El jueves pasado fue un mal día para el presidente electo. Le cayeron dos desgracias, y ambas por su soberbia.
Aunque no quiso, tuvo que presentarse ante un juez como cualquier ciudadano que es demandado por calumnia. Trató hacer valer el fuero presidencial, pero en vano porque aun no es presidente. Llegó con actitud desafiante, diciendo que como presidente electo no tenía tiempo que perder con este juicio; que venía sin abogados, solo para que el juez le pusiera la máxima pena; que la pagaría con gusto, pero que jamás pediría disculpas al ofendido…
Esta actitud se llama soberbia. Y muchas veces, la soberbia procede a la desgracia. Cabal, dos horas después, Bukele tuvo que hablar a su abogada, quien tuvo que venir corriendo para formalizar ante el juez el acuerdo de “conciliación”. Y el presidente electo se tuvo que tragar su orgullo y públicamente pedir disculpas al ofendido que lo había demandado por calumnia. Y no solo esto, le tuvo que entregar 5 fajos de efectivo, de 10 mil dólares cada uno. Y hasta esto lo hizo con soberbia. Entró a la audiencia con cara de bravo, pisto en mano, como para decir “¡y qué!”, tiró los fajos en frente de su abogada (quien inmediatamente se los devolvió) y luego dijo en Twitter: “No hay tiempo que perder. Y si cuesta bajar el ego y un poco de dinero, pues que cueste.”
Dos errores, señor presidente electo:
‘Bajar su ego’ sería otra cosa y 50 mil NO es poco dinero, excepto para
alguien como usted…
El tuit del ‘poco dinero’ salió a las 10.59 am. Horas después, a las 19.30 del mismo día jueves, como para subir otra vez su ego luego del bajón sufrido en la corte, el presidente electo, otra vez triunfante, tuiteó: “Escuelas en camino…”, y reprodujo dos notas, una oficial y formal del ministro de Hacienda, transmitiendo al banco BCIE la consulta de un grupo de diputadas sobre si se podía reorientar a otros usos (escuelas y bibliotecas) 16 de los 32 millones aprobados para el nuevo edificio legislativo. Y la segunda nota parecía ser la respuesta, aunque de una forma muy inusual, una nota escrita a mano en una tarjetita, firmada por el presidente del BCIE, diciendo: “Le comparto la noticia de la reorientación…”.
Parecía rara la nota, no solo por la forma tan informal. Primero, porque hasta la fecha no existe una solicitud al BCIE de reorientar los fondos. Tendría que ser una solicitud hecha por el gobierno salvadoreño. Tampoco existe un solicitud de la Asamblea Legislativa al gobierno solicitando que pida al BCIE la reorientación de 16 millones. Lo único que existe hasta la fecha es una propuesta del presidente electo de reorientar la mitad de los fondos aprobados para el edificio legislativo a la construcción de 50 escuelas y 14 bibliotecas, sin ninguna fundamentación técnica. Esta iniciativa fue recogida por un grupo de diputados, la Junta Directiva de la Asamblea mandó el escrito al ministro de Hacienda, no como solicitud del gobierno de reorientar fondos, sino como solicitud de sondear con el BCIE si sería posibles este tipo de reorientaciones.
Entonces, el presidente electo, queriendo acortar el camino, habló con el presidente del BCIE y luego recibió de él una tarjetita informal que parece un aval.
El presidente electo, reconfirmado en su ego dañado por la disculpa, vuelve a proyectarse como alguien encima de los tediosos procedimientos legislativos, institucionales y bancarios, tuitea triunfante: “Escuelas en camino…”.
Su recién formado “petit comité de aplausos” en la Asamblea inmediatamente se activó: “¡Sí se pudo!”.
Pero resulta que “no, no se pudo.” Por lo menos no así, saltándose las competencias de los diputados de a Asamblea y de los gobernadores del BCIE. Pocos minutos después, el BCIE publicó su respuesta formal, no en una tarjetita de presidente a presidente, sino en un comunicado institucional: “La solicitud de renegociar las cláusulas estipuladas en el contrato no puede ser atendida”.
La segunda desgracia para Nayib Bukele. Ambas provocadas por soberbia.
Saludos,
(MAS! y EL DIARIO DE HOY)