sábado, 15 de enero de 2011

Chanchullo

Chanchullo=intriga, conspiración, confabulación, maniobra, contubernio, componenda, manipulación, arreglo...

El arreglo que están confabulando ahora los diputados de la bancada unificada FMLN-GANA-PCN, en su ya acostumbrado contubernio, es para componer el viejo sistema electoral de las listas, y con esta maniobra lograrán manipular la reforma electoral y conseguir que todo quede igual. Incluso los diputados.

Este sistema de votar por listas ya está vetado por la Sala de lo Constitucional que dijo: la votación tiene que ser por individuos, por candidatos con nombre y apellido y foto, y no por banderas partidarias o listas. Punto.

Ahora existe un acuerdo entre FMLN, Gana, PCN que en cualquier momento se ratificará en la Asamblea. Este acuerdo tiene como punto central salvar la votación por lista. Mediante el voto por lista las cúpulas partidarias deciden quien entra a la Asamblea, no el ciudadano. Esto atenta contra el corazón de la sentencia de la Sala.

Es muy claro lo que manda la Corte Suprema: erradicar el voto por banderas y por listas, y sustituirlo por el voto por el candidato individual. Cada ciudadano decide por cual diputado quiere ser representado.

Viene el FMLN y plantea, de manera sofista: Lo que vamos a dar al ciudadano es el derecho de escoger democráticamente entre dos formas de votar. O expresa su preferencia por un candidato específico, marcando su foto, o expresa su preferencia por un partido, marcando la bandera.

La Sala nos obliga dar al ciudadano la opción de votar por un candidato específico, pero no lo tenemos que obligar a hacerlo... Y si el ciudadano se equivoca y marca a más de un candidato dentro de una misma lista partidaria, este voto vale por el partido. Se abona a la lista partidaria en la secuencia definida por el partido. Así más o menos es la argumentación del FMLN.

En este esquema propuesto por el FMLN, no sólo sobrevive el voto por bandera y por los candidatos que encabezan la lista, sino tiene más consecuencias negativas y contradictorias a la sentencia de la Sala. Si con este chanchullo legislativo hacen sobrevivir la votación por lista, también sobrevivirán los diputados por residuo. En cambio, si la votación es estricta y únicamente por candidatos, en cada departamento entran los candidatos con más votación y punto.

La otra consecuencia negativa de revivir el cadáver de la votación por listas es la siguiente: Vuelve inoperante las candidaturas independientes. Las candidaturas independientes funcionan si la competencia es estrictamente entre candidatos. Si un independiente consigue suficientes votos, entra. Pero en el esquema propuesto por el FMLN el independiente tendrá que competir además contra las listas de los partidos, y esto les crea una desventaja insuperable.

Así como ahora lo quiere aprobar la nueva bancada oficialista roja-anaranjada-azul, con el voto por listas sobrevivirán también los cadáveres de los políticos corruptos, con tal que se ponen a la cabeza de la lista. Y sobrevivirá el monopolio de los partidos, blindando el sistema contra las candidaturas independientes.

La única manera de cumplir con la sentencia de la Sala de lo Constitucional es una papeleta donde solamente se puede marcar por una persona, no una bandera. Es muy simple: se pone a la par del nombre y de la foto de cada candidato una casilla para marcar. Se pone ninguna casilla para las banderas. Punto. Un solo voto por votar un solo candidato. Y como en cualquier parte del mundo: Si alguien tiene un solo voto y hace dos cruces, su voto es inválido.

Ahora la aplanadora FMLN-Gana-PCN quiere decidir que todos los que marcan por varios candidatos en la misma lista, sean reconocidos como voto por la lista. Quiere decir, quien marca mal, votó por el #1 de la lista. Y quien marca la bandera en vez del candidato, también votó por el #1. Y al #1 lo nombra la Comisión Política.

Si esto se aprueba, los partidos van a decir en su propaganda: "No se compliquen, voten como siempre por su bandera preferida".

Se muere la reforma. Cero cambio.

