jueves, 8 de mayo de 2008

Columna ransversal: NO SIRVO DE TESTIGO

El costo de escribir en El Diario de Hoy es suficiente alto sin que su director y editorialista me llama como testigo en su juicio sumario contra Mauricio Funes y el FMLN.

Este precio --la permanente sospecha por parte de mis amigos y enemigos en la izquierda que me haya vendido -- lo asumo con gusto, por razones que ya expliqué en mi primera columna en este periódico: No me gusta predicar a los convencidos, primero; y segundo, los que siempre hemos luchado por ampliar los espacios de expresión y debate en el país, tenemos la responsabilidad de llenarlos cuando se abren. Esto estamos haciendo Joaquín Villalobos, Salvador Samayoa, Joaquín Samayoa y yo en El Diario de Hoy.

Mi trato con El Diario de Hoy está basado en el mutuo respeto por la diferencia de nuestras opiniones. Lo hemos cumplido a cabalidad las dos partes. Pero este trato no incluye que me voy a convertir en partícipe ni en testigo en las cruzadas anticomunistas que le gustan a algunos en El Diario de Hoy, entre ellos su director. En su editorial del viernes 2 de mayo me cita frecuentemente para reforzar su rechazo al candidato Mauricio Funes. Apoyándose en citas de una columna mía, publicado en este diario, donde me expresé críticamente del mismo candidato, el editorialista quiere fundamentar unas tesis que no son mías. No es que yo me retracte de mis críticas a Funes o al FMLN, pero resulta que no coinciden con las del editorialista. Sería mejor, para los dos, que me deje afuera de su juicio contra la izquierda.

Hay una diferencia que quiero dejar bien clara: Mi oposición a los comunistas es para defender las posiciones de la izquierda democrática contra el autoritarismo. Eso es distinto al anticomunismo que piensa que hay que defender la civilización occidental contra la izquierda. Yo puede convivir en un periódico, en un debate, en un espacio democrático con esta posición anticomunista, pero no sirvo de testigo para sostenerla.

A diferencia de muchos que sostienen que estas diferencias deberían impedirme a escribir en El Diario de Hoy, a mí las contradicciones no me molestan y no me inhiben. Por lo contrario, es positivo que en un periódico pueden argumentarse, a la par, opiniones diferentes. Por esto, el intento del editorialista de El Diario de Hoy a usarme de testigo no me motiva a razonar mi participación en su diario. Me motiva a aclarar mi posición.

Regresemos al editorial en cuestión. Conozco demasiado bien al FMLN y a Mauricio Funes para que sea posible la frase con la cual arranca el editorial (“Apunta Lüers que al candidato comunista Funes raras veces se le ve sonreir…”). Yo sé que para el autor del editorial todo el FMLN y buena parte de la izquierda fuera del FMLN son comunistas. Obviamente, no es así. Mauricio Funes no es comunista. Y no lo digo porque ahora, siendo candidato, Funes está usando un discurso moderado. Lo digo porque Funes nunca ha sido comunista. Es parte de una izquierda radical cuyo motor es la mala conciencia generada en movimientos cercanos a la Iglesia Católica que se radicalizaron en el enfrentamiento a las élites políticas y económicas del país, caracterizados por una de alta y cínica inmoralidad. Su radicalidad no proviene de un análisis marxista, sino de un profundo resentimiento, que no es social sino moralista. Y que se vino agudizando, profundizando y radicalizando en la posguerra, porque en el fondo no entendieron ni aceptaron el pragmatismo (Realpolitik) de los Acuerdos de Paz. De paso sea dicho: Para mí criterio, este radicalismo es aun más dañino que el de los comunistas. El radicalismo de Funes es irracional y más resistente al debate, a los argumentos, que la teoría comunista que en el fondo es racional. Es por eso que yo tiltulé mi columna en cuestión “Extrañando a Schafick”.

