Esto de Venezuela parece un campeonato mundial de conspiración
política, militar y de inteligencia. Imagínense las escenas en aquella
casa donde Leopoldo López guardaba arresto domiciliario, vigilada las 24
horas por agentes del temible Servicio Bolivariano de Inteligencia
(SEBIN): entran generales del SEBIN y del ejército, a veces juntos, a
veces por separado y se sientan con el líder opositor para
instrumentalizarlo dentro de su plan de dar un auto-golpe. Quieren
deshacerse de Nicolás Maduro, quien ya está quemado internamente e
internacionalmente, pero necesitan que el nuevo régimen sea percibido
como gobierno de transición y legítimo que cuenta incluso con el apoyo
de líderes opositores.
Y por su parte, Leopoldo, quien me consta que no es ningún
sencillo, tratando de instrumentalizar a los generales para que generen
las fisuras que la oposición necesita dentro de las fuerzas armadas,
para luego usar la movilización popular para hacer caer el debilitado
edificio del régimen chavista…
Los generales venezolanos reportando a sus referentes cubanos, que
controlan cada movimiento del SEBIN y de las fuerzas armadas —y los
cubanos negociando con los agentes rusos, que llegaron hace pocas
semanas para hacerse cargo de la operación de rescate— no de Maduro,
sino del régimen. Porque ojo: Los cubanos y los rusos andan juntos en
Caracas, pero no necesariamente tienen los mismos intereses…
En otro escenario, Moscú intercambiando mensajes con Washington.
Ambos descaradamente lanzando campañas públicas de desinformación sobre
la situación real en las calles de Venezuela, pero al mismo tiempo
tratando de evitar que la situación se salga de control. Para Washington
se trata de convencer a los chavistas que están dispuestos a mandar sus
marines si algo le pasa a Juan Guaidó, al mismo tiempo que aseguran a
los rusos que de ninguna manera van a intervenir militarmente.
Nada de esto lo vimos en televisión. Sólo vimos lo que pasó el 30 de
abril en las calles de Venezuela: la sorpresiva aparición de Leopoldo
López a la par de Guaidó, pero también flanqueado de miembros bien
armados del SEBIN, de la Guardia Nacional y del Ejército. Los dos
líderes más emblemáticos del país, encabezando una manifestación
opositora, pero sin lograr detonar un levantamiento popular masivo que
obligue a las tropas militares a tomar posición.
¿Qué pasó? Dicen que los planes (hechos para el 1 de mayo, tanto de
un auto golpe para deshacerse de Maduro como el de Leopoldo y Guaidó de
usar este autogolpe para de una sola vez hacer caer al régimen) se
frustraron, porque otros efectivos del SEBIN, a lo mejor por orden de
los cubanos, planificaron detener a Guaidó en la mañana del 30 de abril
—lo que obligó a los conspiradores (de ambos lados) a adelantar sus
acciones. La idea era que la concentración popular masiva del 1 de mayo
coincidiera con la aparición de Leopoldo y con la operación del
autogolpe militar. Esto se frustró —y ni los opositores ni los
conspiradores militares consiguieron su objetivo. Maduro, aunque
visiblemente asustado y debilitado, se mantiene en el Palacio de
Miraflores…
La otra razón del fracaso es que la actuación de Estados Unidos
carece de credibilidad. Nadie les cree la amenaza de intervención
militar, ni los rusos, ni los cubanos, ni los chavistas, solamente los
sectores más retrógrados dentro de la oposición venezolana. ¿Y cómo iba a
ser diferente, si la Operación Venezuela de Washington está a cargo de
un fanático veterano de la Guerra Fría como Elliot Abrams, quien depende
de dos tigres de papel como John Bolton y Donald Trump?
Todo esto parece una novela mal lograda, escrita en partes
por mentes bastante brillantes (como Leopoldo López y algunos generales
jóvenes de inteligencia venezolana), pero en otras partes por
trogloditas como Elliot Abrams y algunos adeptos de la anti-política
dentro de la oposición venezolana. Para nosotros puede ser una novela de
suspenso divertida, para los venezolanos sigue siendo una pesadilla.
Saludos,
(MAS! y EL DIARIO DE HOY)