sábado, 5 de septiembre de 2009

"Venezuela debe ser una potencia en América Latina"



(youtube)

DEL FORO PARA LA CONCERTACION ECONOMICA Y SOCIAL (FCES) AL CONCEJO ECONÓMICO SOCIAL (CES)

El Acuerdo de Paz, que puso fin a la guerra civil y permitió el desmontaje de la dictadura militar, en El Salvador; incluyó la creación del Foro para la Concertación Económica y Social FCES, con la participación igualitaria de los sectores gubernamentales, laboral y empresarial, con el objeto de lograr un conjunto de amplios acuerdos tendientes al desarrollo económico y social del país, en beneficio de todos sus habitantes.

La idea del Foro, fue una alternativa de los negociadores ante la falta de acuerdos en materia económica y social. Fue poner en manos de los empresarios y trabajadores, como sector productivo de la economía, la continuidad de la negociación. “...La Concertación será un esfuerzo sostenido, por fases, teniendo en cuenta que se trata de lograr acuerdos a ser aplicados de inmediato para lograr la estabilización, otros para atacar los problemas económicos y sociales que se habrán de derivar de la finalización del conflicto y otros propios de la reconstrucción...” reza el Acuerdo de Paz en el Capitulo V.

El foro fue una experiencia de Concertación de corta duración, su instalación, aun con la presión de ONUSAL1 y otros actores de la comunidad internacional, fue retardada y la incorporación de los representantes de la Empresa Privada, dilató nueve meses, las excusas fueron diversas.

Los sindicatos propusieron en septiembre de 1992 la Agenda Laboral Prioritaria2, resaltando los problemas, que requerían solución inmediata para crear un clima de confianza mínimo para desarrollar un proceso de concertación a largo plazo. En octubre del 93, luego de intensas jornadas de trabajo y de gestiones políticas ante diferentes instancias nacionales e internacionales, se logró con el apoyo de expertos de OIT, un acuerdo para la ratificación de 13 Convenios de la OIT3, que sirvieron de base a las Reformas al Código de Trabajo en 1995. Proceso que continúo con la ratificación de 6 Convenios más en los años posteriores y que recién concluyó el 27 de mayo pasado, con la Reforma Constitucional a los Artículos 47 y 48 de la Constitución, que permite la vigencia plena de la Libre Sindicalización y Contratación Colectiva en el sector público.

Convenios con los que se completa el marco normativo que pone al país en condiciones sociales mínimas para el desarrollo social y el respeto a los derechos laborales.

Aunque los resultados del Foro pueden considerarse modestos, debido principalmente a la actitud empresarial y a la complicidad gubernamental, de negarse a reconocer calidad de contraparte y sujeto de negociación a los sindicatos y sus representantes. No se puede ignorar que esa experiencia demostró que en las nuevas condiciones políticas del país, el acuerdo entre trabajadores y empresarios es fundamental como fuerzas motrices de la generación de riqueza.

El FCES, se desmontó en la víspera electoral de 1994, argumentando los empresarios que no debía contaminarse el Foro, con la campaña política, primera en la que participó la izquierda ex-guerrillera. El fondo de esa decisión avalada por el gobierno de Cristiani, fue no dar reconocimiento y beligerancia social al sindicalismo, y evitar cualquier desarrollo de la organización sindical en las empresas.

No obstante, la necesidad de nuestra sociedad de desarrollar procesos de dialogo social4 que permitan el encuentro entre los intereses contrapuestos de los sujetos sociales, este proceso de encuentros no ha sido parte de la cultura laboral ni política del país, la norma ha sido el desconocimiento y exclusión del otro.

Al Foro, lo sustituyó el Consejo Económico y Social, CST, como parte de la reforma al Código de Trabajo y en armonía con lo dispuesto en el Convenio 144 de la OIT relativo a la Consulta Tripartita. El CST tiene por finalidad la institucionalización del diálogo y la promoción de la concertación económica y social entre las autoridades públicas y las organizaciones de empleadores y trabajadores. Las facultades que se

le han atribuido son:

-Formular recomendaciones sobre la elaboración, conducción y revisión de la política social;

-Contribuir a la armonía entre los factores de la producción;

-Crear condiciones para la mejor integración de los aspectos sociales y económicos del desarrollo.

Está claro históricamente, que esa concertación en el Foro, fue forzada por las condiciones de post-guerra; pero que una vez desaparecidas, en el 94, las amenazas de la izquierda en el gobierno, no se consideró necesaria una nueva mesa de concertación, que conllevara reconocimiento de contraparte a los sindicatos y obligara a concesiones económico-sociales de empresarios y gobierno a los trabajadores.

De permitir cualquier conquista a los sindicatos, se prestigiaría a la organización sindical y la convertiría en un atractivo de organización en las empresas, en un país donde la libertad sindical y la negociación colectiva han sido sistemáticamente violadas y negadas. Por ello, los sucesivos gobiernos de ARENA, no retomaron la concertación económica y social.

Con la llegada de Mauricio Funes al gobierno, se abre la oportunidad para el Dialogo Social y la Concertación de Acuerdos entre los sujetos económicos, generadores de la riqueza. El Presidente Funes, recibió saludos y adhesiones por el anuncio de la creación del Consejo Económico y Social, iniciativa que había sido propuesta por la ANEP en 2004 y retomada posteriormente por varios sindicatos que demandaban un CES que recogiera el carácter de lo que fue el Foro.

Para operativizar la creación del CES, el gobierno inició un proceso de intercambios con la ANEP y con las ONG’S que apoyaron su campaña electoral, a quienes confirió la exclusividad de representación en el CES. Ignorando, en este proceso, a las organizaciones sindicales.

Los sindicatos de forma unificada, en las 4 Confederaciones Sindicales, las cuatro Centrales Sindicales y las 25 Federaciones, le reclamaron al gobierno, que el CES sin representación sindical no era expresión de Dialogo Social, y le demandaron una representación sindical adecuada que cumpliera criterios de paridad frente a las otras partes, la respuesta fue: que ya habían acuerdos con la ANEP y con las ONG ́S, y que no se podía dar marcha atrás.

En una actitud madura, los sindicatos asumieron que aún en minoría frente a los delegados de la ANEP y de las ONG ́S, una delegación de la representación sindical en los más connotados cuadros del sindicalismo compensaría las asimetrías numéricas y definió una delegación de 10 delegados propietarios y 10 delegados suplentes, representantes de todos los grupos y corrientes sindicales existentes en el país, los que fueron notificados al gobierno; sin embargo, la propuesta no fue aceptada, aduciendo que el gobierno no sería objeto de chantajes.

Ese histórico error del gobierno, ha llevado a que los sindicatos no participen en el CES y que este sea integrado solo por representantes de la ANEP y de las ONG ́S.

Se equivoca el Presidente Funes, al no reconocer la importancia estratégica del sindicalismo, pues ignora que el país requiere con urgencia, de consensos básicos y de largo plazo entre las fuerzas productivas, que son los trabajadores con su fuerza de trabajo y los empresarios con su iniciativa y gestión empresarial. Acuerdos concertados sobre las políticas públicas de carácter social y económico, que permita elevar la productividad y competitividad nacional y se traduzcan esos crecimientos económicos del país en bienestar económico y social de las familias salvadoreñas.

Ese error, que debe ser enmendado con sabiduría por el Presidente, debe tener en cuenta que los sindicatos son entidades profesionales que buscan la mejoría de las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores y sus familias, que esa calidad hace que los sindicatos aglutinen y representen en sus membresías a diferentes colectivos sociales, haciendo que sus plataformas sean amplias en reivindicaciones laborales, económicas, sociales, culturales, ambientales y políticas.

El Presidente Funes, no debe ver el CES como expresión del Dialogo Social, solo con visión coyuntural o enmarcada en el periodo de los 5 años en que le corresponde la responsabilidad de gobernar, sino que debe convertir el Dialogo Social, en una política de Estado. Si lo convierte en política publica, entonces son los sindicatos los actores claves frente a los empresarios, para discutir no sólo los temas que al Ejecutivo le interesan, sino los temas que permitan abordar la productividad y competitividad que el país requiere para crecer sosteniblemente y llevar el desarrollo a los hogares de todas las familias salvadoreñas, que supere el estructural déficit social acumulado.