Igualmente, lo que opina el editorialista sobre Stalin, Castro, Brezhnew, Drácula y la inquisición en España --sea cual sea el denominador común entre ellos-- lo puede sostener perfectamente sin tener que malinterpretar un comentario que yo hice sobre Schafick Handal. Incluso, si la intención era incluir al pobre Schafick en su galería de monstruos, yo sería el peor testigo, porque daría testimonio de lo contrario. Yo dije una cosa muy sencilla de Schafick: que a diferencia de Mauricio Funes, el viejo conspirador comunista tenía humor. No en el sentido que alude el editorialista que hasta los más perversos asesinos se ríen del mundo, sino en el sentido contrario: Schafick no sólo sabía reírse, sabía hacernos reír. Yo diferí mucho de Schafick, pero tengo mucho más miedo a los líderes que en el fuego de su “misión” se han olvidado cómo reírse y cómo hacernos reír. O --como lo dijo magistralmente Joaquín Samayoa sobre Mauricio Funes-- quienes “llegaron tarde a la repartición de la inteligencia emocional.”

Para que funcione nuestra extraña y productiva convivencia en un mismo periódico, en las mismas páginas de opinión, solicito que nadie me use de testigo para sostener tesis que no comparto. Tenemos coincidencias, tenemos contradicciones, y de los dos los lectores, con suerte, pueden sacar algo bueno.

(Publicado en El Diario de Hoy, jueves 8 de mayo 2008)

martes, 6 de mayo de 2008

Columna transversal: Reflexiones sobre el 1 de mayo y la autonomía de los movimientos sociales

Para Medardo González, coordinador general del FMLN, la marcha del 1 de mayo 2008 “fue una muestra de fuerza del partido”. Me imagino que lo dijo por tres razones: por la cantidad considerable de manifestantes en la calle; por la predominancia de los colores, banderas, camisetas, cachuchas, consignas del FMLN en las marchas; y por el relativo éxito que ha tenido la dirección del partido en disciplinar las marchas. Hubo menos violencia, menos pintas, menos daños a propiedades privadas y públicas, y casi no hubo consignas que salieran del guacal, repitiendo las reivindicaciones y ataques que recientemente han sido eliminados del lenguaje del FMLN en campaña electoral. Masa disciplinada, el sueño de los dirigentes de partidos como el Frente...

Sin embargo, lo que el FMLN ve cómo muestra de fuerza, en realidad es una muestra de su más sensible debilidad. Si un partido de izquierda se toma los movimientos sociales --sindicatos, asociaciones campesinas, organizaciones estudiantiles, etc.--, cunado los viste con sus colores, cuando los maneja bajo su lógica partidista y electoral, cuando les impone su discurso, su moderación táctica, su lenguaje, está matando cualquier expresión auténtica de la sociedad civil. Es a la vez una muestra que no existen sindicatos ni otros movimientos reivindicativos independientes, representativos, democráticos.

El partido convoca a sus bases a llenar el vacío de un auténtico movimiento obrero. Y a las pocas y raquíticas organizaciones sindicales los obliga a formar parte de este desfile de disfraces, les quita su poca autenticidad, los convierte en “masas” del partido. Perdón, hoy son “bases”.

La represión y la permanente persecución de los años 60 y 70 obligaron a los movimientos sindicales y populares a ir a la clandestinidad. En los años de la guerra civil, ya no hubo espacio para sindicatos y movimientos reivindicativos. Fueron tratados como guerrilleros y tuvieron que asumir la lógica de la guerra. Se convirtieron --por necesidad, por sobrevivencia, y por la lógica de la guerra-- en entidades dirigidas por las organizaciones político-militares. Sólo podían sobrevivir junto al FMLN, porque el régimen les negaba los espacios necesarios para desarrollarse como movimientos reivindicativos independientes y representativos.

Los Acuerdos de Paz volvieron a abrir el espacio democrático, no sólo para que las organizaciones guerrilleras se convirtieran en partido político, sino sobre todo para que los sindicatos, las organizaciones estudiantiles, el movimiento cooperativista, y todos las formas de organización de la sociedad civil recuperaran la libertad de organización, de expresión, de ejercer oposición, de luchar por sus intereses.

