"Ni un ápice vamos a cambiar nuestra ideología", fue el mensaje de ARENA en su Asamblea de celebración de su cumpleaños 29. Y pocos días después, el FMLN hizo eco a este mensaje en su aniversario 30. ¿Quién dice que no hay unidad nacional?
Dos fiestas de ortodoxia e inmovilidad. Dos encuentros nacionales de brigadas pinta y pega. En uno, uniformados de rojo. En el otro, uniformados de azul-blanco-rojo. Enfrentados, pero unidos en el conservadurismo. Dos caras de la misma moneda devaluada. Dos partidos anclados en los años 80 de los cuales nacieron.
Esta es la primera impresión. ¿Realmente es así? ¿Ya está todo decidido? ¿Y realmente están perdidas, en ambos campos, las batallas por la renovación? Veamos. En el FMLN, el conservadurismo y la ortodoxia que se manifestó ahora, son el resultado de un largo proceso gradual. El punto final de un largo viaje que empezó cuando el FMLN de frente guerrillero se convirtió en partido político. El FMLN ya tomó sus decisiones. Dejó cristalinamente claro que no habrá cambio en su ideología, en sus aspiraciones al socialismo y a una democracia que llaman "directa" y que nace desmontando la democracia representativa. Los que aspiraban a la renovación, a la transformación del Frente en un partido abierto, civil, horizontal, comprometido con el pluralismo y la reforma, fueron eliminados de la filas del partido, con todo y sus ideas.
Me encantaría estar equivocado en este punto. El día que me entere que Oscar Ortiz es el nuevo coordinador general del Frente, le hablo para preguntarle en qué le puedo ayudar.
El caso de ARENA es diferente. No está al final de un viaje, sino apenas en su inicio. Viene de años de inmovilidad, ortodoxia, conservadurismo reaccionario y caudillismo. En ARENA, apenas han abierto la reflexión, luego de la derrota electoral de 2009 y de la subsiguiente separación del grupo de Tony Saca que había llevado al extremo el clientelismo, el caudillismo y el arroz con mango entre partido, Estado y negocio. Apenas han abierto el debate sobre su ideario, su discurso político, su funcionamiento interno, y ya hay quienes quieren callarlo y apagarlo, con el argumento que con la salida del grupo de Saca ya están resueltos todos los problemas de ARENA. Y hay otros que en el camino (que obviamente tiene obstáculos y talvez emboscadas) pierden el valor de avanzar, se vuelven demasiado cautelosos. No quieren apagar el debate, porque saben que es necesario, pero quieren controlarlo, dosificarlo, para que nadie se asuste...
Aparece una propuesta de un nuevo ideario, que combina autocrítica y la reafirmación de los principios, ideas innovadoras con conceptos probados. Pero este documento se maneja de manera clandestina, conspirativa, en vez de publicarlo como una propuesta para generar debate y renovación.
La misma suerte puede correr una propuesta muy simple, radical, y democrática de democratizar y fortalecer al partido, que nace de los debates entre jóvenes y sector empresarial. Una propuesta audaz de realmente construir el partido de abajo para arriba, para erradicar, de una vez por siempre, los vicios del verticalismo y del caudillismo en el partido.
La buena noticia es que, aparte de los conservadores y de los cautelosos, también hay renovadores que no se callan, jóvenes que se niegan a dejarse cooptar a los tradicionales estilos feudales dentro del partido.
Por esto se puede afirmar, con cierto optimismo, que en ARENA el conservadurismo no marca el final de un proceso, sino un obstáculo en el camino. Ahora, todo depende de la presión que logren hacer los renovadores, los liberales, los reformistas, los jóvenes. Y depende también de la presión desde afuera, desde los sectores de la sociedad que ARENA tiene que convencer si quiere regresar al poder. ¿Qué es lo que la clase media, que en buena medida votó por el experimento Funes, espera de ARENA luego de la frustración de sus ilusiones con Funes? ¿Qué esperan los empresarios de ARENA, antes de incorporarse en una alianza por reformas con estabilidad?
ARENA tiene la gran ventaja que está en oposición. Ahora que no está con la carga del gobierno y de la administración de la crisis, es cuando se puede convertir en el motor de la renovación y reforma del país. Tienen la ventaja que la derrota los obligó a transformarse, a repensarse, a reinventarse. Si aprovechan la crisis interna para renovarse, tendrán ventaja para las próximas elecciones. Si no, no hay quién les va a escuchar, fuera de su militancia tradicional. No hay mayoría conservadora, igual que no hay mayoría "revolucionaria". Ambos necesitan, para hacer mayoría, convencer a los que quieren reforma. Y la elección de 2009 comprobó que, cuando la derecha se presenta conservadora y cerrada, los reformistas hacen alianza con los revolucionarios. No aguantan la idea que todo siga igual.
Está bien la cautela, la prudencia. Pero también es necesario la audacia. Está bien no querer provocar nuevas divisiones. Pero cuando lo cauteloso se convierte en miedoso, el proceso de debate y apertura corre peligro de paralizarse. Los jóvenes y los liberales dentro y afuera de ARENA ya no permiten que el proceso democrático y reformista se paralice. Por que si esto pasa y todo regresa a un nuevo conservadurismo y verticalismo, no habrá espacio para ellos. Además y aún peor: No habrá espacio para ellos en el país, porque no habrá cómo evitar que el FMLN gane las elecciones y ponga en marcha su proyecto socialista.
Los liberales y los jóvenes no tienen otro camino que profundizar el debate dentro y afuera del partido, para crear un proyecto democrático capaz de volver a despertar el entusiasmo de la juventud y de los sectores productivos. No puede ser un proyecto defensivo, conservador que se agota en el anticomunismo. Tiene que ser una propuesta de reforma.
(El Diario de Hoy)