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lunes, 14 de julio de 2014

Debate sin tapujos

A mis compañeros de lucha de la Unidad Democrática y a todos los venezolanos quienes queremos conquistar la democracia.
 
Les escribo esta carta desde mi celda de la cárcel de Ramo Verde cuando cumplo cinco meses de encarcelamiento injusto por haber llamado a la protesta no violenta y a la conquista de la democracia por la vía popular y constitucional. No soy el único preso, somos más de 150 los presos políticos incluyendo a los dos alcaldes destituidos y encarcelados, Enzo Scarano y Daniel Ceballos, y a Iván Simonovis y los policías de la PM que ya cumplen 11 años de prisión injusta.

Venezuela se está cayendo a pedazos, la crisis es en todos los ámbitos y no hay ningún análisis, ni los de voceros del propio régimen, que indiquen que por el camino que vamos saldremos de esta crisis que afecta la vida de millones de venezolanos, todos los días.

El origen de esta crisis no es el colapso del precio del petróleo, ni una invasión extranjera, tampoco lo es una guerra económica y mucho menos es culpa del pueblo venezolano. El origen de todos los problemas es el mismo: el sistema. Un modelo económico fracasado que, en lugar de haber aprovechado la más grande bonanza petrolera en 100 años, ha permitido el crecimiento de la pobreza y de la pobreza extrema. Un sistema de gobierno antidemocrático, corrupto, ineficiente y militarista que ha instalado un Estado delincuente que pretende echar raíces profundas para favorecer a una elite gobernante que ya asoma el despotismo hereditario para mantenerse en el poder por generaciones.
Este sistema nosotros lo hemos calificado cómo DICTADURA, una Dictadura del siglo XXI, una dictadura a color, pero a fin de cuentas una DICTADURA. Pero para no polemizar si es o no una dictadura quedémonos en el punto de encuentro que concluye que el origen de la crisis generalizada es el sistema. Es decir el origen del problema es político y su solución tiene que ser política.

Siendo el problema el sistema, estamos obligados a hacernos, y respondernos, la pregunta: ¿salimos del sistema o permanecemos prisioneros de él? El dilema está centrado allí, salir o permanecer. Nosotros optamos por salir, una salida que sea popular, democrática y constitucional, pero irrevocablemente comprometida con salir del sistema y conquistar la democracia. Sin concesiones; no las puede haber, como no las hubo para quienes salieron a conquistar la independencia de Venezuela o para quienes salieron a derrocar la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

Ante esta realidad se ha abierto un debate en el seno de la oposición democrática. Lo primero que quiero decir sobre esto, es que no está mal el debate dentro de la Unidad nacional, más bien es una señal positiva que tengamos visiones diferentes, siempre y cuando no dejemos a un lado dos condiciones necesarias, definir un objetivo común y mantenernos unidos.

El debate es positivo, ya ocurrió en el pasado reciente cuando en el 2009 promovimos primarias y tarjeta única, propuesta que fue duramente criticada por algunos compañeros de la oposición en sus inicios, pero que luego fue asumida como el camino a seguir por todos quienes creemos en la Unidad.
Para lograr el cambio que queremos es necesario debatir y hacerlo sin miedo, con respeto, pero sin temor a disentir. Lo que sería reprochable es actuar como el oficialismo, quienes ante las voces disidentes que ya señalan su división interna, optan por la descalificación, los tribunales disciplinarios y el torniquete al debate. Ese jamás debe ser nuestro proceder. Más bien todo lo contrario, para conquistar la democracia, practiquémosla, seamos demócratas en nuestro proceder interno para ganarnos la legitimidad de poder conducir el país, que siempre tendrá visiones encontradas sobre distintos temas, de manera democrática.

Sobre este debate ya hay sobre la mesa distintas propuestas que me voy a permitir comentar de forma respetuosa.