Es irónico que el FMLN, que luchó y negoció con tanta consecuencia para que las organizaciones reivindicativas vuelvan a recuperar sus derechos y sus garantías, hizo nada para que también recuperaran su independencia, su pluralidad, su autonomía.

El debate interno, dentro de las organizaciones miembros del FMLN, sobre cómo transformarse en un movimiento democrático, civil, horizontal, participativo, se dio con intensidad en los años 1992-93, pero fue abortado a favor de construir un partido político que, aunque dejó de ser militar, mantenía la estructura vertical, autoritaria, paternalista, centralizada.

De la misma manera, nunca se dio un debate serio sobre cómo refundar los movimientos reivindicativos. Había algunos que dijeron que ahora, al terminar la guerra, había que revertir el proceso que había llevado a miles de dirigentes, activistas, organizadores sindicales, gremiales, estudiantiles, cooperativistas, campesinos a convertirse en guerrilleros, en militantes partidarios, en gente que dependían, incluso económicamente, de su partido. Algunos dijeron que no era sano mantener la fusión partido-movimiento social; que la democracia, para desarrollarse, necesitaba que vuelvieran a retomar su plena autonomía las organizaciones gremiales.

Igualmente, este debate se abortó muy rápido. Para la dirigencia del FMLN era más cómodo seguir instrumentalizando para sus fines partidarios a los sindicatos, el movimiento estudiantil, las ONGs, las iniciativas ecológicas y de mujeres...

Los que no compartieron esta concepción de un partido que conduce todo el tejido de organización social y cívica, salieron del FMLN, pero en muy pocos casos tenían la capacidad de construir organizaciones o movimientos autónomos.

Así se explica que en El Salvador no existe un movimiento sindical representativo que sea capaz y legitimado para sentarse a negociar con la empresa privada y el gobierno sus intereses y el rumbo del país. Así se explica que no existe organización representativa de los estudiantes. Dejó de existir AGEUS. Existen organizaciones políticas-partidarias de trabajadores, estudiantes, campesinos; existen además gremios corruptos que aprovechan el vacío en cuanto a organizaciones representativas y auténticas.

Todo esto se manifiesta en las marchas del 1 de mayo. Son marchas del FMLN, organizadas por organizaciones que han perdido su carácter gremial y funcionan, en la peor tradición comunista, como “correa de transmisión” del partido.

PD: Me recuerdo de las marchas del 1 de mayo en Berlin Oriental: la gran marcha organizada por el partido del Estado (Partido de la Unidad Socialista, como se llamaba el Partido Comunista de la República Democrática Alemana). Una marcha obligatoria para trabajadores, estudiantes, empleados públicos. Un mar de banderas rojas. Desfile militar del Ejército Popular junto con sus hermanos soviéticos con todo y sus cohetes nucleares...

Marchaba la clase obrera conducida por su vanguardia. Esta marcha todavía funcionó a perfección el 1 de mayo del año 1989. Sin embargo, pocos meses después el régimen comunista colapsó – y ni un sólo sindicalista lo defendió. Porque resultó que no existían sindicatos, sólo correas de transmisión de partido.

En Berlin Occidental, en la época de la guerra fría, los socialdemócratas tenían un control casi idéntico sobre los sindicatos. No por la vía de la represión, como en Alemania Oriental, más bien por la dominación política-ideológica. Marchas grandes, banderas del partido, demostraciones de la unidad partido-sindicato. Otros contenidos, otra ideología, pero el mismo error, la misma dominación partidaria sobre los sindicatos.

Que cosa más absurda: Cada 1 de mayo hubo en Berlin Oriental una enorme marcha comunista, y en Berlin Occidental una enorme marcha anticomunista. Una dirigida por el Partido Comunista, la otra dirigida por el Partido Socialdemócrata. Pero de repente, a partir del 1968, surgió --sólo en Berlin Occidental, porque al otro lado del muro hubieran echado preso a cualquier disidente-- un movimiento dentro de los sindicatos de recuperar su autonomía. En los primeros años fuimos unos pocos que marchamos en esta tercera marcha del 1 de mayo en Berlin. A los años, sólo quedaron dos marchas: siempre la oficial de los comunistas en Berlin Oriental, pero en Berlin Occidental los partidos --tanto los socialdemócratas como los comunistas—perdieron el control de los sindicatos. Guardaron sus banderas y observaron, con resentimiento, que el 1 de mayo volvía a ser la manifestación auténtica e independiente de todos los trabajadores, sin color de partido.