No entiende el gobierno, que es imperativo que se discutan algunos temas, que aunque formalmente son reivindicativos o corporativos de los sindicatos, tienen trascendencia transformadora en la antidemocrática matriz de las relaciones de trabajo, pues su discusión puede permitir el crecimiento de la organización sindical y abriría espacios a la negociación colectiva en el país.

Se requiere que los trabajadores reivindiquen reformas estructurales sobre la política de empleo, salario mínimo y protección del ingreso, anulando la diferencia actual entre lo urbano y lo rural; buscar un pacto de incremento de la productividad que mejore los ingresos de los trabajadores y la recaudación fiscal; concertar una reforma al marco legal laboral que permita las condiciones institucionales para el fomento de condiciones para el Trabajo Decente; impulsar una reforma del Sistema de Seguridad Social, que aumente la cobertura, cree el pilar social y rescate el carácter solidario de un sistema previsional; y, busque un acuerdo para una política de desarrollo de las competencias laborales de la fuerza de trabajo.

El desarrollo de los países requiere además de mejores tasas de contribución fiscal, una mayor presencia de los trabajadores organizados que defiendan en igualdad de condiciones sus intereses frente a las patronales.

El gobierno de Mauricio Funes, no puede cometer el error histórico de desconocer a los sindicatos, como lo han hecho la dictadura y los gobiernos de la derecha, esta puede ser la coyuntura en la que el sindicalismo salvadoreño recupere su estatus como sujeto social, como fuerza transformadora y como contraparte del empresariado, vital para transformar las condiciones de injusticia imperantes.

El Presidente Funes, no tiene derecho a equivocarse en un tema tan estratégico para el futuro del país, la democracia salvadoreña requiere fuertes organizaciones sindicales que respondan a los intereses de los trabajadores y que en un dialogo franco y sincero puedan pactar acuerdos que beneficien a las familias salvadoreñas.

Además, cualquier esfuerzo de Dialogo Social, debe asumir la realidad de las personas en el país, donde la Población Económicamente Activa, constituida, según el VI Censo de Población 2007, por un millón, 909 mil 256 salvadoreños de los que el 73.1% se ubica en la zona urbana y el 26.9% en la zona rural.

Siendo las mujeres el 40.1 % del total de la PEA. Además, la población desocupada son 182,102 trabajadores o sea el 9.54% de la PEA. De estos, el 53.2% son hombres; sin obviar el hecho de que la desocupación se concentra en la zona urbana, siendo esta el 69.2%, situación que se ha agravado con las crisis que padecemos.

Las personas ocupadas que presentan mayor escolaridad promedio se encuentran empleadas en las actividades de servicios (9.64 años) y las que presentan menor escolaridad están en las actividades agropecuarias (3.4 años). La población ocupada a nivel nacional se encuentra principalmente en el sector terciario (60.03%), seguida por el sector secundario (23.31%) y el sector primario (16.66%). Lo que demanda una política de fomento de empleo decente, más allá de los empleos temporales que anuncia la propaganda oficial.

Según el VI Censo de Población 2007, del total de la población del país, el 62.7% se concentra en la zona urbana y en la zona rural el 37.3%. Esta realidad genera mayor demanda social al Estado, de más y mejores servicios públicos de infraestructura social, de transporte, de empleo, entre otras.

Según los datos del Informe de Desarrollo Humano 2008 para El Salvador, resalta el peso de la informalidad en el mercado de trabajo, señalando que el 43% de la PEA está en el sector informal, mientras otro 31% ha optado por subemplearse, aunque perciban ingresos superiores al salario mínimo, no cubren el costo de la canasta de mercado, además de que, informalidad abierta y subempleo o trabajo propio, no gozan de la cobertura en las redes de seguridad social.

En materia previsional, sólo el 22.6% de la PEA están cubiertos por los sistemas contributivos de pensiones y de salud sólo 27.3%. Entre los excluidos destacan los trabajadores agropecuarios, del sector informal y las empleadas de servicio doméstico. La Seguridad Social no posee programas que cubran el desempleo, ni incluye programas por perdida de los medios de subsistencia, ni políticas que faciliten el acceso a vivienda digna a personas con ingresos menores al salario mínimo.

Es debido a lo anterior, Presidente Funes, que el país necesita de la relación en cooperación de trabajadores y empleadores, que se traduzca en acuerdos marco nacionales que puedan ser multiplicados en Contratos Colectivos de Trabajo en las empresas. Por ello, es importante reconozca a los sindicatos como actores estratégicos del Dialogo Social, espacio en el que deben estar adecuadamente representados.

San Salvador, 3 de septiembre de 2009

(El autor es dirigentre sindical)

Carta a los asesinos del fotógrafo Cristian Poveda

No se cómo se saludan ustedes. No importa. No es tiempo de cortesías.

Ustedes mordieron la mano amiga que Cristian les extendió. Él quiso mostrar al mundo el rostro humano de ustedes. Resulta que no lo tienen. Le mostraron su rostro verdadero, y no es humano: Cuatro plomazos en la cara no son manera de decir gracias.

Cristian quiso convencer al gobierno que les dé a ustedes una tregua, que negocie con las maras. Mala idea. Muchos le dijimos que esto no funciona, que él estaba jugando con fuego...

A ustedes tampoco les gustó la idea de abandonar la violencia y negociar la paz. No les gustó que alguien viene a tomarles fotos y después decirles qué tienen que hacer. Pero, ¿por eso lo tuvieron que matar? Le hubieran dicho que se vaya al carajo, que deje de hablar a nombre de ustedes... - ¿pero por qué ejecutarlo?

No me digan que ustedes, los meros meros machos, se sintieron amenazados de un tipo con una cámara que hablaba de paz. ¿Van a matar a todos los curas y pastores que hablan de paz y rehabilitación?

¿Qué mensaje querían mandar a todos nosotros? Ninguno, supongo. Sólo que matan porque les permitimos que maten.

Paolo Lüers

(Más!)

La hipocresía de Washington

Ayer nos alcanzaron dos noticias desde Washington: Obama anuncia reducción sanciones a Cuba. Y su secretaria de Estado, Hillary Clinton, anuncia nuevas y más severas sanciones a Honduras.

No creo que esta contradicción se explica por diferencias entre los antiguos rivales en la carrera por la Casa Blanca. ¿Estarán jugando a policía bueno – policía mala con América Latina? Más bien: gringo bueno y gringa fea. El afro-americano Obama que entiende a los pobres del tercer mundo, y la señora blanca manteniendo el orden imperial.

Algo de esto hay: Cuba está siendo tratada mejor, y Honduras está siendo maltratada por Washington, y ambos cambios de actitud corresponden a un mismo fin táctico y coyuntural: mostrar a América Latina que el anunciado cambio de la política norteamericana hacía el hemisferio es real; que Obama está abandonando las prácticas de intervención e imposición.

Lo irónico es que este intento de Washington de lavarse la cara resulta totalmente injusto y hipócrita: ni se levanta el embargo a los cubanos ni se respeta el derecho a la autodeterminación a los hondureños.

Hay que dejar clara una cosa: Si digo que el doble juego que Obama y Clinton están haciendo con Cuba y Honduras es injusto y cínico, no es porque esté en desacuerdo que Washington empiece, al fin, a levantar algunas de las sanciones económicas a Cuba. Debería levantarlas todas.

Eso sí sería un cambio real. Sobre todo si al mismo tiempo, para que nadie en América Latina se confunda, asumieran una posición responsable y sincera frente a la crisis hondureña, sin abandonar y traicionar a los hondureños que en su gran mayoría han marcado la raya a la expansión del modelo chavista.

Es incomprensible que en Washington están pensando que, para mostrar que su política hemisférica ha cambiado, tienen que ser complacientes con el bloque del ALBA y su intento de asumir un rol hegemónico en Suramérica, Centroamérica y el Caribe.