Ramón Guillermo Aveledo y Henri Ramos Allup (AD) han insistido en retomar el dialogo con el régimen sin condicionarlo para que pueda fluir. Ya esta opción tuvo un primer ensayo fracasado, no por culpa de la oposición sino porque el régimen lo utilizó como un mecanismo para aplacar la protesta popular y no para tejer un entendimiento nacional. Así acertada y oportunamente lo señaló esta semana la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) que estando representada en el diálogo en la persona del Nuncio Apostólico tiene toda la autoridad moral para llegar a esta demoledora conclusión de lo que fue este primer ensayo.

Nos preocupa que un nuevo episodio del diálogo sea utilizado por el régimen para avalar medidas extremas como el aumento del precio de la gasolina, una maxidevaluación y otras medidas muy duras que no merecen ser aplicadas bajo un manejo opaco y corrupto de la economía como el que actualmente tenemos. Convocan a pagar la factura entre todos para que ellos sigan robando y botando los recursos de todos los venezolanos.

Sobre el diálogo tenemos que estar claros que no hay diálogo efectivo sin presión de calle. Nuestro pueblo lo sabe: así como los obreros organizados en sindicatos protestan para lograr el contrato colectivo, los estudiantes lo hacen por el pasaje o el comedor, y los barrios por la falta de agua, así debemos actuar desde la protesta no violenta para lograr que el régimen acceda a un diálogo real que genere el único resultado aceptable: el camino hacia la democracia.

Henrique Capriles ha insistido en que el objetivo de la oposición debe ser el cambio del CNE. Tiene razón Henrique, tenemos que cambiar el CNE, pero también a la Contraloría que avala la corrupción endémica con su pasividad cómplice; a la Fiscalía que encarcela a inocentes y deja en libertad a asesinos; al TSJ que tuerce la Constitución con sentencias que criminalizan la protestas, militarizan la política y avala la corrupción; a la Defensoría del Pueblo que solo defiende los intereses del PSUV; de la Asamblea Nacional que es inoperante como resorte del debate y contraloría política y democrática; y por supuesto al ejecutivo encabezado por Nicolás Maduro que es responsable de las más alta ineficiencia y corrupción que se haya conocido en la historia del país.

El problema es el sistema. Ya en el pasado la oposición se enfrascó en centrar el debate en el CNE sin ningún resultado. Con esto no quiero decir que hay que dejar de buscar el cambio del CNE, sí hay que hacerlo ya que todas las soluciones pasan por procesos electorales, solo digo que allí no está la solución del problema político de fondo, el CNE es un medio y no un fin.

Primero Justicia propone la tesis de acumulación de fuerzas y proponen como ruta para el cambio las elecciones de la AN en el 2015.

El problema con esta propuesta es que ya hemos ganado y no ha sido reconocida la voluntad popular. Así pasó en el 2010 con las elecciones de la Asamblea Nacional. Ganamos el voto popular con el 52% pero el oficialismo obtuvo mayoría de diputados y desarticularon la AN con habilitantes, destitución de diputados y minimizando el impacto de esta instancia. Además esta opción sería inefectiva para lograr un cambio en los Poderes Públicos, que no podrían ser cambiados aún ganando la mayoría de los diputados, ni tampoco resuelve el problema de la urgencia del cambio.

Ganar y no cobrar también ocurrió en abril del 2013, tal como lo dijo Henrique Capriles a Venezuela y al mundo: ganamos las elecciones pero por el cerco institucional hoy gobierna Maduro. Insisto: El problema es el sistema, no solo el CNE.

Es necesario revisar y reorganizar la MUD y adaptarla a esta nueva etapa tal como lo propone Antonio Ledezma, con respeto, amplitud pero con el sentido de urgencia que amerita el momento.
En este sentido María Corina Machado, Copei, Bandera Roja y otras organizaciones proponen la convocatoria de un Congreso Amplio de Unidad Nacional, como un mecanismo para ampliar y democratizar la Unidad Nacional que sin duda alguna es una tarea pendiente y necesaria ya que el país democrático es mucho más grande que los partidos políticos que hacen vida en la MUD.
Esta convocatoria a un Congreso Amplio podría ser el escenario ideal para la definición entre todos de una ruta a seguir para el cambio del sistema. Fue precisamente esa la deliberación que hace 203 años tuvieron nuestros padres de la independencia quienes luego de tres días de deliberación acordaron firmar el Acta de Independencia 10 años antes de conquistarla. Es decir, la declaración de independencia el 5 de Julio de 1811, fue la definición de un rumbo a seguir que solo se hizo realidad luego de muchos años de lucha y sacrificio, pero lo lograron porque sabían hacia dónde iban y qué querían conquistar asumiendo todos los riesgos.