Ojalá que en la Asamblea haya diputados que se opongan a este chanchullo y luchen por una verdadera reforma electoral.

(El Diario de Hoy)

Otra carta a los diputados

Estimados:

Así como ustedes van, me va a tocar escribirles cartas cada rato, si quiero cumplir mi promesa que cada chanchullo merece una carta pública.

En caso que no sepan que es un chanchullo, aquí los sinónimos: intriga, maniobra, confabulación, componenda, contubernio...

La intriga que están confabulando ahora los diputados de FMLN-GANA-PCN, en su ya acostumbrado contubernio, es para componer el viejo sistema electoral de las listas.

Este sistema ya estaba vetado por la sentencia de la Sala de lo Constitucional que dijo: la votación tiene que ser por individuos, por candidatos con nombre y apellido y foto, y no por banderas partidarias o listas.

Vienen ustedes y quieren salvar las listas, por que mediante el voto por listas las cúpulas partidarias deciden quien entra a la Asamblea, no el ciudadano.

Es muy claro lo que quiere la Corte Suprema y los ciudadanos: erradicar el voto por banderas y por listas, y sustituirlo por el voto por el candidato individual. Cada ciudadano decide por cual diputado quiere ser representado. Punto.

Así como ahora lo quiere aprobar la nueva aplanadora legislativa roja-anaranjada-azul, sobrevive el voto por las listas y banderas, y sobrevivirán los cadáveres de los políticos corruptos, con tal que se ponen a la cabeza de la lista.

La única manera de cumplir con la sentencia de la Sala de lo Constitucional es una papeleta donde solamente se puede marcar una persona, no una bandera. Es muy simple: se pone a la par del nombre y de la foto de cada candidato una casilla para marcar. Ninguna casilla para las banderas. Punto. Un solo voto por una sola persona. Y como en cualquier parte del mundo: Si alguien tiene un solo voto y hace dos cruces, su voto es inválido.

Ahora ustedes quieren decidir que todos los que marcan por varios candidatos en la misma lista, sean reconocidos como voto por la lista. Quiere decir, quien marca mal, votó por el #1 de la lista. Y quien marca la bandera en vez del candidato, también votó por el #1. Y al #1 lo nombra la Comisión Política. ¡Que galán!

Ojala que en la Asamblea haya diputados que se opongan a este chanchullo y luchen por una verdadera reforma electoral.

Los estamos viendo,

Paolo Lüers

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viernes, 14 de enero de 2011

El arte de echar la culpa a otros

En 19 meses de gobernar, el presidente no ha pronunciado ni una sola palabra autocrítica. No lo hace en público, y como cuentan integrantes de su gabinete, tampoco en la discusión con sus ministros. No existe, en este gobierno, un análisis sobre posibles errores, deficiencias, o vacíos en la política del gobierno. No existe discusión en este gobierno. Tal vez detrás de las puertas cerradas en Casa Presidencial, en el círculo interior de algunos amigos y asesores; pero a nivel de gobierno, no.

La única manera conocida de este presidente de señalar errores dentro de su aparato de gobierno es el dedo acusador, el regaño al niño mal portado que no obedece. Cuando esto pasa, como en los casos de las sustituciones (agricultura, cultura, mujeres...), las críticas no forman parte de un esquema de reflexión autocrítica, sino de lo contrario: de un esquema elaborado para adjudicar culpa a otros. Esta práctica, no desconocida en otros gobiernos, ha sido llevado a una forma de arte por Mauricio Funes.

Si uno analiza sus discursos, no importando la ocasión y el tema, siempre hay una tónica común: asignar la culpa para las desgracias del país a otros. No he conocido un gobernante que haya llevado este arte al extremo de Mauricio Funes, y que lo haya convertido en su principal método de campaña permanente para salir bien en las encuestas. Normalmente los gobernantes, sobre todo en sociedades polarizadas como la nuestra, echan la culpa al sospechoso de siempre: el adversario político. Sin embargo, el esquema de culpa ajena desarrollado por Mauricio Funes es mucho más sofisticado - y sospecho que así se explica su sostenida y elevada popularidad.

