sábado, 7 de septiembre de 2019

Una nueva racionalidad política. Columna Transversal de Paolo Luers


Publicado en EL DIARIO DE HOY, 8 septiembre 2019 


Hace poco parecía imparable la ola del populismo ultra nacionalista, con sus campañas contra los migrantes, que buscan trabajo, y los refugiados, que buscan asilo. Parecía que no había antídoto contra su capacidad de explotación de los resentimientos y de los miedos de mucha gente ante la globalización y la revolución digital. Se observaba resignación entre los politólogos, y los gurús comenzaron a hablar de retrocesos de la democracia.
Figuras como Mateo Salvini en Italia, Boris Johnson en Gran Bretaña y Donald Trump en Estados Unidos (para solamente hablar de los países de larga tradición democrática) parecían invencibles. (Podríamos también hablar de Brasil, México y El Salvador, siempre salvando las diferencias…)
De repente la tendencia cambió. Primero en Italia, luego en Gran Bretaña, en Estados Unidos y en Alemania.

Italia 
El líder de la derecha italiana y hombre fuerte de la coalición entre los populistas de derecha (’La Lega’) y los populistas de izquierda (’Movimento 5 Stelle’) dinamitó el precario equilibrio dentro de este gobierno con la intención de forzar nuevas elecciones y hacerse de todo el poder. Las encuestas le decían que ‘La Lega’, que hace un año entró a la coalición como el socio minoritario, iba a ganar o podrá encabezar un gobierno de unidad de la derecha que incluiría a los neo-fascistas. Pero la movida le salió por la culata: Ante el peligro desde la ultraderecha, se formó una nueva mayoría antes impensable de centroizquierda. Los socialdemócratas del PD ofrecieron a ‘5Stelle’ una alianza para parar a la derecha antieuropea y racista y para salvaguardar la democracia. Este sorprendente acercamiento es resultado de un extraordinario ejercicio de racionalidad y responsabilidad democrática (’Staatsräson’/razón de estado), no de cercanía personal, política o ideológica. Un año de jugar con el populismo y sus peligros llevó a la clase política italiana, y sorprendentemente una parte del espectro populista, a razonar, a buscar una solución antes descartada, y a reparar los daños antes de que destruyan el rol de Italia en la integración europea.
Mateo Salvini y su derecha nacionalista y antieuropea quedan afuera del juego, marginado del poder cuyo esplendor necesita para seguir seduciendo a la gente. Si el nuevo gobierno se mantiene en el poder por el resto de la legislatura, el globo del populismo redentor de Salvini se desinfla.
Gran Bretaña 
Boris Johnson, el nuevo líder de los Torys británicos, quien quiere convertir a los conservadores en un partido nacionalista y antieuropeo, todavía está en el poder, pero con las alas cortadas. Para un líder populista, esto es tal vez peor que perder el poder. La demagogia puede funcionar también desde la oposición, pero no desde un gobierno impotente, al cual el parlamento amarra las manos. Esto es lo que los diputados británicos han hecho a Johnson, recuperando el control del parlamento sobre el gobierno.
Es un proceso muy diferente al italiano, pero hay algunas coincidencias. La más importante es que se está imponiendo una nueva racionalidad que lleva a grupos ideológicamente muy distintos a unirse contra la amenaza populista y un Brexit sin ningún tipo de acuerdo con la Unión Europea. No puede haber una coalición sólida entre los partidarios de quedar en la Unión Europea y los partidarios de un Brexit, pero regulado, ordenado y consensuado con Bruselas. Son dos posiciones racionales, aunque divergentes, pera conjuntamente opuestas a la locura demagógica de Johnson de un Brexit a cualquier costo, pero en el fondo de debilitar al control parlamentario sobre el gobierno.
Estados Unidos 
Al mismo tiempo que estos dos procesos se dan en Europa, en Estados Unidos se publica la primera encuesta nacional seria que muestra a Trump en desventaja contra por lo menos 6 de los precandidatos demócratas, indistintamente si son moderados (como Joe Biden) o exponentes de izquierda (como Bernie Sanders), e incluso contra los candidatos relativamente poco conocidos. Esto significa que el exceso de polarización y de discursos y actitudes irracionales, con los cuales gobierna Trump, está entrando en crisis, aun cuando no existe un candidato con programa claro y liderazgo fuerte que lo rete. Imaginémonos la situación de Trump si los demócratas lograsen una convergencia racional y responsable entre sus ala moderado-centrista y su ala de izquierda con muchos ingredientes populistas…
Alemania 
Aunque los medios enfocan en el vaso un cuarto lleno de populismo y no en los 3 cuartos que se unen para vencerlo, las últimas elecciones regionales en dos estados del oriente de Alemania no son una historia para asustar con el petate de la ultraderecha sino lo contrario. Se paró el avance de la AfD, la nueva derecha alemana. En sus bastiones más fuertes, no pasaron del 25% de los votantes, y los partidos democráticos, en vez de derrumbarse, hicieron un frente común contra le racismo y el autoritarismo que predica esta nueva derecha. Regresó la racionalidad al debate político, y el espacio del populismo comienza a estrecharse.
En ninguno de los cuatro casos, el populismo con tendencias autoritarias se encuentra derrotado. Pero ya no parece, como hace poco, imposible detenerlo e incluso derrotarlo, siempre cuando sea retado por fuerzas plurales que converjan alrededor de una nueva racionalidad como alternativa a la anti-política.