La ruta a seguir debe combinar una estrategia política con la protesta de calle, una acción sostenida y no-violenta que incorpore a todos los sectores en el espacio en donde nos reconocemos y nos hacemos fuertes: LA CALLE. De lo ocurrido entre febrero y mayo debemos convencernos de lo importante que es canalizar la protesta de calle de forma ordenada y no violenta, y sin duda alguna los jóvenes y estudiantes tendrán una responsabilidad importante en este sentido.

Un grupo de partidos y organizaciones entre los que está el partido al que pertenezco: Voluntad Popular, estamos promoviendo dentro de este debate la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente como el camino a seguir para lograr un cambio profundo como lo amerita la circunstancia.

Promovemos la convocatoria a una Constituyente por varias razones. La primera, es un mecanismo de cambio político que está contemplado en la Constitución (art. 347 y art. 348) y que puede ser convocado por la vía de la iniciativa popular. En Venezuela hemos tenido varios procesos constituyentes, y todos han sido convocados desde el poder, es cierto, pero también es cierto que la Constitución vigente, a diferencia de todas las anteriores contempla que el Pueblo mediante la consignación de firmas equivalentes al 15% del REP, puede convocar un proceso como este. Esta sería la primera Constituyente convocada desde el Pueblo y para el Pueblo. No es un invento nuestro, la opción esta allí, clarita, en el artículo 348 de la Constitución. Activarla o no depende de nosotros.
La segunda razón es que si el problema es el sistema como hemos dicho, una Constituyente es el mecanismo más idóneo para cambiar el esquema y los responsables de conducir los Poderes Públicos del Estado venezolano, y eventualmente convocar a unas elecciones para legitimar los cargos de elección popular.

La tercera razón es que ante una crisis de la magnitud que hoy padecemos, una Constituyente sería un punto de encuentro, de diálogo y reconciliación nacional en donde todos estén representados. La Constitución no es el problema, es el pacto social que hoy está roto por el secuestro del Estado venezolano. Por eso aprovechamos para hacer un llamado al oficialismo democrático a buscar una salida incluyente a la crisis.

En un proceso constituyente podrán participar todos, incluyendo la creciente disidencia oficialista que hoy está siendo asfixiada por la antidemocracia interna. En una eventual Constituyente estaría representado el PSUV así como otras organizaciones del Polo Patriótico que hoy cuestionan al gobierno de Maduro y se quejan de estar excluidos.

Y finalmente, estimamos oportuna la convocatoria de una Constituyente, porque es urgente el debate y el acuerdo sobre el modelo de Gobierno y de Estado a seguir. ¿Cuál es el modelo económico? ¿Cómo garantizar los derechos de todos? ¿Cuál es la responsabilidad de los militares? ¿La descentralización?

No basta con sustituir a quienes gobiernan, es necesario definir cuál es el modelo de país por el cual todos trabajemos y todos nos veamos representados. Durante los últimos años hemos visto crecer a muchos sectores que deben ser incorporados en este proceso de cambio. Hoy esos sectores están en la calle y reclaman ser escuchados: trabajadores, médicos, educadores, estudiantes, gremios, productores, comerciantes, las ONG. Todos deben ser parte de un proceso de cambio de abajo hacia arriba.