Funes echa la culpa no sólo al partido adversario, en este caso a ARENA, sino en casi igual proporción al partido de gobierno, el FMLN. Y el día siguiente, la echa a los empresarios tercos que no quieren invertir, y para cerrar la semana, les pone el dedo acusador a los medios de comunicación o a los periodistas.

El hombre a quien al fin la gente evalúa en las encuestas, es una especie de superman con rasgos de Robin Hood, que llegó a Casa Presidencial para ‘cambiar todo’ – y no lo dejan ni ARENA, ni el FMLN, ni los empresarios ni los medios. Un superman que se enfrenta valientemente a los todos los poderes. Con el resultado que consigue el apoyo, la simpatía (y por lo menos el beneficio de la duda) de sectores muy diferentes: a los izquierdistas los tiene contento con sus permanentes ataques a la derecha y sus denuncias contra la corrupción de los gobiernos de ARENA. A los que desconfían del FMLN (que son la mayoría en el país) Funes se presenta como la última línea de defensa contra socialismo; a los resentidos sociales, el presidente Robin Hood se ofrece como el redentor que se enfrenta a los abusos de la gran empresa. A los que están frustrados con los partidos, se presenta como el independiente que tiene los huevos para retar a los dos partidas grandes...

Pero detrás de este espectáculo de superman contra todos los poderes hay un pacto del presidente con uno de los poderes: el FMLN. Sigue peleando con ellos (y en muchos casos las diferencias son reales), pero entre el presidente y el partido de gobierno existen mecanismos de ponerse de acuerdo, de administración de daños. Detrás del telón hay todo un andamiaje que el ciudadano espectador nunca ve y donde se toman las decisiones importantes entre partido y presidente.

En cambio, los pocos mecanismos creados de diálogo con la empresa privada y con la oposición, son visibles para el público. Son parte de la escenografía, hechos para crear ilusiones, no para funcionar de verdad. Por esto el Consejo Económico Social está siempre a la vista, pero no produce nada, mientras que la mesa permanente entre Funes y el FMLN funciona en silencio detrás de las bambalinas, pero dirige el país. Sin transparencia, sin institucionalidad, sin rendición de cuentas.

Un gobierno que no discute, y detrás del cual existe una entidad invisible que toma decisiones, requiere con aún más urgencia de la crítica sostenida por parte de los ciudadanos, la sociedad civil, la academia y los medios. En este sentido, la lucha por la Ley de Transparencia (que el gobierno sigue bloqueando) adquiere importancia extraordinaria.

(El Diario de Hoy)

jueves, 13 de enero de 2011

Discurso de Obama en Tucson

Obama’s Speech in Tucson

President Obama offered the nation’s condolences on Wednesday to the victims of the Tucson shooting rampage, urging Americans to usher in a new era of civility in memory of the fallen.

Carta al subdirector general de la PNC

Estimado comisionado Mauricio Ramírez Landaverde:

Parece que usted se escapó de un pelito de un golpe de estado. Ya sabe, un golpe suavecito donde te quitan el poder y te mandan al exterior. Casi terminaste con la misma suerte del comisionado Mauricio Meneses, quien cayó en desgracia y a quien mandaron a la embajada en Washington, a un puesto inventado, antes de abrir le un juicio...

Los cambios en la cúpula de policía parece que ya estaban cocinados, y si al fin no los realizan es porque algún listo los filtró a tiempo a los medios. Y en todo el desmadre que se armó se retractaron y dijeron: no habrá cambios. Por ahora.

Hay quienes interpretan que ahora, luego de los enfrentamientos con los mandos ligados a los anteriores gobiernos de derecha y provenientes de la Fuerza Armada, viene ya el pleito interno entre los mandos vinculados a la izquierda. Entre los más institucionalistas y los más partidistas. Entre FPL y PC...

