viernes, 21 de marzo de 2025

Carta a Rogelio Ponseele, el cura de la guerrilla . De Paolo Luers (+capítulo 9 de DOBLE CARA / Libro II)

 

"Has tenido una vida tan plena que puedes irte tranquilo. Has dado fuerza a tanta gente, tocado tantos corazones, provocado tantas sonrisas que puedes estar en paz. No nos debes nada."

En la voz del autor: Rogelio-Ponseele.mp3

Publicado en MAS!  y DIARIO DE HOY, sábado 22 marzo 2025

Estimado hermano:

Mientras escribo esto, vos estás luchando por tu vida luego de un grave accidente de carro y  luego de un paro cardíaco. Morazán está rezando por ti. Yo que no creo en milagros, hago una excepción porque sos mi hermano. Sé que estás preparado para irte de este mundo que tanto amas, porque estabas preparado cuando en 1980 decidiste ir a Morazán a una zona guerrillera. Te pusieron una bomba a tu casa y solo quedaste vivo porque esta noche no estabas en tu casa. Tenías dos alternativas: salir del país, al cual llegaste 10 años antes para dar esperanza y fuerza a los más pobres, así como lo habías hecho antes en las zonas mineras de Bélgica; o ir a Morazán, donde un puñado de hombres y mujeres habían comenzado una desigual lucha para terminar con la dictadura y la miseria. Todos te insistieron que te fueras del país, pero esto no era una opción para vos. El cura obrero convertido en cura de la Zacamil se convirtió en el cura de la guerrilla.


Ahí nos conocimos unos meses después. Junto a Maravilla, junto a la comandante Luisa, junto a Letty de San Fernando, junto a Sebastián El Torogoz, junto a Santiago el venezolano, junto a Jonás el jefe, junto a Raúl Mijango y El Chele Camilo fuiste de los personajes extraordinarios que me dieron la fuerza que a veces me flaqueaba para aguantar la vida guerrillera. 

 

En 1986 estábamos los dos, con un pado de compañeros, escondidos debajo de un puente en la calle de salida de Arambala a Joateca, mientras la fuerza aérea bombardeaba el pueblo para preparar el terreno para que las tropas helitransportadas pudieran aterrizar y aniquilar la comandancia del ERP ya la Radio Venceremos. Sabíamos que si lograran desembarcar no sobreviviríamos. Escuchamos las dos ametralladoras guerrilleras tirándoles a los aviones y helicópteros, una desde el campanario en el pueblo, la otra desde el cerrito encima de nosotros, y escuchamos a los aviones y helicópteros disparándoles cohetes para neutralizarlos. “Hasta ahí llegamos, hermano”, te dije,  “de aquí no salimos. ¿Cómo es que estás tan tranquilo? ¿No tenés miedo?” Me miraste con esta tu gran sonrisa y me contestaste: “Si me toca morir, estoy preparado. Uno no se mete en una guerra si no está preparado a morir. ¿Pero sabes qué? Todavía no nos toca.” Me calmé, dejé de pensar que estábamos al punto de morir, pensé en todo lo que nos faltaba hacer en esta guerra. Y tenías razón, las ametralladoras guerrilleras no dejaron aterrizar a los helicópteros.

 

Espero que hoy tengás la misma calma que sólo tienen los verdaderos valientes, Rogelio. De todos modos, has tenido una vida tan plena que puedes irte tranquilo. Has dado fuerza a tanta gente, tocado tantos corazones, provocado tantas sonrisas que puedes estar en paz. No nos debes nada. Tus huellas en la Zacamil y en Morazán, donde te quedaste al terminar la guerra, son imborrables. Miles de personas están orando por ti – y ten por seguro que no te olvidarán jamás. 