En este proceso, el obstáculo más grande fueron los diferentes partidos comunistas (pro-soviéticos y pro-chinos) que existían en Berlin Occidental, minoritarios y sectarios todos. Cuando los sindicatos se comenzaron a desprender de la dominación orgánica y política del Partido Socialdemócrata, los comunistas de todos los colores y sabores querían llenar el “vacío”. Pero resulta que lo que ellos sólo podían ver como “vacío”, era autonomía, independencia. No era debilidad, era fuerza.

Cuento esto para ilustrar que nunca es tarde para deshacerse de los intentos de los partidos de anexar a los movimientos sociales.

Una profecía desde Carolina del Norte

Mis hijos no se cansan de recordarme que basta con que yo lance una predicción para que perversamente no se cumpla, y me han rogado que, en este caso particular, de tanta trascendencia para la humanidad, guarde un silencio prudente. Voy a permitirme, sin embargo, el placer de una opinión ecuánime y cauta: diré que es probable, más que probable, sumamente probable, que el joven senador de Illinois sea dentro de poco el candidato unánime de los demócratas, y que en enero del 2009, para nuestro asombro y delectación, veamos a un hombre de raza negra ingresar de forma victoriosa en una mansión presidencial que fue construida hace doscientos años por miles de esclavos norteamericanos y que se llama, paradójicamente, quizás ahora irónicamente, la Casa Blanca.

Para arriesgar tal vaticinio discreto, no necesito apoyarme en las inagotables estadísticas ni en las encuestas ni en la certeza de que las aspiraciones de John McCain van a ser demolidas por el vendaval de Irak y la recesión económica, y otros tantos desastres que George W. Bush deja como triste herencia. Basta con asomarme por la ventana de mi hogar en Carolina del Norte, un Estado cuya población se apresta a participar, de forma masiva, hoy, 6 de mayo, en las primarias que han de decidir el futuro de este país. Basta con mirar el entusiasmo, casi indescriptible, que despierta Obama entre tantos ciudadanos, y especialmente entre los jóvenes. Basta con ver el renacimiento de una esperanza y una militancia y una determinación política que yo, por lo menos, no había presenciado en los Estados Unidos desde 1968, ese año fatídico en que tanto Bobby Kennedy como Martin Luther King fueron asesinados. Basta con notar cómo, hasta ahora, Obama ha podido justamente fundir en su propia persona las aspiraciones de estos dos mártires de su patria, encarnar a Kennedy y simultáneamente a King; basta con observar cómo ha logrado el milagro de equilibrar las dos zonas de su ser, la experiencia y la historia de lo negro y lo blanco mezclados en su sangre como en sus ideas; basta esa increíble hazaña para augurar el triunfo de su candidatura.

¿Y si fuera imposible sostener tal acto de equilibrista? ¿Si tal unidad de antagonismos fuera una mera ilusión? ¿Si los norteamericanos blancos, todavía mayoritarios, se sintieran de pronto amenazados por el origen negro de un Obama hasta ahora gentil, sereno y cool? ¿Si vieran en su rostro moreno no una esperanza de un mundo mejor y tolerante, sino la rememoración incesante de la culpa y la esclavitud y la explotación que contamina el pasado norteamericano? ¿Si vieran a Barack como un reproche más que un consuelo? ¿Acaso eso no acabaría con la promesa de Obama?