Es irónico y cínico que, para desdibujar la imagen de los yanquis intervencionistas, recurren a intervenir en los asuntos internos de Honduras, precisamente en el momento en que este país tradicionalmente sumiso al liderazgo norteamericano está asumiendo enormes sacrificios humanos, sociales y económicos para evitar que en su país se establezca un régimen hostil a los Estados Unidos.

Si Washington en serio está decidido de abandonar el viejo y desgastado rol de gendarme continental, es obvio qué tiene que hacer: levantar el embargo a Cuba y dejar que los hondureños decidan libre y soberanamente, en elecciones, su destino. Nada de chantaje, nada de extorsión - ni sobre Cuba, ni sobre Honduras, ni sobre nadie. Punto.

No intervenir ni amenazar a los adversarios - y apoyar y nunca abandonar a los amigos. Esa sería una política clara y productiva. ¿O es demasiado simple esta regla para la sofisticada diplomacia imperial? La están aplicando a Venezuela y Colombia. Felicitaciones. No hay embargo contra Venezuela, y no hay retiro del apoyo a Colombia. Bien. ¿Por qué no se puede actuar así frente a Cuba y Honduras?

Negarles las visas a los estudiantes hondureños que se han ganado becas en universidades de Estados Unidos y retirarle a Honduras los fondos de la Cuenta del Milenio destinado al desarrollo, es una sinvergüenzada cínica y hipócrita de parte de una administración que ya no se atreve a asumir un liderazgo sano en el mundo.

(El Diario de Hoy, Observador)

viernes, 4 de septiembre de 2009

Bulimia de poder

Es probable que el sí quiero del presidente colombiano, Álvaro Uribe, a la candidatura para un tercer mandato no se produzca hasta que el referéndum haya dado, si lo da, el espaldarazo definitivo, hacia febrero de 2010, a esa segunda reelección, tan inédita como contraindicada. El plácet a ese referéndum otorgado por el Congreso el pasado martes causó estragos. Los precandidatos uribistas renuncian o se instalan en el congelador, como Juan Manuel Santos, ex ministro de Defensa. Y la oposición, el Polo, a la izquierda, y el Partido Liberal, no saben qué inventar para no perder frente a Uribe, si efectivamente se presenta.

Para ello quedan dos obstáculos: el primero es la sanción de la Corte Constitucional, que habrá de conocerse en un plazo de tres meses a partir de la inminente promulgación de la ley; pero parece difícil que se oponga a lo que medios uribistas teorizan como "Estado de opinión", ante el que debería inclinarse el Estado de derecho; autoritaria reflexión, según la cual las leyes han de reflejar lo que quiera el votante. ¿Y quién decide eso? ¿Los sondeos?

El segundo es el referéndum. Para validar la consulta ha de votar un cuarto del censo, hoy de 29 millones y medio, con lo que harían falta 7,3 millones de votantes, y una mayoría a favor de la reelección. Y aunque sea cifra asequible, no hay que subestimar la fatiga de las urnas. Pero la legalidad en Colombia es extensible. Según fuerzas uribistas, una depuración del censo lo dejaría en poco más de 16 millones, con lo que la reelección sólo precisaría que votaran cuatro millones, con dos millones de síes.

Uribe se equivoca. Si cede al síndrome del imprescindible y cambia las reglas desde el poder para seguir al frente, no sólo emborronará una trayectoria bastante exitosa (sobre todo contra el terrorismo), sino que habrá imitado los modos populistas de sus peores enemigos en la región.

(El País, Madrid)

No imponer reelección

Lo peor que podría pasarle a Nicaragua en el futuro inmediato es ir a elecciones presidenciales en 2011, con reformas constitucionales impuestas por medio de la compra de votos legislativos, sin reconocer espacios a la oposición, y con los mismos árbitros electorales cuestionados en las elecciones de noviembre de 2008.

No es criterio del periodista. Es la visión del general retirado Humberto Ortega, en posibles escenarios no lejos de la realidad, que abarcan temas sensibles como la reelección presidencial, las reformas constitucionales buscadas a fondo por el gobierno del presidente Daniel Ortega, la destrozada credibilidad del Consejo Supremo Electoral y la necesidad de un pacto social amplio e incluyente.

Aunque Ortega no señala nombres ni se refiere a partidos o instituciones específicas, habla sobre las propuestas de reformas constitucionales que desde las oficinas estatales hacen asesores y colaboradores cercanos al partido de gobierno.

“Lo fundamental consiste en que como resultando de un análisis profundo, despolitizado, y de cara a fortalecer el proceso democrático, se llegue al consenso entre las partes acerca de la conveniencia o no de la reelección continua o de cualquier otra modalidad”, inicia su análisis ante la pregunta de cómo ve las propuestas de reelección continua.

No sólo legal, sino legítimo

“Una vez logrado este acuerdo político, entonces hay que articularlo debidamente con la Asamblea Nacional para darle vida legal, de acuerdo al marco constitucional que tendría que ser reformado si se acuerda equis modalidad para reelección. En este consenso entre las partes podría también aprobarse un referéndum sobre el particular, para darle legitimidad y no sólo ropaje de legalidad”, propone.

“Entonces, sólo así, se logra la debida legitimidad política para que tal paso fortalezca el rumbo democrático. Debe anotarse que la suma de votos aunque se argumente es legal y que representa el voto ciudadano, no asegura la legitimidad necesaria, dado que la situación política presente es distinta a la de 2007”, observa Ortega, ex Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas por 14 años y ex Ministro de Defensa.

“Quiero recalcar que no me opongo a que cualquier político, de cualquier partido o movimiento, desee ser candidato presidencial, y en el caso del dirigente político y presidente Daniel Ortega, tampoco me opongo a su pretensión en representación de su partido de ser reelecto para la presidencia”, observa, y acota de inmediato que hay quienes piensan que la alternancia en el poder es más sana y ese criterio él también lo apoya.

“Mi reflexión gira alrededor de que debe examinarse seriamente este asunto apelando al pasado, para que no se caiga en los daños que la reelección en otros momentos y circunstancias provocó.

La reelección por sí misma no es el problema, el problema reside en que la misma se utilice como un mecanismo sin consenso político nacional, que se alcanza más para apuntalar el poder que para fortalecer la libertad y la democracia”, expresa el hermano del presidente Ortega.

¡Cambiar a los árbitros!

Otro de los factores claves para que Nicaragua recupere la estabilidad política deteriorada profundamente por las acusaciones de fraude electoral en 2008, es que para los próximos procesos electorales que se acercan irremediablemente, se cambien a los actuales árbitros electorales.

“Producto de la percepción de la mayoría ciudadana, que califica muy negativamente la actuación del CSE en las elecciones municipales recientes, considero no viable que con los actuales magistrados del CSE se puedan montar las elecciones presidenciales futuras”, dice claramente Ortega.

“No estoy descalificando en lo personal a ninguno de sus integrantes, al contrario, creo que merecen el reconocimiento debido por los diferentes procesos electorales que han garantizado en años anteriores”.

“Pero estas elecciones municipales han restado la credibilidad en el CSE, y pienso que aferrarse a que continúen de árbitros no es lo prudente, y seguramente ninguno de sus integrantes se opondría a su retiro si la patria así lo requiere”, plantea el general retirado sobre la institución que aún preside el magistrado Roberto Rivas.

Ortega plantea, tal como lo recogen otros sectores de la sociedad civil, donantes y empresa privada, la implementación de un nuevo CSE, producto de un consenso político entre todas las partes políticas y sociales del país.

“Nos unimos o nos hundimos”

“De tal modo que sus integrantes tengan la credibilidad necesaria ante la ciudadanía votante, aún más urgente si se acuerda la reelección, ya que sin este prerrequisito creo sería muy difícil que se acuerde la reelección”, opina.

“El consenso patriótico que adquiera el liderazgo nacional político, económico, social y espiritual sobre la reelección y el CSE, es necesario y beneficioso para la estabilidad nacional, que nos permita fortalecer el rumbo de la economía, para vencer la pobreza en un sólido Estado de Derecho, fortaleciendo la libertad y la institucionalidad del país”.

