La decisión de la dirigencia del Frente de buscar una salida negociada a la guerra encuentra muchos obstáculos. Cuando regreso a San Salvador en 1990 para comenzar a armar la empresa publicitaria, decido meterme en la gran discusión entre los compas sobre el tema de la negociación. Comenzando en la Universidad de El Salvador. Una mayoría de los militantes entre los estudiantes no entienden y por tanto rechazan el hecho de que el Frente esté negociando con el gobierno de Cristiani. Con algunos de nuestros compas en la U, liderados por Sebastián, nos metemos a explicar la lógica de una paz sin perdedores ni vencedores. Sebastián, con el cual he trabajado en la producción de Doble Cara, es mi contacto en la U y con la guerrilla urbana del ERP.
Luego planteamos hacer una gira por varios campamentos. La dirección no está muy convencida de esta idea, y no logramos articular un esfuerzo sistemático para llevar esta discusión a los campamentos. De todos modos, voy para Morazán y promuevo esta discusión como puedo. Jonás, al principio muy escéptico, se incorpora en las negociaciones. Raúl Mijango, muy partidario de seguir empujando la guerra para buscar una victoria, tampoco puede contestar la pregunta: ¿Cómo piensas que podemos ganar la guerra? Él y otros comienzan a dar a la negociación el beneficio de la duda. Con reservas, pero sin actitud de obstrucción. El argumento que cualquier solución negociada pasa por desmantelar el militarismo y la represión, comienza a ganar terreno.
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Jonás (Jorge Meléndez) y Raúl Mijango |
En el fondo todo el mundo está cansado de la guerra, mucho más luego del esfuerzo de la ofensiva de noviembre 1989, que ha costado mucho sacrificio a las bases del FMLN. Algunos ven la ofensiva como fracasada, simplemente porque no se definió la guerra. Ofrecerles la alternativa de analizar la ofensiva como la muestra de que el ejército no puede ganar la guerra y que por esto se vuelve posible una salida negociada, por lo menos pone a pensar a muchos.
En todo esto, la negociación avanza, lenta pero sin interrupción. Comienza a producir resultados y apoyo internacional. Este apoyo a la negociación se convierte en presión sobre la Fuerza Armada a dejar de boicotear el proceso. Una vez que no sólo Alfredo Cristiani, sino también el líder de ARENA, Roberto D’Aubuisson y el gobierno de Estados Unidos apoyan el proceso de paz, los militares comienzan a perder poder de veto.
La empresa que estamos armando ya tiene nombre: PublicArt. Hemos reunido los fondos necesarios para instalarla, hemos comprado los equipos técnicos necesarios, hemos reclutado al personal profesional. Daniela ya está en San Salvador, luego de más de10 años en el exilio. Salió del país para terminar el bachillerato en Costa Rica, cuando el trabajo clandestino de su madre ya no permitía tener las hijas con ella.
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Daniela Heredia, fundadora de PublicArt
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Yo también estoy de regreso en San Salvador, pero no podemos actuar juntos. Ella es la cara ‘limpia’ de un emprendimiento creativo, porque salió hace años del país y nadie la vincula con la guerrilla. Comienza a hacer contactos en el mundo de la publicidad y los medios. Se junta el camarógrafo y reportero mexicano Roberto Pineda. En México están preparados para mudarse a San Salvador e incorporarse a la empresa la editora Katia Lara, un experto gringo en animación digital, y un productor mexicano.
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Katia Lara, la editora. Roberto Pineda, el camarógrafo |
A Daniela le ayuda bastante su apellido: Heredia. Su papá, Leonardo Heredia, es un hombre muy reconocido en el mundo de radio, televisión y publicidad. También su madre Mercedes Suárez. A los publicistas les parece normal que su hija quiera entrar en este mundo, y algunos la apoyan generosamente. Sebastián Alejo es parte del equipo, pero igual que yo no puede mostrar su cara.
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Leonardo Heredia; Mercedes Suárez |
Es el tiempo extraño, fascinante, pero también peligroso, de la transición de la guerra a la paz; de la clandestinidad a la vida pública; de guerrilleros a empresarios; de propagandistas a publicistas. Todavía hay que moverse con mucho cuidado. Para una reunión para ultimar detalles mejor nos encontramos en Guatemala. Daniela y Sebastián vienen de San Salvador, pero separados. Yo desde México, en bus. Cuando el bus tiene que cambiar una llanta en medio de la nada, todos nos bajamos y esperamos a la orilla de la carretera. De repente, sobrevuela un helicóptero. Instintivamente me tiro al suelo debajo de unos arbustos. Todos me ven con extrañeza.
Cuando ya la oficina de PublicArt está trabajando y todos los integrantes del proyecto se han incorporado, se convoca una reunión con algunos compas de la dirección del ERP. Tiene lugar en la playa de Amatecampo, en una casa que alguien nos presta. En un receso vamos a bañarnos en el mar, que en este lugar es muy traicionero. Pero esto no me consta —hasta que de repente me encuentro arrastrado por la corriente. Me doy cuenta que es imposible nadar contra la corriente, así que decido dejarme arrastrar y luego intentaré nadar de regreso en otro ángulo. Lo logro, pero a duras penas. Cuando llego a la orilla, me espera un señor con un lazo y me ayuda salir. En la playa me desmayo. Cuando abro los ojos, veo encima de la mía la cara de Roxana Lemus. Cierro los ojos. “¿Por qué diablos estoy soñando con la novia de Joaquín Villalobos?” La relación entre Joaquín y Roxana es un secreto, no del Estado, pero sí del ERP. Nadie de nosotros, incluso los que la conocemos como periodista, podemos relacionarnos con ella. Y ahí está ella, cuando vuelvo a abrir los ojos.
