viernes, 20 de septiembre de 2019

Carta al Chato Vargas: Sí hay militarización. De Paolo Luers


Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 21 septiembre 2019


Estimado Chato:
Mientras estábamos los dos en Morazán (vos como jefe del destacamento militar IV de Gotera, yo como fotógrafo y documentalista de Radio Venceremos), éramos enemigos a muerte. Al tener la oportunidad, nos hubiéramos matado.

Luego de que firmamos la paz, hasta amigos nos hicimos. Con diferencias cuando hablamos de la guerra (aunque tampoco en todos los aspectos), pero con bastante coincidencia cuando hablamos de cómo avanzar como país (tampoco en todos los aspectos). A veces nos hablamos para intercambiar opiniones, por ejemplo sobre la ley de reconciliación o temas de seguridad.

Ahora discutamos en público, pero de la misma manera fraterna. Publicaste el viernes la columna 'No hay militarización en la seguridad pública', y yo te contesto con 'Sí hay militarización'.

Primero las coincidencias. Los Acuerdos de Paz pusieron fin al militarismo. La esencia del acuerdo: Los militares se quedan con las armas, pero dejan de meterse en política. (Y la contraparte: La guerrilla depone las armas y se convierte en fuerza política). Este acuerdo lo supimos cumplir perfectamente. Es un gran logro, del cual todos debemos sentirnos orgullosos, sobre todo ustedes, los militares.

Pero hay otro aspecto de la militarización, que los Acuerdos de Paz trataron con la misma rigurosidad: La separación de la Seguridad Nacional, al cargo de la Fuerza Armada, de la Seguridad Pública, al cargo exclusivamente de la Policía Nacional CIVIL. Para esto cambiamos la Constitución.  

Pero ante la incapacidad de los diferentes gobiernos de enfrentar la violencia delictiva, sobre todo de las pandillas, tomaron decisiones equivocadas y peligrosas. En vez de invertir en mejorar y aumentar la policía, hicieron uso de una facultad excepcional del presidente: En situaciones de emergencia puede autorizar, de manera temporal, el uso de la fuerza armada para apoyar la PNC. Sólo que lo temporal se ha hecho permanente, y de manera creciente. Así que hoy tenemos toda la Fuerza Armada desplegada en tareas de Seguridad Pública - en todo el país, todo el tiempo. 

El presidente Bukele heredó esta situación inconstitucional de los gobiernos del FMLN, pero en vez de comenzar a revertirla, la profundiza. En vez de ordenar que recluten y entrenen con urgencia mil policías (o el número que sea necesario para que la PNC pueda cumplir su misión sin apoyo de la Fuerza Armada), ordena a la Fuerza Armada a reclutar soldados.

Pero este no es el síntoma más preocupante de la militarización. Mucho más peligrosa es la militarización de la misma policía, que de esta manera deja de ser CIVIL. Paradójicamente, también es herencia del FMLN. Y hasta ahora el gobierno Bukele no está haciendo nada para corregir esta herencia.

¿En qué consiste la militarización de la PNC? En cambios de su organización interna, privilegiando unidades de élite, agrupados en batallones móviles, que no tienen ningún arraigo territorial y social. Y estas fuerzas especiales tienen entrenamiento, armamento y formas operativas, que en esencia no son policiales, sino que tienen carácter militar. El operativo policial es diseñado para prevenir delitos, revisar a sospechosos y arrestar a delincuentes. Opera con el armamento adecuado y las tácticas necesarias para este fin. No busca enfrentamientos. El operativo militar es para provocar el enfrentamiento con el enemigo y aniquilarlo. El operativo policial no conoce enemigos, solo presuntos delincuentes. Fuerza letal para la policía es permitida sólo en autodefensa, nunca para tomarse una posición, desmantelar una estructura delictiva o para evitar una fuga. Efectivos desplegados en operativos militares no tienen estas limitaciones, su objetivo son bajas, no capturas. 