“Y en este marco respeto a todos los candidatos presidenciales que se escojan por las diferentes fuerzas políticas, incluyendo al líder político y mi único familiar Ortega Saavedra viviente, mi hermano, Daniel”, dice pausado Humberto Ortega.

Entre la reelección, el árbitro electoral y la estabilidad política, el general Ortega plantea la idea de un gran pacto social, amplio e incluyente, que se discute y apruebe antes de ir a reformas o elecciones nacionales.

“En Nicaragua debemos, primero, integrarnos como ciudadanos, como familia, como comunidad, como pueblo, como nación, si realmente queremos ser parte activa y ejemplar de los complejos procesos de integración regional. Polarizados y en desconexión como en el presente está nuestra sociedad, es imposible integrarnos como nación”, señala el ex hombre de hierro en los 80.

En ese sentido, resaltó la importancia que tiene el nombramiento de nuevos magistrados judiciales, electorales y contralores, que está próxima, pues se trata de una oportunidad de las fuerzas políticas de escoger a las personas idóneas.

No obstante, hizo énfasis en la necesidad de que esa escogencia sea el producto de un acuerdo no sólo entre el Frente Sandinista, el Partido Liberal Constitucionalista y de los seguidores de Eduardo Montealegre, sino de todos aquellos que tienen algo que aportar al país desde la arena política, la económica y la social, y destacó la relevancia de no jugar a las zancadillas para tener los mejores resultados.

“Aquí no se trata de ser vivaracho, se trata de ser político con un sentido humano muy profundo de la tragedia que estamos viviendo como país, hay que actuar con un sentido ético de una enorme responsabilidad, y no simplemente de que soy más vivo y le di vuelta al otro (en las negociaciones y pactos), vayamos de ahora en adelante, no sigamos funcionando así, lo que hace falta es una confianza social en general”, recomienda el ex militar.

Por una verdadera reconciliación

“Solamente como hicimos para alcanzar la paz, cuando quienes nos matábamos nos sentamos a dialogar y a buscar entendimientos y acuerdos, podremos alcanzar la conexión para integrarnos como nación”.

“Y debemos buscar en el corazón del adversario lo bueno de cada quien, para acercarnos y dar respuesta a la inmensa mayoría del pueblo que exigen a sus líderes esta verdadera reconciliación”, dice Ortega, insistiendo a cada momento con el tema de la cohesión social.

“Sin cohesión social no podremos sobreponernos a las exigencias de la cruda realidad de la crisis económica mundial, acentuada en nuestro país, y mucho menos si continuamos siendo excluyentes y polarizados en el campo político en particular”.

¿Qué cree el general retirado que se debe hacer en el país en medio de un clima tenso y polarizado entre fuerzas históricamente antagónicas?
“Debemos afianzar una economía humanista social de mercado, que hace suya en primer lugar la libertad, la solidaridad, la justicia, la responsabilidad en el ejercicio del Poder y el Gobierno, y así seremos verdaderamente competitivos y modernos, más allá de la oferta y la demanda, para alcanzar los éxitos económicos y sociales que urge nuestro pueblo”, plantea.

Lo idóneo, según la visión de Ortega, sería que desde los medios y cada partido político se aporte en la fórmula para alcanzar el desarrollo, y hacerle un llamado no sólo al gobierno, sino a la clase política en general, a sus bases, a que ética y moralmente, y ante la ley, y por las libertades, que ellos obliguen a sus partidarios, y sancionen a su militancia y los lleven y los manden a la justicia y ante la Policía, si incluso están comprometiendo a ese partido en las calles con acciones que no son consecuentes con lo que este país necesita.

“Si aquí un partido, de cualquier color de su bandera, impulsa o tolera violencia, y no sanciona, que salgan unos cuatro o cinco a querer impedir lo que justamente y en el marco de la libertad tenemos derecho a hacer, salgo yo solo o con diez mil, entonces el primer llamado debe ser al compromiso cívico”, considera el ex hombre fuerte del Ejército.

A ello agrega que “la idea no triunfa imponiéndose con intolerancia, las ideas triunfan imponiéndose con paciencia y tolerancia”.

Considera que “mientras no negociemos con responsabilidad, y no le demos continuidad a los proyectos consensuados que buscan una mejoría en la existencia de las fuerzas, mientras un partido no crea en esos procesos y diga que hay que cambiar todos los esfuerzos que se han hecho en los otros gobiernos, es peligroso, porque es cambiar lo actuado; en todo caso, si se quiere hacer reformas, que se hagan reformas en función de mejorar ese marco, pero no tener temor a la reforma si se ha consensuado.

En ese entendido, lo que más daño nos está haciendo es la intolerancia y una enorme ausencia de vida democrática real más profunda en cada movimiento o partido político, que obliga a repartir el poder más que a buscar un equilibrio de poder, y un verdadero funcionamiento de la justicia más despartidizada”.

Las guerras y Herodoto

Antes de cerrar la entrevista, casi tres horas después de preguntas y respuestas, de reflexiones y de discusiones sobre los conceptos, el general retirado hace público su deseo de que alguna vez en el mundo desaparezcan los ejércitos, porque su razón de ser, en esencia, es la guerra, y de las guerras los que sufren son los pueblos y los que gana son los grandes vendedores de armas.

Ortega plantea que está consciente de que hay muchas personas a quienes no les gustará lo que ha dicho, a uno y a otro lado de las fuerzas políticas.

“Y pido a esas personas que comprendan. Yo no trato de ofender ni de herir a nadie, sino de llamar a la reflexión, ya no por nosotros los actores, sino por los jóvenes y los niños que nos siguen. No podemos condenarlos otra vez”, dice, y recurre a una frase del pensador griego Herodoto.

“A 30 años del 19 de julio del 79 y del Ejército de Nicaragua, apreciemos el inmenso valor de la paz alcanzada, recordando el pensamiento de Herodoto, 400 años antes de Cristo, que reflexiona en la diferencia entre la guerra y la paz, señalando que en la guerra los padres entierran a sus hijos, y en la paz los hijos entierran a sus padres”.

(El Nuevo Diario, Nicaragua)

El sentido de la muerte

La muerte violenta de un periodista en el ejercicio de su profesión siempre es un golpe al gremio, a la profesión, a la libertad de expresión. Así como estamos en el país, cualquier asesinato más nos duele. Pero el de Cristian Poveda nos asusta aún más. Porque más allá de cegar una vida, este asesinato ciega una voz que insistía en enfrentar y debatir el fenómeno de la violencia. Este es el impacto demoledor del asesinato de Poveda.

Nunca estuve muy de acuerdo con la manera como Cristian Poveda enfocó el tema de la violencia y de las pandillas. Pero él fue uno de los pocos que nos obligó a no seguir evadiendo el tema.

No sé quienes mataron a Cristian Poveda. Pero tomando en cuenta el lugar donde murió y el trabajo que Poveda estaba haciendo durante años con la 18 en esta zona, todos pensamos lo mismo: mordieron la mano que Poveda les entendió.

Poveda pensaba -y promovía activamente su idea- que el gobierno debería buscar una tregua, una negociación, un acuerdo de paz con las maras. En todo el recorrido que en el país y en el mundo hizo con su película ‘La Vida Loca’, Poveda planteó que con esta obra y su difusión quería ‘rescatar el rostro humano’ de los pandilleros. Lo triste, lo horrible, lo demoledor es que parece que los pandilleros le mostraron su rostro inhumano. La manera más lógica de entender la muerte de Poveda es: Los pandilleros no quieren paz.

La idea de un ‘segundo acuerdo de paz’, esta vez con las maras, que Poveda planteó incluso directamente al entonces presidente electo Mauricio Funes, no sólo causó rechazo entre los que pensamos que hay que enfrentar la violencia juvenil y las pandillas criminales de otra manera, sin darles un estatus de parte beligerante – igualmente, o incluso más, causó rechazo en las filas de la pandillas.

