Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, sábado 5 marzo 2022
Fuiste a la guerra como voluntario, porque según el lavado de cerebro de los nazis tenías el deber de defender la patria y al Führer Aldolf Hitler. Tenías 17 años.
Regresaste de la guerra, todavía tan convencido de lo que en la escuela y la HJ (Hitlerjugend, Juventud Hitleriana) te habían adoctrinado que no querías hablar con tu hermano porque este, según tu doctrina, era traidor a la patria. Tu hermano fue reclutado, junto con todos sus compañeros del aula, con 16 años. Luego de unas semanas de entrenamiento los mandaron a morir defendiendo Praga contra el Ejército Rojo. De sus compañeros murieron todos, menos dos, porque tuvieron la valentía de desertar. Tu hermano fue uno de ellos, y cuando luego de la capitulación de Alemania se volvieron a encontrar, le dijiste: Por cobardes como vos perdimos la guerra…
Tu salida de este laberinto de mentiras y engaños fue la fe cristiana. Te hiciste creyente, con tendencia de misionero y toda tu familia te hizo burla. Pero te mantuviste firme.
Estudiaste, por tu propia cuenta, porque la familia no tuvo recursos para becarte. Trabajando duro, te graduaste, comenzaste a trabajar como arquitecto paisajista, creaste una firma exitosa que creció rápido. Te casaste, construiste una casa hermosa, tuviste tu primer hijo, y te convertiste en el benefactor de tu iglesia local.
Regresaste a la casa de tus padres como hombre exitoso. Tu padre se enorgulleció de ti. Tus hermanos también, aunque siguieron burlándose tu la manera de como viviste tu fe, la cual te había llevado a unirte a un movimiento internacional llamado ‘Rearmamento Moral’, el cual se hizo muy fuerte en Estados Unidos. Sus iniciadores y seguidores querían convertirse en un contrapeso contra la amoralidad tanto del capitalismo como del comunismo. Para tus hermanos, fue una secta, y ninguno de ellos hizo caso a tus intentos de reclutarlos. Al menor de tus hermanos lo llevaste a un castillo encima del Lago de Ginebra, que fue la sede de esta secta. Los hermanos tuvieron largas discusiones, en las cuales el bicho de 16 años te dijo: “Admiro tu idealismo, pero esa secta es reaccionaria, y yo soy de izquierda”.
Unos años después, chocaste con toda tu familia con un anuncio, que a todos agarró por sorpresa. Habías decidido abandonar tu exitosa empresa, dejarla a tu socio, y unirte a una organización humanitaria que construía sistemas de agua potable en pueblos y barrios pobres de la India. Nadie entendió esta decisión tan radical. Tu hermano menor, ya en la universidad e inmerso en el movimiento estudiantil antiautoritario del 68, por lo menos trató de entenderte. En largas discusiones, le explicaste que él estaba harto de los discursos morales de la secta que no llevaban a nada. Por eso había decidido abandonarla y dedicarse a cambiar la vida de la gente en lugares donde sufría. A tu hermano menor le impresionó profundamente la consecuencia radical de esta decisión, aunque estaba escéptico de que un enfoque humanista y tan poco político podía ser la alternativa.
Te quedaste en la India durante años, con toda tu familia. Ahí nacieron tus otros hijos. Terminó el proyecto original y te uniste a otro: una fundación vinculada a la Iglesia Luterana de Alemania, que construía en la India docenas de hogares-escuelas para niños huérfanos o de extrema pobreza. Para financiar esta operación, se reclutaba en Europa a familias que adoptaran simbólicamente a estos niños.
Cuando regresaste a Alemania, trajiste contigo unos hermosos hijos, que comenzaron a hacer su vida y aplicar las convicciones que les inculcaste. Comenzaste a trabajar en la sede central de la organización de Ayuda para Niños en Emergencia y terminaste como su director…
Tu hermano menor nunca compartió tu fe cristiana, pero sí tu manera de ser consecuente con tus principios. Cuando luego de graduarse anunció a la familia que en vez de iniciar la carrera escogida iba a ir a trabajar en una fábrica y desde la base promover la renovación del movimiento sindical, el único que entendió esta decisión fuiste tú. Le dijiste: “Uno tiene siempre que hacer lo que la convicción le dicta. Si esto requiere dar un viraje a tu vida, no dudes en hacerlo”.
Años después, este mismo hermano anunció a la familia su decisión de unirse a los insurgentes que en El Salvador se estaban rebelando contra una dictadura militar y la intervención norteamericana. Tú entendiste esta decisión, aunque nunca compartiste su contenido izquierdista. Repetiste la misma frase: “Uno tiene que poner en práctica sus convicciones”.
Este hombre fue mi hermano Lüder Lüers, quien esta semana murió a los 95 años en Ratingen, Alemania.
Mach’s gut, Alter. Dein Bruder Paolo Luers