El sorprendente auge de enfrentamientos y bajas en el año 2015 fue debido a esta militarización de la manera de operar de la PNC. Para no causar malentendidos: No fue responsabilidad de la Fuerza Armada, la cual incluso hizo mucho para no verse involucrada en esta ola de enfrentamientos. Fue resultado de la militarización de la policía. Y esta militarización, aunque por decisiones políticas del nuevo gobierno actualmente no se refleja en operativos de choque, no está siendo debatida y analizada adecuadamente. Y no está siendo revertida. 

Mi respuesta a tu columna es: Como militar y diputado no debes aportar a que se vuelva a confundir y mezclar la seguridad nacional con la seguridad pública. La delincuencia que tenemos, por muy violenta que sea, no constituye una amenaza a la seguridad nacional que justifique el involucramiento de la Fuerza Armada. Hay que exigir una reforma de la PNC para que sea capaz de garantizar la seguridad pública, sin muletas como el apoyo de la Fuerza Armada y la mutación de la PNC en batallones especiales. 

Esta es tu tarea, estimado Chato. 
Saludos, 


No hay militarización de la seguridad pública. De Mauricio Vargas


EL DIARIO DE HOY, 20 septiembre 2019


La militarización se refiere al uso de armamento propio del ámbito militar en otras áreas del quehacer nacional; utilizar estrategias de control castrense, inculcar valores, perspectivas e ideales militares, jerarquía, disciplina y estructuras de mando, entrenamiento militar, uso de armas, logística, movilización y transporte, importancia del secreto.
Es un proceso mediante el cual el estamento militar participa e incide en una sociedad determinada. En lo político se concreta con la asunción por parte de militares a las responsabilidades políticas. Estas son razones de la no existencia de militarización, no se plasma con la sola presencia de miembros de las Fuerzas Armadas.
Hay diversas opiniones de militarización, como la potencialización de las fuerzas armadas, utilización de las mismas en tareas no tradicionales como el desarrollo, el uso de las fuerzas armadas para el combate de amenazas internas, de carácter no militar, o realizar misiones que le competen a la policía, como combatir el crimen organizado y la existencia de facto de un gobierno militar.
En la actualidad experimentamos situaciones especiales, en las que inevitablemente se tiene que considerar la participación de la Fuerza Armada en funciones de seguridad. El aumento de los delitos de crimen organizado, narcotráfico, pandillas y el temor de la población, están en el top de la agenda pública. La percepción de ineficiencia y la realidad del control de los territorios por la criminalidad, sumados a la corrupción policial y del sistema de justicia, son, entre otras, algunas de las principales razones para recurrir a los militares en apoyo de esas funciones.
El aumento de los delitos violentos, proliferación de armas de grueso y pequeño calibre, la exigencia ciudadana de respuestas efectivas y la confianza de la población en los militares en consideración de efectividad en el control de estos problemas, son excepcionalidades que debemos aceptar pero que no se deben tomar como militarización.
Debemos saber debatir el tema en el ambiente en que cada país se encuentra y en este caso nuestro país está en procesos de consolidación democrática aun incipientes y se requiere fortalecer las políticas públicas de seguridad.
Es evidente que cualquier gobierno democrático siente la responsabilidad de ser eficiente frente a la criminalidad, saben que las soluciones son de largo plazo pero los ciclos electorales son de cinco años y no quieren asumir costos de corto plazo, con reformas cuyos frutos no se verán enseguida, por lo que vemos medidas y acciones simbólicas , instalando una lógica perversa donde las políticas responden a la ansiedad pública en el menor tiempo posible, impactando negativamente en la calidad para enfrentar la criminalidad.
Con el fin de la Guerra Fría, las funciones históricas cambiaron. Con los atentados del 11S se perfiló una amenaza a la región y a las naciones, experimentando un modelo antiterrorista, situación especial donde se debe considerar inevitablemente la presencia militar. El crimen organizado se convierte en amenaza de la seguridad nacional, lo que vuelve necesaria esa fusión con la comunidad de inteligencia, agencias policiales y las fuerzas armadas. . La inseguridad para la población que tiene que convivir con las pandillas y bajo sus reglas, es un tema no solo principal, sino el de mayor prioridad.
La lógica de la eficiencia y la disponibilidad hacen una práctica inevitable la participación institucional de las fuerzas armadas en políticas públicas de seguridad; así lo demanda la realidad actual, existiendo una tensión política estructural aunque puedan existir limitaciones.
Esto último presenta el reconocimiento y justifica la excepcionalidad por la cual los militares son llamados a participar en el combate contra la delincuencia, ya que la institucionalidad falló en dar respuesta a esta crisis.
Los reclamos de enfermizos antimilitarismos, temerarios justicieros que buscan excluir del componente militar en la violencia, deben perder relevancia en el contexto actual marcado por la urgencia de proliferación de armas de pequeño calibre, el mercado negro de las armas, la percepción de ineficiencia de la policía y el sector justicia, así como la exigencia ciudadana de respuestas efectivas. La criminalidad, especialmente aquella de carácter organizado y global, requiere respuestas complejas y súper coordinadas por los estados nacionales.