La única vez que discutí con Cristian Poveda fue este tema – y divergimos diametralmente. Critiqué como irresponsable, oportunista y peligrosa su propuesta de una tregua y negociación. (Mantengo esta crítica, sobre todo viendo ciertas tendencias en el equipo de Seguridad y Justicia del nuevo gobierno.) Le dije incluso algo que inmediatamente después hubiera querido poder retirar, porque me parecía injusto hacer asunciones tan personales. Le dije que con el proyecto ‘La Vida Loca’ estaba cayendo en una doble trampa: la trampa de culpabilidad frente a unos jóvenes que “fueron rechazados desde que nacieron, y quienes, entonces, rechazan totalmente nuestro sistema” de valores. Y la trampa de jugar con la estética del mal.

Sobre todo el segundo argumento hubiera querido retirar, porque era injusto en el caso de Poveda. No haber tenido la oportunidad -porque después de lo dicho ya nunca hablamos- me va a pesar siempre cuando piense en Cristian.

La muerte de este colega es trágica. Es un golpe a todos sus colegas. Acuérdense que los que describimos y, sobre todo, los que fotografiamos la guerra somos un gremio muy particular donde, para mi, poco pesan las divergencias políticas que indudablemente tuve con Cristian.

Lo de Cristian Poveda es la tragedia de un hombre que vio tanta violencia que se le impone el impulso de querer pararla. Y son los mismo pandilleros, los seres cuyo rostro humano quería mostrar y a quiénes él quería incluir en una paz social, que lo ejecutan a la orilla de una calle polvosa.

Para mi, su muerte es trágica por otra razón. Los fotógrafos de la guerra, cada uno en su misión, hemos tragado juntos el polvo de estas calles en todo el país tratando de hacer nuestro trabajo, evadiendo la muerte en emboscadas, bombazos, fuegos cruzados. Ahora, en tiempos de paz, los periodistas deberíamos morir de infartos, de sobrepeso, de exceso de trago – de toda babosada, menos de balas. Siento algo terrible: como que con la muerte absurda de Poveda en tiempos de ‘paz’ pierde sentido la muerte de reporteros como mi hermano John Hoagland, quien murió en fuego cruzado en la Calle Nueva a Suchitoto el 16 de marzo de 1984, que siempre hemos asumido como parte del costo de la paz y de la democracia en El Salvador.

Sé que no es así. Ninguna muerte violenta tiene sentido. Pero la de Cristian Poveda, un poco menos.

(El Diario de Hoy, Observador)

jueves, 3 de septiembre de 2009

Carta al ex-presidente Alfredo Cristiani

Estimado Fredy:

Palabra fuerte la que escogió: “¡Si siguen los despidos, vamos a armar Troya!”

Pero, ¿qué significa ‘armar Troya’?

Preocupado por el país, me dediqué a indagar el significado de esta advertencia que el presidente de ARENA usó para anunciar que la oposición no va a estar de brazos cruzados si el gobierno del ‘cambio’ sigue con la ola de despidos a empleados públicos.

Obviamente, el dicho de ‘armar Troya’ se refiere a la guerra de Troya. Un príncipe de Troya (en lo que hoy es Turquía) había robado a los griegos a una de sus semidiosas, llamada Helena de Esparta. Los griegos asediaron la ciudad de Troya durante 10 años, y al final la tomaron. Troya ardió, murió casi toda la población.

Entonces, ¿cuál es la moral de esta historia? ¿A qué se refiero don Freddy cuando amenaza con ‘armar Troya’?

¿Que ARENA va a hacer un asedio sistemático contra el gobierno? O sea, estaríamos hablando de bloquearle los préstamos, el presupuesto. Que el FMLN se trague su propia medicina. Entonces, nos vamos a fregar todos...

¿O está diciendo que se van a tardar 10 años en tomar la fortaleza de Casa Presidencial? ¿Cristiani como promotor de la ‘guerra prolongada’ contra los que inventaron esta estrategia: las FPL, ahora en el gobierno? ¡Que horror! Con razón siempre he estado en favor más bien de la línea insurreccional...

¿O significa ‘armar Troya’ que será una guerra sin prisioneros, como sucedió en Troya? No puede ser, porque don Freddy es el presidente de la paz...

Conclusión: Tenga más cuidado con lo que desea y advierte, don Freddy. No queremos más despidos, pero tampoco que arda Troya. Mucho menos que el problema dure 10 años...

Saludos, Paolo Lüers

(Más!)

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Del EDSN al Ejército de Nicaragua


Hace 30 años, con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista, nació a la vida institucional del nuevo Estado el Ejército Popular Sandinista (EPS). El 22 de agosto de 1979, la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, a través del decreto número 53, publicado en La Gaceta número 12 del 18 de septiembre, le daba vida al que sería el nuevo ejército de los nicaragüenses. Atrás quedaba la triste historia de la existencia de la Guardia Nacional de los Somoza (G.N), la que había sido ejército y policía a la vez y, sobre todo, guardiana de los intereses de la dinastía.

Al ubicarse como la cabeza de la institución heredera más directa del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua (EDSN) que lideraba el General Augusto C. Sandino, la jefatura del EPS decidió escoger el día 2 de septiembre de cada año como el día del ejército. Con tal decisión se rendía homenaje a la gloriosa gesta de esa hueste libertaria y al General de Hombres Libres y, además, se pretendía establecer el vínculo o enlace histórico entre ambas instituciones armadas. Sólo hay que recordar que fue el 2 de septiembre de 1927 el día en que el General Sandino firmó y dio a conocer el decreto de constitución de su ejército.

Al establecer ese vínculo se estaba asumiendo la responsabilidad de darle continuidad a la historia heroica de combate y a la mística de una milicia guerrillera que había sido capaz, en total desigualdad de formación académica y doctrina militar, así como en armamento de todo tipo, de batallar por más de seis años contra las tropas norteamericanas hasta lograr expulsarlas del territorio nacional. Pero también se asumía la responsabilidad de incorporar en la formación de los oficiales, soldados y marineros, el legado de valores políticos, éticos y morales del General Sandino; sobre todo el inmenso amor a su patria y a su pueblo; el valor de la libertad y la justicia; su sentido de dignidad nacional; su honradez y honestidad a toda prueba; su sentido de solidaridad; su nivel de desprendimiento personal a favor de su causa, y su visión de democracia con justicia social.

Con la derrota electoral del FSLN en 1990 –y con él la del proyecto revolucionario- se rompía a la vez la identificación, llevada a niveles de confusión, entre el Estado, el Partido (FSLN) y el Ejército (Popular Sandinista). Éste ya no dependería del FSLN ni sería el brazo armado de la revolución, sino que pasaría a ser, de manera exclusiva, la institución armada del Estado.

El primer día de su llegada al Gobierno, como nueva Presidente de Nicaragua, doña Violeta Barrios de Chamorro firmó el decreto ejecutivo número 4-90, a través del cual abolía el Servicio Militar Patriótico, al mismo tiempo que hacía un llamado a completar el proceso de paz iniciado en marzo de 1988, con la firma de los Acuerdos de Sapoá. Comenzaba así una dinámica acelerada de desmovilización de porcentajes importantes de tropas y oficiales del EPS y la desmovilización total de las fuerzas de la contra revolución o Resistencia Nicaragüense. Eran momentos cargados de mucha tensión, ya que los sectores más antisandinistas del país, con una visión miope del momento tan delicado por el que atravesaba la sociedad nicaragüense, presionaban a la Presidenta para que aboliera el ejército, creyendo que de esa manera profundizarían la derrota del sandinismo, sin percatarse del tremendo error histórico que cometerían y del peligro de meter al país en un nuevo conflicto de grandes e imprevisibles consecuencias. Por suerte privó la madurez de ambos lados y lejos de seguir tan insanos consejos, la Presidenta Chamorro y la Dirección Nacional del FSLN de ese entonces acordaron, en el espíritu del Protocolo de Transición, respetar la existencia de la institución armada bajo la consideración de la necesidad de su reducción, para adecuarla a las nuevas circunstancias de paz y a las exigencias de la reconstrucción económica del país.