 


Nunca predicaste nada que no estabas dispuesto a vivir cada día. La verdad es que nunca te he escuchado sermonear, ni en los campamentos guerrilleros, ni en las iglesias de Morazán. Lo tuyo no era predicar, sino el ejemplo con el cual nos dabas infusiones de fuerza y esperanza para seguir adelante, en la guerra, en la vida, en la lucha por más justicia. La fuerza tuya sigue siendo contagiante. Estoy convencido que estás en paz con contigo mismo.

 

Te queda corto el título cura guerrillero. Lo fuiste, lo viviste, pasaste todas las pruebas de la vida insurgente. Pero tu verdadera grandeza se mostró en la postguerra, cuando asumiste la tarea difícil pero necesaria de reconstruir la sociedad profundamente dividida, todavía llena de resentimientos, odios, rechazos. Hablamos de esto cuando regresé a Morazán con una caja de cervezas belgas (tiene que haber sido en el 1996, cuando ya habíamos abierto La Ventana y dimos a conocer las cervezas belgas, alemanas e inglesas). Estábamos sentados en tu casa y tomaste, por primer vez en décadas, tu querida cerveza Duvel. Fue cuando me contaste de lo difícil que fue volver a unir la comunidad.  Cuando te nombraron párroco de Perquín, había feligreses quienes se negaban de aceptarte. Una señora, cuyo hijo fue fusilado por el ERP, acusado de ser oreja para la Guardia, se negó a entregarte la llave de la iglesia. Te costó años de paciencia y humildad llevar a buen fin un proceso de reconciliacn. Yo conocí a esta señora, que vivía cerca del cementerio de Perquín. Me contó, desde su punto de vista, como vos te habías ganado su respeto.

 

Es por esta labor tuya que en los pueblos y cantones del Norte de Morazán todos te quieren, te respetan - y este día rezan por vos. Si fuera creyente, me uniría a sus rezos. Pero estoy con ellos y contigo. 


Te mando un abrazo, hermano,  




* * *

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Para Raúl Mijango.

Como todo prisionero político, para sobrevivir 

pasó escribiendo, siempre y cuando no le nieguen

papel y lápiz. 

Si existiera su libro, quizás no hubiera escrito 

esta segunda parte del mío. 

Raúl murió el 28 de agosto 2023, 

luego de que durante años de encarcelamiento 

le negaron la debida atención médica.



Capítulo 9: El teatro va a la cárcel


El mejor público. Foto Paolo Luers


Un viernes en marzo del 2013, el teatro se va al penal de Ciudad Barrios. Yo no soy mucho de teatro. Normalmente, me aburre o me da pena ajena. Cuesta que me lleven a una sala de teatro. Pero cuando las chavas del Teatro Azoro me preguntaron si podría organizar una función de su obra “Los más solos” en un penal de pandilleros, inmediatamente dije que sí. Porque sentí́ que ahí́ se estaba gestando un experimento artístico (¡y político!) muy audaz. Ya había visto su obra y no era ni aburrida ni de diversión. Era como una bofetada, más bien como una sesión de tortura para la paciencia del público. Es una historia basada en un reportaje del Chele Carlos Martínez del Faro sobre la vida de 4 reos, que se volvieron locos en las cárceles y fueron remitidos al hospital psiquiátrico de Soyapango: Los más abandonados por Dios, el Estado y la humanidad. Llevar este espectáculo a Ciudad Barrios para que lo vean entre los pandilleros me parecía una idea atractiva. Un desafío. 

