Bukele, al adoptar un discurso que lo sitúa a la izquierda del 
Frente, no es un verdadero peligro para el FMLN. Sería mucho más 
peligroso el surgimiento de una izquierda socialdemócrata.
A todos que no pertenecemos a la militancia del FMLN ni al fan club
 de Bukele no nos toca tomar partido en el pleito entre este partido y 
el hombre que ellos mismos han llevado a la alcaldía capitalina y al 
estrellato. Tampoco se trata de simplemente sentarse al lado del río 
para ver pasar los cadáveres. Hay que entender lo que hay detrás de esta
 telenovela tragicómica. No el drama en sí, ni tampoco sus principales 
actores, pero sí lo que hay detrás podrá tener importancia para el 
futuro de la política del país.
El FMLN histórico: un frente plural
El
 FMLN es un partido que pasó por fuertes debates internos en los años 
90. Durante la guerra de la cual nació, no fue una organización vertical
 ni centralizada, sino un frente de 5 organizaciones político-militares,
 cada uno con su propio perfil ideológico, su propio estilo de 
dirección, sus propias alianzas nacionales e internacionales. Como suele
 decir Dagoberto Gutiérrez: “En el Frente habíamos comunistas, no 
comunistas y anticomunistas.” Diversos casi hasta la incompatibilidad en
 ideología, estrategia y cultura interna, pero unidos en un sólo 
objetivo común: acabar con el militarismo y su régimen de represión y 
exclusión social y política. Era suficiente para crear un frente común. 
Por necesidad más que por convicción, se toleraban las diferencias entre
 quienes querían erigir un sistema socialista y los que querían 
construir un sistema republicano pluralista.
Dagoberto Gutiérrez: “En el Frente habíamos
comunistas, no comunistas y anticomunistas.”
En los Acuerdos de Paz se reflejaba este 
consenso mínimo: la desmilitarización, el pluralismo con la izquierda 
como una fuerza política con los mismos derechos; desmontaje de los 
aparatos de represión y persecución política; elecciones libres.
La imposición del partido vertical
En 1992 se formó el FMLN como partido, 
con todas estas tendencias diversas adentro. Con diferentes visiones: 
unos estaban satisfechos con haber alcanzado el pluralismo, otros lo 
vieron como un paso para llegar a un régimen socialista con hegemonía de
 una clase y su partido. Unos querían construir un partido horizontal, 
cuyos miembros fueran ciudadanos; otros querían un partido vertical, con
 militantes disciplinados.
Estos debates tuvieron lugar durante la 
primera fase de postguerra, entre 1992 y 1994. Incluso cuando el ERP y 
la RN se apartaron luego de las elecciones del 1994, el FMLN siguió 
siendo un partido de tendencias, abierta y oficialmente constituidos: la
 corriente Revolucionaria-socialista, liderada por Schafik Handal y 
Sánchez Cerén; los Renovadores, liderados por Facundo Guardado, 
Francisco Jovel y Oscar Ortiz; la Tendencia Revolucionaria de Dagoberto 
Gutiérrez, y al centro la tendencia wishiwashi o Tulipanes
 liderado por Gerson Martínez y Violeta Menjívar. Hubo fuertes debates y
 enfrentamientos, que culminaron en unas muy disputadas primarias por la
 Secretaría General entre Schafik y Ortiz, y en un pleito fuerte sobre 
la candidatura presidencial para el 1999. Enfrentamientos fuertes, con 
amenazas y pistolas en mano.
Al final los Renovadores salieron, para 
formar su propio partido, poco después también otro contingente que 
relanzó el FDR. Por último se fue el alcalde Héctor Silva y se unió al 
CD. El resto se estableció como partido único, centralizado, monolítico y
 vertical, con prohibición explícita de tendencias. Quedando solos, los Tulipanes se subordinaron. Los Socialistas-revolucionarios se tomaron al partido, lo alinearon y disciplinaron. El debate se acabó.
Desde esta depuración, nadie dentro del 
FMLN ha levantado la voz para criticar la dirección del partido, ni 
antes ni después de su ascenso al poder. Las críticas existen, se 
expresan en privado, pero no tienen canal de expresión dentro de la 
institucionalidad del partido, y expresarlas públicamente en los medios 
es considerado traición y divisionismo.
“Desde esta depuración, nadie dentro del FMLN
ha levantado la voz para criticar la dirección
del partido, ni antes ni después de su ascenso al poder.”