Estamos claros que nuestra propuesta es una más dentro del debate, y es precisamente por eso que debemos ante todo promover el debate, el diálogo entre quienes queremos cambio. Un diálogo que tenga como resultado un objetivo común, la conquista de la democracia, y una ruta compartida.
No caigamos en la trampa de descalificarnos los unos a los otros, tengamos más bien la valentía de debatir de manera amplia las propuestas que cada quien le está haciendo al país.

Hermanos y hermanas de la Unidad Nacional, pongamos nuestro corazón y compromiso del tamaño de la circunstancia, salgamos juntos, sin miedo, con la mayor amplitud, a conquistar la democracia.

Desde la Cárcel de Ramo Verde, a los 14 días del mes de julio de 2014.

lunes, 3 de marzo de 2014

Mensaje desde la cárcel militar Ramo Verde

El dirigente de Voluntad de Popular respondió a ano un cuestionario de El Nacional.
No ha podido palpar directamente cómo se han incrementado las protestas después de su encarcelamiento. Tras las rejas y solo a través de periódicos y el testimonio de sus familiares se ha enterado de la represión y las muertes de los últimos días. Consciente de contribuir con la chispa que encendió la llama, “las expresiones desesperadas de un pueblo asfixiado y humillado”, gira instrucciones para que se mantenga la protesta no violenta.
El líder de Voluntad Popular explica lo que hay que hacer para que el país respire. Definir objetivos claros a corto plazo: exigir justicia ante la represión y las muertes; que se recompongan los poderes públicos, con la designación de nuevos magistrados del TSJ, rectores del CNE, contralor, fiscal y defensor; que la lucha no se limite a la calle y que a esta se incorporen otros sectores de la sociedad. En respuesta a un cuestionario de El Nacional, López dice: “Es necesaria la organización de lo que es la lucha no violenta”.
—¿Cómo se encuentra?
—Estoy aislado de la población penitenciaria. Estoy fuerte y claro de lo que está pasando. Desde hace algún tiempo sabía que esto podía venir. Desde hace un año Nicolás Maduro viene amenazándome con cárcel; estaba esperando la excusa para ejecutar su deseo inseguro y autoritario y el 12 de febrero la consiguió. Lo que estoy viviendo en Ramo Verde no es consecuencia del 12-F ni de lo que pasó en la Fiscalía. Cada día queda más claro que fue un plan ejecutado por el gobierno, los asesinos fueron del Sebin y, según el propio hermano de Juan Montoya, a su hermano lo mataron los propios colectivos. Pruebas, fotos, videos y testimonios sobran. Soy inocente y así quedará registrado para la historia. Ahora, sí asumo toda la responsabilidad de haber convocado a la calle, yo asumo mi llamado, lo ratifico y lo volvería a hacer. La respuesta masiva a nuestro llamado ratifica que estábamos y estamos en lo correcto al llamar a que se abra un camino para el cambio social y político, que solo podrá llegar de la mano de millones de venezolanos en la calle, en paz y sin violencia. Así como yo asumo mi responsabilidad y di la cara ante una justicia injusta, que Nicolás Maduro, rodeado de los símbolos del poder y de la debilidad de su gobierno, también asuma la suya. Soy un preso político, un preso de conciencia de Maduro y su institucionalidad manipulada.
—¿Se arrepiente de haberse entregado?
—No me arrepiento de haber llamado a la calle en un momento de pasividad aparente, pero con un mar de fondo que se puso en evidencia. Tampoco me arrepiento de haberme presentado voluntariamente ante un Estado verdugo, que no solo se convirtió en mi carcelero, sino que también es el verdugo del futuro de todos los venezolanos.
—¿No teme que sin usted las protestas se acaben?