miércoles, 18 de septiembre de 2019

Carta a los que van a habitar el nuevo Parque Cuscatlán: Es suyo. De Paolo Luers


Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 19 septiembre 2019


Está bien que el presidente de la República y el alcalde de San Salvador hayan inaugurado el nuevo Parque Cuscatlán. El gobierno central y el capitalino van a tener que trabajar juntos para darle seguridad y mantenimiento. 

Pero es importante resaltar que el concepto de este parque y la iniciativa de diseñarlo, financiarlo y construirlo no nacieron en ninguna oficina, ni de la alcaldía ni del gobierno central. Nacieron de los sueños de un grupo de ciudadanos visionarios y de sus ganas de mostrar que se pueden hacer realidad trabajando juntos ciudadanos, empresarios, alcaldía, gobierno, comunidades y comunidad internacional.

En el camino hubo un nuevo alcalde y un nuevo presidente, pero el proyecto no se cayó, porque tenía una sólida base en la ciudadanía, la comunidad empresarial y los vecinos de la zona. El Parque Cuscatlán demuestra que cuando la ciudadanía toma el liderazgo y la iniciativa en sus manos, la política se adapta, aun en tiempos electorales y de cambios de gobierno. 

Cada vez que vayan al Cuscatlán a pasear para poner a sus hijos a jugar, a leer o a participar en algún evento cultural, tengan claro que este parque maravilloso no es un regalo de un presidente o un alcalde, sino que es fruto de la iniciativa de ciudadanos activos. El grupo de ciudadanos que concibió el concepto para el parque lo hizo tan bien, de manera tan visionaria, tan profesional, tan creativa, tan entusiasta y tan participativa que a la alcaldía y al gobierno no le quedaba otra que subirse al tren y apoyarlos. Los activistas de Glasswing, con su plan ambicioso, también contagiaron a empresarios, en El Salvador y en Estados Unidos, los enamoraron de la locura de construir, en medio de una ciudad en crisis de violencia, en desorden, en suciedad y caos vehicular, un parque precioso de calidad del primer mundo. La iniciativa ciudadana tuvo la fuerza suficiente para convencer incluso la embajada norteamericana y la AID que el nuevo parque con su impacto sobre todo el contorno urbano y social podría ser el primer paso determinante para revertir el deterioro de la ciudad capital.

Sin la capacidad de los ciudadanos organizados en Glasswing y otras organizaciones cívicas de soñar el futuro y entusiasmar a los incrédulos, este proyecto del parque nunca se hubiera realizado. Lograron encajar su propuesta con la necesidad de la alcaldía (en aquel entonces del FMLN, presidida por Nayib Bukele) de poner en práctica su discurso sobre la necesidad de reconstruir el tejido social; con la necesidad de la embajada de Estados Unidos de mostrar que no sólo querían apoyar la represión del delito sino también la prevención; con la necesidad de la empresa privada que estaba buscando modelos novedosos de gestión basados en concertación pública-privada; y con la necesidad de las comunidades vecinas de contar con un parque seguro, limpio y atractivo. 

En este sentido, cuando disfruten de este hermoso parque, sepan que sus promotores construyeren al mismo tiempo un modelo novedoso, más democrático y más eficiente de gestión pública. 

