sábado, 17 de octubre de 2009
Carta a José María Tojeira, rector de la UCA
Usted escribió el guión para el gobierno: ¡pasar a 6 mil hombres de la Fuerza Armada a la PNC – y resolvamos el problema de la inseguridad! Así lo propuso usted en un reciente artículo. Y a partir de ahí, todo el gobierno discute cómo meter al personal del ejército al combate contra la delincuencia.
Alguien tuvo que romper el hielo para tocar un tema tan delicado como volver a dar a los militares misiones de seguridad pública. ¿Y quién mejor que el rector de la UCA, la institución mártir que tanto ha sufrido del militarismo salvadoreño? ¡Imagínese lo hubiera propuesto el diputado Roberto D’Aubuissón
Pero, padre, ¿usted en serio quiere poner la mitad del ejército bajo el mando de este ministro de seguridad y de esta dirección policial?
Sería como tratar de llenar un saco roto. Si el problema de este gabinete de Seguridad es que no tiene ni liderazgo ni tiene plan, ¿cómo vamos a darles adicionalmente el mando sobre la mitad del ejército?
Estoy de acuerdo: Hay que pensar en cómo emplear la Fuerza Armada en el combate a las pandillas y al crimen organizado. Pero en serio. No para aumentar las patrullas conjuntas que no hacen nada. Eso sería más de lo mismo que no sirve.
Si metemos a la Fuerza Armada, metamos a la Fuerza Armada como institución, con su capacidad operacional y de inteligencia, no prestándole soldaditos al ministro de Seguridad.
Pero ojo: Para meter la Fuerza Armada, hay que tener visión – y coraje. Requiere que el presidente tenga la audacia de declarar al país en estado de emergencia y de decretar que la Fuerza Armada temporalmente opere en coordinación con la PNC. El problema: ¿Bajo el mando de quién? No puede ser bajo la inercia del actual gabinete de seguridad...
¿Tiene este valor y esta visión el presidente Funes?
Saludos, Paolo Lüers
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La mirada herida de Herta Müller
Herta Müller dice que en la cara de las personas se puede leer la región de donde proceden. Así empieza la historia de Lola en La bestia del corazón, el libro que publicó en 1994, siete años después de haber salido de la Rumania de Ceaucescu para ir a la República Federal de Alemania. La narradora, su compañera de universidad, puede ver en el rostro de Lola la región pobre del sur del país a la que pertenece.
Lola se pinta las pestañas con rímel barato y se pone medias finas para sus citas en el parque con hombres cansados, incapaces de amar, que salen por la noche de sus trabajos del matadero o de la fábrica de detergentes; recibe, como si fueran regalos, detergentes u órganos de animales muertos. Lola va a la iglesia, estudia los folletos ideológicos, recoge el carné rojo del partido, y sus compañeros de habitación empiezan a evitar hablar delante de ella con libertad. Ella sueña con un hombre con camisa blanca que le acompañe a su pueblo, pero el único amante que ha tenido con camisa y cuello blanco, el profesor de gimnasia, es un canalla que la empuja a suicidarse. Lola deja en el baúl de la narradora su cuaderno donde anota sus pensamientos más íntimos y coge la cuerda con la que se va a ahorcar del armario. A punto de ser una persona de éxito, se convierte en una vergüenza para un país que obliga a las personas a ser optimistas. El cuaderno de Lola desaparece del baúl de la narradora, será la primera señal de la vigilancia constante que ejerce la Securitate.
La historia de Lola es una especie de prólogo que abre las líneas narrativas de este libro en el que algunos lectores reconocerán los episodios dramáticos de la propia vida de Herta Müller. En primer lugar, su familia suaba (los suabos son una comunidad alemana que llegó a Rumania en el siglo XVII o XVIII y que emigraron bajo el régimen de Ceaucescu): su abuelo, un comerciante a quien el régimen comunista expropió sus tierras; su padre, un SS "que ha llegado a la tierra cantando canciones militares y ha dejado cementerios en el mundo", ahoga sus penas en alcohol y muere prematuramente; su madre, una antigua deportada a Rusia que vive atormentada por el hambre y se lanza a comer patatas cuando las ve.
Otra de las líneas narrativas de La bestia del corazón se ocupa de lo que les ocurre a los amigos de la narradora (Edgar, Kurt y Georg), a quienes, al igual que a ella, la Securitate les vigila, les atormenta. "La Securitate no solamente ha influido en mi vida sino que me ha acompañado a cada minuto, en la calle, en el trabajo, en mi vida privada... La convivencia con la Securitate continuó después de que me fuera de Rumania", ha contado Müller.
