"Siempre es el vencedor quien escribe la historia, incluso la de los
vencidos", dijo en un poema Bertold Brecht, el poeta y dramaturgo
alemán fascinado por el comunismo y su culto a las víctimas de la
historia. El poema sigue así:
"El matón le desfigura la cara a su
víctima / el débil sale del mundo y queda la mentira".
Afortunadamente,
no siempre tiene la razón esta expresión del fatalismo. No siempre el
débil pierde. Y no siempre el poderoso impone su versión de la verdad.
La historia de Auschwitz al fin la escribieron, válida para la humanidad
entera, las víctimas. La historia de las masacres de Guernica, My Lai y
El Mozote, no la lograron escribir los asesinos. La escribieron las
víctimas. La historia de la guerra civil española la conocemos desde el
punto de vista de los republicanos. Al fin, la historiografía no es
darwinista, sino nace de la época de la ilustración. No siempre se
impone la fuerza, a veces se impone la razón.
La guerra nuestra de
todos modos no cabe en este esquema de Brecht: sabiamente la terminamos
sin vencedores ni vencidos. No hay nadie que desde su posición de
fuerza fáctica pueda imponer su versión y establecerla como verdad.
Tampoco hay nadie que desde una incuestionable posición ética puede
decir: Yo tuve la razón, por tanto yo escribiré la historia de esta
guerra. Cualquier que intente escribir esta nuestra historia arrogándose
que le asiste la razón ética, va a fracasar. Nuestra guerra produjo
pluralismo, y esto se tiene que reflejar en cómo escribir su historia.
Tal
vez sea por esto que la guerra salvadoreña aún no ha sido contada.
Nadie ha podido ofrecer una verdad definitiva. Tal vez nunca la habrá.
Hay cuentos, hay ensayos, hay denuncias, hay libros llenos de anécdotas,
hay odas al heroísmo, unas de soldados y otras de guerrilleros, pero
nadie ha escrito o puesto en pantalla LA historia de nuestra guerra.
Ahora
un grupo de hombres de derecha nos presenta la primera parte de lo que
será la trilogía "Los archivos perdidos del conflicto". Todo el mundo
sabe quiénes son y de dónde vienen: Gerardo Muyshondt, Ricardo Simán,
Toto Rodríguez, miembros de tres influyentes familias de la derecha
salvadoreña.
Pero en contra de todos los escepticismos y
sospechas, no trataron de cometer la locura de contar la historia de la
guerra desde una perspectiva de vencedores, sin haber ganado la guerra.
Tampoco trataron de retratar nuestra historia desde lo que en inglés se
llama "Righteousness": la convicción de que todo lo que hiciste,
incluyendo lo malo, es justificado ante Dios y la moral.
Si acaso
los autores de "Los archivos perdidos del conflicto" tuvieron esta
convicción, la perdieron al enfrentarse a los miles de documentos sobre
la guerra que coleccionaron, revisaron y procesaron para su documental,
muchos de ellos inquietantes. Si la tuvieron, abandonaron rápido la
intención de escribir "la historia verdadera y definitiva del conflicto,
desde el punto de vista de la gente honesta", o sea desde las
convicciones de la derecha de haber tenido la razón de su lado.
Me
consta, porque discutí con ellos en diferentes momentos de la
producción, que Gerardo Muyshondt y Ricardo Simán, al sumergirse en los
archivos fílmicos, fotográficos, testimoniales de la guerra, cambiaron
la manera de ver su país, la historia, el mundo. Mucho más aún, cuando
comenzaron a entrevistar a docenas de protagonistas de la guerra, de las
más diferentes ideologías y experiencias, y se dieron cuenta que no hay
una solo manera de interpretar y explicar cómo y por qué el país se
deslizó a la guerra. Esta experiencia de apertura y reflexión crítica se
transmite al público.
La confrontación tan violenta con la
realidad y con el universo tan plural de los protagonistas produjo al
final una película que abandona el intento de justificar el actuar
político y militar de la derecha y de condenar el actuar político y
militar de la izquierda.
Ojo: Sigue siendo una película hecha por
gente de derecha. Por suerte no tratan de engañarnos con una
imparcialidad o neutralidad que de todos modos sólo podría ser ficticia.
Hay que agradecerles que nos ahorran una payasada de ese tipo. La
película nos cuenta la historia desde la perspectiva de la derecha, pero
toma en cuenta los argumentos de la izquierda. Pero siguen siendo los
autores, que son de derecha, quienes escogieron, editaron, descartaron
los elementos del rompecabezas. Pero es una derecha que está dispuesta a
tomar en serio lo que dice la izquierda sobre los orígenes de la
guerra. Es una derecha que está dispuesta a someter a revisión crítica
su propia actuación durante la guerra, incluyendo las justificaciones
para escuadrones de la muerte y masacres.
Esto no significa que lo
que presenta la película sea la verdad. Sobre varios aspectos
fundamentales de esta historia no existe una verdad, y ellos no tratan
de imponer una. Tampoco significa que la película no incluya errores. No
voy a hablar, en esta ocasión, de errores cinematográficas, aunque
también existen. Hablo de errores políticos. A mucha gente de izquierda
les molestará que la película desmonta el mitos revolucionario de los
secuestros y los muestra como lo que son: no actos de combate, sino
crímenes cobardes contra civiles, que hay que condenar con igual rigor
que los asesinatos cometidos por los escuadrones de la muerte. El error
de la película no consiste en poner en evidencia la hipocresía de la
izquierda en el tema de los secuestros. Este es un aporte positivo. El
error de la película consiste en que no desarrolló al mismo tiempo y con
el mismo rigor las matanzas de maestros, estudiantes, sindicalistas a
mano de los cuerpos de seguridad y los escuadrones.
Otro error es
dar tanto espacio a personajes que no aportan nada. Es necesario que en
la película hablen los protagonistas, pero no los payasos. Está bien que
hablen Fermán Cienfuegos y el Chato Vargas, Facundo y Cristiani, pero
dan demasiado espacio a las incoherencias de Francisco Jovel, Alejandro
Duarte y el general Gustavo Perdomo. Es absurdo entrevistar a Mauricio
Gutiérrez Castro sobre el golpe del 15 de octubre, pero a ninguno de los
militares golpistas. También queda débil el capítulo sobre la Iglesia,
por la misma razón: Pusieron a hablar a quienes nunca entendieron el
fenómeno.
Con todo los errores y vacíos, esta película es un
primer paso de la derecha a someter a revisión su propio rol en el
conflicto. No veo, por ahora, que la izquierda muestre la misma
apertura.
(El Diario de Hoy)