Debemos cuidar el parque, porque es nuestro, pero al mismo tiempo cuidar este modelo de iniciativa privada-pública que ha funcionado a pesar de los enfrentamientos y terremotos políticos que pasaron durante el largo tiempo de convertir en realidad el sueño del Parque Cuscatlán. Ambos, el parque y el modelo, son preciosos y necesitan que los asumamos como nuestros. Solo así van a sobrevivir y convertirse en modelos para realizar otros sueños.

Saludos, 


lunes, 16 de septiembre de 2019

Carta a los héroes civiles. De Paolo Luers

El desfile del 15 de septiembre, si realmente se tratara de representar una “Nación de Héroes”, lo deberían encabezar las enfermeras del Rosales, de Zacamil y los médicos del Seguro Social, seguidos por los veteranos y lisiados de guerra, tanto de las files del Ejército como de la insurgencia, seguidos por los líderes comunales de los barrios, quienes mantienen viva la lucha por una convivencia pacífica.


Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 17 septiembre 2019


Estimados médicos, profesores, bomberos, enfermeras, trabajadoras sociales, pastores, curas, trabajadores de FOVIAL y ANDA:
Es entre ustedes que hay que buscar a los verdaderos héroes. Yo los encontré entre las enfermeras y los médicos que me tocaron en el Hospital MQ del Seguro Social, quienes con pocos recursos y condiciones adversas de trabajo hacen magia para cuidar y curar a sus pacientes. Entre ellos encontré a quienes deberían ser los protagonistas de una campaña “Nación de Héroes” para celebrar la Independencia.
Los profesores que no dejan solos a su alumnos en zonas donde nadie quiere trabajar, son héroes civiles no reconocidos, igual que los líderes de los barrios que para rescatar la convivencia diariamente se exponen a represalias de la policía y de las pandillas.
Héroes se encuentran entre las madres solteras y entre los bichos de barrios pobres que llegan a estudiar en universidades.
Y aunque se ha convertido en deporte nacional insultar de manera generalizada a los motoristas del transporte público como “cafres” o “animales”, entre ellos hay innumerables héroes que todos los días asumen la responsabilidad sobre la seguridad de sus pasajeros, de los alumnos que va a estudiar y de las mujeres que de noche regresan de las maquilas.
En cada oficio, civil o uniformado, hay malos elementos, pero también muchos buenos y algunos héroes. El error de la campaña “Nación de Héroes” del gobierno es que sólo hablaron de gente armada y uniformada. Pero no es el uniforme ni el arma que te convierte en héroe, es el espíritu de sacrificio y responsabilidad que mostrás en cualquiera que sea tu trabajo. El uniforme te puede convertir en héroe, pero igual en represor.
De todos modos, si de conmemorar la gesta de la Independencia Patria se trata, sus protagonistas no fueron militares sino ciudadanos valientes que asumieron una lucha cívica, no una lucha militar, para conquistar su meta.
Entonces, ¿por qué convertir hoy a los soldados y policías en la única cara de la “Nación de Héroes”? ¿Por qué convertir el 15 de septiembre, que debería ser una fiesta cívica, en un evento marcial? Siempre ha sido así, dirán algunos, y tienen razón. Pero nunca como este 15 de septiembre. Que yo recuerdo, nunca hubo una campaña publicitaria del gobierno tan militarista. Siempre pusieron a la Fuerza Armada a exhibir “destrezas militares”, pero no me recuerdo haber visto una escena como la que se dio el domingo frente a la tarima presidencial: jóvenes hincados frente al presidente, amarrados de las manos, con soldados “robocops” apuntándoles con fusiles. ¿En medio de una fiesta cívica nacional poner en escena las imágenes que en la realidad de las redadas masivas y los allanamiento de buses viven los jóvenes en las comunidades marginales? ¿Qué versión de lucha cívica estamos promoviendo?

