Publicado en EL DIARIO DE HOY, domingo 25 abril 2021
Yo saco otra conclusión: Eso es la conclusión que ellos quieren que saquemos. Ellos siendo los que ahora se están emborrachando del poder. Yo me niego a aceptar que los viejos como yo, que hemos hecho la guerra, la paz y la democracia, ya no veremos la luz al final del túnel. No me voy a resignar a esto, porque esto es lo que ellos necesitan. Aunque sé perfectamente que las batallas para recuperar la democracia plural con contrapesos funcionado la van a dar otras generaciones y ya no los viejos, esto no me remite a un futuro lejano. Estas tras generaciones ya están en edad de adultos, ya están académicamente y profesionalmente preparados para asumir el liderazgo. No son futuras generaciones, son presentes y ya son y serán crecientemente los más afectados de este régimen autoritario: falta de oportunidades de empleo; ausencia de un plan de reforma educacional que los pongan en condiciones de ser protagonistas, no solo consumidores de la sociedad e industria del conocimiento; deudas públicas que ellos van a tener que pagar; impuestos que les tocarán porque financiar el sistema de pensiones desfinanciado…
Bukele con sus Nuevas Ideas ha encontrado la fórmula mercadotécnica para llenara los jóvenes de la ilusión de un “nuevo comienzo” en la política. Les han despertado expectativas muy altas, los cuales no tendrán ni capacidad, ni fondos y ni siquiera la voluntad de cumplir. No hay nada más peligroso para un régimen populista que toda una generación defraudada.
Así que no acepto la tesis de los 10 o 15 años que va a durar este régimen, no sólo porque entonces yo ya no estaría vivo para ver el renacer de la democracia que nosotros conquistamos haciendo la guerra y la paz, sino porque este régimen que ahora está tan de auge y de fiesta, no es sostenible. Chocaría pronto los límites delo que un sistema clientelista puede hacer para prevenir crisis sociales que generan descontento y desilusión. Y cuando esto pasa, los nuevos liderazgos opositores tienen que estar listos para convertir el descontento y la desilusión en conciencia y movilización opositora. Seríamos unos indecisos y hasta cobardes sino trabajaríamos día y noche para que en el 2024 haya condiciones para recuperar la democracia pluralista y el estado republicano, con órganos independientes y contrapesos al poder ejecutivo.
La paciencia que necesitamos no es para aguantar 15 años de gobiernos autoritarios y políticas populistas. Esto no sería paciencia, sino resignación y rendición. Disculpen que lo diga sin rodeos. Necesitamos paciencia para reconstruir la oposición, tanto en los partidos como en la sociedad civil; para empoderar liderazgos nuevos que estén listos siempre cuando el populismo reinante se enrede en sus improvisaciones, contradicciones y mentiras. Paciencia y sabiduría. Sabiduría e inteligencia. Inteligencia y organización. Organización y cercanía y empatía con la gente. Empatía y capacidad de comunicar. Todo esto y liderazgo. Liderazgo local. Liderazgo sectorial. Liderazgo nacional.
Frente a un gobierno tan decidido de ejercer su poder para remover obstáculos y contrapesos, nadie puede esperar de la empresa privada que no se acomode para poder seguir operando sin convertirse en blancos de ataques, acosos y extorsiones políticas al estilo Daniel Ortega. Las empresas no son unidades de combate político. Pero igual los empresarios, en vez de practicar paciencia-rendición, deben practicar paciencia inteligente: Hacer pacientemente lo necesario para poder funcionar, pero también para no perder la capacidad de convertirse en parte de la transición democrática, de la recuperación económica y de la reforma social a la hora que se abra esta posibilidad por la crisis de credibilidad y descontento social que enfrentaría el populismo. No necesitamos empresarios (ni mucho menos empresas) que se conviertan en mártires. Necesitamos estrategia y paciencia inteligente.
Los viejos tenemos un papel en esto. Tanto entre los empresarios, los académicos, los luchadores sociales, los defensores de libertades. Ya no como protagonistas. Mucho menos como líderes. Pero sí como personas que pueden aportar la sabiduría de movimientos opositores que sólo pueden estar en manos de jóvenes. Nosotros sabemos el valor de la paciencia, de la unidad, de la tolerancia, de la pluralidad. Aprendimos el valor de estos principios al calor de luchas y errores. Los jóvenes de hoy no están condenados a pagar los mismos costos nuevamente.