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Una de las características de la deslumbrante originalidad de sus escritos es la densidad con que da profundidad a cada frase. De una concreción alucinante, tendiendo a veces hacia lo fantástico, con tintes expresionistas, la prosa de Müller no solamente registra la monografía social del Banato sino que explora sin piedad tanto los detalles físicos como los comportamientos sociales. Pero también permite al lector un espacio suficiente para que él mismo pueda construir las historias, la mayoría de ellas trágicas, de las personas que llevan en su cara la región de donde procede Müller.
Windisch, el protagonista de El hombre es un gran faisán en el mundo, cuenta los años y los días que le quedan para conseguir el pasaporte soñado. Ceaucescu ha recibido el dinero que envía Alemania federal para aceptar la emigración de la minoría alemana, sajona o suaba. Pero ese dinero no le ha ahorrado de pagar otros gastos a una administración corrupta y de sufrir múltiples humillaciones antes de salir: lleva sacos de harina y dinero al Ayuntamiento, tiene que aceptar que su hija pequeña se acueste con el policía y con el cura del pueblo. Y, cuando regresa de visita y trae objetos del Oeste como muestra de su éxito social, sobre su mejilla cae una lágrima de cristal. Windisch no es un caso aislado. Casi toda la comunidad alemana de Rumania ha perdido su patria. En la atmósfera crepuscular de la prosa de Müller, los cementerios, los búhos, los ataúdes forman parte de la vida cotidiana que, a menudo, toma un color fantástico si acaso más pesado a causa de las siluetas negras oscuras de los personajes negativos como el odioso capitán de la Securitate, Piele, y su perro que lleva su mismo nombre.
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"Tuve la suerte de irme de allí. Me fui demasiado tarde, cuando ya estaba destruida", dice Müller. Pero no tan destruida como para escribir 20 libros a sus 56 años y haber recibido el mayor galardón literario del mundo. Aunque sí lo bastante herida como para que cada uno de sus libros cuente la experiencia de su vida en la dictadura. Delgada, frágil, de ojos transparentes, la mirada distante se le instaló cuando, en plena adolescencia, tuvo que defenderse de las investigaciones de la Securitate y de las amenazas de muerte. Müller es muy crítica con la situación de la actual Rumania y también con los intelectuales que no han hecho lo suficiente para dar a conocer el verdadero pasado del país sobre todo durante la dictadura del general Antonescu, el movimiento legionario y el antisemitismo. "En Rumania se cree que el pasado se ha desvanecido en el aire. El país entero parece sufrir de amnesia...". "Quizás haya algunas personas en Rumania que les gusten mis libros pero yo, como persona, no les soy simpática. Lo más probable es porque continúo diciendo cosas sobre Rumania que molestan pero hay que decirlas. La corrupción está en todas partes porque la ex nomenclatura se ha apropiado del país. Todo está privatizado pero, de qué modo... Este sistema funciona tan bien que no me puedo imaginar cómo podría cambiar la situación actual... Es tan estable que hasta parece normal". Es cierto, para muchos rumanos, sobre todo para aquellos que no han podido ver a la gente manifestarse y morir en la calle en diciembre de 1989, la idea de la revolución persiste. Pero personalmente creo que, gracias a su actitud, Müller es más respetada y más popular de lo que ella piensa.
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Sin embargo, Müller ha reconocido que cuando escribe comparte la lengua rumana con la alemana. En Nitzkydorf, el pueblo donde nació y de donde salió a los 15 años, no había aprendido la lengua rumana sino que la descubrió más tarde cuando trabajó en una fábrica. Impresionada por la poesía de esta lengua, llena de metáforas y comparaciones, ha insertado algunos poemas populares rumanos en el texto de La bestia del corazón. Entre ellos, uno tradicional a modo de maldición a la traición: "El que no ama y renuncia / Que Dios le dé como castigo / El paso de la cucaracha y de la serpiente / El estremecimiento del viento / El polvo de la tierra". Esta poesía se invoca cuando la narradora cuenta la historia de su amistad con Tereza. Tras salir de Rumania, muy enferma de cáncer, va a visitar a su amiga con el encargo de espiarla recibido por el capitán de la Securitate. La narradora descubre la traición y echa a Tereza de su casa con gran dolor y sabiendo que es la última vez que ve a su amiga. "La muerte de Tereza ha sido muy dolorosa, como si tuviera dos cabezas que se golpearan una contra la otra. En una estaba el amor, abatido, que sentía por ella y en la otra estaba el odio". Este capítulo también ha tenido una inspiración autobiográfica. Müller pudo comprobar que en su expediente en la Securitate, su mejor amigo había hecho informes sobre su vida diaria.
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Con el Nobel y con su libro El hombre es un gran faisán en el mundo Müller parece haber terminado su misión: una obra centrada obsesivamente en su experiencia dramática así como en el sufrimiento y el desarraigo de la colectividad alemana en Rumania. Antes de esperar a ver si surgen otros temas en la obra de esta escritora, los lectores descubrirán en sus libros un universo alucinante enriquecido con la trágica historia del siglo pasado.