No sé si es cierto. No tengo como saberlo. Pero tampoco me extrañaría mucho. Pero si algo de esto estría pasado, en medio de la crisis de seguridad pública, realmente estaríamos fritos.

Espero que los mandos policiales, sean de derecha o de izquierda, cercanos al presidente o cercanos al partido o a la oposición, pongan encima de sus afiliaciones políticas el interés de la población que quiere seguridad.

Yo sé que la mayoría de los integrantes de la PNC, incluyendo los jefes, piensan así. Pero mucho depende de la madurez y de la actitud institucional de ustedes que están conduciendo la corporación policial.

Ojala que cuando se hagan los cambios en la PNC, se hagan con el criterio de la eficiencia y no con criterios políticos.

Saludos, Paolo Lüers

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Columna transversal: Dos fechas claves, 10 y 16 de enero

10 de enero 1981. El día que llegué a El Salvador. Hace treinta años. Llegué en un vuelo de Managua, en la mañana. Acompañado de Hernán Vera, cineasta venezolano que luego entró en el mundo de las leyendas de las guerrillas de Morazán como “Maravilla”. Hernán con su equipo de video, cámara y grabadora Umatic. Yo con mi querida Canon A1. Listos para documentar y proyectar la insurreción que este mismo día, a las 5 de la tarde, iba a generalizarse en el país con la “ofensiva final” guerrillera. Nosotros formábamos parte de esta ofensiva, de su parte mediática. Entusiasmados de la idea que esta iba a ser la primera revolución que tendría como parte estratégica, a la par de la militar y la política, un frente mediático. Que no íbamos a ser solo observadores y documentalistas, sino protagonistas.

Nunca durante los acontecimientos dramáticos este enero del 1981 (que merecen ser contados con más espacio) se me cruzó por la cabeza que 30 años después iba continuar viviendo en este país, tener aquí mis raíces, mi familia, mi negocio, mi vida política y periodística.

Retrospectivamente estoy convencido que este día 10 de enero del año 1981 empezó una historia que, cambiando el país El Salvador, también me cambió a mi profundamente y dejó como final casi lógico que yo me quedara. Años después de terminar la guerra, de visita en Alemania, me di cuenta que también este mi país originario había sufrido un cambio profundo, traumático y radical: la revolución pacífica en el este, la caída del muro y del comunismo, la reunificación de los dos estados... Pero como yo no había estado presente, no había vivido este proceso histórico, no me sentí parte del resultado. Ya no era mi país.

En cambio, en los históricos acontecimientos que en estos mismos años habían transformado a El Salvador -la guerra, la paz, la reconciliación, la construcción de la democracia- yo no solamente había estado presente, sino me había convertido en protagonista. Me identificaba profundamente con el resultado: un país por hacer; una democracia por construir; una nación superando su historia de represión y autoritarismo, dispuesta a unificarse y progresar... De repente, este era mi país.

Esto me lleva a la otra fecha histórica de este mes: el 16 de enero de 1992, el día que sellamos la paz. En la derecha y en la izquierda hay quienes asumen el 16 de enero del 1992 como el día que terminamos la fase militar del conflicto para continuar, cada uno por su lado, a imponer su modelo de país. Y hay quienes entendemos el 16 de enero del 1992 como el día que los adversarios nos comprometimos a conjuntamente construir un país nuevo.

Dentro de la izquierda, nunca supimos llevar con sinceridad y profundidad este debate entre estas dos concepciones de la paz. Tampoco en la derecha. Muchas de las deficiencias de nuestra democracia se explican por este vacío. La tan lamentada ausencia de una visión conjunta del país se explica por este vacío. El hecho que en últimos años hemos perdido la capacidad de celebrar juntos el 16 de enero es expresión de este vacío.