Entre los años 1990 y 1993 se llevó a cabo el proceso de reducción del ejército, pasando de tener más de 72,000 miembros a quedar con 14,500. Al mismo tiempo había que readecuar su estructura orgánica --tarea magnífica de reingeniería organizacional y funcional-- para que pudiera seguir cumpliendo --con ese tamaño-- las misiones encomendadas por la Constitución Política de la República.

El 2 de septiembre de 1994 el EPS dejó de existir legal y políticamente, dándole paso al nacimiento del Ejército de Nicaragua, con solución de continuidad en términos de derechos y obligaciones --menos en lo político-partidario-- en los aspectos orgánicos, operacionales, doctrinarios y funcionales. El mes anterior la Asamblea Nacional había aprobado el Código Militar, cuerpo de leyes que le daba vida institucional a las nuevas fuerzas armadas, al integrar en el mismo la Ley de Organización, la de Jurisdicción y la de Previsión Social Militar. Para esas fechas ya iba bien avanzado su proceso de profesionalización, ya que, independientemente de las formalidades legales, la Comandancia General, el Estado Mayor y el Consejo Militar, habíamos llegado a la convicción de que el mejor aporte que podíamos hacer al proceso de reconstrucción y democratización de nuestro país era el de legarle a las futuras generaciones unas fuerzas armadas profesionales debidamente institucionalizadas, como nunca antes habían conocido los nicaragüenses y nuestra historia patria; es decir, una institución armada de carácter apartidista, no deliberante, obediente de la Constitución y las leyes del país y subordinada al poder civil. Este paso vendría a constituirse en un verdadero hito en la vida política nacional ya que, hasta esa fecha, todos los ejércitos habían tenido el sello del partido o del caudillo que los habían constituido.

El 21 de febrero de 1995, fecha conmemorativa del asesinato del General Sandino, se dio el primer traspaso del cargo de Comandante en Jefe, que desde 1979 había ejercido el General de Ejército Humberto Ortega, al General de Ejército Joaquín Cuadra, el que en cumplimiento de la ley lo ejercería durante los siguientes cinco años. El 21 de febrero de 2000 asumió el cargo el General de Ejército Javier Carrión, quien a su vez entregaría el bastón de mando al General de Ejército Omar Halleslevens, el 21 de febrero de 2005. El próximo 21 de febrero de 2010 el Ejército de Nicaragua tendrá nuevo Comandante en Jefe; será el cuarto relevo institucional; verdaderamente un hecho sin precedentes en nuestra historia republicana.

Nunca antes, en esta joven historia, el relevo había adquirido ribetes tan dramáticos, como el que tendrá a finales de este año 2009, tiempo en que el Presidente Ortega deberá valorar para su aprobación o rechazo, amparado en argumentos legales y no en antojadizas e interesadas discrecionalidades, la propuesta que le envíe la Comandancia General, luego de su validación por el Consejo Militar, del oficial candidato a sustituir en el cargo al General Halleslevens.

El carácter autoritario y con clara vocación dictatorial del Presidente Ortega, que se ha venido manifestando desde que asumió el gobierno de la Nación en el desprecio a la Constitución, las leyes, el Estado de Derecho y la institucionalidad del país, y en el esfuerzo por desnaturalizar y subordinar en términos partidarios a la Policía Nacional --que también está cumpliendo 30 años de vida-- igual se manifiesta en una sostenida, aunque de manera un poco más encubierta, voluntad de hacer lo mismo con las fuerzas armadas nicaragüenses.

Son muchos los esfuerzos y medidas desarrolladas por el gobierno del Presidente Ortega a favor de alcanzar estos objetivos. Desde el mismo momento de la toma de posesión del cargo de Presidente de la República, el 10 de enero de 2007, y mientras realizaba la juramentación de la jefatura del Ejército y de la Policía, en que calculadamente les recordó el origen sandinista de ambas instituciones (como si alguien lo ignorara o se avergonzara de ello) implícitamente estaba desconociendo el carácter nacional de las mismas (aunque no fuera ilegal tal hecho) y estaba desconociendo también la Constitución y las leyes que les dan vida.

La compra de voluntades y conciencias a través del tráfico de influencias, el halago, el amiguismo, las “oportunidades” para hacer negocios, los compadrazgos, el alimento de los apetitos de poder, el chantaje, el encubrimiento de irregularidades éticas y legales cometidas por algunos jefes u oficiales, y no pocas veces la amenaza, entre otras virtudes de los regimenes despóticos y autoritarios, se constituyen en el arsenal de recursos a desplegar por las cabezas de los mismos, para hacer caer en el pecado de la inconstitucionalidad y la ilegalidad a oficiales y altos mandos de las instituciones policiales y militares, procurando de esa forma arrastrarles al marasmo de la iniquidad y la corrupción.

Tengo la confianza (aunque para asegurarme toco madera), basada ésta en el conocimiento de los valores y principios sobre los que se asienta el sentido de responsabilidad ciudadana y patriótica, de los miembros que conforman la jefatura del Ejército de Nicaragua y de las siguientes generaciones de oficiales, de que ningún gobierno autoritario hará arriar las banderas de la dignidad institucional y nacional, y las de la constitucionalidad, de esta institución heredera del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional y de los principios y valores de su jefe histórico, el General de Hombres Libres Augusto C. Sandino. Espero que éste siga siendo el verdadero ejército de la Nación nicaragüense y nunca más el brazo armado de un partido político. La mayoría de la población comparte conmigo esta esperanza.

(El Nuevo Diario, Nicaragua. El autor es General de Brigada en retiro del Ejército de Nicaragua.)

Oliver Stone: Buscando a héroes al sur de la frontera

Hay películas de Oliver Stone que simplemente son indispensables. Son películas que te cambian la manera de ver la historia: ‘Platoon’ y ‘Born on the 4th of July’, ambas con William Dafoe, ambas sobre la guerra en Vietnam.

Y hay películas de Oliver Stone que son basura: Por ejemplo, ‘El Salvador’, un melodrama insufrible sobre la guerra salvadoreña, curiosamente hecha en el mismo año que ‘Platoon’.

En 1987, un amigo común me llevó a la casa de Oliver Stone en Los Angeles. Yo representando al Sistema Radio Venceremos, consiguiendo en Hollywood fondos para nuestra producción de documentales en El Salvador.

Llegando a Los Angeles, había visto las dos películas que Oliver Stone había hecho el año anterior: ‘Platoon’ y ‘El Salvador’. Gloria y miseria.

Después de años de pasar en un frente guerrillero, ver ‘Platoon’ en un cine de Los Angeles con pantalla ancha y Dolby Surround Sound es algo especial: la película, sus imágenes, su sonido, te obligan ver la guerra desde la perspectiva de los combatientes... Entendés lo que ya sabías: la guerra es una mierda. Pero ahora lo entendés mejor...

Por otra parte: venir de la guerra salvadoreña a Hollywood para ver la película ‘El Salvador’ de Oliver Stone, es no menos sorprendente. De repente transporta a lo que los gringos se imaginan que era la revolución mexicana. Una columna de guerrilleros entrando a Santa Ana en caballos. Todos los guerrilleros pareciendo a Pancho Villa... Un mayor Roberto D’aubuissón retratado como un monstruo sediento de sangre, con cara y voz descompuestas por locuras infrenables...

Estuve demasiado impactado para mantener la diplomacia que es esencial para el ‘fund raising’. Cuando me presentaron, Stone dice: “Oh, El Salvador, I did a film on El Salvador. Did you see it?”

En vez de decirle que la película es una maravilla, le digo: “That’s why we’re here: we need to change the way the world sees El Salvador, and wee need you to help us.”

Y le digo punto por punto las críticas a su película, y cómo nosotros vamos a hacer películas maravillosas que muestran la verdad.

Obviamente, Oliver Stone no me dio ningún cheque. Sólo un buen consejo: “You better hire professionals – both for fund raising and for film making.”