Llevé al elenco -puras mujeres- a Ciudad Barrios para explorar el terreno. Nos reunimos con Tiberio y los coordinadores de los colectivos culturales del penal, Estaban más que de acuerdo de hacer la función en el penal - y nacieron varias ideas adicionales: poner una biblioteca; grabar discos con los raperos del penal; conseguir artistas de teatro y danza que les dieran talleres... Luego traje unos cientos de libros, pero la biblioteca nunca se armó, en parte por interminables problemas burocráticos, pero principalmente porque me pasó lo mismo que siempre he criticado a los políticos: Entre tantas cosas urgentes que hacer, la cultura quedó al margen. Siempre entre los mediadores hubo conciencia que para dar sostenibilidad a este proceso de paz que nació́ de la tregua, el arte tenía que jugar un papel catalizador, pero una vez que nos metimos de lleno en la labor de la mediación, terminamos como bomberos apagando fuegos por todas partes, en los penales, en los barrios, entre barrios vecinos, entre comunidades y policías, entre pandilla y pandilla, y siempre los proyectos culturales que había que armar en los penales y en los barrios se quedaron atrás. Tengo claro que fue uno de los tantos errores que cometimos.

Sin embargo, unos meses después de aquella primera reunión con los pandilleros artistas, llevo el teatro a Ciudad Barrios, con todo el elenco de Azoro (cuatro mujeres) y todos los chunches que necesita un teatro: luces, audio, proyector de video, escenografía... Las actrices obviamente no tuvieron idea previa en qué huevo se iban a meter. En el microbús que alquilamos me preguntaron si era peligroso para ellas, como mujeres, meterse entre 2,500 hombres privados de libertad. Les dije: “Como invitadas estarán más seguras que en cualquier otro lugar de El Salvador. Pero tengan claro el impacto emocional que este experimento va a causar a este público —¡y a ustedes mismas! Pueden generar una reacción química incontrolable. Les juro: Esta visita va a cambiar la manera como ustedes ven a las pandillas y por ende, a su país.”

Al llegar al penal, nos está esperando Tiberio, quien ha reunido a unos 40 pandilleros involucrados en grupos de teatro, circo y rap. Les presento a las muchachas de Azoro. Por iniciativa de una de las actrices, para romper el hielo, la reunión se convierte en una clase improvisada, pero muy intensa, de técnicas teatrales. 40 pandilleros, obedeciendo ciegamente las órdenes de las chicas, como si fueran alumnos de colegio y no asesinos condenados, manchados de cuerpo, cara y alma. El ensayo termina con la promesa del Azoro de regresar con un curso sistemático y serio de teatro, que podría concluir con la puesta en escena de una obra escrita y actuada por los reos. 


El Teatro Azoro en el penal Ciudad Barrios: el taller improvisado.
FOTOS: Paolo Luers







En el recreo —con pan dulce y café— de repente una de las actrices dice: “Mierda, no puedo encontrar a Paolita. Desapareció.” 

“Tranquila, debe andar conociendo el penal...” 

“¿Ella sola? ¡Estás loco! Hay que encontrarla...”

Tiberio y varios de su equipo salen a buscarla. Al rato regresan con ella. Viene radiante de felicidad. Uno de los pandilleros, mi fotógrafo de la primera entrevista en Ciudad Barrios, le ha dado un tour por el penal. “Nadie me ha hecho una mala mirada”, dice ella.


Comenzamos con el montaje. Luces, audio, muy poca escenografía, solo unas camas y una mesa. La verdadera escenografía es la cárcel, sus muros altos, el alambre razor, sus grafitis, sus torres de vigilancia. Un escenario mil veces más realista que en cualquier sala de teatro.


El montaje. Foto: Paolo Luers


Y en la noche, la función, el show. Unos 1,500 reos —el resto no cupo. Los reos han estado sentados ahí por más de dos horas, observando en silencio el montaje. Algunos se levantaron para ayudar cuando había que mover los parlantes y las luces. 

Sólo se escuchan los gritos de las actrices, transformadas en reclusos-pacientes de manicomio, expresando el dolor, el odio, la desesperanza de ‘los más solos’. El teatro salvadoreño nunca ha tenido un público tan cautivo, tan atento, tan obediente de seguir el tren de emociones de la obra. Y el penal nunca ha tenido visitantes tan abiertas, que se hacen tan vulnerables ante su público de condenados, como estas cuatro actrices. Mi respeto. Al final abrazos, lágrimas de los dos lados. Palabras de mutuo respeto y agradecimiento. Una despedida emotiva: las actrices diciendo a los pandilleros que esta noche cambió su vida. Pandilleros diciendo lo mismo, en otras palabras, menos poéticas, más rudas. 