¿Adiós a la CICIES? Primera parte: La situación actual. De Rubén Zamora


Publicado en LA PRENSA GRAFICA, 7 septiembre 2019


Las posibilidades de tener realmente una Comisión Internacional Contra la Impunidad en El Salvador (CICIES), si bien sería muy útil para el saneamiento del Estado, sin embargo pareciera irse esfumando por los tuits del presidente, las afirmaciones del vicepresidente y bajo la presión a ambos del próximo cumplimiento del plazo para el que prometieron a bombo y platillo tenerla funcionando el 8 de septiembre; el panorama actual se caracteriza por la confusión: por un lado una fuerte discusión en los ámbitos políticos acerca de su viabilidad y por el otro, afirmaciones contradictorias entre el presidente y su vicepresidente, el primero declarando que va a crear una comisión contra la corrupción, sin informar de cosas tan necesarias como su naturaleza ya sea de Comisión del Órgano Ejecutivo o Comisión Internacional, sus atribuciones y duración, y el segundo afirmando rotundamente "LA CICIES VA", sin soltar la más mínima información al respecto, pero dando a entender que se trata de una Comisión Internacional, y todo esto acompañado de proclamas de funcionarios de gobierno que lo único que hacen es enturbiar la discusión sobre el tema y demostrar desconocimiento de lo que la Constitución manda.
Si tomamos como punto de partida para el análisis la rotunda declaración del vicepresidente de la República afirmando "LA CICIES VA", es claro que se refiere a un modelo similar al de Guatemala, es decir, de COMISIÓN INTERNACIONAL; esto significa un acuerdo formal ya sea con instituciones multilaterales como ONU, OEA o con gobiernos extranjeros y cualquiera que fuere el acuerdo con ellos estará sujeto ineludiblemente a la aprobación de la Asamblea Legislativa, pues va más allá de una mera cooperación e implica materia jurisdiccional.
Por su parte, el vicepresidente ha añadido que se ha explorado a la ONU y a la OEA, pero ninguna de las dos ha respondido o tomado medidas exploratorias del tema; esto es importante de señalar conociendo los procedimientos que estas organizaciones utilizan para llegar a un acuerdo, todo empieza por una o varias misiones de esos organismos explorando, en el terreno, la posibilidad de involucrarse en una Comisión Internacional, sobre todo cuando el tema es altamente controversial, tal y como lo confirman las recientes Comisiones de Guatemala y Honduras. Tanto la ONU como la OEA son organizaciones, altamente burocratizadas y jerárquicas, pero que saben que en definitiva, es su secretario general quien debe responder ante su correspondiente Asamblea General por lo que se haga o no se haga.
Una vez la Organización estima que es factible y conveniente involucrarse, empieza el complicado proceso de acordar los términos de su papel en la CICI y si algo va a exigir el organismo internacional es la garantía de que tendrá completa autonomía en las decisiones y métodos que implemente, lo cual es obvio, pues si se trata de combatir la impunidad de la corrupción, los funcionarios del Órgano Ejecutivo serán sujetos de investigación y no pueden ser juez y parte, así mismo tendrán que asegurarse que su trabajo no contraríe nuestra legislación, especialmente serán muy cuidadosas de evitar que su compromiso viole la Constitución del país. He señalado solo estos dos puntos por ser cruciales, sin embargo, el documento abarca una gran cantidad de otros temas, administrativos, de temporalidad, de garantías diplomáticas que tienen que discutirse y acordarse antes de iniciar la ejecución del programa.
Es útil traer a colación el caso del gobierno anterior que en su intento por desarrollar un acuerdo nacional solicitó la cooperación de la ONU y antes de dar respuesta, envió tres misiones diferentes a evaluar si había condiciones favorables para hacerlo; los informes fueron positivos en el sentido que gobierno, partidos y personalidades diversas de la sociedad civil aceptaban el papel de la ONU y estaban dispuestos a participar en el acuerdo y sobre esa base el secretario general de ONU decidió nombrar a su representante personal, para "impulsar un acuerdo nacional en El Salvador"; este proceso tomó más de un año para empezar a ejecutarse.
Veo improbable que en las próximas 3 semanas se logre que una CICIES pueda empezar a trabajar en San Salvador, tal y como lo proclama el gobierno del Sr. Bukele; el plazo de 100 días que se auto estableció el nuevo gobierno es no solo una muestra de la urgencia de enfrentar este problema, sino de la ignorancia de los personeros gubernamentales de cómo se hacen las cosas.

viernes, 6 de septiembre de 2019

Carta sobre los 100 primeros días de otro gobierno de turno. De Paolo Luers


Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 7 septiembre 2019


Hace pocos días, cuando muchos se atrevieron a poner en duda que el presidente podía cumplir su compromiso de instalar en los primeros 100 días de su gestión su famosa CICIES, una Comisión Internacional contra la Corrupción y la Impunidad, Nayib Bukele reiteró su compromiso. Dijo que la CICIES iba a iniciar su trabajo de investigación antes del 9 de septiembre. Dijo que no hablaba de una comisión preparatoria, sino de la mera CICIES, lista para funcionar. Y que no necesitaba del visto bueno de la Asamblea Legislativa…
Obviamente nadie se le creyó, porque era imposible. Faltaban menos de tres semanas y ni si quiera habían hablado con las personas claves e indispensables: el Fiscal General, sin el cual ninguna comisión investigadora puede comenzar a trabajar en El Salvador, y los secretarios generales de la OEA de Naciones Unidas, quienes, según Bukele, tenían que dar el aval político y conseguir el financiamiento y el personal idóneo. Tampoco nadie le creyó que había encontrado una receta mágica para que la CICIES podía funcionar sin que existiera y sea aprobado por la Asamblea un convenio internacional. No hay forma.
Luego mandaron al vicepresidente Ulloa a Washington para reunirse con Luis Almagro, el secretario general de la OEA, y el señor dijo que sí, con gusto iba a apoyar una CICIES. Claro, el hombre está en campaña de reelección y no le va a decir no a ningún gobierno, sea lo que sea que le pida. También mandaron una carta al secretario general de la ONU, y este señor mandó a decir que la iba a estudiar.
Y hoy, viernes 6 de septiembre, el último día hábil antes de que terminen sus primeros 100 días, el presidente Bukele presenta una delegación de la OEA y firma con ella un documento de apoyo a una futura CICIES. Al Fiscal General ni siquiera lo invitaron, porque lo que quieren es implementar una Comisión Presidencial contra la Corrupción, y la quieren implementar contra la Fiscalía General de la República y, por tanto, contra la Constitución.
Les salió una Comisión Presidencial contra la Impunidad (CPCIES). En su presentación, Nayib Bukele ordenó la creación de una unidad especial anticorrupción de la PNC, que trabajaría para la CPCIES. Nuestra Constitución manda que todo el trabajo de investigación está al cargo de la Fiscalía y que la PNC participa bajo dirección de los fiscales.
A pesar de tanta pompa protocolaria en Casa Presidencial, es mentira que con este “lanzamiento” se haya instalado una Comisión Internacional. Es un fraude de etiqueta. Nos quieren vender un producto acabado, pero ni siquiera existe un dibujo de su diseño, solo un empaque bonito. Sólo para poder decir: cumplí mi meta para los 100 días.
De paso sea dicho: Bukele también prometió para los 100 días traer de vuelto al país a Mauricio Funes para que se ejecutan los cinco órdenes de captura y para que enfrente la justicia. Dada la protección que Funes recibe del gobierno de Ortega, esta promesa era tan realista como la de instalar una CICIES haciendo una reunión con Almagro y mandando una carta a Naciones Unidas. Demuestran un profundo desconocimiento y menosprecio de las reglas de la política internacional.
Otra meta no cumplida: para que nunca existiera ningún vacío en cuanto a la lucha contra la corrupción, la fórmula Bukele/Ulloa se comprometió a nombrar de inmediato a un Comisionado Anticorrupción, quien desde Casa Presidencial vigilaría las instituciones del Ejecutivo, y que sea un personaje de las filas de la oposición. Obviamente, era un chiste. Mal chiste, porque nadie se rio…
Otra de las grandes promesas, siempre en el tema anticorrupción: la erradicación de los fondos reservados en Casa Presidencial. Siempre han estado bajo el control del secretario privado de la Presidencia, sin tener que rendir cuentas a nadie, y en las investigaciones contra Saca y Funes esta famosa “partida secreta” jugó el papel estelar. Es a través de este mecanismo que se malversaron —y en buena parte se robaron— 300 millones en el mandato de Saca y 350 en el de Funes. Parecía lógico que en las últimas elecciones todos los candidatos presidenciales juraron que la primera cosa que iban a hacer es abolir la partida secreta y reservada y transparentar todos los gastos de Casa Presidencial.
Bueno, Bukele también juró acabar con los fondos reservados, que son 20 millones para junio a diciembre 2019. Bueno, se tomó muy literal lo de acabar: entre junio y julio de este año, en sus primeros 60 días, ya se gastó los primeros 2.1 millones del fondo reservado. Sin audiencia. Sin rendición de cuentas.
Así va el gobierno de turno con sus promesas de anticorrupción. 
Saludos,