(El País/Babelia. Herta Müller, premio Nobel de Literatura 2009, es autora, entre otros libros, de En tierras bajas, El hombre es un gran faisán en el mundo, La piel del zorro y La bestia del corazón. Gabriela Adamesteanu es escritora rumana y acaba de publicar en España Una mañana perdida.)
Comisiones empantanan el Diálogo Guaymuras
El hotel Clarion de Tegucigalpa ha sido testigo de las reuniones que han tenido Vilma Morales, Arturo Corrales y Armando Aguilar Cruz, por parte del presidente Roberto Micheletti, y Víctor Meza, Mayra Mejía y Rodil Rivera Rodil, por parte del depuesto mandatario Manuel Zelaya.
Desde temprano, ambas comisiones salían por el sótano del hotel para evadir a la prensa nacional e internacional que cubre el evento con el objetivo de ir donde Micheletti y donde Zelaya a presentarles las nuevas propuestas.
No obstante, el pacto de secretividad se rompió alrededor de las seis de la tarde cuando la comisión del ex presidente Zelaya brindó una improvisada conferencia de prensa en la que leyó una contrapropuesta al Gobierno interino referente al punto seis del Acuerdo de San José.
“Respetuosamente solicitamos al Congreso Nacional que previo dictamen de las instancias pertinentes, si lo estima necesario, emita la decisión correspondiente a ese punto, que textualmente dice: para lograr la reconciliación y fortalecer la democracia, solicitamos al Congreso Nacional que a efectos de recuperar la integración y legitima conformación de los poderes constituidos al 28 de junio de 2009, en lo procedente retrotraiga la situación del Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo, el Poder Judicial y el Tribunal Supremo Electoral a su estado previo al 28 de junio, por haber sido conformados según los artículos 202, 205 incisos 9 y 11 y 236 de la Constitución de la República de Honduras.
Lo anterior implica el retorno de José Manuel Zelaya Rosales a la Presidencia de la República hasta la conclusión del actual periodo gubernamental, el 27 de enero de 2010”, dice la propuesta zelayista.
Propuesta de Micheletti
Al verse presionados por la comisión de Zelaya que había hecho pública la contrapropuesta, el grupo de Micheletti reveló su propuesta: “Para lograr la reconciliación nacional y fortalecer la democracia, reconocemos la legitimidad de los poderes constituidos al 28 de junio de 2009: el Poder Legislativo, Poder Judicial y el Tribunal Supremo Electoral, por haber sido conformados según los artículos 202, 205, numerales 9 y 11 de la Constitución de la República. En cuanto a la pretensión del ciudadano José Manuel Zelaya Rosales de retornar a la Presidencia de la República, condicionamos nuestro acuerdo al criterio institucional de la Corte Suprema de Justicia, como ente encargado constitucionalmente de la aplicación de la ley.
Lo anterior implica que la opinión del Poder Judicial tendrá carácter vinculante y por consiguiente de obligatorio cumplimiento para las partes intervinientes en este diálogo. Para este propósito respetuosamente formulamos atenta solicitud al Poder Judicial y al efecto se le cursa los términos del presente acuerdo”, dice la propuesta de Micheletti.
En palabras claras, los zelayistas quieren el análisis del Congreso Nacional y los de Micheletti el de la Corte Suprema. Al respecto, la ex presidenta de la Corte, Vilma Morales, mencionó que analizarán la contrapropuesta que hizo la otra comisión, la cual será presentada al presidente interino. Manifestó que las pláticas han sido suspendidas por el fin de semana, pero que estarán en contacto telefónico con los otros miembros e informarán de la reanudación del diálogo que probablemente será el lunes.
Sobre el retorno de poderes antes del 28 de junio, en la propuesta de los zelayistas se incluye a la Corte Suprema de Justicia y el Tribunal Supremo Electoral, elegidos antes de la fecha indicada. Al respecto, el ex ministro de Turismo, Ricardo Martínez, explicó que en la petición se menciona a la Corte y al Tribunal por ser órganos de gran importancia, pero que éstos quedarían como están si se acepta su contrapropuesta.
El papel de la Corte
La comisión de Micheletti pidió a la de Zelaya que la discusión del punto seis del Acuerdo de San José sea analizada por la CSJ, pero Víctor Meza cree que este poder del Estado ya dio su opinión acerca del acuerdo y por eso el Congreso debe intervenir.
“No es necesario que la Corte Suprema sea un árbitro, pero si desean que el Congreso intervenga,también puede hacerse”.
(La Prensa/San Pedro Sula/Honduras)
La democracia bajo condena
En sus 60 años, la Organización de Estados Americanos (OEA) nunca expulsó a uno de sus miembros porque en él se hubiera dado un golpe de Estado, a pesar de que tales golpes fueron acometidos por personajes como Augusto Pinochet, los generales brasileños o los genocidas del Cono Sur.