Y yo, por un instante, he recuperado la confianza en el lenguaje universal del arte, del teatro, del diálogo.


La obra: Los solos más solos. Fotos: Paolo Luers



 



Siguiente entrega, martes 25 marzo:

10.  El espacio se estrecha

miércoles, 19 de marzo de 2025

Carta al Dr. José Albino Tinetti: A honrar y practicar sus enseñanzas. De Paolo Luers (+capítulo 8 de DOBLE CARA / Libro II)


"Es un conflicto entre el poder ejecutivo y el poder judicial, que en El Salvador ya está resuelto a favor del gobierno. No será tan fácil que Trump logre eliminar el control judicial sobre sus acciones, como lo ha logrado Bukele, porque en El Salvador el poder judicial se rindió sin haber peleado en defensa de su rol de garante del Estado de Derecho."

 En la voz del autor: Dr. Tinetti.mp3


Publicado en MAS!  y DIARIO DE HOY, jueves 20 marzo 2025

Estimado doctor:


No tuve el honor de conocerlo en persona, pero todos los abogados serios que conozco, se refieren a usted como el maestro entre los constitucionalistas y el celoso el padre del debido proceso, sin el cual no hay justicia. Duele ver que a la hora de su muerte, la justicia está en su peor momento en nuestro país. El gobierno se burla de la Constitución y el ciudadano no tiene garantía de un debido proceso. Es cuando más se necesitarían letrados como usted. Esperemos que sus alumnos, que son muchos y los mejores en la noble profesión de la abogacía, se despierten y sepan honrar el legado de su maestro, defendiendo el Estado de Derecho. Si no, que alguien apague la luz en los tribunales...

 

* * *

 

En El Salvador, con tal que un policía, un soldado, un fiscal o incluso un vil soplón diga que eres pandillero, te vas al bote. El régimen de excepción elimina el control judicial sobre tu caso. No tienes derecho a consultar con tu abogado. No hay juez que examine las pruebas con los cuales te acusan. Puedes pasar dos años en una cárcel sin que tengas tu juicio. Puedes haber sufrido torturas y enfermedades no atendidas. Puedes haber muerto antes de que veas la cara de un juez. 


Conclusión: el gobierno ha logrado eliminar el control judicial y puede disponer a su gusto de quienes considera delincuentes, terroristas o simplemente adversarios. Esto se llama dictadura.

 

* * *

 

En Estados Unidos, con tal que un agente de ICE diga que alguien es un delincuente vinculado a una pandilla como el Tren de Aragua o la MS, va al bote - y sin ver a un juez que examine las pruebas está sentado en un avión para El Salvador y termina en el CECOT, sujeto a un régimen contra terroristas. Cortesía de un decreto presidencial que permite evadir el control judicial, y a un pacto de caballeros entre Nayib Bukele y Donald Trump...


La recepción de los venezolanos en el CECOT. Foto: AFP

Así que no estamos solos en esta situación crítica. El caso de los vuelos de deportados de Estados Unidos a El Salvador ha mostrado que Estados Unidos va en la misma dirección que nuestro país. Ahí no es un régimen de excepción que permite al gobierno eliminar el control judicial, es una oscura ley del año 1798 llamada “Alien Enemies Act” (Ley de Enemigos Extranjeros), que el presidente Trump invocó para poder efectuar deportaciones sin que un juez las autorice. Deja al migrante sin recurso legal. Los letrados de ley, jueces y analistas en los grandes periódicos en Estados Unidos lo llaman una “crisis constitucional”, en la cual ven en juego la existencia de un principio del Estado de Derecho: la garantía de cada persona a un debido proceso. Más allá de esta frontera comienza la tiranía...