Un año después, vi. en México el estreno de ‘Nacido el 4 de Julio’, la nueva película de Oliver Stone, y me pregunté: ¿Cómo puede un tipo tan detestable y arrogante tener tanta sensibilidad como para hacer esta película sobre un lisiado de guerra (Tom Cruise)? ¿Cómo puede un tipo hacer películas tan malas y tan geniales?

Muchas años después, veo a Oliver Stone abrazando a Fidel y pienso: Bueno, el romanticismo gringo con las revoluciones – Pancho Villa y Fidel son los mitos que captan a Oliver Stone...

Luego vi las películas que nacen de esta historia de amor entre Hollywood y Cuba: ‘Comandante’ (2003) y ‘Looking for Fidel’.

En ‘Comandante’ Stone se rinde ante el poderoso. “Siempre admiré a la gente que tiene liderazgo. La voluntad indomable de un hombre de 75 años fue una lección para mí. Admiro su tenacidad, su voluntad de poder.” Esta admiración no le hizo hacer las preguntas que realmente había que hacer a un personaje como Fidel, las preguntas incómodas.

Por eso, un año después, cuando las periódicos se llenan con noticias sobre detenciones masivas, tortura y ejecuciones en Cuba, Oliver Stone tiene que regresar a Cuba para hacer las preguntas que no hizo la primera vez. Nace la película ‘Looking for Fidel’, mucho más crítica que la primera.

Hoy Oliver Stone presenta, en el festival de Venecia, su película documental ‘South of the Border’. Actor principal: el teniente coronel Hugo Chávez, con un reparto que incluye Evo Morales de Bolivia, Rafael Correa de Ecuador, Cristina Fernández de Kirchner Argentina, Fernando Lugo de Paraguay, Raúl Castro de Cuba y Lula de Brasil. ALBA productions...

“I think Chávez is an extremely dynamic and charismatic figure. He's open and warmhearted and big, and a fascinating character,” dice Oliver Stone al Los Angeles Times.

Bueno, aun no hemos visto esta película. Pero así como el mismo Oliver Stone la describe, pronto le tocará la siguiente llamada ‘Looking for Hugo’...

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Teachable moments at a border symbol


I tried to give my kids a "teachable moment" when we drove through Tijuana this summer. But in the end, I was the one who got schooled.

I figured it's a dad's responsibility to pass on certain lessons about the way the world works. So I showed my boys, ages 10 and 12, the fence that divides the United States from Mexico.

That steel barrier cuts an unnaturally straight line across a river, a canyon and a hillside or two. Its mere size makes a statement -- the way it seems to disappear into the Pacific and over a mountaintop, as far as the eye can see.

border fence

Seeing the border fence, I figured, would teach my kids a lesson about inequality and what it means to be born on one side and not another. They might see, with a bit more clarity, the privilege that comes with being citizens of the United States of America.

I also was carrying on a Tobar family tradition.

When I was a boy of 5 or 6, my father took me to Tijuana. We reached a spot where you could see a shantytown of tin that stretched for hundreds of yards -- or, at least, that's how I remember it four decades later.

He stopped the car to show me "what poverty looks like." Spoken in Spanish by him, the words carried extra weight. Pobreza. He had been poor in Guatemala. It was as if he were saying: Our story begins in a place like this.

We were a happy Los Angeles family then. We owned a new, sky-blue Volkswagen Beetle and lots of books in English. We were not poor, in any sense of the word.

In the coming years, I started to forget my Spanish, but I always remembered the meaning of "pobreza." Probably it made me study a little harder. I guess that was the point.

Of course, trying to teach your kids lessons about "where we come from" is a long, proud American tradition. It's why Angelenos take their kids to weekend Mandarin schools or classes in Irish folk dance or to museums that tell of the horrors of the Shoah.

Even the president of the United States can feel the pull of a history many generations distant. When Barack Obama visited Africa in July, he did something thousands of black Americans have done -- he took his daughters to see the fort where thousands of enslaved people passed through "the Door of No Return."

The fence at Tijuana isn't exactly a "Door of No Return." But it is a symbol of the great social distance between Latin America and the United States. And it's just a few hours' drive away.

But replicating my father's teachable Tijuana moment with my own kids wasn't easy.

For starters, Tijuana is a much scarier place now than it used to be. Drug cartels and gangland shootouts: The news doesn't encourage you to take a family vacation there.

Once, you could walk up to the fence on the U.S. side at Border Field State Park. Then Homeland Security started building a second, sturdier fence there earlier this year, shutting off access to the picnic benches and the border monument.

I gave up on visiting the fence for a while. Then last month, my wife insisted we vacation in Baja California. The fence, seen from the Mexican side, became a "scenic" stop on the way to Ensenada.

We caught our first glimpses of it while driving through Tijuana.

As many a parent can testify, it's hard to impress a 10- or 12-year-old boy with anything that's not computer-generated. My sons, however, looked momentarily awe-struck.

"Where does it go to?" they asked.

"To the ocean," I said.

I explained how people used to cross easily before the fence was built. Finally it just got too crazy, and the United States built first one set of barriers and then another.

I wanted to stop at the beach where the fence ends, but we couldn't, because we needed to get to Ensenada before dark.

We spent four days in Ensenada -- a very pleasant trip, I'm happy to report. I did have to explain why there were Mexican soldiers with machine guns at assorted highway checkpoints. That was another kind of teachable moment I hadn't quite expected.

On our return trip north, we finally stopped at the Playas de Tijuana beach and walked down to the sand at the place where the fence reaches the Pacific. My sons had lots of questions.

"Can't you just swim around it?"

"No," I said. I pointed to some poles on the other side. "See those cameras? The Border Patrol will see you right away."

There were three men with backpacks sitting on the bluff nearby. One of them had binoculars and was watching a helicopter patrolling in the distance.

"When you're in Mexico City you don't feel like you're in a prison," my wife said later. We had lived in Mexico's capital for three years. "But when you get to that fence, you feel like it is a prison. Like you can't leave."

My kids won't understand everything about the fence until they're older, I think. There on the beach, they saw it mostly as a geographical curiosity.

"Look, papa," my oldest said as he stuck his toes under the steel. "I'm standing in two countries at the same time."

We soon joined the long line of cars waiting to cross back into the United States. I had all of our passports. But I was suddenly nervous. Maybe we look like a bunch of immigrants, I thought.

When we reached the border, I told the agent inside the booth, "We're Americans!" I said it too loudly, and he looked up at me and smiled.

"Americans?" he said with mock surprise. "That's great!"

He asked where had we traveled. I flattened out the Spanish vowels of "Ensenada" so that I would sound like the native English speaker I am. En-suh-na-duh. I said it with a bit of a drawl, in fact.

Moments later as we accelerated away from the border on Interstate 5, my wife was laughing. "All of a sudden," she said, "you're Mister Gringo."

Obviously, even with a U.S. passport in my hand, I still have this little voice in my head telling me they might not let me back into my own country. It's silly, I know. But it has everything to do with being the son of immigrants in an age when fences are being built to keep other immigrants out.

On my trip to the border, I learned that the fence is in my brain. And that it can take hold of my tongue.

This is as it should be.

We shouldn't forget the fence is there. It's a statement in steel about the rule of law. It's a reminder that millions of people continue to live among us who can be tossed back across at any moment. The fence is a symbol of the divisions that run deep in the California cities we call home and in the collective California psyche.

I'm pretty sure my sons will always remember the day they touched it.

(The Los Angeles Times)

Latin America moves to decriminalize drugs

A panel led by former presidents of Brazil, Colombia and Mexico recommended a new paradigm for the war on drugs earlier this year, and now Latin America is heeding their advice. Mexico and Argentina have begun to relax penalties for possession of small quantities of illegal drugs, treating personal use as a victimless crime and husbanding resources for the fight against big-time narcotics traffickers in a global business that the United Nations values at more than $300 billion annually. This is a sensible strategy that Brazil and Ecuador apparently are poised to adopt; the Obama administration has prudently taken a wait-and-see approach to the changes.