—Lo ocurrido es una expresión de un pueblo guiado por unos jóvenes, al que le han expropiado su futuro y pisado su presente. Las protestas han sido masivas en todo el país y, a pesar de la violencia y la represión del gobierno, han seguido y seguirán. Como leí el 12 de febrero en una pancarta: “Nos han quitado tanto que nos quitaron hasta el miedo”. Las barricadas y cierres de calles han sido una expresión extrema. No estoy de acuerdo con la violencia ni con afectar los derechos de otros para exigir los nuestros, pero no basta con condenarla, hay que entender que son expresiones desesperadas de un pueblo asfixiado y humillado. Lo que toca ahora es comprender e interpretar ese sentimiento y darle un curso para mantener la llama de la esperanza encendida.
—¿Qué le pide a quienes esperan sus instrucciones?
—En mi celda, encerrado y aislado de toda la población carcelaria, mi convicción es que tenemos que seguir en la lucha, no hay razón para claudicar y quien no se rinde jamás podrá ser vencido. Darle dirección a la protesta social significa para mí tres cosas concretas. Lo primero es definir unos objetivos en el corto plazo que sean alcanzables. Asumo lo que ya han dicho mis compañeros de la unidad. Uno: justicia para los culpables de la represión, muertes y encarcelamientos. Dos: la recomposición de los poderes, que se sustituya a quienes tienen sus períodos vencidos, que se designe un nuevo contralor, nuevos magistrados y nuevos rectores del CNE. No es concesión, es justicia y acatar la Constitución. A eso le sumaría la sustitución de la fiscal y de la contralora, que han mostrado ser cómplices y culpables por acción y por omisión de lo que está ocurriendo. Tres: que se haga justicia con la estafa de los 30 millardos de dólares que se robaron de Cadivi y que todo el gobierno admitió. No hay presos, no hay investigación, pero sí hay colas, escasez, inflación, hambre y desempleo por el robo de más dinero del que hay en las reservas internacionales. No basta con la conducción, es necesaria la organización de la lucha no violenta, que no se limite a marchar, a protestar en la calle. La calle es el principal escenario de lucha, pero no el único. El aula de clase, el lugar de trabajo, el carrito, las colas para comprar alimentos y la familia tienen también que ser escenarios de protesta no violenta. Y por último, se debe asumir disciplinadamente la incorporación permanente de nuevos sectores y movimientos en la lucha no violenta.
—¿Qué opina de las reuniones de paz? ¿Bastan para dejar de protestar?
—No se puede hablar de paz si no hay justicia. En las condiciones actuales la justicia tiene que dar señales claras en la determinación de responsabilidades por los muertos y por los heridos, reprimidos y presos. Pero también ante la estafa histórica que ha representado el robo a la nación de los dólares de Cadivi. El diálogo tiene que aterrizar en acciones concretas, apegadas a la Constitución. Hasta ahora es un libreto repetido de lo ocurrido en episodios anteriores de diálogo frustrado. El diálogo tiene que hablar con hechos.
—¿Ha tenido respuesta la carta que le envió al papa Francisco?
—Espero que haya llegado a sus manos. Gracias a Dios el papa ya habló sobre el caso venezolano y sobre la necesidad de reconocimiento mutuo.
—¿Qué le dice a todo el que ha perdido a alguien en estas protestas?
—Lo primero es mis más profundas condolencias. A todos, sin discriminación. Me han conmovido mucho los testimonios de varios familiares sobre el compromiso de seguir adelante y que la vida de sus hijos no se haya perdido en vano. A ellos, desde la cárcel, mi más profundo compromiso con no rendirnos y que más temprano que tarde todos podamos ver el nacimiento de una mejor Venezuela, donde todos los derechos sean para todas las personas.
(El Nacional/Caracas)