El hecho que este gobierno ‘del cambio’, igual que los anteriores, no hizo nada para convertir el 16 de enero en el día de orgullo nacional que debería ser, es muy significativo. Muchos de los integrantes de este gobierno siguen convencidos que en el fondo el proceso de cambio y democratización del país comenzó el 1 de junio del 2009, cuando ellos llegaron al poder; no en 1992. Por esto, son tan vacíos e irreales los términos de ‘unidad’ e ‘inclusión’ que el gobierno usa en su mercadeo político. La hora de unidad e inclusión era a la hora cero del 1 de febrero, cuando en El Salvador entró en vigor el cese al fuego definitivo; cuando en las plazas de San Salvador se abrazaron antiguos adversarios.

Para mi siguen teniendo un gran significado estas fechas del año 1992. Creo que para muchos, tal vez la mayoría de los salvadoreños de la generación de la guerra. Poco lo expresamos, porque el Estado no ha creado ni institucionalizado los espacios para que, como nación, reafirmemos los compromisos adquiridos en 1992.

Aquel día del cese al fuego, en esta gran fiesta en el centro de la ciudad, me pareció imposible vivir en otro país que este.

(El Diario de Hoy)

martes, 11 de enero de 2011

Carta a los diputados de FMLN y ARENA

Ya dieron un primer paso correcto: se unieron para aprobar la Ley de Acceso a la Información Pública (que debería haber sido una Ley de Transparencia). Contra la resistencia del gobierno y de los partidos pequeños, que ya pensaban que sin ellos no hay mayoría posible... Y que por tanto todo había que negociar con ellos. Y que siempre pueden cobrar...

Ahora les toca dar el segundo paso: sumar nuevamente sus votos para superar las observaciones del presidente de la República. Hay solo una manera de mostrar que su compromiso con la transparencia es serio: rechazar la exigencia del presidente que esta ley entre en vigencia hasta en un año. Esto sí sería una señal clara hacia la ciudadanía que la corrupción se acabará...

La misión de crear transparencia en el Estado no puede comenzar con unas negociaciones nada transparentes. Por eso, nada de chanchullos; nada de dar al ejecutivo un año tiempo para arreglar (o esconder) las cosas, antes de someterse a un régimen de transparencia.

La ciudadanía espera que ustedes, con la gran mayoría y el apoyo popular que juntos tienen cuando sumen sus votos, rechacen las observaciones del presidente. Que la ley entre en vigencia ya. Sin más demoras. Sin más pretextos. Sin más excusas.

Algunos de los que durante un año han sacado perfil político como ‘promotores’ de la Ley de Transparencia, ya aflojaron, una vez que el presidente mandó sus observaciones. Otros siguen empujando que a esta ley ni se ponga agua ni retrasos. A estos hay que apoyarlos, sin amarres, sin miedos, sin concesiones.

A ningún gobierno le encanta la transparencia, porque es un instrumento ciudadano de control del gobierno. Por esto ningún presidente de ARENA promovió esta ley, y por esto mismo le pone trabas el presidente de turno.

Es una medición de fuerza, no entre derecha e izquierda, sino entre ejecutivo y parlamento. Un asunto de peso y contrapeso. Por esto me encanta que ARENA y FMLN juntos hayan aprobado esta ley. Ojala que nadie se eche para atrás.

Saludos les manda Paolo Lüers

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domingo, 9 de enero de 2011

El alma internacionalista

El pasado diciembre se congregó en Varsovia el Partido Socialista Europeo. Sus conclusiones cuestionan tópicos sobre la socialdemocracia ante una crisis que no es meramente económica: afecta al vínculo democrático entre la ciudadanía y el voto que pone y quita Gobiernos.

Parte de la izquierda parece abonada al pesimismo economicista a lo que pasa, sumiéndose en la ola de antipolítica que amenaza con derruir mucho de lo que la democracia consiguió con el sufragio universal. Lo cierto es que ni la explicación ni la superación de este estadio depresivo podemos esperarla ya de los economistas: el tsunami comenzó siendo financiero; hundió la economía real; se ensañó con Europa, donde produjo un terrible impacto social que ha destruido empleo y minado la confianza en nuestro porvenir... para acabar corroyendo ¡y cómo! el crédito de la política. Este es, en sí, el triunfo de una reacción ultraconservadora, un híbrido de demagogia y miedo, que ahuyenta a cada vez más gente de todo interés por las urnas. De ahí, un crudo debate sobre la resiliencia de la socialdemocracia e incluso, yendo más lejos, un stress test sobre el pulso de la democracia en Europa ante este embate.