Diplomacia, ilusionismo y realidades. De Joaquín Samayoa


Publicado en EL DIARIO DE HOY, 6 septiembre 2019


El nuevo embajador estadounidense arribó a nuestro país con tres días de retraso. Viajó tan pronto como se lo permitió el huracán Dorian, que horas antes había volcado su furia contra las Bahamas pero se acercó ya más calmado a las costas del sureste de los Estados Unidos.
Ese insignificante retraso le dio oportunidad al Sr. Ronald D. Johnson para mostrar una inusual cortesía con nuestro pueblo y gobierno. Ante la imposibilidad de llegar el día que se había anunciado, se tomó la molestia de grabar y enviarnos un video para saludarnos y expresar que se siente muy honrado por su nombramiento como embajador en El Salvador. Buen detalle. Apreciamos mucho esa actitud de respeto, que evidencia también la disciplina de un exmilitar acostumbrado a cumplir con rigurosidad las misiones que se le encomiendan.
En relación con los enormes y complejos desafíos que enfrenta la gran nación del norte en el escenario global, pareciera que la relación de Estados Unidos con El Salvador no tiene mayor importancia; pero ya la tuvo una vez, hace solo unas pocas décadas, cuando el presidente Ronald Reagan decidió marcar en nuestro país la línea para detener el avance del comunismo en la región, lo cual convirtió a El Salvador en el segundo mayor receptor de ayuda económica y militar de los Estados Unidos a escala mundial.
Ahora la amenaza para Estados Unidos es diferente, pero sigue teniendo buenas razones para prestar atención a este vecino pequeño, sin recursos naturales, con una economía asfixiada por su elevada deuda externa, y socavada por la corrupción en las más altas esferas del gobierno, así como por los altos y persistentes índices de criminalidad, debilidad del sistema de justicia penal, una lacerante inequidad social y una cultura que aplaude la ingeniosidad de los que encuentran la forma de burlar las leyes y actuar al margen de las autoridades.
El efecto acumulativo, ya por varias décadas, de ésas y otras lacras sociales, terminó por convertir a El Salvador en un país extremadamente inseguro y sin oportunidades para la mayoría de sus habitantes.
En esta prolongada pesadilla, los dirigentes políticos agotaron sus energías protagonizando estériles enfrentamientos ideológicos, sin encontrar la manera de proveer más y mejor educación, vivienda digna y mejores servicios de salud pública. Las élites económicas y las clases medias acomodadas hemos sido bastante insensibles o nos hemos sentido impotentes ante ese drama que sufren día tras día los más pobres y marginados de nuestra sociedad.
Paradójicamente, estas terribles realidades nuestras son las que obligan a Estados Unidos a prestar más atención a El Salvador. Los salvadoreños que viven angustiados por la inseguridad que pesa sobre sus hijos, los salvadoreños que se cansaron de intentarlo y concluyen que en su propia tierra no hay presente ni futuro para ellos, los que no tienen nada que perder porque no tienen ni lo más básico para una vida digna, ellos son los que, animados solamente por una tenue esperanza, han forzado su entrada a los Estados Unidos y han contribuido a crear lo que, desde allá, se percibe como una crisis migratoria.
Aunque el problema que ven los Estados Unidos tal vez se haya magnificado por el uso de lentes paranoides, racistas o xenofóbicos, hay que reconocer que el problema es real. No es fácil conciliar la inclaudicable voluntad de los inmigrantes indocumentados, con el legítimo derecho de una nación a proteger sus fronteras y ordenar sus migraciones.
A diferencia de los expresidentes George W. Bush y Barack Obama, que buscaron consensos para una reforma migratoria comprensiva, humanitaria y pragmática, el presidente Trump simplemente quiere cortar por lo sano el flujo masivo de migrantes pobres de México y Centroamérica. Y eso mismo es lo que quieren los ciudadanos estadounidenses que sienten invadidos sus espacios y amenazada su cultura.
Ese es uno de los grandes temas comunes en las agendas de relaciones entre Estados Unidos y El Salvador. De ahí derivan otros propósitos comunes, como el combate a la corrupción y la reducción de la violencia, para darle a El Salvador una mejor probabilidad de desarrollo y, por esa vía, reducir las cantidades de salvadoreños a quienes la migración se les ha impuesto como única posibilidad para rehacer sus vidas.
El otro gran problema que tienen los Estados Unidos se llama China. Durante la guerra fría, hubo que frenar el expansionismo soviético. Ahora es el expansionismo chino, mucho más sofisticado, amenazando con la conquista de una retaguardia estratégica para cuando llegue el momento de golpear más fuertemente a Estados Unidos en una nueva fase de la disputa por la hegemonía económica y cultural.

Tanto en esta última dimensión como en la señalada anteriormente, el embajador Johnson debe ser un actor sutil pero muy activo en el esfuerzo conjunto de los dos países. De momento cuenta con la anuencia del gobierno de Nayib Bukele para emprender la difícil tarea de frenar a China y frenar también la migración desordenada de tantos salvadoreños. Sin embargo, debe estar muy atento para detectar oportunamente las fisuras en la alianza.
El presidente Bukele es un excelente ilusionista. Tiene todo para ser un buen gobernante y un buen aliado de los Estados Unidos, pero todavía no da señales convincentes de su vocación democrática, ni de su voluntad para combatir la corrupción. Su único éxito ha sido hacer magia con el twitter para hacerse amar y para hacerse temer. El embajador Johnson afirmó que llega a El Salvador en un momento de cambio, pero todavía está por verse si ese cambio es real o es fake: si es el cambio que los salvadoreños esperamos o un cambio del que después tengamos que lamentarnos.