Violando su propia Carta, la OEA acogió en su seno a los peores dictadores del hemisferio, a Somoza, Pérez Jiménez y Trujillo, el dictador dominicano que protagonizó La fiesta del chivo. La guerra fría y el anticomunismo fueron las primeras excusas, pero después vinieron otras hasta que, al fin, las dictaduras fueron dejadas atrás. De modo que la suspensión de Honduras el 4 de julio por el Consejo Permanente no tuvo precedentes. Si los equívocos y las contradicciones no fueran tantos, podría suponerse que, aunque tarde, la OEA comenzaba a redescubrir su propia Carta.
Al documento fundacional que imaginaba a la OEA como conjunto de Estados democráticos, se le añadió la Carta Democrática Interamericana que algunos Gobiernos, como el de Venezuela, suelen desdeñar con obstinación y buena fortuna.
A raíz de la destitución de Manuel Zelaya como presidente de Honduras, el 28 de junio, fue aplicada la Carta Democrática. Podría suponerse que con buenos fundamentos, pero no ocurrió así. La OEA se precipitó. Tenía que investigar las causas de la crisis. O, mejor, debió preverla, invocando la Carta a tiempo, antes, y no después.
Al pretender llevar a cabo un referéndum ajeno al orden constitucional hondureño, el presidente Zelaya violó la Constitución de su país, y violó asimismo la Carta Democrática. Quiso abrirle espacio a la convocatoria de una Asamblea Constituyente de manera unilateral, con el propósito de hacerse reelegir, siguiendo el manual de los presidentes de la Alianza Bolivariana, Venezuela, Bolivia y Ecuador. ¿Por qué no reaccionó entonces la OEA? Porque había perdido la fe en la Carta, y el mismo secretario general José Miguel Insulza, requerido en cierta ocasión, respondió con total desdén y, como excusa, que "más de siete países la violaban".
El presidente Zelaya no fue destituido por un golpe militar, sino por una decisión unánime de los otros poderes del Estado. Admitiendo los errores cometidos, en particular su expulsión del país, la OEA estaba frente a una situación que exigía ponderación y cautela.
En lugar de la mediación, la organización optó el 4 de julio por la exclusión de Honduras del sistema, por el ultimátum, las retaliaciones económicas, y por último y absolutamente inaceptable, la declaración de ilegitimidad de las elecciones del 29 de noviembre, ya en curso con seis o siete candidatos que representan el espectro político del pequeño país. Obviamente, la única salida constitucional a la crisis, con lo cual se despoja al pueblo hondureño de su soberanía.
¿Quién decide el destino de los hondureños, ellos o la comunidad internacional, la OEA, Unasur, la Unión Europea que nunca miró a estas crisis? Todos a una, y ciegamente, como movidos por extraños compromisos, se unieron contra el Gobierno interino, reclamando la restitución del presidente Zelaya. Hasta el Consejo de Seguridad tomó cartas en el asunto como si el pequeño país amenazara el orden mundial.
Los errores han sido tan grandes que la propia OEA ha querido obviarlos acogiéndose al Acuerdo de San José. El miércoles 7 de octubre se puso de manifiesto el equívoco de suspender del sistema al interlocutor necesario.
Al viajar a Honduras una misión de cancilleres con el secretario general para dialogar, y ahora, sí, mediar, en lo que ya no es una crisis sino un conflicto, la OEA reconoce que "para bailar tango se necesitan dos".
Concentrar el rompecabezas en la suerte de Manuel Zelaya o de Roberto Micheletti es otro error. El tiempo que les quedaría no vale la pena para ninguno de los dos. Ambos estorban. Quizás el presidente Zelaya, "hospedado" desde el 21 de septiembre de manera tan heterodoxa por Brasil, no renuncie a su proyecto de una Asamblea Constituyente que le abra el camino del regreso. De ahí su intransigencia en descalificar las elecciones. Un proyecto obviamente vinculado a la Alianza Bolivariana.
El duelo de los antagonismos está a la vista. A la comunidad internacional, comprometida de manera tan inverosímil, no le será fácil encontrar la salida del laberinto. Conviene, en suma, propiciarle a los hondureños la búsqueda de sus propias soluciones, con el cese de las interferencias, abiertas o secretas.
(El País, Madrid. El autor, editor adjunto de El Nacional en Caracas, socialdemócrata, es ex-canciller de Venezuela y participante de las gestiones de paz en Centroamérica)
jueves, 15 de octubre de 2009
Yoani Sánchez no puede viajar
Yoani Sánchez no puede viajar
Lecciones de biología
Máquinas de bypass que se apagan, llantos de bebé que resuenan. Cuños que caen sobre las hojas para negar y censurar; kilobytes que llevan mi voz por Internet sin necesidad de moverme. Alguien que me mira ceñudo mientras habla por el walkie-talkie del control. Un pájaro llamado Twitter me alza entre sus patas. Oficinas con gente uniformada que confirman “usted no puede viajar por el momento”, si bien ya estoy a miles de kilómetros de aquí, en ese mundo virtual que ellos no pueden comprender ni cercar.