 

El New York Times, en un artículo titulado “Desafío y amenazas en el caso de deportación reavivan el miedo a una crisis constitucional”, escribe lo siguiente: “Los estudiosos del derecho dicen que la nación ha alcanzado un punto de inflexión y que la verdadera pregunta no es si hay una crisis, sino cuánto daño causará.”

 

Se refieren al hecho que el gobierno se negó a acatar la orden de un juez federal de suspender los vuelos con los venezolanos y salvadoreños a El Salvador hasta que el tribunal decida si la invocación del “Alien Enemies Act”, concebido para situaciones de guerra, es válida para deportar sin intervención de jueces, a migrantes, incluso a migrantes acusados pero no enjuiciados por delitos.

 

El gobierno Trump no quiere aceptar que un juez federal tenga la autoridad para suspender una acción respaldada por un decreto ejecutivo presidencial. Tampoco quiere aceptar que el gobierno, antes de efectuar una deportación, tiene que conseguir una orden judicial. Esto está en juego ahora en las cortes federales y seguramente va a llegar a la Corte Suprema, cuyo presidente Roberts ya condenó públicamente que el presidente Trump haya exigido remover de su cargo al juez que ordenó suspender las deportaciones. 

 

Es un conflicto entre el poder ejecutivo y el poder judicial, que en El Salvador ya está resuelto a favor del gobierno. No será tan fácil que Trump logre eliminar el control judicial sobre sus acciones, como lo ha logrado Bukele, porque en El Salvador el poder judicial se rindió sin haber peleado en defensa de su rol de garante del Estado de Derecho.

 

* * *

 

Escribo esta líneas como un homenaje a usted, Dr. José Albina Tinetti. Espero haber entendido sus enseñanzas, aunque no soy estudioso del Derecho. Una de las enseñanzas es que el derecho tiene que corresponder a la razón común, accesible a todos. Usted hizo lo suyo, construyendo el Estado de Derecho en El Salvador. Defenderlo -más bien reconstruirlo- nos tocará a nosotros. 


Que descanse en paz, 

 




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Ahora puede leer el libro, en tres entregas cada semana, en este blog. Disfrútenlo.




Para Raúl Mijango.

Como todo prisionero político, para sobrevivir pasó escribiendo, siempre y cuando no le nieguen

papel y lápiz. 

Si existiera su libro, quizás no hubiera escrito 

esta segunda parte del mío. 

Raúl murió el 28 de agosto 2023, 

luego de que durante años de encarcelamiento 

le negaron la debida atención médica.



Capítulo 7: Ilopango


Reunion del alcalde Ruano con líderes locales, incluyendo de la dos pandillas.
Foto: Paolo Luers

Diciembre 2012. Llego a la alcaldía de Ilopango, para explicarle al alcalde Salvador Ruano la idea de gestionar un acuerdo local de paz, involucrando al gobierno municipal, las iglesias, las escuelas, la empresa privada – y a las pandillas locales. Raúl hizo la cita, pero en el último momento no pudo ir. Me toca a mí. A saber qué le ha explicado Raúl a Ruano, pero cuando llego, tiene reunido en su oficina a varios de sus gerentes, pastores, un padre, dos empresarios, un director de escuela —y a tres sorpresas. “Te presento a Marvin, jefe de la MS13 en el municipio, y a Chepe El Cejas, jefe de la 18 en esta zona. Y este hombre uniformado en frente es el jefe de la delegación policial San Bartolo. Comencemos. Ya adelantamos un poco: a todos nos parece la idea del acuerdo local. Queremos ser el primer municipio...” 

Nunca había visto a Ruano. Sólo me contaron que este arenero gordito, detrás de su aspecto campechano, es un tipo aventado y rebelde. Parece que tienen razón. 