La mentalidad de corto plazo. De Manuel Hinds

Publicado en EL DIARIO DE HOY, 6 septiembre 2019


Entre todas las interrogantes que plantea la creciente crisis en Argentina, una de las más intrigantes es ¿por qué le siguen prestando a Argentina si esta crisis de impago es la novena del país y la tercera en los últimos 20 años? ¿Si, más intrigante todavía, es la segunda en dos años? ¡Hace sólo un año que el Fondo Monetario Internacional (FMI) le hizo el salvataje más grande de la historia (no de Argentina sino del mundo) y hoy ya está en crisis otra vez! Argentina es ya, con mucho, el mayor deudor del FMI. Aproximadamente la mitad de los préstamos de la institución se han dado a Argentina.
¿Cómo es que el FMI y los mercados privados siguen prestándole? Puede ser que se requiera de una asesoría psicológica para contestar esta pregunta, pero hay una razón económica que ayuda a explicar este comportamiento aparentemente absurdo: los incentivos en las instituciones financieras estimulan un comportamiento que irracional desde el punto de vista de las instituciones mismas pero racional desde el punto de vista de los personajes que las manejan día a día.
En los últimos años, muchas instituciones se han centrado en la generación inmediata de rendimientos como el criterio para juzgar a los gerentes y ejecutivos. No muchos sedan cuenta de que este énfasis en el corto plazo genera incentivos perversos para el rendimiento de la institución en el largo plazo porque, para los que manejan las instituciones, los rendimientos positivos de una mala operación financiera se presentan inmediatamente, y los negativos mucho más tarde en el futuro. Para el momento en el que estos últimos se presentan, los que hicieron la operación ya se han movido a otra posición, o a otra institución, o se han vuelto demasiado poderosos para que una mala decisión del pasado los afecte.
Observe el caso de Christine Legarde, que fue la que autorizó la operación de salvataje del año pasado, comprometiendo 57 mil millones de dólares del FMI en un programa obviamente mal diseñado que fracasó en apenas un año. Para cuando el escándalo se empezó a generar la semana pasada, cuando la gente comenzó a preguntar quién metió esta pata en el FMI, ella ya estaba encaminada a ser la presidenta del Banco Central Europeo, en un proceso que ya está demasiado adelantado por razones geopolíticas para que sea echado para atrás. La rapidez con la que Argentina procesa nuevas crisis hizo que por poco la agarrara la puerta (¿quién iba a imaginarse que la siguiente crisis sería en un año?), pero no la agarró.
Bueno, el FMI está sujeto a presiones políticas. Pero, ¿y el sector privado? ¿Cómo es que regresa una y otra vez a prestarle fondos a Argentina? El entusiasmo por prestarle ha sido tan grande que hace un par de años, en 2017, Argentina emitió un bono pagadero a 100 años, y la demanda por los bonos (el deseo de financiar a Argentina) superó por bastante la cantidad que el país había deseado tomar prestada. Hoy esos bonos tienen un precio de 54 centavos por cada dólar que los financieros dieron al país.
Este comportamiento insano de los prestamistas se explica en gran parte porque los gerentes y ejecutivos que diseñan y hacen los préstamos, y los que recomiendan su compra, reciben sus emolumentos en el momento en el que el préstamo se concreta, no cuando se paga. De esta forma, los préstamos que ahora no se están pagando generaron comisiones, bonificaciones, pagos de servicios, utilidades, etc., que, cuando hablamos de las magnitudes en las que Argentina aumentó su deuda en los últimos años, hicieron millonarios a muchos. Los compradores últimos de los bonos (que no necesariamente son los mismos que los diseñaron) pagaron estas comisiones muy felices. No es hasta hoy que descubren que lo que pagaron era para perder enormes cantidades, para ellos y sus clientes.
Esto es sólo un ejemplo más de lo tontas que son esas estrategias de medir el éxito por la supuesta rentabilidad inmediata de cada operación o persona. Esta sustitución de la evaluación estratégica de largo plazo por los resultados de corto plazo fue la caída de General Electric y es la causa de la crisis de Boeing, por ejemplo. ¿Habrá que esperar muchas crisis más para que la gente lo vea?

