A la hora que ustedes lean estas líneas, yo estaré sentado en el jardín de un pequeño hotel-restaurante, debajo viejos tilos y robles, celebrando el encuentro de toda mi familia. Uno de mis hermanos está cumpliendo 80 años, los mayores ya van por los 90. Y todos iban a estar juntos – menos yo, porque pensaba que tenía que estar aquí para celebrar otro cumpleaños: los 18 años de La Ventana el 1 de agosto.
Luego decidí que tenía que ir a Alemania a
ver a mis hermanos, ya que tal vez será la última vez que nos vemos todos
juntos. Tomar la decisión me llenó de felicidad.
También veré a mi hijo Pablo que ya lleva
casi dos años en Alemania aprendiendo chef. Creció en La Ventana, su cocina, su
barra, su mesa de billar – este fue su mundo durante toda su infancia y
juventud, y ahora está estudiando chef. No sabe si para regresar y hacer suya
La Ventana, o para buscar suerte en hoteles de cinco estrellas, o para dirigir
un restaurante en Alemania como este, donde estaremos sentados este sábado.
También voy a ir a Valencia donde vive mi
hija, que quiso ser doctora en El Salvador, pero tuvo que emigrar para poder
seguir formándose, porque aquí tratamos de pata a los médicos, los explotamos y
les pagamos sueldos de hambre.
Veré a mis hermanas, quienes me visitaron
en El Salvador en el peor momento para turismo, en el 1994, cuando la PN
todavía andaba emboscando y la PNC aun no estaba desplegada. Las pararon unos
PN borrachos en La Libertad para robarles – y agarraron el próximo vuelo para
Estados Unidos para terminar sus vacaciones.
También veré a mi hermano que vino a
visitarnos aquí hace tres años, y pasó las mejores vacaciones de su vida entre
Suchitoto, el Lago de Coatepeque, el Tunco. Así que entre el 1994 y el 2011
hemos avanzado…
Recuerdo el encuentro con mi familia,
cuando regresé en medio de la guerra, y les conté de Morazán y del Volcán de
Santa Ana; o cuando regresé después de terminar la guerra, y les conté del
nuevo arranque de este país, con ánimo de reconciliación y reconstrucción; o cuando
regresé a Alemania ya a principios de este nuevo siglo, y les conté de la
Ventana, de este lugar mágico de encuentro y conversaciones.
Ahora, ¿qué les voy a contar? Porque
siempre me preguntan porqué me quedo en este país extraño. Les voy a contar,
con el mismo entusiasmo, de mi trabajo como periodista, del privilegio de poder
escribir estas cartas, de mi incursión en el mundo de las cárceles, las
pandillas y las ‘favelas’ para facilitar entendimientos que nos lleven a la paz
social.
Voy a aprovechar estas tres semanas para
estar cerca de mis seres queridos que tanto me hacen falta. Voy a convivir con
mi hijo y mi hija quienes necesitan que yo les escuche y les hable. Voy a ser
incondicionalmente feliz por tres semanas, y regresar con la fuerza necesaria
para seguir trabajando y peleando en mi país El Salvador.
Voy a tratar de mandar, como hice hace un
par de años, un par de Cartas desde Alemania, si encuentro cosas que valen la
pena contar. Si no, hasta que regrese.
Saludos,
Paolo Lüers