(Yoani Sánchez en su blog Generación Y)
Yoani Sánchez gana el premio María Cabor Moors de periodismo
La Escuela Graduada de Periodismo de la Universidad de Columbia anunció los nombres de los ganadores del Premio María Moors Cabot 2009, otorgado a quienes se han destacado en la cobertura de Latinoamérica y el Caribe. El Premio Cabot honra a periodistas cuyos reportajes y trabajo editorial han propiciado un mejor entendimiento dentro del continente americano.
Los ganadores de la medalla de oro de 2009 son: Anthony DePalma, corresponsal, The New York Times; Christopher M. Hawley, corresponsal en América Latina, USA Today y The Arizona Republic; y Merval Pereira, columnista, O Globo (Brasil). Yoani Sánchez, blogger cubana, recibirá una mención especial por su blog Generación Y.
“Los ganadores de los premios Cabot 2009 ejemplifican la mejor cobertura tradicional de las Américas y el uso más audaz del periodismo digital por superar las barreras que por tanto tiempo han opacado regiones del continente en donde la prensa libre ha luchado por ser reconocida”, expresó Nicholas Lemann, decano de la Escuela Graduada de Periodismo.
El Presidente de la Universidad de Columbia, Lee C. Bollinger, presidirá la entrega de los Premios Cabot en una ceremonia y cena el miércoles 14 de octubre de 2009 en el campus de la universidad. Tres de los homenajeados recibirán una medalla y un reconocimiento de US $5,000 y la Sra. Sánchez recibirá una mención especial. Los medios para los cuales trabajan los ganadores recibirán también una placa conmemorativa de bronce.
A continuación, se esbozan los datos biográficos de los ganadores de los Premios Cabot.
Yoani Sánchez
Blogger, Generación Y
Yoani Sánchez es una ciudadana cubana que aprovecha Internet con un poder extraordinario. En apenas dos años, su blog semanal, Generación Y, ha conectado Cuba —digitalmente—con el resto del mundo. Generación Y no reitera la batalla de palabras que Cuba y los Estados Unidos han fomentado hasta la saciedad por cinco décadas. En cambio, es una mezcla de observaciones personales y un riguroso análisis que pone de manifiesto la vida diaria de los cubanos, llena de frustraciones y esperanzas. Licenciada en filología y de 34 años de edad, Sánchez ejerce su oficio con ingenio, recursos escasos y enorme osadía—pagando por minuto para poder usar una de las pocas computadoras conectadas al Internet disponibles a los cubanos de La Habana, rápidamente bajando y mandando sus comentarios a sus simpatizantes. Cuenta con miles de seguidores fieles alrededor del mundo, quienes hablan más de quince idiomas y traducen sus blogs. Por su audacia, talento y gran éxito en tan poco tiempo, la junta directiva de los premios Cabot se enorgullece en otorgarle a Yoani Sánchez la mención especial por excelencia periodística.
Carta al diputado Guillermo Gallegos
Les felicito a vos y el resto de los 12 diputados “rebeldes” de ARENA ¡Al fin hay diputados “independientes”! ¡Al fin diputados que no corresponden a la cúpula de su partido - sino a la cúpula de otro partido! O más bien a la patria - y la patria ahora la gobiernan otros señores…
Sería demasiado pedir independencia real, mucho menos a un grupo de diputados escogidos para obedecer a Casa Presidencial. Cuando a ustedes los nombraron candidatos de ARENA, juraron fidelidad a Casa Presidencial, no al partido. Entonces, a Casa Presidencial deben fidelidad, no importa que haya cambiado de dueño…
Entonces, ustedes no sólo han mostrado “independencia”, sino también patriotismo y fidelidad. ¡Son verdaderos ejemplos de virtudes civiles!
Sólo falta que donen a una causa noble de caridad la mitad de lo que les paguen por este acto de rebeldía e independencia – y se convierten en verdaderos padres de
la patria. Por lo menos se ganan el apodo que ya les dieron: “los 12 apóstoles”. Bueno, quiten lo último, porque entre los apóstoles no había más que un solo Judas.
Saludos, Paolo Luers
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martes, 13 de octubre de 2009
¿Oposición propositiva u oposición con propuesta propia?
No importa si constructiva, propositiva, positiva, lo que el país necesita es oposición. Un contrapeso al gobierno. Un proyecto alternativo de nación, de desarrollo, de gobernabilidad. Habrá momentos y temas donde el ejercicio de esta oposición tendrá que ser "positivo", y otros donde tendrá que ser tajante.