Reparemos en las lecciones políticas de una crisis relatada como la del harmagedón y (a pesar de ello) apoteosis de la usura especulativa mundial. La primera: la vulnerabilidad de la política en sí, y la de su reivindicación frente a las recurrencias del desprecio a lo que decidimos en las urnas. Segunda: la pertinaz divergencia entre lo que hoy signifiquen derecha e izquierda en la UE, distinguiendo las respuestas regresivas frente las progresistas, por sus contenidos, objetivos y prioridades ante los daños y perjuicios: de un lado, el atajo fácil de la celebración de la desigualdad frente a los infortunios, y la explotación de la rabia y la frustración en un retorno a lo local y al odio a algún chivo expiatorio. De otro, la penosa labor de preservar la lucidez frente a la tribulación, la invitación a lo difícil, la lucha contra las injusticias planetarias. Y tercera: la que apunta al escalón europeo como espacio compartido y supranacional, alternativa al reflujo hipernacionalista de la derecha populista. Es aquí donde esta muestra su cara más antieuropea; por ello es imperioso que la izquierda rehabilite de una vez su vocación identitaria en valores no excluyentes sino de ciudadanía: europea, europeísta e internacionalista.

Ninguna variable subraya como esta la diferencia ideológica, en principios y actitudes, entre lo que sean hoy derecha e izquierda en la UE, y que muestre al mismo tiempo tanta vigencia para describir su presente y su disyuntiva inmediata. En la página a escribir tenemos, por un primer lado, una pulsión conservadora, renacionalizadora, incapaz de comprender que nuestras penalidades solo pueden empeorar con la deconstrucción de lo hecho y nuestra desagregación en una carrera de Estados lanzados a competir a la baja, desde recelos recíprocos y resentimientos cruzados (los "torpes", los "rezagados", los que "no han hecho sus deberes", culpables de sus fracasos, los "despilfarradores" de fondos de cohesión, frente a supuestos "virtuosos" del superávit exterior). De otro, quienes pensamos que solo prevaleceremos si mancomunamos esfuerzos, aprendemos de nuestros errores, emparejando la moneda común con la coordinación de nuestras políticas económicas, fiscales y presupuestarias; y, sobre todo, apostando por una solidaridad visionaria en la globalización que aporte regulación, transparencia e incluso ética ante sus desequilibrios y enormidades.

No entenderemos lo que esto le supone a las señas de la izquierda si no asumimos por entero el alma internacionalista de nuestra escala europea como la única proporcionada a la eslora de esta crisis. Nada de lo que nos pasa es explicable sin Europa; ninguno de sus alcances es gestionable desde fuera ni al margen de este compromiso. No existe horizonte de recuperación en la UE, castigada en la salida de una recesión que hace tiempo que dejó de ser global, si no asimilamos que estamos juntos en esto y es juntos como debemos salir, remando con mejor propósito y fortaleza que antes. Así es en el Parlamento Europeo donde, contra viento y marea, los socialistas hemos propugnado el debate por la gobernanza global contra la desregulación y la irresponsabilidad; por el relanzamiento del pacto fiscal europeo (tasas bancarias, contra la especulación, y ecológicas, además de la batalla europea contra el fraude y una la estrategia común contra los paraísos) y por la ética corporativa (bonos bancarios e incentivos).