El desfile del 15 de septiembre, si realmente se tratara de representar una “Nación de Héroes”, lo deberían encabezar las enfermeras del Rosales, de Zacamil y los médicos del Seguro Social, seguidos por los veteranos y lisiados de guerra, tanto de las files del Ejército como de la insurgencia, seguidos por los líderes comunales de los barrios, quienes mantienen viva la lucha por una convivencia pacífica. Luego los maestros con sus alumnos, los bomberos, los trabajadores municipales… etcétera, etcétera, etcétera…
Un desfile de este tipo no es tan fácil organizar. Con la PNC y la Fuerza Armada es chiche, porque son obligados a obedecer las órdenes del presidente. Pero a los héroes civiles del país no se puede dar órdenes, hace falta convencerlos, fomentar su iniciativa, respetar su independencia -y esto requiere de un presidente quien, más allá de la propaganda, dialogue con la gente y sus representantes. Muchos de los profesionales de salud y educación, así como los veteranos, se sienten atacados y chantajeados por el gobierno.
Tal vez el otro año, todos ustedes juntos organicen su propio desfile del 15 de septiembre, poniendo en el centro los héroes civiles.
Saludos, 



Mucho ruido. De Erika Saldaña


Publicado en EL DIARIO DE HOY, 16 septiembre 2019 


A la Asamblea Legislativa le aplica la frase “mucho ruido y pocas nueces”.
Con mucha frecuencia leemos en las redes sociales que los diputados manifiestan que un proyecto “cuenta con su voto”, cuando solo existe una idea medio dibujada. En la Asamblea están muy acostumbrados a endosar votos sin mayor pensamiento, sin considerar las implicaciones de sus decisiones. Para muchos, la foto y una nota en el periódico es más importante que analizar las complejidades y posibles resultados en la implementación de una ley.
Un ejemplo reciente: el pasado jueves se presentó en la Asamblea Legislativa una iniciativa para que los salvadoreños en el exterior puedan votar y elegir cinco diputados bajo una circunscripción exterior. La presentación de dicha propuesta tuvo el respaldo de al menos cuatro diputados de distintas fracciones legislativas. Los diputados deben tener claro varios conceptos antes de apoyar propuestas, para que no solo se queden en papel y enunciados de buenas intenciones.
El voto en el exterior ya se ejecuta para elecciones presidenciales, mientras que para las elecciones legislativas y municipales la Sala de lo Constitucional declaró la inconstitucionalidad por omisión en el año 2016, debido a que la Asamblea Legislativa no ha regulado los procedimientos, requisitos y garantías necesarias para que los salvadoreños en el exterior puedan votar y postularse en cargos públicos. A la fecha no han reportado avances.
Para garantizar el derecho de los salvadoreños en el exterior debería empezarse por simplificar la inclusión en el padrón electoral e incentivar el voto. En las elecciones de 2014 votaron 2,727 personas en primera vuelta y 2,706 en segunda vuelta, con un costo de 1.4 millones de dólares, mientras que el año 2019 votaron 3,808 salvadoreños, para lo cual se ejecutaron cerca de $250,000 dólares en una votación. Se tiene que evaluar las formas de volver más eficiente el ejercicio de dicho derecho, sino se corre el riesgo que pocas personas elijan cinco diputados.
Los promotores de dicha reforma deberían incluir una explicación de varios problemas que puede presentar otorgar cinco diputados a la diáspora salvadoreña. ¿La propuesta presentada ha considerado que el artículo 79 de la Constitución establece que las circunscripciones electorales se establecen en el territorio de la república? ¿Cómo se pretende salvar la constitucionalidad de la creación de un “departamento 15” fuera del territorio nacional para constituirlo como una circunscripción electoral?
Por otra parte, ¿de dónde sacan que cinco diputados es un número ideal para representación de salvadoreños en el exterior? El mismo artículo 79 de la Constitución establece que la base del sistema electoral es la población y que para su elección se adoptará el sistema de representación proporcional. En El Salvador, a la fecha, no tenemos un censo poblacional que nos diga cuántos salvadoreños somos y cómo está distribuida la población. El último fue realizado en el año 2007 y por ley tuvo que actualizarse en el año 2017, lo cual no se ha efectuado. Tampoco existen estudios técnicos que establezcan cuál es la representación que ejerce un diputado por grupo poblacional y si necesitamos más o menos diputados.
La labor legislativa no se reduce a “apretar un botón”. Los diputados son representantes de todo el pueblo salvadoreño y, por tanto, son los primeros obligados a salvaguardar el interés social con respeto a las minorías; pero su trabajo no puede basarse en conceptos abstractos como “el clamor del pueblo”. Deben considerar los pros y contras de una labor técnica como la emisión de leyes, si las propuestas son constitucionales o no y si cualquier cuestión que se solicita es viable. La Asamblea Legislativa ya no puede seguirse manejando como un foro donde lo que más abunda es el ruido y las fotos.