Habrá momentos y temas donde habrá que decir: "No. ¡Y punto!", y otros donde habrá que decir: "Sí, pero bajo estas condiciones...". También habrá ocasiones excepcionales, cuando la oposición podrá simplemente decir: "Sí, de acuerdo, cuenten con nosotros".
Un partido de oposición no tiene por qué definirse como constructivo o destructivo. Un partido de oposición no tiene por qué pedir permiso para oponerse. No tiene que pedir disculpas y comprensión por haber ejercido oposición. Es su papel en el sistema democrático. Si no lo hace, si no se atreve, y si no lo hace bien, debilita la democracia.
La discusión sobre el carácter propositivo de la oposición es absurda: el papel de un partido opositor es, por definición, propositivo. Un partido opositor, o representa un proyecto político alternativo al gobierno (o sea propone a la Nación un proyecto diferente), o deja de ser oposición.
Por ejemplo, el PCN no es un partido opositor, porque no representa propuesta o proyecto ninguno. El PCN es un partido fuera del gobierno, esperando oportunidades de negociar sus votos.
Entonces, la pregunta a ARENA no es: ¿cuán propositivo sos frente al gobierno?, sino: ¿Cuál es tu proyecto, cuál es tu propuesta a la Nación?
Uno esperaría que a esta altura, habiendo transcurrido siete largos meses desde su derrota electoral, ARENA no convocara a una Convención Extraordinaria sin tener nada que decir en cuanto a programa nuevo, identidad política nueva, propuesta a la Nación nueva. Tristemente, precisamente esto pasó.
Convocaron a la primera Convención Extraordinaria después del cambio de gobierno a oposición, y no ofrecieron contenidos. Ratificaron para dos años al Coena que han puesto de emergencia para amortiguar la crisis y lidiar con el trauma de la derrota. No hubo ni signo de una discusión programática. Nada de debate sobre una nueva identidad política con la cual ARENA podría ir a futuras elecciones y entusiasmar a la juventud.
Veamos las fotos y los videos de la Convención arenera: las mismas caras, el mismo busto del mismo mayor Roberto d'Aubuisson, el mismo himno, la misma maña de los dirigentes de disfrazarse de columna de pinta y pega.
El mensaje es claro: "Aquí no pasó nada. Nos pegaron una gran vergueada (¿a saber por qué?), pero aquí no pasó nada. Por lo menos nada que nos obligue a revisar nuestro proyecto, redefinir nuestro programa y nuestra identidad como partido...".
Para los sectores que no se sienten representados por el FMLN y tampoco por la manera como ARENA ha gobernado, esto significa que no pueden seguir centrando sus expectativas en la renovación de ARENA.
En vez de renovarse, ARENA se enconcha en su pasado. Por esto, en vez del despliegue de liderazgos nuevos, observamos en la Convención el desfile de personajes históricos, incluyendo algunos que no pueden representar la renovación, sino más bien reviven la memoria de viejos abusos y errores...
La convención de ARENA evidencia que aquí se trata de un partido que se atrinchera en sus tradiciones para defender su lugar histórico. Muy bien. Entonces, de una vez por todas hay que dejar de esperar de ARENA que al mismo tiempo llene el espacio desocupado en nuestro mapa político de una centroderecha reformista, progresista y democrática.
ARENA, aunque más por inercia y omisión que de manera proactiva, ha definido el lugar que quiere ocupar. Que lo haga, y ojalá que lo haga bien, de manera coherente. Pero esto deja libres a todos los que insisten en una partido de centroderecha que se defina por su capacidad de reformar al país. Ya no es una cuestión de división, sino de un esfuerzo complementario necesario para el pluralismo del país.
Hay un espacio que, como ARENA ha decidido no ocuparlo, alguien lo tiene que llenar. Si no lo hacen sectores de la oposición, lo harán sectores de la coalición gobernante. En política, como en física, no hay vacío que no se llene.
Posdata: Al terminar esta columna me entero de que 12 diputados de ARENA se han declarados rebeldes y ya no responderán a la dirección del Coena. Eso sí es irónico: a pesar del gran cuidado del Coena actual de no hablar de renovación, para no provocar divisiones en ARENA, el sector más retrógrado se les fue al carajo.
De nada sirvió hacer una Convención sin discutir lo que había que discutir. De nada sirvió tapar las contradicciones entre reacción y renovación. Tal vez ahora, sin el freno del miedo a la división (porque ya se dio de todos modos), ARENA puede avanzar hacia su renovación. O si no, dar paso a otra escisión...