Son preguntas que se han vuelto urgentes desde que el ahora célebre reverendo Wright hiciera su repentina y fulgurante reaparición en la vida de Barack Obama. Sociólogos y periodistas, y políticos y columnistas, y ciudadanos comunes y corrientes han gastado toneladas de tiempo y tinta y blogs en dilucidar este tema de forma interminable, pero hasta ahora no he visto ni a uno de tantos comentaristas recurrir a la literatura para orientarse. A mí, en cambio, lo primero que se me vino a la cabeza, apenas me di cuenta de que era inevitable una confrontación entre Obama y su mentor Wright, fue el capítulo inicial de una novela, una de las más magníficas de la narrativa norteamericana.

Se trata de Invisible Man (Hombre invisible), de Ralph Ellison, y, aunque fue publicada en 1952, nueve años antes de que Barack Obama naciera, creo que contiene la clave de lo que puede suceder con su candidatura tan promisoria.

En ese primer capítulo -que apareció de hecho de forma preliminar como un cuento en la revista Horizon en 1947-, un joven estudiante negro de Alabama, el más eminente de su generación, se empeña en conseguir una beca universitaria, imprescindible para educarse y subir en la escala social y alcanzar el American dream. Antes de que se le otorgue tal posición de poder, empero, se le va a someter a una prueba de fuego que Ellison denomina Battle Royal. En efecto, a ese joven se le exige que luche violentamente contra otros negros en un pugilato feroz, agarrarse a golpes y desangrarse para el goce de un grupo de espectadores blancos.

Es el precio de su futuro éxito y, sugiere Ellison, el precio que debe pagar todo hombre negro en la sociedad norteamericana: acatar lo que los blancos quieren imponerle o... volverse invisible. Que es el destino final del protagonista de la novela: termina narrando su historia desde un sótano secreto en Nueva York, un subterráneo dostoievskiano iluminado con 1.369 ampolletas de luz que no dejan de brillar ni de día ni de noche. A pesar de tanto fulgor, nadie ve a ese hombre, nadie lo reconoce, nadie acepta su derecho a existir más allá de los estereotipos.

Esa es la interrogante que me asedia, ahora que Barack y Jeremiah, Obama y Wright, el padre adoptivo y el hijo ahora distante, se pelean ante millones de televidentes para ver si a uno de ellos, el joven aspirante, el joven brillante, el que quiere vivir el sueño americano, se le puede confiar el poder.

¿Ha cambiado algo desde 1947 cuando se publicó el cuento, desde 1952 cuando se publicó la novela, desde 1968 cuando Martin Luther King, el último líder nacional de origen africano en los Estados Unidos, fue expulsado de la historia activa y pasó a la invisibilidad de la muerte y del mito?

Espero que sí, creo que sí.

Porque ahora la verdadera prueba no la están pasando los negros que riñen de forma tan espectacular y tan penosa. Son los blancos norteamericanos los que están siendo sometidos a un experimento, una tentación, un examen de fuego y sangre. Son ellos los que tienen que decidir el tipo de país que desean, ellos los que tienen que preguntarse cuál es el precio y el estereotipo que le han de exigir a Obama para que sea presidente.

Son ellos los que deben empezar a vaciar los sótanos inagotables de este país de todo lo que es invisible y doloroso y lleno de rencor.

Y si no lo hacen ahora, si no lo hacen ahora con Obama, ¿con quién van a llevar a cabo esa proeza ardua y desgarradora?

(Ariel Dorfman es un escritor chileno. El artículo fue publicado en El País)

lunes, 5 de mayo de 2008

Sobre la gestión ecosistémica, los espacios naturales y la deformación del pensamiento conservacionista.

La aproximación ecosistémica puede ser entendida como una visión sobre la gestión del territorio desde la integración de las ciencias. Para realizar la gestión de un territorio sea protegido o no, hay que tener una visión holista. Esta visión ha faltado, siempre se ha tenido una visión sectorial, muchas veces impulsado desde la misma ciencia. Entonces el problema está, en como entender e integrar todas esta visiones científicas, a la elaboración de estrategias adecuadas. Cuando este lenguaje esté integrado y abra un puente de unión par poder discutir y crear una base conceptual. Este leguaje integrado tiene que ser el de las ciencias: naturales, sociales y económicas.