Bukele y el FMLN
En este contexto hay que ver la actuación
 de Bukele, quien decide no sólo criticar sino descalificar a la 
dirección de partido y al mismo presidente, por un cálculo bien simple: 
no quiere cargar con la pérdida de confianza que la mayoría de la 
sociedad siente por el partido y su gobierno. Quiere ser presidente, o 
bien con un FMLN que se deja torcer el brazo por él y lo acepta como 
nuevo rey; o sin y contra el FMLN, volviéndose vocero y líder del 
descontento con toda la clase política, retomando y reforzando la 
tendencia a la anti-política.
Era obvio que el partido no iba a aceptar
 este chantaje. Si Bukele lo pensaba, demuestra su escasa formación 
política. Para los cuadros dirigentes del FMLN, conservar la unidad 
monolítica del partido y el control del aparato, luego de las disputas 
internas de los años 90, es más importante que el control de una 
alcaldía o incluso del poder. Por esto, le negaron la candidatura a la 
presidencia a Héctor Silva, sabiendo que sin él iban a perder en el 
1999, y con él iban a perder el control del partido. Mucho menos le iban
 a abrir la puerta al poder a un Nayib Bukele, les resulta impensable 
después de la pésima experiencia con Mauricio Funes. Las mismas 
encuestas que dan cuerda a Bukele en su ambición personal y 
presidencial, causan sirenas de alarma en el FMLN. Así como es el ADN 
del partido, forjado por Schafik Handal, Medardo y Sánchez Cerén, la 
expulsión de Bukele era inevitable. No tiene nada que ver con manzanas 
ni mucho menos con irrespeto a mujeres.
“Para los cuadros dirigentes del FMLN,
 conservar la unidad monolítica del partido y el control del aparato es 
más importante que el control de una alcaldía o incluso del poder.”
Dentro de su lógica, el FMLN tiene razón.
 Sea cual sea el movimiento o partido que logre armar Bukele, les puede 
costar la alcaldía y la presidencia, pero incluso en este caso la 
principal fuerza de oposición será el FMLN, con fuerza parlamentaria, 
municipal y territorial. Bukele, al adoptar un discurso que lo sitúa a 
la izquierda del Frente y en el populismo puro, no es un verdadero 
peligro para el FMLN. Sería mucho más peligroso el surgimiento de una 
izquierda socialdemócrata. El FMLN se ha concentrado durante 20 años en 
evitar (con éxito) que nazca este desafío, porque sabe que una fuerza de
 centroizquierda efectivamente condenaría a la izquierda revolucionaria a
 un aislamiento del resto de la sociedad, una existencia al margen del 
mapa político. El que Bukele les robe su lugar al margen izquierdo del 
espectro político tiene sin cuidado a los dirigentes del FMLN. Así como 
nunca han visto como peligro a Dagoberto Gutiérrez y su Tendencia 
Proletaria.
“Bukele se va a dar cuenta pronto que su proyecto
no va a encontrar con quienes aliarse.”
 
¿Una nueva fuerza de centroderecha?
Hay algunos indicios que también en la 
derecha está por nacer una fuerza nueva. Hay demasiados liberales, sobre
 todo entre la generación que ahora está entrando en política, que no 
sienten que en ARENA habrá suficiente apertura para que puedan renovar 
al proyecto político. Aunque este movimiento viene con menos bulla y 
poco despliegue de drama y show, si se logra establecer significaría un
 cambio mucho más relevante en el mapa político que el movimiento de 
Bukele. Por una simple razón: No se situaría a la derecha de ARENA, sino
 al centro. Bukele se va a dar cuenta pronto que con su proyecto no va a
 encontrar con quien aliarse – ciertamente no con el FMLN, y difícilmente
 con todas las tendencias en el centro de la sociedad, que no tienen 
expresión partidaria: socialdemócratas, socialcristianos, humanistas, 
liberales, libertarios, libres pensadores, defensores de la 
institucionalidad republicana. En cambio, un nuevo proyecto de 
centroderecha, de corte liberal, progresista y en defensa de la 
Constitución, al actuar bien sí podrá construir estas alianzas. Y sobre 
todo, puede tener con ARENA una relación de competencia, pero también de
 complementariedad e incluso de alianza. Así, y tal vez solamente así, 
podría nacer la nueva mayoría que se necesita para darle un viraje al 
rumbo del país. Que esto se está cocinando a fuego lento y sin el drama 
que están dando Bukele y el FMLN al país, es probablemente la única 
manera en que puede consolidarse.
“Un nuevo proyecto de centroderecha, de corte liberal,
progresista y en defensa de la Constitución,
al actuar bien sí puede construir alianzas.”
Que esto encontraría incomprensión y 
obstáculos en la actual dirigencia de ARENA y la cultura política que la
 sostiene, es obvio. Pero no necesariamente en las personas que se van a
 poner a la cabeza de la campaña presidencial y por lo tanto de la 
estrategia a largo plazo de ARENA.