Estimado Gustavo Petro:
Ya se dio cuenta: A Nayib Bukele no le gusta que le critiquen –mucho menos que hablen mal de lo que ha escogido como nuevo símbolo nacional: su megacárcel. Usted cometió una ofensa intolerable para él y sus batallones de guerreros cibernéticos: Llamó las cosas por su nombre. Usted vio los videos que el mismo Nayib Bukele publicó con tanto orgullo, y dijo: Este es espantoso, es un campo de concentración. Y las escenas de una enorme galera, llena de reos semidesnudos y amontonados, usted las llamó dantescas –imágenes del infierno.
Así habla alguien con sensibilidad humana. Es raro que un presidente lo haga sin ningún empaque diplomático. Gracias por esto, Gustavo Petro.
Cuando Nayib Bukele reaccionó, como siempre lo hace, con ataques y berrinches, usted le invitó a discutir civilizadamente en un foro internacional sobre cómo un Estado debe enfrentar la violencia y la criminalidad. Si se diera este debate, usted le podría explicar a qué se refiere cuando propone construir universidades en vez de campos de concentración. Sería un debate sobre la diferencia entre medidas antidemocráticas con éxito a corto plazo y soluciones de fondo y a largo plazo.
Bueno, por lo menos con Bukele, este debate no se va a dar, porque él detesta y rehúye el diálogo y prefiere el monólogo y la propaganda –y además porque no le interesa la educación como instrumento de transformación. No le interesó cuando, teniendo la oportunidad de ir a los mejor universidades del mundo, escogió pedir a su padre medio millón de dólares para comprar y manejar una discoteca. Y no le interesa como presidente, porque se siente más cómodo con la juventud salvadoreño en uniforme de soldado –o en uniforme de campo de concentración.
Uno de los diputados más sumisos al presidente Bukele, un tal Jorge Castro, le contestó a usted en Twitter, diciendo: “Osea si alguien asesina a otra persona lo manda a la Universidad y no a la cárcel, en serio? Osea matar a otro es como acceder a una beca de estudio”. Ahí puede apreciar el grado de desarrollo intelectual y político de los que nos gobiernan a los salvadoreños. No tiene sentido hablar a esta gente de las políticas de inclusión social y educación como solución a la violencia, así como las han implementado exitosamente diferentes alcaldes de ciudades como Bogotá y Medellín –y que ahora, con usted en la presidencia, son políticas de Estado.
Tampoco entienden su política de la "paz total", que propone construir mediante el diálogo y la búsqueda de soluciones sociales y políticas. No lo pueden entender, porque ellos solamente están acostumbrados a negociaciones ocultas para pactar. Aquí, lamentablemente hay muchos, que no pueden entender (o no quieren aceptar) que para solucionar de fondo del problema de la violencia, hay que erradicar la marginación y buscar formas de inclusión social y política.
No sabemos si usted va a tener éxito en este camino, porque los obstáculos y resistencias son múltiples, y siempre existe la atracción por las soluciones de corto plazo, aunque sean represivas. Pero es sumamente alentador que usted haya puesto al centro de su presidencia la construcción de la paz y de la seguridad mediante diálogo, inclusión y educación.
No haga caso a los berrinches de Nayib Bukele, siga llamando las cosas por su nombre, duela a quien le duela.
Saludos,