La manera en que se decidió despedir a los funcionarios del Servicio Exterior el 7 de
Diciembre recién pasado y la decisión de imponer a todos los diplomáticos salvadoreños el
contrato de trabajo anual; son ciertamente decisiones que afectarán, a largo plazo, de manera
profunda y gravemente la carrera diplomática en nuestro país. En efecto, el Ministro de
Relaciones Exteriores viene a sepultar la institucionalización de la carrera diplomática
salvadoreña para el presente y para las futuras generaciones.
Primero en cuanto a la forma. Los que estamos sirviendo a nuestro país en el servicio exterior,
sabemos que nuestros puestos no son eternos. El traslado a nuevos destinos es un gaje del
oficio y es sano que sea así. Como contrapartida esperamos, los diplomáticos que se nos
respete la dignidad de nuestra persona y de la familia. En este caso, la forma en que la
Dirección de Recursos Humanos comunicó el despido a sus funcionarios, demuestra un
desprecio hacia el empleado publico y su familia. Muchos de los que fueron despedidos son
personas que han cumplido años trabajando con el Ministerio, en ciertos casos mas de 15 o 20
años. Ellas se merecían mucho mas que un simple correo electrónico genérico, impersonal y
que no trae explicación alguna sobre los criterios y las razones que justificaran su despido.
Mas grave todavía, fueron las declaraciones del Ministro quien mencionó que hemos sido
despedidos por “faltas graves”, ciertos casos de alcoholismo y “denuncias”, sin saber de
quien. Estas declaraciones difamaron a todos los funcionarios, cuando los diplomáticos
experimentados sabemos que para representar a nuestro país, es un deber de conducirnos de
manera ejemplar, es un código de ética intrínseco a la función. Son los valores profundos de
la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas (1961). Los correos en que
solicitamos aclaraciones sobre nuestros despidos no tuvieron respuesta. La única vez que
pude hablar con la Directora de Recursos humanos, me confirmó que a ella solo le
comunicaron una lista con nombres de personas a quien notificarles, sin que ella como
Directora del Ministerio conociera las razones técnicas de la decisión.
En cuanto al fondo. Los funcionarios que estábamos en el exterior, en el momento del cambio
de Gobierno, pensamos que la titularidad de los puestos de confianza cambiarían rápidamente.
Es lógico y natural. En la practica, siempre cambia primero el Embajador, por ser la persona
que se supone representa al Jefe de Estado y debe gozar de la confianza del Canciller. Al
llegar el nuevo embajador a su lugar de acreditación, sabemos que empieza un proceso de
evaluaciones internas que a veces puede resultar en cambios, traslados o destituciones. Es a
criterio del Embajador rodearse del personal que él califique apto para realizar los objetivos
establecidos y acordados con los titulares en el plan de trabajo. Este modus operandi es el mas
legitimo y justo tanto para el personal de la Embajada como para el Embajador quien llega a
su nuevo destino. Es a él de identificar y aprovechar los conocimientos, las competencias y
experiencias del personal presente. La administración actual no lo vio de esa manera.
La lista de los funcionarios despedidos incluía Embajadores, funcionarios de carrera y
personal administrativo y de servicio. Los Embajadores sabíamos que son puestos de
confianza y esta previsto que los cambien. Pero, los asistentes administrativos y personal de
servicio, quienes de ninguna forma influyen en nuestra política exterior, fueron destituidos sin
que se conociera a su persona y sus habilidades.
Finalmente, lo que me parece fundamentalmente erróneo, es que en lista de los despedidos
van Ministros Consejeros o Consejeros que de cierta manera se podían considerar de
“carrera”; si es que existiese alguna en nuestro país. La tentación de querer establecer una
carrera diplomática en El Salvador, la han tenido muchos Ministros. Todos los que intentaron
estaban concientes de la importancia de tener un cuerpo de funcionarios profesionales, con
experiencia, que asegure la funcionalidad en este ‘servicio publico’. Con la finalidad de
estructurar esta carrera, se organizaron exámenes para integrar el Escalafón diplomático, en
los cuales han participado muchos funcionarios del Servicio Exterior. El suscrito y otros
colegas han tenido éxito al someterse a estas pruebas y están inscritos en el escalafón. Pero
aun así, el Ministerio no ha respetado el esfuerzo realizado e invariablemente nos han
despedido.
Lastimosamente, el criterio utilizado para establecer la lista de los despedidos fue sencillo: la
contratación por el Ministerio de Relaciones Exteriores por “contrato laboral anual”. Todos
sabíamos que ese contrato era una espada de Damocles pero era así o se renunciaba a trabajar
por nuestro país. Desde entonces la espada se dejo caer, no solamente sobre los despedidos
pero sobre toda la carrera diplomática. A todos los funcionarios que siguieron empleados con
cargos diplomáticos en el Servicio Exterior después de enero 2010, les impusieron en silencio
el contrato anual. Esto ha provocado un fuerte sentimiento de precariedad laboral que afecta el
moral del personal de nuestro Servicio Exterior y hace poco atractivo para las futuras
generaciones lanzarse en la carrera diplomática.
Lo dramático en este caso, es que al haber destituido de esta manera tan arbitraria y con tan
poco respeto de la dignidad del empleado publico, el propio Ministro de Relaciones
Exteriores destroza lo poco que teníamos de una carrera diplomática; vino a destruir todos los
esfuerzos que se habían hecho para estructurar un inicio de carrera y lo peor es que siembra
un precedente para las futuras alternancias políticas de gobierno. Considero que queda claro
que al analizar el fondo y la forma en que se realizaron estos despidos, y con el cambio de
todos los diplomáticos salvadoreños de ley de salario a contrato anual, se puede concluir que
no existe la carrera diplomática en el Salvador; y tal como se perfilan las cosas nunca jamás
existirá!
Ricardo Cisneros
Mi familia es originaria de un pueblo salvadoreño. Nunca he sido miembro de algún partido
político y la suerte que tuve en mi vida es que mi madre emigró a Francia adonde tuve la
oportunidad de hacer estudios universitarios y graduarme en Historia contemporánea y
administración de empresas. Entré en el Servicio exterior en nuestra Embajada en Paris,
haciendo fotocopias y archivando. Trabajé un tiempo con la Embajadora Ana Cristina Sol,
quien me dio la oportunidad, después de un año de trabajo, de ingresar al Servicio Exterior
como Asistente Administrativo en Bruselas. El Embajador Rosales sustituyó a la Embajadora
Sol, y después de haber trabajado con el, me propuso, cuando lo trasladaron, que lo siguiera a
Canadá, para que ocupe el cargo de Cónsul General en Ottawa. Después de cinco años, el
Ministerio me dio las ordenes sucesivas de trasladarme como Cónsul General en Milán, luego
Consejero en nuestra Misión Permanente ante las Naciones Unidas; y la ultima que recibí, sin
haberlo pedido, y como siempre por “razones de servicio”, a París. Es de ahí que ahora me
están despidiendo, después de 19 años de trabajo en el Servicio Exterior, de haber vivido en
seis países, ocupado 6 cargos distintos y haber aprendido el ingles, francés e italiano, además
de mi idioma materno. Todo lo anterior lo menciono no por pretensión personal, pero
únicamente para ilustrar lo arbitrario que son las destituciones que vemos en el Servicio
Exterior en estos días. En consecuencia, ser funcionario graduado universitario, con
experiencia internacional, inscrito en el escalafón y poliglota, no garantiza, en nuestro país,
que en un cambio de gobierno, no lo destituyan.