Minority Report. De Salvador Samayoa


Publicado en EL DIARIO DE HOY, 6 septiembre 2019

A punto de cumplirse los primeros 100 días del gobierno de Nayib Bukele, parece que una mayoría muy amplia de salvadoreños le dará cifras bien altas de popularidad y aprobación. Este será un dato duro, que muy pocos se atreverán a ensombrecer o disminuir, pero será también un dato interpretable, que debemos analizar sin temor a disentir.
En tiempos de bonanza o de crisis nacional, la buena imagen de un presidente está determinada por logros de gran importancia económica, política o social, por hacer la paz en tiempos de guerra, por sacar a la economía de una devastadora recesión, por reconstruir el país después de un desastre natural, por restaurar las libertades públicas pisoteadas por un régimen de opresión. Pero en la más plana normalidad, la buena o mala imagen de un presidente, o su aprobación en general, no es sinónimo de buen o mal gobierno, ni es un juicio ético o de legitimidad.
Es algo diferente, más básico, más espontáneo, más emocional. La gente se identifica con un líder político, lo apoya y lo aprueba cuando cree que el líder conoce su estado de ánimo, su manera de pensar, sus esperanzas y frustraciones, sus problemas y aspiraciones, su lenguaje y sus reacciones, tanto en lo trivial y cotidiano como en las más complejas situaciones. En ese sentido, la imagen del líder es resultado de su dominio de los resortes emocionales, de su magnetismo personal y de su fuerza comunicacional más que de su capacidad o de su desempeño real, aunque debe hacer, por supuesto, algunas obras y dar algunos beneficios tangibles a la sociedad.
La opinión pública es sin duda un fenómeno más subjetivo que racional. El costo de la vida, por ejemplo, es un conjunto de precios de productos de consumo popular. Se puede saber si ha subido o bajado la gasolina o el pan. Si hay inflación la gente va a protestar, pero si no pasa nada, igual va a opinar. Sabemos que en El Salvador no ha bajado el índice de precios al consumidor, pero en una encuesta reciente la cantidad de personas que en mayo consideraban mala o muy mala la situación del costo de la vida se redujo de 79% a 63%. Eso no tiene un sustento racional. Es una sensación. Uno no le pide al que viene de comulgar que explique las razones de su gozo espiritual. En ese momento siente que Dios está con él y que todo va a estar bien.
La gente cree lo que quiere creer. A veces acierta y a veces no. Hace diez años creyó que el nuevo presidente sería el adalid de los pobres, el salvador de la patria, el restaurador de la decencia. Y así nos fue. Ahora nuestro joven presidente le ha devuelto el buen ánimo y la esperanza al conglomerado nacional.
Qué bueno entonces que haya ahora un estado de ánimo tan positivo en la gente y en el sector empresarial. Y qué bueno que el 61% de los encuestados, según LPG Datos, “aprueba mucho” al presidente. Seguro lo va a celebrar, pero no estará en esa mayoría fácil su mayor potencial. Tendrá que escuchar al 39% restante, a la minoría que aprueba algunas cosas pero desaprueba muchas otras.
En esa minoría me incluyo. En la que desaprueba que al día siguiente de asumir el poder, el 2 de junio, en su primera disposición gubernamental, como parte de las reformas al Reglamento Interno del Órgano Ejecutivo, el presidente “devolviera a las sombras” el presupuesto del OIE, reproduciendo así el mismo mecanismo que utilizaron Saca y Funes para esconder y desviar grandes cantidades de fondos del Estado.
Me incluyo en la minoría que no le deja pasar sin comentarios el incumplimiento hasta la fecha de su reiterada promesa de suprimir la partida secreta de la Presidencia y acabar con la falta de transparencia.
Soy parte de la minoría que aplaude la reducción de homicidios y le reconoce al presidente su mayor virtud de ponerse realmente al frente de la seguridad pública, pero por pura lógica duda que los números a la baja se deban al plan de control territorial, porque si así fuera, tendríamos 16 o 22 municipios con bajas sensibles y el resto del territorio con la misma actividad delincuencial. Más sentido entonces tiene pensar en una decisión de las pandillas de carácter unilateral, o en un entendimiento o pacto que no quisiéramos ni imaginar. Rechazo también la militarización de la seguridad. No me gustó antes y no me gusta hoy. Es más de lo mismo, y más allá del discurso maravilloso de un comisionado presidencial, no se han visto hasta la fecha planes concretos de obras comunitarias que resalten el componente social.
Soy parte de la minoría decepcionada por el nuevo gabinete. Pocos perfiles sobresalientes y muchos amigos del presidente. En varios nombramientos no se ven los méritos, la formación o la experiencia profesional que hacen a un funcionario competente o eficaz. En entidades como CEL y MOP, que manejan cientos de millones de dólares, la falta de idoneidad puede ser hasta sospechosa y afectar algo más que la eficacia gubernamental.
En otro orden, me incluyo en la minoría que ve con buenos ojos el cambio en las relaciones con Estados Unidos. En ese giro Nayib representa sin duda el sentimiento de la población y el interés general de la nación, pero no podemos ignorar que hasta la fecha nuestra gente sigue siendo tratada con la misma dureza o tal vez peor, y tampoco podemos hacer cuentas alegres con los montos esperados de cooperación y de inversión.
Sobre los despidos mediáticos de las primeras semanas, que aumentaron la popularidad del presidente, respaldamos el desmontaje del nepotismo, pero nos mantenemos en la minoría que no se deslumbra con fuegos artificiales. Creeremos más cuando impulsen la ley de la función pública para que los familiares y amigos de los presidentes no entren sin méritos al Gobierno. De igual manera, creeremos más en la lucha contra la corrupción cuando la persecución a los otros no sea cortina de humo para proteger a los propios.
En la película de Steven Spielberg Minority Report, ambientada en Washington DC, hay una fuerza de Policía denominada “precrimen”, que usa las visiones de futuro de tres mutantes para acusar a los que van a cometer un crimen antes de que lo cometan. Algunos en nuestro país piensan que Bukele cometerá en los próximos años un crimen mayor contra la democracia.
Tal vez sea esta una preocupación excesiva, pero no le haría mal al presidente moderar sus pulsiones autocráticas y desmontar los escuadrones de linchamiento cibernético a sus críticos, porque esa forma de intolerancia es antidemocrática… y es la mancha más fea de una presidencia brillante.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Carta a los coyotes: Si son buenos, merecen monumentos. De Paolo Luers


Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 5 septiembre 2019


En cada profesión o negocio hay buenos y malos, cumplidos y tramposos. No solo en oficios tan legales e impecables como profesor, zapatero, médico, policía o agente de viaje, sino también para los que trabajan al margen de la ley o de los buenas modales, como prostitutas o coyotes.
Hablemos de los coyotes, porque de repente están en la mira de la Policía, la Fiscalía, los tribunales, los medios y todos los fariseos hipócritas.
Así como es el caso de las prostitutas, también los coyotes responden a una demanda social real que nadie más satisface. Sea por las razones que sea, diariamente hay cientos de ciudadanos que buscan llegar a Estados Unidos, sin visas o permisos de residencia y trabajo. Indocumentados los llaman unos y otros los clasifican como ‘ilegales‘, como si pudiera haber personas ilegales.
La gran mayoría de los migrantes requieren de los servicios de personas y organizaciones que se dedican a facilitar la travesía por las fronteras, por países hostiles y al fin, la entrada a Estados Unidos. Los famosos ‘coyotes‘. 
Por más que Estados Unidos invente para cerrarles el paso, y por más que para esto logren imponer a los gobiernos de los países de paso (para los salvadoreños, Guatemala y México) que los detengan, más indispensable (y por tanto más caro) se vuelve el servicio de los coyotes. Sin los coyotes, no existieran los millones de compatriotas que viven y trabajan en el país del norte y no recibieran remesas sus familiares en El Salvador. Así que no hablemos mal de los coyotes, por lo menos no de los que cumplen.
Para ofrecer su servicio, los coyotes obviamente tienen que moverse al margen de la ley: contratar guías para cruzar fronteras en puntos ciegos, sobornar a policías y oficiales de migración, pagar cuotas de protección a bandas que controlan territorios en Guatemala y México, conseguir papeles falsos, etc.
Repito lo que dije al inicio: hay coyotes profesionales y honestos que cobran caro, pero cumplen y hay coyotes estafadores que cobran caro, pero no cumplen. Los primeros garantizan que sus clientes lleguen seguros a su destino, los segundos los abandonan en el camino y los exponen a toda clase de peligros, incluyendo aquellos fatales.
Los primeros merecen todo el reconocimiento por su peligroso trabajo y en sus pueblos suelen gozar de especial admiración y cariño. Los segundos son odiados y muchas veces castigados por sus clientes defraudados o sus familiares. 
Mientras nuestro gobierno no tenga la capacidad (ni la voluntad) de ayudar a los migrantes a llegar a su destino, lo mínimo que debe hacer es no perseguir a los coyotes que le cumplen a sus clientes. Debe perseguir a los malos coyotes y dejar en paz a los buenos. 
Digo todo esto porque a petición (más bien por presión) del gobierno de Estados Unidos, las autoridades salvadoreñas están haciendo redadas contra lo que ellos llaman ‘traficantes de personas‘, organizaciones de ‘trata de personas‘, crimen organizado. Incluso el ministro de Seguridad los llamó “terroristas que van a la cárcel o al cementerio“.
Al presentar a los coyotes al tribunal, la Fiscalía se refiere a sus clientes como ‘víctimas‘, pero no hay clientes demandándolos. Ni siquiera la Fiscalía los acusa de estafa a sus clientes. Los acusa de incurrir en las ilegalidades inherentes al oficio de mover a sus clientes por tres países sin que dispongan de permisos migratorios. Ilegalidades cometidas fuera del país.
¿Quién ha definido que perseguir estas acciones ilícitos tenga prioridad en El Salvador, a pesar de que existe una demanda social fuerte por estos servicios? ¿Qué clamor de justicia se satisface echando a la cárcel a los coyotes y decomisándoles sus medios de trabajo, no por defraudar a sus clientes, sino por cometer ilegalidades en Guatemala, México y Estados Unidos?
Saludos,
P.D.: Esta es la segunda vez que dedico una carta a los coyotes. La primera la publiqué en el MÁS!, en septiembre 2010: Carta a los coyotes guanacos