Re-entendiendo el patriotismo. De Cristina López


Publicado en EL DIARIO DE HOY, 16 septiembre 2019


Siempre creí que entendía el patriotismo. En abstracto, ese sentimiento de apego que los individuos tienen ante su tierra natal o adoptiva, ya sea por lazos comunes con las poblaciones, cultura, valores, o historia de dicha tierra. Y en específico, mi propio sentimiento de apego por mi El Salvador, ese que ahora que lo veo desde lejos se va tintando cada vez más de nostalgia y recuerdos romantizados. Y en el “huacal” de éste, mi patriotismo tan vagamente entendido, caben una universalidad de apegos y afectos, desde los superficiales que incluyen el antojo por las donas 2×1 de septiembre, la preferencia por cenar pupusas en domingo y el olor a Pollo Campero; como otros apegos más profundos, a la silueta del volcán de San Salvador, a la Oración a la bandera, a las plumas de Alfredo Espino y Claudia Lars, o el orgullo por los logros y éxitos de tantos compatriotas alrededor del mundo.
Pero la realidad es que esta noción de patriotismo resulta eminentemente incompleta y vacía, porque es absolutamente pasiva. Se basa en sentir y disfrutar de lo que, en conexión con nuestra tierra, resulta placentero y familiar. Si el patriotismo puede entenderse como amor, lo que vagamente pasamos tantos como patriotismo es un amor eminentemente pasivo y, por ende, egoísta. Recibe, pero no da. Es amor sin entrega. Y hay tanto narcisismo por ahí disfrazado de amor sin entrega. Tampoco es patriotismo lo que muchos llaman nacionalismo: ese no es más que la falta de curiosidad por lo ajeno, y como bien dijera Mario Vargas Llosa alguna vez, “el nacionalismo y el racismo son dos caras de la misma moneda”.
La semana pasada, durante el “acto cívico” del Mes de la Patria celebrado en uno de tantos centros escolares en el país, una estudiante de último año compartió su reflexión sobre el patriotismo en un discurso del que quiero citar (con su permiso) una porción que me pareció sumamente relevante para la re-interpretación del patriotismo como amor. Hablando de que dejar la Patria marca y duele precisamente por “la profundidad que puede llegar a tener el amor por nuestro país” les recordó Montserrat Fabregat al cuerpo estudiantil, padres de familia, y profesorado de La Floresta (centro educativo del que me gradué), que “solo se ama bien cuando se es libre”. Que la autora del discurso sea mi sobrina y que se me cruce enfrente mi absoluta falta de objetividad al juzgar los méritos de sus (en mi opinión de tía chocha, siempre brillantes) logros, no impidió que la sustancia de lo dicho me moviera a reflexionar sobre las maneras en las que deberíamos re-entender el patriotismo, enseñarlo y practicarlo.
Enumeró maneras que incluyen el servicio público, pero también el servicio comunitario: en pocas palabras, un tipo de amor activo, que incluye entrega y convierte el sentimiento en acción. Habló de estas maneras de hacer patriotismo como medios que podrían hacer avanzar a nuestro país y a su gente. Tantos son los elementos que en nuestro país, restan a su gente libertad: pobreza extrema, falta de seguridad, falta de educación de calidad, un sistema de salud inestable que privilegia la capacidad económica sobre la necesidad, discriminación a quienes son diferentes, etc. Y qué cierto es que “solo se ama bien cuando se es libre”. Si reconfiguramos nuestro entendimiento de patriotismo como el tipo de amor que incluye entrega y actos de servicio, iríamos vaciando esos obstáculos que a tantos quitan libertad. ¡Feliz Mes de la Independencia!
@crislopezg