Vea el video de Carlos Vecchio, segundo al mando en Voluntad Popular, partido que dirige Leopoldo López, con otro mensaje del preso político

martes, 5 de julio de 2011

Le deseamos una pronta recuperación presidente Chávez... y a Venezuela

Deseamos sinceramente que se mejore, presidente. No queremos para usted mal alguno, ni quisiéramos que fuera la enfermedad quien le venciera. La única derrota que esperamos para usted es, en todo caso, la derrota democrática que provenga de la voluntad mayoritaria de nuestro pueblo, a través de los votos.
Ojalá que su recuperación sea rápida. Nuestro país tiene ahora desafíos muy grandes por delante y necesitamos un gobierno que ejerza con plenitud. Hemos de resolver el grave problema de la rampante inseguridad en nuestras calles: Venezuela se ha convertido en uno de los países más inseguros del mundo, con 65 homicidios al día, de los que 63 quedan impunes. No puede ser, presidente, que con el petróleo diez veces más caro que hace una década, nuestra economía tenga una de las tasas de crecimiento más bajas de toda América Latina y uno de los índices de inflación más altos de la región. Nuestra deuda externa sigue aumentando, sufrimos cortes de electricidad a diario y los alimentos escasean. También debemos atajar el hacinamiento, inseguridad y violencia en nuestras cárceles, que tanta inquietud está provocando entre las venezolanas y venezolanos. Es verdad que hemos reducido la pobreza -por cierto, en línea con lo que ha hecho Brasil, Chile o Argentina-, pero una vez más gracias a los ingresos petroleros récord, con el barril más caro en los 100 años de esta industria. Tampoco la educación ha mejorado como se podía esperar: todavía hay dos millones de niños y jóvenes que no van a la escuela, cada vez de menor calidad, por no hablar de nuestras universidades. Los logros conseguidos que tenemos que reconocerle no pueden ser excusa para amedrentar a la oposición, para encarcelar a quienes piensan distinto, para amenazar con la muerte como única alternativa al socialismo, para tratar de hacernos creer que Venezuela y usted son una misma cosa, en el mejor populismo del siglo pasado, como si fueran una unidad de destino, como si después de usted no hubiera nada, solo el vacío y el caos.
Hemos de trabajar juntos, presidente, en la transición que ya está llamando a la puerta. La transición a una democracia completamente asentada, sin derivas autoritarias ni dogmáticas. Venimos recorriendo el país desde hace años y nuestra gente está deseando contribuir a una Venezuela en paz, progreso y bienestar. Nuestra gente sueña con "la Mejor Venezuela", como dice el título de nuestro proyecto para el país: unida, solidaria y libre. Una Venezuela que encare el futuro con optimismo, sin volver tampoco a prácticas pasadas. Usted y su gobierno, presidente, no pueden inhabilitar ese deseo, que es más fuerte que usted y que yo. Nuestro pueblo está muy por encima de nosotros. Ahora, más que nunca, está unido en la búsqueda de una alternativa real que inicie una nueva etapa: progresista, igualitaria, próspera, tolerante. Un pueblo que ha perdido el miedo, una mayoría demasiado grande que no puede ser ya silenciada. Hemos iniciado un camino que no tiene marcha atrás. Y usted lo sabe.
Nos alegramos de que haya regresado a Venezuela, Sr. Chávez. Después de tres semanas que ha mantenido al país en vilo, gobernando desde una clínica cubana, no podemos permitirnos seguir mucho más tiempo sin saber realmente quién está al frente del país. Si no puede trabajar tan intensamente como le exige el cargo, para eso está su vicepresidente, tal como fija el artículo 234 de nuestra Constitución. Le reconocemos a usted el liderazgo del país y la legitimidad democrática, pero nadie en Venezuela es imprescindible, presidente. Nadie.
Y menos en un sistema democrático de carácter presidencialista, donde la acción de gobierno pivota justamente en el jefe del Estado. Más cuando usted ha concentrado en su persona todos los poderes con leyes abusivas. También debería informar de manera transparente del alcance y gravedad de su enfermedad para no añadir tensión e incertidumbre al presente de los venezolanos.
Con todas sus debilidades y altibajos, la nuestra, que es la democracia más antigua de América Latina, tiene fuerza suficiente como para saber afrontar pacíficamente su futuro. Si la democracia opta por usted, todos lo respetaremos. Y si no lo hace, también.
Le deseamos una pronta recuperación, Sr. Presidente. 