Argentina's Supreme Court last week struck down a law that punished adults with up to two years in jail for marijuana possession, saying personal use is a private affair and that prison time is, therefore, unconstitutional in such cases. Adults are "responsible for making decisions freely about their desired lifestyle without state interference," the ruling said. "Private conduct is allowed unless it constitutes a real danger or causes damage to property or the rights of others." In response, the administration is preparing a law to decriminalize possession of small quantities of drugs while continuing to pursue producers and traffickers.

The Argentine decision came as Mexico decriminalized possession not only of marijuana but of major narcotics, including cocaine, heroin and methamphetamine. There, too, selling drugs is still a serious offense, and dealers face prison sentences.

Decriminalization of drugs for personal use eliminates a lucrative source of bribes for corrupt police officers. Critics on one side argue that anything short of full legalization will continue to fuel a hugely profitable illicit drug trade, while critics on the other side say any shift in the direction of legalization condones drug usage and sends the wrong message at a time when thousands are dying in the battles between and against drug cartels in Mexico. This page recognizes the problems of drug consumption in the U.S. and, increasingly, in Latin America, with 460,000 hard-core addicts in Mexico alone.

The Latin American Commission on Drugs and Democracy argues that drug consumption is best reduced through education and prevention rather than jail time, that drug addiction is best addressed as a public health problem through rehabilitation programs and that the big fight is against organized crime. For these nations, waging tough struggles with limited resources, it makes sense to shift law enforcement, courts and prisons away from small fry and concentrate instead on disrupting violent cartels.

(The Los Angeles Times)

Libro verde-rojito

Trípoli, Libia. Crear un manifiesto socialista de los pueblos planteó el presidente Hugo Chávez, este martes en el Centro Mundial del Libro Verde de la capital libia, donde ofreció una conferencia sobre el socialismo del siglo XXI.

“Así como tenemos el Manifiesto Comunista, el Libro Verde, y tantos documentos que han surgido de la mente brillante de muchos hombres, ya es tiempo de que surja algo así como el Manifiesto Socialista de los Pueblos”.

El objetivo de esta iniciativa es acelerar el socialismo. “El socialismo es el camino a la vida. No queremos barbarie, queremos vida. Queremos un mundo de justos e iguales, y ese mundo se llama el socialismo”.

Así mismo, invitó a organizar encuentros entre los poderes populares de Venezuela y Libia. “Ya es hora de cruzar nuestras experiencias. Aprender unos de otros. Los gobiernos populares tienen que juntarse. Y nosotros desde los gobiernos y las instituciones impulsar esta alianza popular”, dijo.

"La unión en la que creo es la que se soporta en la complementación de las fortalezas, y creo que hemos entrado en una etapa de mayor profundidad, la unión de los pueblos".

(Fuente: MINCI, Ministerio del Poder Popular para la Comunicacion y la Informacion de la Republica Bolivariana de Venezuela)

Una mirada fresca a El Salvador

Después de dos semanas en Venezuela (y otras dos de procesar las impresiones e informaciones de este país), veo El Salvador desde otra perspectiva. Siempre pensamos que nuestro país es tan polarizado que, al estirar un poco más la pita, se rompe.

Pero en comparación con Venezuela, en El Salvador nunca ha habido esta total ausencia de diálogo entre las fuerzas políticas opuestas. En Venezuela, tienen años de suspensión absoluta de la comunicación entre gobierno y oposición. No hay canales abiertas para hablar, por tanto no hay manera de administrar las contradicciones y para resolver conflictos desactivar bombas de tiempo.

Nosotros, que venimos de la máxima expresión de la polarización que es la guerra,

hemos desarrollado canales y métodos de comunicación y concertación que en muchas ocasiones nos parecen insuficientes, pero que nunca hemos permitido que se corten del todo. En Venezuela, los dirigentes políticos no hablan con sus similares del otro bando. Palabras como negociación, pacto y acuerdo son malas palabras en el diccionario del chavismo, suenan a falta de principios y traición.

Es peor: Los gobernantes no hablan con periodistas o académicos que ‘no están con el proceso revolucionario’ - y los periodistas y académicos que están con el proceso nunca hablan con los dirigentes de la oposición. Silencio.

Explicar a los venezolanos que en El Salvador la ex-guerrilla ha asumido el gobierno hasta ahora sin mayores traumas, resulta imposible. El hecho que aquí el gobierno de izquierda está preparando la creación de un Consejo Económico Social, en el cual van a participar la empresa privada, el gobierno y las organizaciones sociales que se dedican a bloquear calles, a nosotros nos puede provocar dudas – a los venezolanos (de ambos bandos) les causa risa o pavor. A mi me hablan de este Consejo y dudo si va a funcionar como instrumento para definir políticas de nación. Cuéntale el proyecto a un venezolano y te declara loco o traidor, dependiendo si es opositor o chavista.

Siempre dicen que aquí somos ejemplo horroroso de una institucionalidad viciada. De la sistemática desinstitucionalización, como dicen en las misas de lo ‘políticamente correcto’. Aquí es visto como un pecado que el presidente de la República interviene de mediador en la elección de magistrados de la Corte Suprema o el fiscal general. Recomiendo que vayan a Venezuela, para ver lo que es institucionalidad viciada. En Venezuela sí se puede ver qué es desinstitucionalización: la suspensión total de la división de los poderes del estado, con la Asamblea Nacional, la Fiscalía, el Tribunal Suprema de Justicia, el Consejo Electoral, la Contraluría... recibiendo y cumpliendo instrucciones del presidente de la República. Volviendo la mirada a El Salvador, las fallas de institucionalidad existen, son obvias, pero hay un diálogo nacional y negociaciones (a veces desesperadamente lentas) entre los partidos para resolverlas.

Observando como en Venezuela funciona la Fiscalía General de la República, cuya titular dice abiertamente que su accionar está enmarcado en el proceso de transformación revolucionaria promovida por el presidente y su partido, llego a la conclusión que es una maravilla que aquí la fiscalía no está alineada con el gobierno y su filosofía del ‘cambio’, y que a pesar de esto, la colaboración institucional entre fiscalía y ejecutivo (PNC, Ministerio, centros penales) funciona. Debería de funcionar mucho mejor, pero no ha dejado a funcionar. Y tanto el presidente como el fiscal general dicen que van a mejorar la colaboración.

Aunque a veces no parece políticamente correcto decirlo: Aquí, a partir de los Acuerdos de Paz, funciona la división de poderes. Con deficiencias, sí. Pero como principio de la democracia funciona.

Hay que ir a Venezuela para valorar lo que aquí tenemos y para reconfirmar el compromiso de cuidar y defenderlo. Hay que ir a Venezuela para estar en alerta en cuánto aquí arremeten contra la democracia representativa y proponen mecanismos de democracia directa, como en estos días plantearon hacer enmiendas a la Constitución para introducir el plebiscito y el referéndum...

Hay que ir a Venezuela para dejar de ser tan papista en sus juicios sobre nuestra clase política y nuestro cultura política. Y para volverse inmune contra las tonterías que cada rato emanan de este gobierno (incluyendo su presidente y sus asesores) que confunden el cambio de gobierno en El Salvador con un ‘cambio de ‘época’ o con un proyecto de ‘refundar’ la democracia o incluso la República...

Hay que ir a Venezuela para abrir una mirada más objetiva sobre nuestro país y su democracia. Por eso me tomé la libertad de escribir tantas páginas sobre Venezuela.

Yo sé que aquí nadie está al punto de cerrar medios de comunicación ni a aniquilar la descentralización y la división de poderes. No es que no hay a quien le gustaría, pero no son dominantes en el gobierno y ni siquiera se atreven a plantearlo en público. No existen estos peligros aquí. Pero sí existe el peligro de no valorar la democracia y las instituciones que hemos construido a partir de los Acuerdos de Paz y que han permitido el tipo de alternancia y cambio que ahora estamos viviendo.

(El Diario de Hoy, Observador)

martes, 1 de septiembre de 2009

Mejor reir que amargarse