El problema comienza cuando tratamos de entender este lenguaje. En el caso de las ciencias biológicas existe un debate, que muchas veces tiende a confundir. Los científicos a raíz de la problemática del cambio global, como dice Peñuelas (2002) un cambio que preocupa sobre todo por su componente climática, y la disminución de la biodiversidad han tratado de idearse métodos para solucionar este problema. Pues dentro de estos intentos surge la biología de la conservación. Este enfoque es biocentrista y dedica el centro de protección a unas cuantas especies que resultan de especial interés. Cuando la verdadera conservación tiene que ser un enfoque integrado y con una visión holística. Es a partir de esa visión que se tienen que generar los proyectos específicos. Este instrumente puede ser muy útil para la conservación de procesos, pues además de estas especies emblemáticas habría que tratar las especies que desarrollan un papel funcional en el ecosistema y tratar de dirigir los esfuerzos de conservación hacia esta área.

Esta visión, tiene que ser amplia y no ser un fin en si misma sino una línea de pensamiento, tiene que tratar de entender cuales son todos los procesos incluidos en un espacio y tratar de ver como conservar esos procesos “invisibles”. Esto hace que para entender esta visión se tenga que dejar aparte toda una serie de patologías que normalmente los gestores (manejadores de áreas protegidas) tienen y muchas veces la misma ciencia les ha reforzado. Hay que tratar de conocer cuales son esos procesos “invisibles” para poder gestionar; y ese conocer, ese leguaje, ese base conceptual nos la darán las ciencias.

Ejemplo de estos procesos “invisibles” son las interacciones entre plantas y animales, normalmente las políticas de conservación de especies y hábitat rara vez toman en cuenta las claras asociaciones que existen entre plantas y animal. Esto produce que se interrumpan procesos que han evolucionado desde hacer 400 millones de años (Herrera, 2003) y esto conlleva a que la biodiversidad disminuya. Entonces estas políticas que surgen con el fin de preservar la biodiversidad, al no tener en cuenta aspecto tan básicos como este, definitivamente no están cumpliendo su función.

Muchas veces hasta el mismo concepto de biodiversidad es mal entendido y las políticas de conservación sobre está tienden a ser parte del problema y no la solución. Y muchas veces se confunde la diversidad ecológica, que es una característica emergente de los ecosistemas, con la biodiversidad, que solo es la expresión de la variabilidad. Si se fijaran en los ecosistemas entenderían que la velocidad con que estos transmiten la energía es inversamente proporcional a la biodiversidad. Y de esta manera se pudiera conservar esta biodiversidad entendiendo como fluye la energía en dicho ecosistema.

Otra cuestión que ha deformado el pensamiento conservacionista son las perturbaciones, porque muchas veces se ha visto a estas como la causa directa de la disminución de biodiversidad. Pero las perturbaciones antropocéntricas, en algunos casos como las dehesas del mediterráneo, han aumentado la biodiversidad. Las perturbaciones ocurren en todos los ecosistemas. Los espacios naturales no son un mosaico estático. Dicho esto, hay que tener en cuenta que a la hora de estudiar un territorio las perturbaciones son algo natural y por tanto no podemos pensar en tratar de tener un mosaico estático sino que hay que estudiar el dinamismo producido por las perturbaciones.

Las dehesas españolas son un ejemplo de cómo el hombre ha entendido las perturbaciones y ha tratado de imitarlas, en un bosque que está sujeto a una presión de herbívoros y fuegos ocasionales. Entonces este lo que ha hecho es imitar las perturbaciones así obteniendo bienes de este bosque. Esta actividad ha llevado a la creación de un ecosistema tan particular como son las dehesas, que además mantiene una biodiversidad propia debido a estas perturbaciones. Una vez obtenidos estos bienes solo es cuestión de mantener un balance en el uso que se le da al territorio, así conservando perturbaciones originales.

