Publicado en EL DIARIO DE HOY/Páginas editoriales, domingo 18 octubre 2020
En las encuestas preelectorales, siempre es muy alto el porcentaje de dos grupos: los que dicen que no saben por quién votar y los que dicen que no votarán. En elecciones “normales” en países “normales” se puede asumir que los indecisos, el día de las elecciones, se van a comportar muy similar o idéntico como los que desde hacer ratos ha expresado su preferencias. O sea, entre ellos habrá los mismos porcentajes para los diferentes partidos y para la abstención. Quiere decir, los indecisos, al decidirse, no alteran la correlación de fuerzas.
Pero repito: esto se puede asumir en elecciones “normales” en países y situaciones históricas “normales”. En El Salvador, luego de 15 meses de un cambio abrupto de gobierno y faltando 4 meses para las elecciones parlamentarias, nada es “normal”.
En El Salvador tenemos ahora una extraordinaria volatilidad de las preferencias electorales. El FMLN, luego de 10 años en el gobierno, perdió 1.1 millón de votos de la elección presidencial 2014 a la del 2019. En el mismo lapso, ARENA perdió 630 mil votos.
Por otra parte, el partido GANA nunca ha pasado de 200 mil votos, y en 2014, en alianza con Tony Saca, el PCN y el PDC lograron apenas 300 mil. Pero, en las elecciones presidenciales del 2019 creció milagrosamente a 1.43 millones de votos. Un crecimiento de 1.1 millones de votos.
Se puede decir que de los 1.73 millones de votos que los dos partidos ARENA Y FMLN perdieron, más o menos 1.1 millones marcaron la bandera de GANA para votar por Nayib Bukele. El resto de los 1.73 millones que dejó de votar por ARENA y FMLN —unos 630 mil votantes— se quedó en casa y no votó.
Entonces, ¿qué pasará con todos estos votos “migrantes” en las elecciones de diputados y alcaldes en febrero 2021? Luego de tanta migración en los últimos 2 elecciones, y luego de 16 meses de un viaje de montaña rusa con Nayib Bukele —viaje de emociones y divisiones, promesas y frustraciones, mentiras y verdades sentidas en la economía familiar, COVID y desempleo—, no sería nada lógico asumir que ahora exista estabilidad en la correlación de fuerzas y haya terminado la volatilidad de las preferencias electorales. Evidentemente no es así, el mapa electoral ahora es más confuso y cambiante que nunca antes.
Aparte de los indecisos clásicos, que lo son por principio o ADN, entre el total de indecisos hay subgrupos bien diferentes que todavía están esperando señales claras de los partidos. ¿Qué piensan hoy los cientos de miles de exvotantes e incluso ex militantes del Frente que dieron el beneficio de la duda a Nayib Bukele? ¿Estarán ahora libres de dudas, convertidos en voto duro y entusiasta de Nuevas Ideas? Algunos, talvez. Pero otras seguirán con sus dudas, tanto del FMLN como del gobierno y su partido oficial. Ahí tenemos ya fácilmente medio millón de ciudadanos que podrían votar Nuevas Ideas, o podrían retornar al FMLN, o podrían preferir no votar. Medio millón de votos indecisos entre estas tres opciones.
De los 630 mil votantes que abandonaron a ARENA se puede suponer que solo una minoría votó por Bukele, mientras que la mayoría se quedó a su casa en el 2019, pero con su abstención facilitaron la derrota de la candidatura de Carlos Calleja y Carmen Aída Lazo.
Este otro medio millón de ciudadanos indecisos, ¿por dónde van a inclinarse ahora, luego de las crisis múltiples que la administración Bukele no sabe resolver? ¿Cuántos de los exvotantes de ARENA creen la propaganda del gobierno y echan la culpa a la oposición —y, por tanto, estarían apostando a darle a Bukele el control de la nueva Asamblea? ¿Y cuántos de los exvotantes de ARENA, al ver lo que Bukele y Nuevas Ideas serían capaces de hacer al país, su democracia y su economía, una vez que tengan el control de la Asamblea, optaría por regresar a ARENA o apostar al PDC, si son más conservadores, o a Nuestra Tiempo, si son más liberales o progresistas? O a cualquier partido que se opone al gobierno…
También este medio millón de votantes anda indeciso entre tres opciones: votar por el gobierno, votar por la oposición, o quedarse en casa.
En resumidas cuentas, hay más o menos un millón de ciudadanos que tiene dudas, guarda resentimientos y frustraciones con sus ex-partidos, pero también desilusiones con el nuevo gobierno, el resurgimiento de la corrupción y de los abusos del poder. Sobre todo para los partidos nuevos (Nuestro Tiempo, Vamos y el renovado PDC), es un universo ideal para convertirse en alternativas reales. Depende de ellos evitar que estos votantes se frustren del todo y dejen de votar. Además, vemos un FMLN decidido a pelear por el “voto de retorno”, y una ARENA que tímidamente está empezando a dar la batalla para convencer a la gente que el voto por ellos será un voto útil para detener a un gobierno sediento de poder. Sólo les va a funcionar si realmente ejercen la oposición, sin ambigüedades. Y si todos ellos, todas las fuerzas de oposición, decidieran actuar de manera conjunta, priorizando el interés común encima de las diferencias, podrían jalar a buena parte del millón de votos volátiles.
Muchos no toman en cuenta que en una situación tan volátil las encuestas casi nunca logran medir bien los movimientos múltiples de preferencias, lealtades, y resentimientos de los diferentes tipos de indecisos y votantes migrantes.