil. Quien vive de la confrontación, juega con astucia y en las sombras, se maneja sin escrúpulos frente al oponente, no puede salir después a decir que es Heidi, la huerfanita, que a veces abusan de su candidez.

No cuadra. No pega. Son dos versiones de un mismo personaje que estallan al tocarse, que producen un raro injerto.

Incluso para el militante más devoto, Chávez no puede ser inocente ante todo lo que ocurre. Traicionaría lo que es.

Lo convertiría prácticamente en un imbécil, en alguien al que es demasiado fácil engañar, estafar. La lógica de las representaciones suele ser contundente: si Chávez no sabía nada, entonces Chávez no es Chávez.

Lo mismo podría pasar con todo el proceso judicial que se ha iniciado. ¿Cuánto tiempo durará detenido Arnés Chacón? ¿Qué pasará ahora con su hermano? Tampoco el gobierno bolivariano ha logrado construir un sistema de justicia transparente y eficaz, independiente. Todo lo contrario. No sólo se parece, también, demasiado a lo que ya existía en la cuarta república. Probablemente sea mucho peor. Los ejemplos sobran. Desde el caso de Danilo Anderson, mártir de una revolución que es incapaz de esclarecer su asesinato y hacer justicia, hasta el caso del maletín del gordo Antonini. ¿Dónde está ahora Lina Ron? ¿Goza ella de libertad mientras Richard Blanco está preso? ¿Qué pasó con las supuestas denuncias contra Juan Barreto? ¿Se abrirá acaso una investigación contra el hermano Adán?... La justicia, también, parece haberse puesto al servicio de la nueva élite. La justicia es una complicidad: un método de premiación o de persecución política y económica. No importan los términos, las definiciones. Sea lo que sea, al final la culpa será del capitalismo, de la burguesía, de los otros. El poder siempre es inocente.

Chávez enfrenta hoy un desafío actoral: pasar agachado y, al mismo tiempo, seguir predicando. No es sencillo.

Quien busque en las páginas de la prensa en los tiempos de los gobiernos de la maldecida cuarta república podrá por fin entender el mensaje bolivariano: el hombre nuevo es igualito al corrupto de ayer. La diferencia está en las maneras, en el nombre. De eso se trata. El nombre nuevo. Nada más. La revolución es un juego de palabras.

(El Nacional, Venezuela. Alberto Barrera Tyszka es guinista de cine y TV, analista político y escritor)

Lecciones de los dilates en Centroamérica

Nadie salió bien librado de la crisis política y diplomática que final y afortunadamente parece acercarse a su término. Los países que desde antes de la defenestración de Manuel Zelaya el 28 de junio pasado apoyaron su permanencia en el poder -las llamadas naciones del ALBA: Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Paraguay, y aunque no formalmente, Argentina- perdieron en toda la línea. Honduras se ubicaba en su columna; ya no. Hugo Chávez podrá alegar lo que quiera, pero se quedó con un aliado menos.

Los países latinoamericanos normalmente más sensatos, pero en esta ocasión arrastrados por Chávez -Brasil, Chile, Uruguay, El Salvador, Guatemala-, también acabaron mal. Basaron todo -la definición de la democracia, el desenlace de la crisis, sus alianzas y deslindes- en la restauración de Zelaya en la presidencia. No lo lograron, ni antes de las elecciones ni después, ni por un periodo respetable o por un lapso pro forma, con sombrero presidencial o sin el mismo. El desempeño brasileño, tan criticado por la prensa paulista, se antoja el más extraño: en el mejor de los casos, Chávez los tomó por sorpresa, introdujo a Zelaya a su embajada, se burló del principio del asilo diplomático, y tampoco les aseguró una salida decorosa.

Los países ajenos a la región -la Unión Europea, Estados Unidos-, y los oriundos de ésta gobernados por mandatarios de centro o de centro-derecha -Colombia, Perú, Costa Rica, México- corrieron con un destino muy parecido el uno al otro. Condenaron con toda razón el golpe de Estado de junio pero, por querer evitar a toda costa un enfrentamiento político-ideológico con el ALBA y Brasil, desistieron de adentrarse igualmente en las causas del golpe, analizarlas y condenarlas también. Aceptaron hacer de la restitución de Zelaya la piedra de toque del retorno a la democracia, y terminaron por avalar sin chistar la tesis aberrante según la cual un gobierno legítimo no puede organizar elecciones legítimas, justas y limpias.

De la misma manera, la aprobó la OEA, que justamente por componerse de muchos gobiernos emanados de elecciones auspiciadas por regímenes autoritarios, debió haberla rechazado. Y por último, Barack Obama, deseoso por un lado de cambiar la imagen, si no la realidad de su país en América Latina, pero maniatado por las vicisitudes de la política interna de su país, terminó como el cohetero: mal con todos. Los Castro, Chávez y Zelaya lo increparon por no imponer una solución a su antojo a fuerza de sanciones, presiones, y negociaciones; los golpistas y sus apoyos en Honduras, en Washington, y en otros países de la región se molestaron por el es

-paldarazo a Chávez que a sus ojos representó la postura norteamericana; y México, Colombia, Perú y Óscar Arias en Costa Rica se encontraron aislados, pasivos y desdibujados. Aunque por lo menos los tres últimos salvaron los muebles: reconocieron la validez de las elecciones a tiempo, sobre todo antes de que el Congreso hondureño rechazara, por una mayoría aplastante, restituir a Zelaya.