(El Diario de Hoy)
Carta a la niña Zoila que vendía uniformes escolares
Generaciones de alumnos le han encargado a usted sus uniformes escolares. No se ha hecho rica, pero gracias a los uniformes ha sobrevivido. Igual que las costureras que le maquilaron las camisas, loas faldas y los pantalones. Igual que cientos de negocios pequeños y familiares que en todo el país se dedicaron a ofrecer uniformes escolares.
Hasta que llegó un señor Salvador Sánchez Cerén al Ministerio de Educación y decidió que fabricar y distribuir uniformes escolares no es tarea tuya, sino del Estado.
En vez de darles un bono a las familias necesitadas para que le sigan comprando el uniforme a usted, este señor dijo: “Llegó el cambio, vamos a regalar a todos los niños sus uniformes – y vamos a poner a todo el Ministerio de Educación en función de mandar a fabricar y repartir uniformes...”
Con el efecto que alguien -¿quien sabe quien?- va a hacer el negocio de su vida; que usted ya no va a vender uniformes a los hijos de sus vecinos; que un montón de niños, cuyos padres tienen dinero, recibirán uniformes regalados del ministerio; y que todos los niños tendrán que esperar varios meses sus uniformes, porque el Estado, para hacer el trabajo que otra gente sabe hacer mejor, es lento...
Vaya, niña Zoila, mucha gente todavía está esperando el tal cambio que prometieron los señores Funes y Sánchez Cerén. Usted tiene el privilegio que ya le llegó...
Felicidades, Paolo Lüers
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lunes, 12 de octubre de 2009
Heckuva Job, Barack
This was Barack Obama’s chance.
Here was an opportunity to cut himself free, in a stroke, from the baggage that’s weighed his presidency down — the implausible expectations, the utopian dreams, the messianic hoo-ha.
Here was a place to draw a clean line between himself and all the overzealous Obamaphiles, at home and abroad, who poured their post-Christian, post-Marxist yearnings into the vessel of his 2008 campaign.
Here was a chance to establish himself, definitively, as an American president — too self-confident to accept an unearned accolade, and too instinctively democratic to go along with European humbug.
He didn’t take it. Instead, he took the Nobel Peace Prize.
Big mistake.
People have argued that you can’t turn down a Nobel. Please. Of course you can. Obama is a gifted rhetorician with world-class speechwriters. All he would have needed was a simple, graceful statement emphasizing the impossibility of accepting such an honor during his first year in office, with America’s armed forces still deep in two unfinished wars.
Would the world have been offended? Well, to start with, the prize isn’t given out by an imaginary “world community.” It’s voted on and handed out by a committee of five obscure Norwegians. So turning it down would have been a slap in the face, yes, to Thorbjorn Jagland, Kaci Kullmann Five, Sissel Marie Ronbeck, Inger-Marie Ytterhorn and Agot Valle. But it wouldn’t have been a slap in the face to the Europeans or the Africans, to Moscow or Beijing, or to any other population or great power that an American president should fret about offending.
In any case, it will be far more offensive when Obama takes the stage in Oslo this November instead of Morgan Tsvangirai, Zimbabwe’s heroic opposition leader; or Thich Quang Do, the Buddhist monk and critic of Vietnam’s authoritarian regime; or Rebiya Kadeer, exiled from China for her labors on behalf of the oppressed Uighur minority; or anyone who has courted death this year protesting for democracy in the Islamic Republic of Iran.
True, Obama didn’t ask for this. It was obvious, from his halting delivery and slightly shamefaced air last Friday, that he wishes the Nobel committee hadn’t put him in this spot.
But he still wasn’t brave enough to tell it no.
Obama gains nothing from the prize. No domestic constituency will become more favorably disposed to him because five Norwegians think he’s already changed the world — and the Republicans were just handed the punch line for an easy recession-era attack ad. (To quote the Democratic strategist Joe Trippi, anticipating the 30-second spots to come: “He got a Nobel Prize. What did you get? A pink slip.”)
Overseas, there was nobody, from Paris to Peshawar, who woke up Friday more disposed to work with the United States because of the Nobel committee’s decision — and plenty of more seasoned statesman who woke up laughing. (Vladimir Putin probably hasn’t snickered this much since John McCain tried to persuade Americans that “we are all Georgians” during last year’s weeklong war.)
Meanwhile, the prize makes every foreign-policy problem Obama faces seem ever so slightly more burdensome. Now he’s the Nobel laureate who has to choose between escalating a counterinsurgency in Afghanistan or ceding ground to a theocratic mafia. He’s the Nobel laureate who’ll either have to authorize military strikes against Iran or construct an effective, cold-war-style deterrence system for the Middle East. He’s the Nobel laureate who’ll probably fail, like every U.S. president before him, to prod Israelis and Palestinians toward a comprehensive settlement.
