"La mayoría de los salvadoreños que actualmente están tolerando los abusos antidemocráticos de Bukele y Cia y la corrupción en su gobierno no están en favor de una dictadura o de un estado mafioso – el problema es que no tienen claro que para allá nos lleva Bukele."
Publicado en EL DIARIO DE HOY, domingo 11 julio 2021
Hay quienes sostienen que detrás de la perversión del gobierno hay un colapso de la fibra moral y cívica de la sociedad. Esto significaría que es la ciudadanía salvadoreña que ha abandonado la democracia, engendrando un movimiento político autoritario y abriéndole espacio al gobierno antidemocrático que tenemos. Significaría también que es la sociedad salvadoreña que ha abandonado los valores éticos de la honradez, abriendo espacio a la corrupción sistémica que está estableciendo el actual gobierno.
No comparto esta visión. Nuevas Ideas no nació en el seno del pueblo, nació en las salas de reunión de un grupo empresarial corrupto y sus agencias de mercadeo político y de propaganda.
Con esto no estoy diciendo que en el seno de la conciencia colectiva de la sociedad salvadoreña, no existen fenómenos fuertes de corrosión moral, de desprecio o indiferencia hacía la democracia, sus reglas y sus instituciones. Estos fenómenos y corrientes han existido y han ido creciendo en medida que la clase política ha ido perdiendo credibilidad, por su falta de voluntad y capacidad para erradicar la corrupción y la pobreza. No estoy diciendo que estas tendencias existentes en nuestra sociedad no han sido el campo fértil para que mercaderes de humo y manipuladores de las frustraciones de la gente como los Bukele hayan podido ascender al poder y crear un movimiento capaz de movilizar mayorías en dirección de un régimen autoritario y corrupto. Todo esto es cierto y para reparar el daño, hay que analizarlo, entenderlo y cambiarlo.
Lo que no es cierto es que en El Salvador haya colapsado el espíritu democrático y emancipativo enraizado en la sociedad. Ni tampoco sus valores morales de solidaridad, libertad y justicia.
Para llegar al meollo del asunto: la mayoría de los salvadoreños que actualmente están tolerando los abusos antidemocráticos de Bukele y Cia y la corrupción en su gobierno no están en favor de una dictadura o de un estado mafioso – el problema es que no tienen claro que para allá nos lleva Bukele. Están mal informados, en parte por su indiferencia, en parte por el poder del aparato de desinformación y propaganda del gobierno, pero también debido a la incapacidad de comunicarse con el pueblo por parte de quienes quieren defender la democracia.
Me atrevo a decir incluso que una buena parte de los 1.7 millones de salvadoreños que han votado por dar a Bukele el control total de la Asamblea y del estado no apoyan conscientemente la construcción de un régimen totalitario y de un estado corrupto.
En el momento que quede manifiesto (por los excesos del gobierno y por que nosotros hayamos aprendido a comunicarnos con la sociedad) que este es el destino del movimiento Nuevas Ideas, este quedaría en minoría. Sería una minoría fuerte, numerosa, peligrosa – pero minoría.
Muchos en nuestra sociedad no han abandonado o borrado sus aspiraciones de libertad, justicia y democracia – los tienen dormidos o manipulados. Incluso el sentido histórico de rebeldía de los salvadoreños no ha muerto. Por increíble que puede parecer para algunos, muchos salvadoreños piensan que apoyando a Nuevas Ideas están apoyando un movimiento de rebeldía contra la corrupción y la exclusión. El gobierno, al paso que va, no va a poder mantener viva esta ilusión infinitamente. Una vez que llega la desilusión -y una oposición que sepa articular y movilizar- la correlación de fuerzas cambiará.
La tarea de la oposición -minoritaria, dividida y desmotivada como se encuentra ahora- no es realmente resistir, sino pacientemente preparar la resistencia. Preparar los medios y contenidos necesarios para enfrentar la propaganda masiva del gobierno. Y prepararse para el momento de la desilusión masiva, que vendrá a raíz de las crisis económicas y sociales que el gobierno está generando y no tendrá capacidad de sobrevivir sin revelar su carácter autoritario y represivo.
La sociedad salvadoreña, en este momento, no tiene la capacidad, la unidad y la fuerza para defender la democracia. Pero no ha sufrido un colapso moral. Hay una reserva moral que ahora no se manifiesta con claridad y contundencia, pero que se ha mostrado intacto. Los más de 200 personajes destacados de la vida económica, religiosa, académica y cultural del país que el 16 de enero firmaron el manifiesto “En Defensa de la Democracia” sólo son la parte visible de un contingente numeroso de la sociedad que tiene su moral intacta, aunque por el momento no ha alcanzado consensuar, consolidar y (sobre todo) comunicar un proyecto político capaz de enfrentarse al proyecto de poder gubernamental. El énfasis lo pongo en la palabra comunicar.