En el caso de América hay que ver que las practicas que funcionan para el monte mediterráneo no necesariamente van a producir los mismos beneficios, habría que investigar cual es el régimen de perturbaciones adecuado para estos ecosistemas. También habría mucho que discutir sobre que se hace en el caso de tener un área núcleo muy pequeña, como es el caso de la mayoría de espacios naturales salvadoreños, las perturbaciones son en su mayoría antropocéntricas, habría que discutir que hacer para mantener los procesos estables. A mi criterio nos tenemos que olvidar de la concepción del espacio protegido como un ambiente aislado, e integrarlo a una unidad de manejo más amplia y con fundamentos ecológicos, áreas de conservación con custodia del territorio privado.

Este nuevo territorio tiene que tener un elemento integrador que tenga sustento ecológico, este elemento es muy probablemente el agua, aunque este análisis puede variar dependiendo de en que escala jerárquica que nos situemos. Entonces el primer paso que habría que hacer es tratar de ordenar el territorio de acuerdo a las cuencas o microcuencas que están incluidas en él. El ciclo del agua es uno de los principales procesos “invisibles” que nos presenta barreras a partir del cual podemos comenzar a gestionar el territorio, eso si, no hay que descuidar que existe otro proceso implicados y que tienen igual y en algunos cosas mayor importancia.

Entonces esta aproximación ecosistémica que busca conservar procesos, tiene que posibilitar que en el territorio gestionado exista integridad ecológica y salud de los ecosistemas. Esta integridad ecológica no es más que la capacidad de mantener su estructura, funcionamiento y desarrollo, además esta implícito que ante una perturbación mantendría estas condiciones. Pero el asunto más importante esta en definir que es la salud de un ecosistema. Pues no es otra cosa que el valor social que este tiene y para esto la mejor herramienta con la que contamos es la de la economía ecológica, y volvemos a ver reflejado como la nueva gestión del territorio es una integración de las ciencias. Esta nueva ciencia nos ayuda a entender y estudiar cuales son las bienes y servicios que los ecosistemas prestan. Entonces, ¿por qué definir la “salud” de un ecosistema en función de los bienes y servicios que este presta?, pues bien como define Díaz Pineda (2001) el paisaje es resultado de un conjunto de procesos ecológicos y por tanto la variación del paisaje estará explicada por la variación de esos procesos, yo agregaría que estos procesos generalmente varían dependiendo de los bienes y servicios que este preste, por ejemplo Díaz Pineda, a elaborado complejos análisis que tratan de explicar como a través de algunas variables de las estructura de población de una comunidad se puede modelar que le pasará a este paisaje.

Ahora frente a este nuevo marco de referencia como se puede gestionar una espacio natural, un territorio. Pues bien hay que tener este lenguaje común que te lo dan las ciencias, esta base conceptual y hay que elaborar medidas de conservación desde este lenguaje. Cuando este lenguaje se convierte en medidas puntuales de conservación y estas medias estén articuladas entre si entonces nos dirigiremos hacia la aproximación ecosistémica.

Si el territorio es un ente dinámico, la gestión tiene que ser dinámica. El gestor no pude tratar de trazar un plan de manejo que busque conservar la fauna, flora y gea. Debe tratar de conservar proceso y estos procesos son dinámicos, la gestión tiene que tener integridad. Esta gestión debe poder adaptarse a las perturbaciones y poder aun así mantener su estructura y sus procesos administrativos. Igual debe tener resilencia. En fin la gestión tiene que ser del territorio tiene que ser adaptable y tiene que tener una base en la integración de las ciencias que crean un lenguaje común.

La peligrosa clase media

Moises Naim, El Pais

mnaim@elpais.es


La clase media de los países pobres es el grupo humano que más rápido está creciendo. En los próximos 12 años, 1.800 millones de personas engrosarán las filas de la clase media. De éstos, cerca de 600 millones serán chinos. Millones más serán indios o brasileños. En ese periodo la población del planeta habrá aumentado en 1.000 millones de personas, es decir, menos que el aumento de la clase media. Las consecuencias de esto son enormes. Y los retos que esta gigantesca clase media planteará no tienen precedentes en la historia.