At the same time, the prize leaves Obama more open to ridicule. It confirms, as a defining narrative of his presidency, the gap between his supporters’ cloud-cuckoo-land expectations and the inevitable disappointments of reality. It dovetails perfectly with the recent “Saturday Night Live” sketch in which he was depicted boasting about a year’s worth of nonaccomplishments. And it revives and ratifies John McCain’s only successful campaign gambit — his portrayal of Obama as “the world’s biggest celebrity,” famous more for being famous than for any concrete political accomplishment.
Great achievements may still await our Nobel president. If Obama goes from strength to strength, then this travesty will be remembered as a footnote to his administration, rather than a defining moment.
But by accepting the prize, he’s made failure, if and when it comes, that much more embarrassing and difficult to bear. What’s more, he’s etched in stone the phrase with which critics will dismiss his presidency.
Slick Willie. Tricky Dick. Jimmy “Malaise” Carter. Dubya the Incompetent.
(The New York Times)
domingo, 11 de octubre de 2009
Gandhi Wuz Robbed
When he heard the Nobel Peace Prize shocker on Friday, Bill Clinton went into one of his purple rages. He picked up the phone and dialed the one person on earth who would be as steamed as he was.
CLINTON: Hey, man, it’s me. This thing is plumb crazy. Can you believe it?
W: No way, Jose!
CLINTON: First that prig Carter. Then that prig Gore. And now President Paris Hilton. The guy’s in office three days and he gets the peace prize? He should have gotten the Nobel in chemistry, because chemistry’s all he’s got. Talk about a fairy tale. This ... is ... just ... wrong! It’s killing me, man. I feel like my head’s explodin’. First I had the vast right-wing conspiracy, and now I have the vast left-wing conspiracy.
W.: I hear ya, 42. As if his head wasn’t big enough. This cat is all cage, no bird. He doesn’t have a clue.
CLINTON: Heck no.
W.: See, I’m the one who should be mad. Let me tell you, this Norwegia thing has nothing to do with him. It’s just another way for the pinkos of the world to drop a cow patty on my legacy. All that garbage in the prize statement about how special La Bamba is for bringing back wimpy multilateral diplomacy, dialogue and negotiations, the kind my dad and Scowcroft loved. Those Nobel ninnies are so lulu left they make the U.N. look like a Fox jamboree. The rookie already got rewarded once for not being me when he got elected. Gosh, what would he do without me?
CLINTON: Fine, but you never expected to win this prize. You were the quote-unquote war president and proud of it. I had to put up with a gazillion hours of Arafat’s insanity, but I guess that still wasn’t enough for those Oslo ice queens. I guess ending ethnic cleansing in Bosnia wasn’t enough, or bringing peace to Northern Ireland. And I guess my work with the Clinton Global Initiative saving lives in Africa and hanging with Bono and Barbra wasn’t enough.
W.: Calm down, bro. You gotta take care of that ticker.
CLINTON: It was a case of premature adulation.
W.: Heh-heh-heh. Yeah, very pre-emptive, sort of like Cheney’s pre-emptive war policy.
CLINTON: If they weren’t going to give it to me, they should at least have given it to the Chinese human rights movement or the Iranian protesters or AIDS workers in the Congo. Or even Bono.
W.: Yeah, man. Bono.
CLINTON: That would have helped make life better for the good guys and harder for the bad guys. Once again, action loses out to talk, just like with Hillary and Obama in the campaign. Nobel Prize for blah-blah-blah. Heck, I used to be considered a pretty good talker myself.
W.: It’s aggravating, I agree. But look at it this way, 42. Everybody’s laughing at La Bamba. He gets a Nobel for nada. Being loved by Europeans isn’t gonna do him any good here in the U.S. of A. I whupped that Frenchy Kerry, didn’t I?
CLINTON: The only peace Obama has made is bringing together the Taliban, Rush Limbaugh, the Palestinians and the Israelis to agree the guy is undeserving. It just confirms everyone’s suspicion that all this dude knows how to do is dazzle.
W.: He doesn’t want to be a Decider. He wants to be a Transformer. He transformed, all right — from Miss America to Miss Universe. He’s a five-spiral crash, and getting the gold is just a reminder of all he hasn’t done. He’s going to have to look over and see that big medallion hanging up there in the Oval, mocking him as an empty suit, a pretty boy beloved by the Blame-America-First crowd, whenever he has to send more troops to Afghanistan, or the Taliban act up, or Iran fires up for nukes.
CLINTON: Maybe you’re right, George. Some winners think the Nobel’s the kiss of death. Any peace prize that goes to Henry Kissinger but not Gandhi ain’t worth a can of Alpo. Heck, if Gandhi had known he was going to lose out to Henry the K, he could have had more time to eat french fries and chase girls.
W.: And finish getting dressed. Heh-heh-heh.
CLINTON: Barack’s going to give that $1.4 million away to charity. I got a charity. How ’bout he just signs it over to me? Speaking of money, we need to do another of those joint lecture things.
(The New York Times)