Salvador Ruano, alcalde de Ilopango

Me pide que explique el concepto de ‘territorializar’ el proceso de tregua. Les digo que esta es la vía para hacerla sostenible, haga lo que haga —más bien, lo que no haga— el gobierno central. Este no es el lugar y tiempo de grandes teorías, ellos quieren acciones, acuerdos y resultados. “Si las fuerzas sociales del municipio nos dan el beneficio de la duda, podemos dar los primeros pasos a la paz y la inclusión social,” cierro mi exposición.

Observo a los dos delegados de las pandillas rivales en la mesa, debidamente separados por un pastor: muchachos de unos 25 años, sin tatuajes visibles, bien vestidos, bien portados. Marvin hace contacto visual conmigo, como diciendo: “Yo sé de qué estás hablando, ya me avisaron de qué se trata.” Cuando toma la palabra, lo confirma: “Nosotros ya lo discutimos con nuestra gente. Incluso con ellos...” —señala al Cejas— “...y estamos listos para cualquier cosa que beneficie a las comunidades y su gente.” Y cierra con la frase casi de liturgia: “Somos parte del problema, y podemos ser parte de la solución...” Vaya, ya recibió línea y discurso de Ciudad Barrios. Luego, en un receso, le pregunto a Marvin con quién ha hablado. “Con el Piwa, pero no lo entendí bien. Me estaba diciendo que no confiemos en Ruano, pero luego me habló el Diablito y me explicó bien. De todos modos, el gordito siempre me ha caído bien. Tiene palabra. El Diablito dijo que hablara con Mijango o con vos...”


Marvin, jefe local de la MS 13 en Ilopango.
Foto Paolo Luers

Cejas se acerca y dice: “Con Ruano, esta cosa puede funcionar, es un tipo aventado y no se deja mangonear por el partido ni por el gobierno. Luego quiero que hablemos de Soyapango, ahí es mucho más complicado, no podemos contar con el alcalde.”

“¿Y ustedes están seguros de que pueden comprometerse que toda su gente va a cumplir los acuerdos? Estamos hablando de cero violencia, de cero presión sobre las escuelas, y en un plan de reducir las extorsiones, en la medida que se abran oportunidades de trabajo.”

Intercambian miradas, luego Marvin dice: “¿Y qué conseguimos a cambio? ¿Qué nos ofrecen?” 

“Nada”, les digo. “Estos son pasos de buena voluntad por parte de ustedes. No pueden pedir nada, se lo tienen que ganar.” Cejas me estrecha la mano: “Cuente con nosotros. Si firmamos el acuerdo, cumplimos. Palabra es palabra, ya sabés.” Me enseña su pulsera negra, con una sola palabra: ‘palabra’. Ya he visto las mismas en el penal de Cojute. “¿Te gusta, te consigo una?” 

“No, gracias.”


"Cejas" Chepe, jefe de la pandilla 18/Sur en Iopango y Soyapango.
Foto: Paolo Luers

Luego de la reunión, Ruano me lleva a su oficina. “Entonces, ¿qué te parece?” 

“Parece que tenés un acuerdo, alcalde. Faltarán algunos detalles. Hay que amarrar bien las reglas entre las dos pandillas y sus territorios. Tiene que terminar la segregación de las colonias MS y las de la 18. Hay que establecer un mecanismo de apagar fuegos.” 

“Yo me encargo de trabajar los detalles con ellos,” dice Ruano. “Pero voy a necesitar tu ayuda.”

“¿Qué ondas con el inspector? No dijo nada, sólo observó,” le pregunto a Ruano. Con una su sonrisa contesta: “Es de confianza. Tiene que tener cuidado. No va a decirlo en público, pero apoya la tregua.”  

Me pide un favor: “Hay que preparar el terreno en el partido. Habrá resistencia fuerte. ¿Vos podés hablar con Jorge Velado? Si él nos apoya, otros alcaldes nuestros se van a apuntar. Me dicen que sos amigo de él...” 

“Amigo no sé. Pero nos escuchamos mutuamente. Voy a hablar con él.”