Sólo Micheletti y los autores del golpe salen bien parados. Y deben su éxito al error de sus adversarios: colocar la vara demasiado alta en relación a sus posibilidades reales de realización. Existía una buena razón para que la comunidad hemisférica actuara con celeridad, en las horas posteriores al golpe, enviando emisarios de Washington, Brasil y México a Tegucigalpa con un ultimátum claro: regresa Zelaya o arde Troya. Ya después se vería qué hacer con los temores fundados de los poderes fácticos hondureños de que Zelaya se eternizara en la casa presidencial.

A la inversa, existían sólidos motivos para centrarse más en los orígenes del golpe, a saber, la abierta violación constitucional de Zelaya con la llamada cuarta urna y la descarada intervención venezolana y cubana en la supuesta votación del domingo 28. De haber seguido esta vía, la comunidad latinoamericana y Estados Unidos, más que reprobar la deposición de Zelaya, hubieran concentrado sus esfuerzos en la realización de comicios equitativos, conforme al calendario y la Constitución del país. Pero lo que nunca tuvo sentido fue la oscilación constante entre una vía y otra, y el intento infructuoso de combinar ambas. Iba a desembocar en el desastre actual.

¿Qué hacer?, como decía Lenin. Hay varias lecciones que conviene extraer del cúmulo de dislates en Centroamérica. La primera, quizás, es recomendarles a los brasileños que se abstengan de involucrarse en una zona que desconocen, y que no van a comprender por un tiempo.

La segunda consiste, tal vez, en instar a México a cumplir nuevamente su papel en la zona, papel que arrancó desde 1978 con el apoyo de José López Portillo a la Revolución Sandinista en Nicaragua, y que duró hasta el bien intencionado y mal financiado Plan Puebla-Panamá de Vicente Fox. La pasividad mexicana en una región tan afín y tan cercana resulta incomprensible.

En tercer lugar, Obama debe entender que pedir perdón por pecados pasados no constituye un programa de política exterior, ni siquiera en una región tan sensible a los gestos y ritos como América Latina. Estados Unidos ya no puede, ni debe imponer su postura en el hemisferio occidental. Pero tampoco puede resignarse a ser un simple espectador de los acontecimientos, o seguidor de los demás, y mucho menos de un ficticio consenso latinoamericano. La zona se halla más dividida y polarizada que nunca; es imposible complacer a todos, porque existen divergencias reales de intereses e ideologías. Washington debió haber desempeñado un papel de mayor liderazgo en esta crisis, lo cual no significa adoptar el mismo papel de antaño.

Y en cuarto y último término, pero sin duda en primer lugar de importancia, apremia el mejorar, profundizar y fortalecer el marco jurídico regional en materia de defensa de la democracia y de los derechos humanos. Se ha avanzado mucho, desde el llamado Pacto de San José o Convención Americana de Derechos Humanos en 1968, hasta la Carta Democrática Interamericana firmada en Lima el 11 de septiembre del 2001. Pero falta mucho más por hacer.

No sólo es preciso establecer sanciones más claras y robustas contra las rupturas del orden constitucional y las violaciones a los derechos humanos, sino que la convivencia latinoamericana requiere de una definición más clara de estos términos, para determinar cuándo comienza una transgresión, y no sólo cuando concluye. Probablemente sería deseable reforzar instituciones como la Comisión y la Corte Interamericanas de Derechos Humanos, y crear un sistema dentro de la OEA de alerta temprana, para poder actuar antes de, y no a la zaga de, sucesos como los de Honduras. Y finalmente, urge buscar un poco de consistencia y constancia: decir y hacer lo mismo, y decir y hacerlo siempre. Ya sería hora que los latinoamericanos nos volviéramos más serios.

(El País, Madrid. El autor fue canciller en el gobierno de Vicente Fox. Actualmente es profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York.)

domingo, 13 de diciembre de 2009

Carta a Tony Saca


Estimado Tony:

es hora de mostrar valor. Y color. Nadie puede estar en dos partidos enfrentados. Mucho menos un dirigente del calibre tuyo. Tienes que decidir (¡y decir públicamente!) si estás con ARENA o con GANA.

Cuando los matrimonios llegan a un punto que ya no hay amor, sino sólo desconfianza, quedan dos alternativas: reparar el matrimonio o divorciarse. La tercera alternativa -quedarse juntos, pero sin propósito común- significa guerra permanente y desgaste para los dos.

El divorcio puede ser amigable y abrir la puerta para luego rescatar, si no el amor, por lo menos la amistad y la responsabilidad común para los hijos (o sea, para el país).

¿Quién dice que eso no es posible en política? Un divorcio civilizado y negociado. Para que puedes ir donde le lleve el amor: con GANA... o donde le lleve el cálculo: a un pacto con el FMLN y con el presidente...

Y ARENA quedaría libre para rehacer su vida, para superar su amor perdido con Tony Saca, y para buscar nuevos horizontes de oposición.

¿Quién quita que luego se vuelven a encontrar en el camino, ya no en matrimonio, sino en alianza?

O si no, que se enfrenten como competidores. Dos partidos de derecha con diferentes visiones. Que los ciudadanos decidan si apuestan a ARENA o al proyecto de Tony Saca...

Pero seguir como están no tiene sentido. Si no estás dispuesto a disolver tu otro hogar que se llama GANA, entonces tenés que mudarte del todo...

ARENA y GANA ya son dos proyectos políticos diferentes que van en direcciones opuestas: uno a construir oposición, el otro a construir un pacto con el gobierno.

Siempre me ha encantado tu franqueza. Estoy seguro que la mostrarás nuevamente.

Te deseo suerte, cualquiera que sea tu decisión, Paolo Lüers

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