(El País/Madrid; Leopoldo López es el líder de Voluntad Popular, movimiento y partido de la oposición en Venezuela.)

martes, 24 de mayo de 2011

Venezuela: Lo que nos une

En los últimos años, Venezuela ha estado sumergida en profundas diferencias políticas que han fomentado el odio, la violencia, y un conflicto que nos impide avanzar. Los que promueven ese conflicto aspiran a una Venezuela resignada, silenciosa, sumisa; un país donde todos pensemos igual y el adversario es enemigo, donde sólo algunos ciudadanos disfrutan de todos los derechos.

Por eso es que hoy tenemos una Venezuela estancada. Un país paralizado, donde el progreso parece una palabra perversa y los sueños son aplastados por un Estado que aspira a controlarlo todo.

En Voluntad Popular nos hemos dedicado en los últimos años a caminar por el país, a visitar ciudades, pueblos, barrios y caseríos. En nuestros recorridos hemos escuchado a mucha gente, y nos hemos encontrado con un pueblo agobiado por sus necesidades y sus problemas. Venezolanos con pensamientos, orígenes, visiones y opiniones diversas; pero todos con algo en común: el sueño de un país diferente, con el que yo también sueño. Una Venezuela mejor.

Ese país que soñamos es un lugar donde todos tengan oportunidad de un empleo digno para superarse. Una Venezuela que sea una cuna de emprendedores y creativos, donde se genere empleo de calidad y se respete la propiedad privada.

Un país donde el Estado no pretenda sólo aliviar la pobreza con planes sociales descoordinados, sino que aspire a derrotarla con soluciones estructurales.

Una Venezuela donde el Gobierno no someta a los ciudadanos a un trueque siniestro de cambiar un poco de libertad por la satisfacción de algunas necesidades puntuales.

Un país donde cada familia pueda tener la oportunidad de acceder a una vivienda digna y con servicios, donde construir verdaderos hogares.

Una Venezuela donde todos los niños y jóvenes, hasta los 17 años, tengan siempre un pupitre y una beca disponible en una escuela; y que todas las escuelas impartan educación de buena calidad.

Un país donde la riqueza petrolera sea una palanca de desarrollo para el tejido industrial, para que los emprendedores se conviertan en empresarios, las pequeñas empresas puedan llegar a ser medianas, y las medianas, grandes.

Centenares de venezolanos me han repetido que sueñan con una Venezuela segura, donde podamos salir a las calles sin miedo y las madres no se despidan de sus hijos cada mañana con angustia, sin saber si los volverán a ver de vuelta en su casa.

Ese sueño es lo que nos une, la aspiración compartida de una mejor Venezuela. Esa es la idea que nos permitirá caminar rumbo al futuro, sin perder más tiempo en el conflicto estéril que nos estanca.

Somos millones los venezolanos convencidos de que soplan vientos de cambio. No es casualidad que justo a las puertas de nuestro bicentenario de Independencia se nos presente la oportunidad de dar el gran salto que necesitamos para lograr esa Venezuela que queremos. Un país solidario, próspero, seguro, soberano y democrático, que piense más en el futuro que en el pasado. Una Venezuela creativa, dinámica y emprendedora, que supere los vicios de siempre y se embarque en un camino que nos una a todos en una visión común de futuro.

Esa es la mejor Venezuela. Un país que mire al año 2012 y diga: Es tiempo de cambio, es hora de avanzar. Fuerza y fe, Venezuela.

Aprovecho la oportunidad para invitarlos el 28 de mayo a la presentación en Barquisimeto de una propuesta de futuro que ha sido discutida y construida con los venezolanos que hemos escuchado.

Una visión del país que queremos y que nos merecemos: La Mejor Venezuela.

(Leopoldo López es un político opositor venezolano, dirigente del partido naciente Voluntad Popular, ex-alcalde de Chacao)

viernes, 23 de julio de 2010

Why Oliver Stone is wrong about Venezuela

The filmmaker Oliver Stone's documentary of Venezuelan President Hugo Chavez has re-energized a long-running debate about the future of Venezuela and what it means for democracy in other countries.

Mr. Stone argues the assault on human rights is of secondary concern, saying: "Why do you seek out the dark side when the guy is doing good things?" After all, "Most peoples' lives in this country have improved under Chavez."