 

Jorge Velado me recibe en su casa en la colonia San Benito. Le explico al plan de los pactos locales y le cuento de la reunión en la alcaldía de Ilopango. Me escucha detenidamente, una calidad inusual entre los políticos. Luego me dice:

“Ruano es un poco loco, pero a veces se necesita a un loco para romper la inercia. Si tú me prometes estar cerca de él para evitar disparates, yo los apoyo.” Hablamos de otros alcaldes que podrían entrar en el plan. Jorge se compromete a sondear con los de Quezaltepeque, Sonsonate y San Vicente. “Ten cuidado, Paolo. No te metás en problemas. Hay quienes te llevan hambre, incluso en mi partido.”

“Yo sé.”


Jorge Velado, presidente del partido ARENA


En enero 2013 se lanza en público el proyecto de la ‘paz local’, en Ilopango. Escenario: el parque enfrente la alcaldía. Está toda la prensa, el ministro de Seguridad y su viceministro Douglas Moreno; los mediadores Mijango y Colindres; el alcalde Ruano y algunos de sus concejales; miembros de la Fundación Humanitaria, algunos embajadores, y bastante gente del pueblo. Y por primera vez en la historia, aparecen en un acto oficial en plaza pública cientos de pandilleros de la MS y de la 18, ordenados en dos bloques. 

Los periodistas disparan miles de fotos de ellos, también los ciudadanos con sus celulares. Lo que todos en esta plaza se preguntan es: ¿Van a hablar los pandilleros? ¿Y qué van a decir a los habitantes de Ilopango? 

Luego de su discurso, Ruano presenta a Marvin. Aparece en el podio el muchacho flaco y serio bajo una tormenta del clic-clic de las cámaras, camina al podio y agarra el micrófono: “Hablo a nombre de la MS13. Estamos listos para firmar hoy un compromiso con la gente de Ilopango. Juntos con la otra pandilla,” -mira hacía el bloque de la 18- “las comunidades, las iglesias, los empresarios, y la alcaldía vamos a construir algo nuevo en Ilopango: la paz. Tenemos conciencia de que le hemos fallado a la gente de Ilopango, les hicimos mucho daño. Pero estamos dispuestos a ser parte de la solución. Y ojo: Sin nosotros y los barrios no habrá solución...”


Marvin, vocero de la MS13, hablando en la plaza central de Ilopango.
Foto: Paolo Luers

En la plaza hay, por unos momentos que parecen eternos, un silencio total. De repente algunos habitantes comienzan a aplaudir. Hasta a algunos policías veo aplaudir. Se juntan los pandilleros, ambos bloques. Me dice Raúl: “Mirá, los de la 18 aplaudiendo a un tipo de la MS...”

El vocero de la 18 da el mismo mensaje. No es Cejas, es otro muchacho, aún más joven. “Les damos nuestra palabra, y para nosotros, la palabra es la palabra.” Después todos firmamos ante las cámaras y la mirada de los habitantes de la ciudad, el ‘Acuerdo de Paz Social de Ilopango’. Yo firmo como testigo y representante de la Fundación Humanitaria. Luego busco a los voceros de las pandillas para entrevistarlos. Sólo encuentro al muchacho que habló por la 18. Me dice: “Nunca pensé posible que algo como lo que vivimos este día podía pasar. Por primera vez veo que tal vez podamos salir de esta mierda de la violencia. Ojalá...”


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Foto: Paolo Luers

El vocero del Barrio 18/Sur hablando en la plaza central de Ilopango.
Foto: Paolo Luers

El ministro de Justicia y Seguridad, general David Munguía Payes.
Foto: Paolo Luers

La firma del Acuerdo local de Paz en Ilopango.
Paolo Luers firma por la Fundación Humanitaria

La plaza de Ilopango. Foto: Paolo Luers



Siguiente entrega, sábado 22 marzo:

9.  El teatro va a la cárcel