O César o nada. De Antonio Elorza

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, en el Congreso, el pasado 29 de agosto.  GTRES

Publicado en EL PAIS, 4 septiembre 2019


La historia interminable de la pugna entre Sánchez e Iglesias ha sido vista como un pleito dominado por la intransigencia. Ambos, y ante todo el líder socialista, habrían impuesto sus preferencias personales a la unión de la izquierda que necesita el país. Así de simple. Lo que caracteriza a todos estos comentarios es una ausencia deliberada de análisis puntual sobre los contenidos y el desarrollo del conflicto. Uno es el más fuerte, otro más débil, en el peor de los casos vanidoso, y tocaba al primero propiciar a toda costa el acuerdo.

Frente a esa simplificación, y también frente a las generalizaciones sobre nuestro sistema político, el episodio es diáfano en lo esencial. Iglesias se negó desde el principio a discutir el programa, que hubiese generado una dinámica unitaria, dando la preferencia a aspiraciones desmesuradas de participación gubernamental, según los votos y no los escaños, pauta esta habitual en la democracia representativa. Y acabó rechazando una oferta sustancial de Sánchez y forzando al máximo la tensión, con el propósito de disfrazar su muro de flexibilidad, y las cesiones del otro, de humillantes. Los intereses del país, y de su propia coalición, fueron marginados, con tal de realzar su protagonismo político. Nada lo expresa mejor que su maldición final del primer día: usted no será nunca jefe de Gobierno, si no pacta con Podemos, léase conmigo, y si no acepta mis condiciones. El resto del mundo no importa. Aún no ha explicado Iglesias porqué era rechazable la última oferta de Sánchez.
Estamos ante una concepción del liderazgo donde la prioridad absoluta es otorgada al objetivo de maximizar el poder del jefe
Ahora la representación sigue y él marca temas y tiempos, en un juego de máscaras: los cuatro menús de Gobierno de coalición son simples variantes de sus aspiraciones de cogobierno. Pero la culminación del encubrimiento llega con las “propuestas para el diálogo”, que en nada atienden a la propuesta anterior socialista. Más allá de la ocurrencia sobre Cataluña, son centenares de planteamientos, con costes nunca evaluados, para crear una España feliz y una Europa feliz. Impuestos para los ricos y basta. ¿Es de broma? No: una operación más de marketing político.
La consecuencia es que no cabe entender la reciente crisis, y en ella el comportamiento político de Podemos, como un simple caso de intransigencia. Estamos ante una concepción del liderazgo donde la prioridad absoluta es otorgada al objetivo de maximizar el poder del jefe, y ello requiere subordinarle cualquier otro tipo de fines, amen machacar estilo Lenin a sus adversarios. De otro modo, no cabría explicar que siga Iglesias ignorando los resultados de sus decisiones, en 2016 al impedir un Gobierno socialista abriendo paso a Rajoy, o casi ayer, en su artera maniobra contra la reelección de Manuela Carmena, siempre favoreciendo al PP. Algo que ahora se reproduce: anulada la izquierda, la derecha puede triunfar. Por obra de quien pretende encarnar los auténticos valores de la izquierda.
La razón de ese despropósito reside en una visión política, la de los nuevos caudillismos, en que se encuadra Pablo Iglesias. Dominantes en la escena política latinoamericana, son herederos de Perón, desde Chávez hasta López Obrador, pero no faltan en Europa, en versiones soft del precursor Mussolini, cuya herencia era visible en Berlusconi y lo es hoy en Salvini. Les orienta siempre la vocación cesarista, considerándose predestinados a un liderazgo carismático, ejercido en nombre del pueblo o “la gente”, nunca de los ciudadanos, para lo cual menosprecian toda consideración política y moral.
Hoy son caudillos populistas, explica Enrique Krauze, que encabezan vastos movimientos sociales y llegan al poder por vías democráticas, pero “buscan instaurar un nuevo orden de justicia, refundar el Estado, abrir una nueva era histórica ligada a su nombre”. Con la consiguiente erosión de la democracia.
Escondido entre las “cloacas” de Podemos, está el antecedente de Venezuela. Aquejado de amnesia, Iglesias se cuida tanto de satanizar su evocación, como Monedero de olvidar su labor de asesor más que privilegiado de ese “socialismo del siglo XXI” que ha sumido en la miseria a un país rico. Sin embargo, es respecto a Chávez cómo Iglesias, en su elogio del caudillo venezolano, diseñó su propia figura: un líder carismático que encarna a un pueblo. Por eso, mito positivo, Chávez es inmortal. Al cumplir esa función histórica, personifica la verdadera democracia, la de “las mayorías sociales”, por encima de los votos. Hasta 2015 será para Pablo la gran alternativa que viene de Latinoamérica. Luego el definitivo hundimiento del chavismo con Maduro, hizo aconsejable el olvido. Pero la concepción básica se mantiene. Ahí está la imagen de Iglesias en su declaración al aceptar el veto de Sánchez: rostro apesadumbrado, camisa blanca de pureza y martirio —también camisa blanca de la esperanza”—, las masas como fondo de imagen. El líder carismático humillado, el pueblo humillado.
La democracia debe servir para que “los más tengan el poder y que desaparezcan los privilegios de los menos”. No es un procedimiento, sino un fin. El nuevo populismo la utiliza y degrada, de manera que su supervivencia formal resulta compatible con la manipulación empleada para perpetuarse. Chávez, Evo Morales, Orban en Hungría, jugaron a fondo esa baza, sustentada en el sometimiento de la opinión pública al mensaje populista. Y si el adversario gana unas elecciones, se ignoran los resultados (Maduro). Negociar, ¿para qué? Desde julio.
Es respecto a Chávez cómo Iglesias, en su elogio del caudillo venezolano, diseñó su propia figura
La instrumentalización del sistema político al servicio de la pasión del poder alcanza al campo de las ideas y de los juicios morales. El transformismo resulta consecuencia obligada. Un ejemplo inmejorable es Salvini, de independentista padano a ultranacionalista “en busca de plenos poderes”. Claves del éxito: satanizar a la inmigración, su chivo expiatorio, hasta una total y deshumanización de impronta fascista, aunque se envuelva en invocaciones religiosas.
Exaltación del líder, ataque permanente a todo tipo de adversarios hasta su aniquilamiento, tal es la norma de los nuevos caudillos. La revolución en las comunicaciones permite prescindir de la violencia física. Aquí el control automatizado de la comunicación ejercido por Salvini lleva ventaja, aunque entre nosotros Iglesias maneje bien la manipulación promotora y destructiva. Trabaja por maceración, golpeando sin cesar al disconforme que rechaza sus imposiciones. Delega su voz en Echenique, maestro al sentenciar la culpa del otro con gesto severo. Le respalda el coro de segundones, según una técnica teatral de distribución de frases y papeles, luego difundida por la marea de tuits. Nunca argumentos, siempre descalificaciones.
Solo importa ganar. Pablo Iglesias está siempre cerrado a sostener causas justas no rentables. Por eso al igual que Salvini, defiende a Putin, se vincula a los ayatolás iraníes y su denuncia de la homofobia se detiene a las puertas de Rusia y del Islam. Su progresismo silencia todo cuanto entraña riesgo. Y desde ese ensimismamiento, la intención proclamada de frenar a la derecha se traduce en abrirle la puerta del poder.
La coherencia de Pablo Iglesias es absoluta. Solo cabe preguntarse si vale la pena sacrificarle la izquierda. Negociar con él, ¿para qué? Exige lo mismo que al hundir la investidura en julio. Así que de momento, Sánchez cercado y Podemos, como en el viejo oficio, “gratis, nada”.
Antonio Elorza es profesor de Ciencia Política.