Homi Kharas, economista del Brookings Institution, estima que para 2020 la clase media será el 53% de la población mundial. "Hay países pobres donde millones están saliendo de la pobreza gracias al rápido crecimiento económico. Esto duplicará el tamaño de la clase media", dice Kharas. Para 2025, China tendrá la clase media más grande del mundo. La de India será 10 veces mayor.

Éstas son buenas noticias. Pero estos éxitos de la humanidad no serán gratis. Y los síntomas del aumento de la clase media mundial ya los estamos sintiendo. Usted, por ejemplo, está pagando más por la comida. Y no solo usted. En enero, 10.000 personas salieron a protestar en las calles de Yakarta el aumento de los precios de la soja. Los milaneses hicieron lo mismo por los altos precios de la pasta. La semana pasada en Jedá, Arabia Saudí, faltó el pan, ya que el trigo se hizo prohibitivo. Los mexicanos marcharon en protesta del precio de las tortillas de maíz. En Senegal las protestas callejeras fueron por los altos precios del arroz, y en India por la cebolla. Argentina, China, Egipto, Venezuela y Rusia intentan contener la irritación popular con controles de precios.

El promedio de precios alimenticios compilado por The Economist llegó a su nivel más alto desde 1845. Leyó bien; desde 1845. En el 2007 el trigo y la soja subieron más del 80%; el arroz y el maíz, alcanzaron precios récord. Estos aumentos no se deben a que ahora hay menos comida (el mundo produjo más cereales en 2007 que nunca) sino porque algunos cereales están siendo usados como combustible y porque ahora hay más gente que puede comer tres veces al día. La nueva clase media no sólo consume más comida. También compra más ropa, refrigeradores, juguetes, medicinas, y eventualmente, autos y casas. China e India, con el 40% de la población mundial, ya consumen más de la mitad del carbón, el hierro y el acero del mundo. Así, desde 2005 el precio mundial del estaño, níquel y zinc se ha duplicado. La clase media también consume más energía. En 2005, China aumentó su capacidad de producción eléctrica tanto como toda la electricidad que produce Reino Unido en un año. En 2006, aumentó tanto como toda Francia. El petróleo llegó a 100 dólares por barril no debido a embargos o accidentes que limitaron la oferta, sino por el crecimiento del consumo. A la clase media le gusta viajar: se estima que los 846 millones de turistas que hoy viajan cada año llegarán a ser 1.600 millones en 2020.

Últimamente se ha intensificado el debate sobre las consecuencias medioambientales del crecimiento del mundo. Pero la discusión sobre los efectos económicos y políticos de este boom ha sido menor. ¿Qué pasará, por ejemplo, cuando la clase media de los países ricos se vea obligada a cambiar su estilo de vida debido al crecimiento de la clase media en los países pobres? ¿O cuando los patrones de consumo que una familia estadounidense o española ahora da por descontados dejen de estar a su alcance? Ir en coche a cualquier lugar y a cualquier hora será más caro y complicado. Esto no es necesariamente malo. Pagar más por contaminar el ambiente o consumir productos no renovables podría reflejar mejor el costo que ello realmente tiene.

Pero otras alteraciones del orden mundial que pueden resultar del crecimiento de la clase media serán más traumáticas. Los cambios en las tendencias de migración, urbanización y distribución del ingreso serán profundos y conflictivos. La nueva clase media demandará casas, hospitales y escuelas de mejor calidad, e inevitablemente, mayor participación política. Los efectos no anticipados de la nueva clase media global se harán parte de nuestra cotidianidad sin importar donde vivamos.

El debate sobre los "límites al crecimiento" es tan viejo como Thomas Malthus y su preocupación por una población que crece más rápido que la capacidad de producir comida. Hasta ahora estos pesimistas se han equivocado. El mercado y las nuevas tecnologías que periódicamente revolucionan la producción de alimentos se han encargado de equilibrar demanda y oferta e impedir que los pronósticos maltusianos se cumplan. Esto es lo que volverá a pasar. Pero nuestra adaptación a un mundo con una clase media más numerosa que nunca está recién comenzando. Y la adaptación no será barata ni tranquila.