Unfortunately, for the vast majority of Venezuelans, this statement could not be further from the truth. If you are among the millions living in barrios, you no longer trust that you will be protected, that services will be delivered, that your lights will stay on or that you will have access to clean water.

As a mayor for eight years of the commercial district of Caracas, I have seen firsthand how dreams have become more elusive for average Venezuelans, replaced by a dangerous sense of frustration and hopelessness.

Venezuela is now the murder capital of the western hemisphere -- with a 320 increase in homicides and a 1,400 percent increase in kidnappings since 2000. This pervasive state of insecurity affects all Venezuelans, especially those living in poverty.

Shelves are bare, and Venezuela's production capacity has deteriorated so much that we have had to increase food imports by 700 percent -- including goods such as meat and coffee that were once 100 percent locally produced. Prices are 650 percent higher since Chavez first took office. The recent discovery of 81,000 tons of rotting food in a government-controlled storage facility only added to the sense that this is a problem that the president has created.

Access to clean water and electricity is a similar story. Power outages are now a daily fact of life. Many government agencies have to close early in the afternoon because there is not enough electricity.

These worsening conditions have opened the door to more sinister developments, especially in the border regions with Colombia, where people speak of an alarming growth in guerrilla activity, including the FARC. Last week I visited el Alto Apure in this region and heard a mother of four describe the new reality:

"As mothers we fight a silent war against the recruitment of our children by the elenos or the boliches (the ELN and the FBL guerrilla groups)," she told me. "If we say something we risk our lives, walls listen in El Nula."

The government officially denies the presence of these groups in Venezuelan territory. However, those who live here say the groups are so pervasive that they now have absolute control of everything from gasoline distribution to the management of the health centers and the police. A middle aged shop owner who survived a recent kidnapping told me, "If you want something to get done you need to speak with the guerrillos, everything you tell the police or the army they will know, so its better to speak directly with them."

The most shocking testimony was given by a 17 year old boy who said many of his fellow students in school have been recruited as members of the guerrilla groups and go to school as informants. "They don't want to learn, they only go in order to inform the elenos what is happening in our school. [The guerillas] the offer them a salary and a motorcycle, and off they go." I asked him if any had been killed recently. The boy's 16-year-old friend looked him for permission to respond and said, "yes two weeks ago Jose Andres was killed, they said that it was an accident, but we know he died during a conflict between guerrilla groups. That happens all the time."

The difficulties here go beyond insecurity and guerrilla. This region was once one of the most productive meat production territories in Venezuela. More than 50 small, medium and large productive farms in this area alone have been confiscated and are currently controlled by the government. Production has plummeted. Land that had been full of the best cattle is now empty.

The pain has certainly undermined public confidence in Chavez, which is now at an all time low. In 2012, Venezuela will hold its next presidential election, and polls show that a majority of citizens believe it is time for a change. But change is by no means inevitable.

We in the opposition must first take responsibility for our own historical failings, and apply important lessons. It is not enough to be against Chavez. People need to hear how we will make their lives better in basic terms of safety, shelter, and a better chance to achieve dreams.

We must also be a more organized majority. In the past, we in the opposition have been our own worst enemy. Backroom decision-making and political infighting reminds the people of a past they do not want to return to. We need to show them something different: new leaders, transparent processes and ways to engage people directly in our decision-making processes.

Finally, the international community must be more engaged. The approach to Venezuela must not be unilateral but multilateral - led by institutions such as the Organization of American States.

What happens in Venezuela will have profound consequences for Latin America - and for global stability. If the playbook being used today in Venezuela is allowed to succeed without condemnation, it will be replicated not just in Latin America, but also in Africa, Asia and the Middle East.

And for the average citizen, access to dreams would diminish even more.

Leopoldo Lopez was mayor of Chacao from 2000 to 2008. He won Transparency International's Award for the most transparent municipality in Venezuela. In 2009 he founded Voluntad Popular, a social organization with the goal of promoting democracy and human rights.

(The Huffington Post)