martes, 3 de septiembre de 2019

Ciudades hermanas. De Cristina López


Publicado en EL DIARIO DE HOY, 3 septiembre 2019


El 20 de agosto fue un día importante para la comunidad salvadoreña inmigrante que vive en la capital estadounidense y sus zonas aledañas en los estados de Virginia y Maryland. Se celebró el primer aniversario del acuerdo oficial de “hermanamiento” entre la capital estadounidense y la capital salvadoreña. Si bien la naturaleza del evento es política y burocrática, es imposible no destacar la importancia cultural de su existencia.
Especialmente en la época por la que estamos pasando, en la que el “conservadurismo compasivo” que predicaban los Bush y que incluía un aspecto decididamente pro-inmigrante, se ha convertido en un recuerdo lejano.
Los inmigrantes salvadoreños, en particular, hemos sido pintados por la retórica Trumpista con brocha gorda, caricaturizados como criminales unidimensionales cuya única motivación de dejar la patria atrás en busca de nuevos horizontes es, según esta reductiva visión de “América primero”, exclusivamente el saqueo sistemático de recursos ajenos, ya sea a través de crímenes o a través de gañanada.
Esta visión ignora cualquier contribución a dichos recursos y reduce la imagen de nuestros compatriotas ya sea al estereotipo de la actividad pandilleril o a la tragedia que aparece en las portadas de los medios internacionales, de cuerpos inertes tras el fracaso de la arriesgada travesía a través de aguas fronterizas.
Es por eso que celebraciones simbólicas como el hermanamiento de estas dos ciudades enlazadas culturalmente por el accidente sociológico del flujo histórico migratorio que ha hecho de Washington, D.C. un hogar para tantos salvadoreños, tienen tanto significado. Porque sirven como validación de que nuestras contribuciones fuera de la patria dejan marca.
De que nuestra cultura es valiosa y merece la apreciación que recibe en el extranjero por parte de extraños que quizás jamás pisarán tierras salvadoreñas, pero que conocen de sobra nuestra cocina por medio de la cantidad abrumadora de pupuserías — muchas con servicio a domicilio — que abundan en las calles de la capital estadounidense.
De que cuando la municipalidad capitalina cierra las calles el Viernes Santo en Columbia Heights, un barrio al norte de Washington D.C., porque la comunidad salvadoreña y otras comunidades hispanas menos numerosas celebran la procesión del Santo Entierro, no estamos abusando del espacio de nadie, ni cogiéndonos del codo de la ciudad que nos da la mano, sino viviendo de manera auténtica y contribuyendo culturalmente al riquísimo tapiz global de culturas, tomándonos un espacio que merecemos tanto como cualquier otro residente de esta zona.
En la ceremonia oficial en la que los equipos municipales del Alcalde de San Salvador, Ernesto Muyshondt, y la alcaldesa de Washington, D.C., Muriel Bowser, celebraron el aniversario de hermanamiento, participó la directora de asuntos latinos del gobierno de DC, Jackie Reyes-Yanez, salvadoreña y estadounidense que representa a cabalidad, con profesionalidad y eficacia, a tantos inmigrantes que han encontrado un hogar fuera de la patria que los vio nacer.
En una conmovedora representación de esta dualidad de identidades, los himnos de ambas naciones fueron interpretados por Beverly Pérez, que fue presentada al público como salvadoreña-americana: sin necesidad de escoger entre una u otra nacionalidad, tan salvadoreña como estadounidense, interpretando ambos símbolos patrios con familiaridad.
Y como Beverly hay tantísimas personas: cómodamente fluidas en su biculturalidad, capaces de “cambiar de chip” así como lo requieran las circunstancias, lejísimos de parecerse a la caricatura que por puro populismo politiquero quiere pintar el movimiento anti-inmigrante. Y por eso son importantes estas celebraciones: porque en medio de la retórica populista y xenófoba le permiten a tantos salvadoreños viviendo afuera perder el miedo y sentirse bienvenidos, por lo menos por un rato.