Si a día de hoy son millones los progresistas europeos que desesperan en el bache y en sus episodios, ello es porque se ha asumido que la UE se halla inmersa en una hoja de ruta de orientación conservadora. Para los más impacientes, la austeridad a todo coste, más centrada en gastar menos que en gastar mejor, favorece recortes de prestaciones postergando las obligaciones (eurobonos) con que disuadir los ataques de prestamistas predatorios y financiar inversiones para el ansiado crecimiento. Para desencanto de muchos, bajo un discurso darwinista, la aparente lentitud de cada decisión ignora decenios de enseñanzas, empeños y sacrificios desde la II Guerra Mundial. Y para exasperación de nostálgicos del internacionalismo, la desprotección nacional desmiente, cuando no niega, nuestro distintivo modo de ser europeo -el que nos ha hecho mejores cuando nos ha hecho partícipes de esta genuina experiencia de integración en Derecho- e incluso su razón de ser, reconocida en el mundo por la primacía de un modelo social y un pacto fiscal de rentas y generaciones capaz de traspasar fronteras.

Para la izquierda es pues urgente intervenir políticamente ese derrotero en la UE, convenciendo a muchos ciudadanos expuestos a un desenganche irreversible de que el reequilibrio en las cuentas no es en sí mismo nuestro fin, ni aún menos, el fin de la Historia, sino una palanca desde la que edificar reformas modernizadoras que habrán de preservar el modo de vida europeo, no derogarlo ni arrasarlo. Y eso solo podrá hacerse con una ambición paneuropea para esa socialdemocracia sin la que los cambios pasados no habrían sido posibles y sin la que los futuros no serán imaginables. Pero su reactivación pasa por la acción política, no por su desistimiento; por la movilización electoral europea de cuantos se identifican con valores hoy sometidos a asedio, y por su restauración frente a la antipolítica apología de los mercados y la erosión de los Gobiernos legitimados en las urnas como herramienta de transformación de un mundo que asusta más que entusiasma.

He subrayado a sabiendas el desafío electoral. Es cierto que, frente al nuevo espectro que recorre Europa -el fantasma del populismo-, hemos asistido a una fronda difusa de manifestantes: Islandia, Grecia, Irlanda, Francia, Italia, Reino Unido... España. Pero también que esas revueltas inscritas en el invierno de nuestro descontento no han acertado todavía a perfilar su inspiración positiva y propositiva, moviéndose más bien en clave resistencial y reactiva: por ello no se ha acompañado de una reanimación del voto de ciudadanía y del espacio político -no solo a través del sufragio, pero también, sí, con este-. Esta sobrevendrá solo con la promesa de un cuerpo claro de propuestas reformistas para preservar lo irrenunciable cambiando lo impostergable. Y habrá de ser europea o simplemente no será. Ninguna solución es local. Ni tampoco nacional. A tiempo que dejó de serlo. Sí se nos exige, empero, saber que en cada elección nos jugamos un asalto de una batalla épica contra la arbitrariedad impersonal de arcanos contables sin rostro humano ni responsabilidad. Solo si recobramos el alma internacionalista del progresismo europeo tendremos oportunidades de construir un futuro que no sea el que muchos temen, sino un espejo razonado de los motivos y trabajos de nuestras esperanzas, tantas veces sometidas a pruebas aún más duras que esta.

(El Pais/Madrid; el autor es presidente de la delegación socialista española en el Parlamento Europeo.)

La ideología y las balas

Dice Aristóbulo Istúriz que la nueva Asamblea Nacional no está para hablar pendejadas. Que no se van a distraer con "goteras". Que quieren una discusión conceptual, ideológica. Que quieren debatir sobre el Hombre Nuevo.

Yo no dudo que sea tentador. Probablemente se trata, incluso, de una de las más recurrentes utopías íntimas de cualquier venezolano: cobrar un sueldo por hablar pajita y tomar café. Que te paguen por conversar sobre modelos políticos, sobre la situación actual, sobre cómo está la vaina y qué hay qué hacer con este país. No está nada mal. Casi es un ideal revolucionario.

Sin embargo, no fue ése el trato que hicimos cuando los contratamos, cuando votamos por ellos el 26 de septiembre del año pasado. La verdad, no están ahí para discutir sobre el Estado burgués o el Estado comunal. No, mientras las cifras de la pobreza ascienden, tal y como lo señalan las propias estadísticas oficiales.

