Es un círculo vicioso: los que deciden sobre prioridades son las
generaciones que no necesariamente tienen interés en soluciones de
largo plazo, sino en sus propios intereses de supervivencia.
El Salvador es un país de jóvenes, pero
las elecciones son decididas por los viejos. Según un estudio de
Fusades, para el 2018 el 30 % de los aptos a votar son jóvenes entre 18 y
29 años; y si sumamos los adultos entre 30 y 39 años, hay una mayoría
de 50.8%.
Pero ambos grupos mostraron una participación electoral marcadamente menor que los salvadoreños de 40 años para arriba.
Por
otra parte, los problemas más importantes pendientes de resolver son
temas que afectan prioritariamente a los jóvenes y su futuro: educación,
pensiones, seguridad pública. En los tres campos hay una enorme deuda
con el futuro, o sea con los ahora jóvenes. En los tres campos urgen
políticas públicas que por su carácter integral y estructural son de
largo plazo: no van a definir la vida de los ahora adultos, sino
predeterminar el futuro de los ahora jóvenes o niños.
Resulta absurdo que los jóvenes sigan
dejando estas decisiones en manos de la generación de sus padres y
abuelos. Parte del absurdo es que en un país demográficamente tan joven
nadie da prioridad a la tarea de promover la participación política y
electoral de los jóvenes. Es un círculo vicioso: los que deciden sobre
prioridades son las generaciones que no necesariamente tienen interés en
soluciones de largo plazo, sino en sus propios intereses de
supervivencia.
Desde el punto de vista de sus propios
intereses, la generación que sigue controlando al Estado, la economía y
la sociedad, tiene razón para sospechar que los jóvenes, al tomar
protagonismo, llevarían al país hacia otros rumbos.
En Alemania se practica desde hace 20
años un experimento que se llama “Juniorwahl – elecciones junior”. Una
semana antes de cada elección general, se celebran elecciones donde los
jóvenes entre 15 y 18 años votan -sobre la misma oferta electoral de los
partidos. Este año se espera que en 3,500 escuelas participen más de un
millón de adolescentes.
Lo interesante es que, según los
resultados de las “elecciones junior”, en las 4 últimas elecciones
federales (de 2002 a 2013) hubieran salido mayorías parlamentarias (y
por tanto gobiernos) muy diferentes a los electos en las elecciones de
sus padres.
En las elecciones federales de 2002, los
socialdemócratas salieron empatados con los conservadores, pero junto
con Los Verdes lograron una mínima mayoría de diputados, y su canciller
Gerhard Schroeder pudo seguir gobernando. Pero en las “elecciones
junior”, los socialdemócratas ganaron una clara mayoría (43 % en vez de
38.5 %), y sus socios del partido Los Verdes lograron un sensacional
14.6 %, en vez de los 8.6 % en las elecciones reales. Los jóvenes
hubieran dado un claro mandato al programa de reformas de los
socialdemócratas y verdes y esta colación no hubiera sufrido el fracaso
que obligó a Schroeder a convocar elecciones adelantadas en 2005.
En 2005, la coalición reformista
socialdemócratas/verdes perdió el poder. Pero tampoco la alianza
conservadores-liberales logró una mayoría. Se estableció la “coalición
grande” entre socialdemócratas y conservadores, bajo la dirección de
Angela Merkel. Pero en las “elecciones junior” el resultado fue al
revés: los socialdemócratas ganaron a los conservadores, y Los Verdes
ganaron claramente a los liberales. Según los jóvenes, la alianza
reformista hubiera continuado gobernando, con una mayoría parlamentaria.
En 2009, pasó algo insólito: el
electorado (adulto) castigó a los socialdemócratas por haber entrado en
coalición con los conservadores. Perdieron en grande, bajando a 23%
frente a los conservadores con 33.8%. Merkel logró una mayoría
parlamentaria en coalición con los liberales. Hora de la contrarreforma…
Sin embargo, en las “elecciones junior”,
el resultado fue diferente: los jóvenes castigaron parejo a ambos
partidos de la “gran colación”. Ambos bajaron a un miserable 19%, y los
verdes se convirtieron en la primera fuerza, con 21%, y los emergentes
Piratas ganaron 12.2%. Este partido rebelde, en las elecciones reales,
quedaron con 2 % fuera del parlamento. Es decir, los jóvenes también
querían sustituir la gran coalición, pero dieron mayoría absoluta a una
coalición reformista aún más radical, incluyendo a los Piratas.
En 2013, el gobierno conservador-liberal
fracasó. Los liberales ni siquiera lograron entrar al parlamento. Con
41.5%, Angela Merkel derrotó claramente a los socialdemócratas y verdes,
que juntos sólo llegaron a un 34.1%. La única forma de garantizar la
gobernabilidad: una nueva “coalición grande”, bajo dirección de Merkel.
Muy distinto fue el resultado de las
“elecciones junior”. Los adolescentes entre 15 y 18 años dieron un
mandato para una coalición reformista entre socialdemócratas, verdes y
Piratas.
En las 4 “elecciones junior”, los jóvenes
dieron apoyo a los partidos que propusieron reformas profundas en los
campos educación, justicia social/pensiones, medio ambiente y (en el
caso de los Piratas) transparencia y revolución digital. Si hubiera
dependido de los jóvenes entre 15 y 18 años, Alemania hubiera sido
gobernado por coaliciones reformistas, conducidos por cancilleres
socialdemócratas, desde 1998, cuando Gerhard Schroeder puso fin a 16
años de gobiernos conservadores bajo Helmut Kohl, hasta la fecha…
Tradicionalmente, los resultados de las
“elecciones junior”, aunque son celebrados una semana antes, se dan a
conocer en la noche de las elecciones generales. Con un argumento
absurdo: para que los jóvenes no influyan a los votantes adultos. Pero
los jóvenes tienen todo el derecho del mundo de influir en las
elecciones generales, porque es su futuro que está en juego.
(MAS! / ELDIARIO DE HOY)