Géraldine Schwarz: “La indiferencia está en el origen de los peores crímenes contra la humanidad”

La escritora franco-alemana reflexiona en 'Los amnésicos', premio al Libro Europeo 2018, sobre la colaboración de sus abuelos con los nazis.


Géraldine Schwarz, escritora francesa-alemana 
Foto: 
ERIC HADJ


De Marc Bassets, EL PAIS, 3 septiembre 2019


La memoria de los crímenes nazis es inacabable: en cada momento plantea preguntas distintas, cada generación relee esta historia a su modo o la olvida. Hoy, cuando desaparecen los últimos supervivientes de estos crímenes y los últimos perpetradores, y cuando la retórica nacionalista avanza en las democracias occidentales, lecciones de aquellos años recobran vigencia.
Géraldine Schwarz —nacida en 1974, hija de una francesa y un alemán— publica Los amnésicos. Historia de una familia europea (Tusquets Editores), mezcla de ensayo y reportaje, de memoria familiar y de diagnóstico sobre el presente. Schwarz aborda en el libro el pasado traumático mediante una investigación sobre sus abuelos, ni fanáticos, ni criminales, buenas personas arrastradas por la corriente de la historia y cómplices también.
PREGUNTA. Uno de los momentos más dolorosos de Los amnésicos es la escena, breve y sobria, en la que cuenta el suicidio de su abuela alemana, la madre de su padre.


RESPUESTA. Nunca nadie me pregunta por eso, usted es el primero.
P. Es el núcleo del libro, ¿no?
R. Yo quería entender el grado de responsabilidad de mis abuelos bajo el III Reich. ¿Habrían podido decir no? Intento ser justa con ellos. No tengo un problema de lealtad familiar. Pero a mi abuelo no le conocía, y mi abuela se suicidó cuando yo tenía seis años. Mis vínculos no son suficientemente fuertes para que nublen mi discernimiento. Veo sus acciones y su responsabilidad dentro de un contexto. Hay una responsabilidad de mi abuelo como Mitläufer [simpatizante o compañero de viaje]. También mi abuela lo fue: sentía una admiración ciega por el Führer.
P. ¿Cómo definiría Mitläufer, un término muy alemán?
R. El Mitläufer es quien, por ofuscación, por indiferencia, por apatía, por conformismo o por oportunismo, se convierte en cómplice de prácticas e ideas criminales. He querido mostrar que lo que está en el origen de los peores crímenes de la humanidad es la indiferencia. Los verdaderos perseguidores, los verdugos, los monstruos en general son pocos. Y siempre nos interesamos por los monstruos, o por los héroes, o por las víctimas. Pero la mayoría de las personas no se identifican con ninguna de estas tres categorías, que solo conciernen a una minoría. Los Mitläufer son una masa de personas que, por su número y de manera más o menos pasiva, pueden consolidar un régimen criminal.

El fascismo y el nacionalsocialismo hicieron soñar. Eso se olvida, solo hablamos de la guerra y del Holocausto

P. ¿Sus abuelos lo eran?
R. Tuvieron un papel mínimo, pero, sí, representan la figura del Mitläufer. Mi abuelo lo fue por oportunismo. Se adhiere al partido no porque esté convencido, sino porque piensa que en este momento es lo más cómodo. Y con las leyes antijudías ve una oportunidad de hacer un negocio al comprar a bajo precio una empresa propiedad de un judío. Mi abuela es Mitläuferin [femenino de Mitläufer] porque se ofusca, incluso diría que por una especie de lealtad completamente irracional hacia el Führer. La hace soñar. Porque el fascismo y el nacionalsocialismo hicieron soñar. Esto se olvida, porque solo hablamos de la guerra y del Holocausto. Pero el fascismo y el nacionalsocialismo consiguieron transmitir un sentimiento de pertenencia a una Volksgemeinschaft, una “comunidad del pueblo” que excluía a los impuros y estaba reservada a los pseudoarios. Mi abuela era a la vez culpable de haberse dejado cegar y un poco víctima de una manipulación. Su suicidio fue la culminación de la existencia de una mujer que no conoció más que guerras y posguerras.
P. ¿Su abuela fue una víctima de la historia?
R. No. Creo que no somos víctimas de la historia, sino que debemos tener un papel en la historia. Para que una democracia funcione es indispensable que las personas se den cuenta de que tienen responsabilidades: comprometerse, participar en la sociedad civil y también demostrar capacidad de discernimiento. La historia puede ayudarnos a identificar los métodos de demagogos como Salvini y Orbán, que se parecen a los de hace un siglo: difundir el miedo, inventar enemigos o chivos expiatorios, hacernos perder los puntos de referencia difuminando la frontera entre lo verdadero y lo falso, y difundiendo teorías de la conspiración. El objetivo es que el pueblo deje de creer en nada para manipularlo e invertir los valores.
P. ¿Qué lecciones de la historia podrían haber servido, en los años treinta, para evitar lo que ocurrió?
R. No las había. Si la historia de mi abuela ocurriese hoy, la parte de víctima que hay en ella sería más reducida. Ella no era una intelectual, no tenía mucha idea de política, se dejó llevar por la euforia ambiental. No tenía ningún medio de identificar lo que ocurría porque aquello era inédito.
P. En su libro también aborda la historia de su familia materna, que es francesa. ¿Qué descubrió?
R. Mi abuelo francés era gendarme bajo Vichy [el régimen autoritario y antisemita que colaboró con la Alemania nazi]. En este sentido también era un Mitläufer. Pero mientras que mi padre alemán se enfrentó a su padre y contribuyó, como muchos de su generación, a un trabajo de memoria destacable, que sirve de base a la fuerza de la democracia alemana, mi madre francesa sabe poco de su padre bajo Vichy. Y esto es sintomático de Francia. Se ha hecho un trabajo profundo sobre Vichy, pero en gran parte se ha esquivado el papel de la población, de los Mitläufer. Y esto repercute en las familias: se ha preferido hacer recaer la culpa en las élites.
P. ¿No hay un exceso de memoria hoy? El pasado y la historia están omnipresentes en los discursos políticos, también en los de los populistas.
R. Lo que hacen los populistas no es un trabajo de memoria: la instrumentalizan. Un trabajo de memoria bien hecho significa no mentir. A Putin también le interesa la memoria, pero para transformarla. Los populistas utilizan la amnesia para reinventar el pasado. Porque al reinventar la memoria reinventan la identidad, y nuestra identidad es indisociable de nuestra memoria. Sin memoria no hay identidad.