Tampoco, en su estreno, en esta primera semana, el oficialismo nos deslumbró con un extraordinario ejemplo de lo que propone Istúriz. En su primera intervención, el pasado miércoles, Earle Herrera descalificó los planteamientos del diputado Alfonso Marquina acusándolo de los crímenes que, en el pasado, tanto su partido como todos los gobiernos anteriores, cometieron. Su argumentación alcanzó el clímax conceptual cuando toda la bancada del partido de gobierno se puso de pie y comenzó a gritar: "¡Asesinos! ¡Asesinos!", con una enjundia y una hondura hermenéutica que olvídate de Jürgen Habermas y de la Escuela de Franckfurt.

Para ponerse a ese nivel, bastaría recordar a los jóvenes soldados que llevaron, bajo engaño, a la madrugada del 4 de febrero de 1992. Nunca les dijeron que iban a dar un golpe de Estado. Los lanzaron a una guerra sin ningún aviso, con la conciencia vendada. ¿Cuántos de ellos murieron? ¿Les parece ese caso heroico? ¿Creen que el Che Guevara hubiera hecho lo mismo, que estaría orgulloso, que diría que así se comporta el Hombre Nuevo? ¿Quieren discutirlo? Ahora que ya no son mayoría absoluta, los diputados del Gobierno desean restarle importancia a la Asamblea, cuestionan el significado de la representación parlamentaria.

Eso también forma parte de lo que Istúriz llama el "debate ideológico". La democracia sólo parece ser útil a la hora de conseguir una apariencia de legitimidad. Cuando pretende ser una experiencia política auténtica, diversa, que exige el reconocimiento del otro y la negociación, intentan de inmediato someterla, despojarla de todo poder. No deja de ser llamativo que hablen del "pueblo legislador" después de otorgarle al Presidente una Ley Habilitante para que, por año y medio, legisle de manera personal sobre una amplia cantidad de temas. Ahí se acaba el debate ideológico. El único argumento político que tienen es ese orden vertical: Chávez es la autoridad, el pueblo y la ley. Tres en uno.

Quizás quien ha desarrollado con mayor honestidad este planteamiento es el joven diputado Robert Serra. "Si hacer lo que diga el comandante ­declaró después de la elección del 26 de septiembre­, cuando él lo diga y porque él lo diga, por mandato del pueblo, es ser una foca, entonces seré una foca los próximos años de mi vida". Poco importaría esta confesión mamífera si no fuera porque este mismo diputado, esta semana, ha acusado a los parlamentarios de la oposición de "no tener criterio propio". El oficialismo goza de una incoherencia infinita. La paradoja es su naturaleza. Tienen doble moral, doble discurso, doble ideología.

Por eso pueden llenarse la retórica hablando de transparencia y de sinceridad, mientras prohíben que otras cámaras, distintas de la suya, registren lo que ocurre dentro de la Asamblea. Allá adentro sólo hay una mirada, sólo hay un ángulo, una única versión.

Por eso, también, aunque se dicen de izquierda, devalúan y han estado a punto de aumentar el IVA y de aplicar un paquete económico que dejaría pálida a la derecha. Por eso pretendían imponer un control universitario donde, siguiendo la misma disciplina militar, la definición ideológica dependiera no del ejercicio democrático sino de la autoridad jerárquica.

El problema no es lo burgués o lo comunal: en el centro del debate está el Estado militar.

La sociedad disciplinada. Lo bolivarianamente correcto también puede ser muy reaccionario.

Dice Aristóbulo Istúriz que la nueva Asamblea Nacional no está para hablar pendejadas. Tiene razón. El pueblo tampoco espera que ellos lo hagan. No queremos que pierdan más tiempo con la ideología y con el Hombre Nuevo mientras, aquí, todos vivimos entre la inflación y las balas.

(El Nacional/Venezuela)