“¿Qué estás haciendo aquí, Roxana?”
“¿Qué estás haciendo vos aquí, ahogándote enfrente de la casa de mi papá?”
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Roxana Lemus |
Su papá es el hombre que me alcanzó cuando apenas logré tocar fondo. Tienen su casa en esta playa. Una vez que ven que estoy vivo, se retiran Lemus y su hija. Y Daniela me cuenta que ya me estaban dando por muerto, que parecía un cadáver flotando. Los compas ya se habían ido, incluso antes de que volviera a la tierra. No podían correr el riesgo de estar en la escena del ahogamiento de un turista alemán. Sólo Alejo ha quedado.
Así es el clima de incertidumbre en estos meses de transición. Uno no camina en las calles de San Salvador sin chequear si alguien le sigue. Uno se encuentra con compañeros y no los saluda. Me consigo una pistola, pero nunca sé si es mejor llevarla o no llevarla. Recuerdo el consejo que me dio un compa, a quien pregunté en 1981 si era conveniente andar armado. Me dijo: “Quien va armado sin la firme determinación de usar el arma y matar cuando sea necesario, se muere.” Me deshago de la pistola.
El 31 de diciembre de 1991, a medianoche, se cierran las negociaciones del cese al fuego en la oficina del secretario general de Naciones Unidas en New York. Tenemos ganas de salir a la calle a celebrar. Pero no hay nadie celebrando. De lejos escuchamos música y gritos. “Ahí está la fiesta, ¡vámonos!” Pero resulta que son unos aficionados del equipo nacional de fútbol uruguayo, quienes celebran un partido ganado en frente del restaurante de un futbolista uruguayo. Nos tomamos unas cervezas con ellos y regresamos a la casa. Los salvadoreños todavía no creen en la paz.
Ha llegado a San Salvador Santiago, “la voz de la Venceremos.” Lo mandan con la tarea de preparar las condiciones para que Radio Venceremos emita en vivo desde Catedral el día 16 de enero de 1992, cuando en México se firmará la paz en el Castillo de Chapultepec. Como todavía no hay cese al fuego, mucho menos paz, a Santiago hay que esconderlo y moverlo sólo lo necesario y con mucho cuidado. No queremos correr el riesgo de que se convierta en el último trofeo del ejército en esta guerra.
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Santiago (Carlos Consalvi)
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Lo alojamos en nuestra casa en el Reparto 2 de Abril. A los días, se aburre de estar encerrado. Además necesita ropa nueva. No quiere ir a la fiesta de la paz con la ropa lamentable con la cual llegó. Tiene razón. Daniela y yo lo llevamos a Simán, a comprar ropa. Le digo: “Habla lo menos posible y nunca fuerte. Si a vos te reconocen será por tu voz.” No nos imaginamos que a Santiago, aunque era una voz de radio, también le conocen su cara, por fotos o videos. Lo reconocen casi de inmediato. Veo a varias vendedoras reuniéndose, susurrando y viéndonos. Mientras Santiago anda con Daniela por las cabinas donde uno se prueba la ropa, una muchacha se me acerca: “¿Verdad que el señor que anda con usted es Santiago, el de la Venceremos?” No le digo nada, sólo pongo el dedo sobre mis labios. “Pssst...” Ella entiende, se va de regreso a la ronda de sus colegas y ellos me dan, de lejos, un thumps up. Cuando Santiago pasa cerca de ellas, recibe las sonrisas más iluminadas del mundo.
“¿Qué pasó, por qué me sonrieron todas?”
“Porque quizás sos guapo, cabrón...”
16 de enero. Santiago ya ha salido de la casa tres días antes. Está con la gente que va a armar el equipo de transmisión en una de las dos torres de catedral. También han llegado compas de seguridad. Salimos hacia la Plaza Barrios. No me imaginaba que iba a estar tan llena. Un mar de gente —y de banderas. Mucha gente lleva banderas del Frente, o pañuelos rojos, algunos llevan gorras o camisetas con las letras “fmln”, así en minúsculas, como la nueva bandera que en PublicArt hemos diseñado para el Frente de la postguerra. Yo hubiera preferido que cambiara de nombre, pero nadie está listo para esa discusión. Así que cambiamos por lo menos la forma de las letras. Rompimos con las letras mayúsculas, les dimos una forma menos cuadrada, más irregular, más moderna. “Algo es algo,” dice Alejo.
Me encuentro con vecinos de la colonia con banderas del Frente. Nunca intercambiamos palabras, pero ahora nos abrazamos. De repente aparece Leo, el papá de Daniela. Viene a celebrar la paz. En la tribuna, Fiebre Amarilla toca la versión rock del himno a la alegría de Beethoven, luego Alux Nahual toca Cese al fuego, una balada de rock dedicada a la paz.
Y de repente de las bocinas sale la voz de Santiago: “¡Transmite Radio Venceremos, hoy desde la Plaza Barrios en San Salvador, de la torre de Catedral, saludando la paz! Llegamos para quedarnos.” Aplausos que nunca terminan.
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Santiago transmitiendo desde el campanario de Catedra; 16 enero 1992 |
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La Plaza Gerardo Barrios enfrente del Palacio Nacional, vista desde el campanario de Catedral
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La foto de Paco Campos, que se convirtió en el símbolo de la paz y conquistó las portadas del mundo |