"El modelo de prosperidad costarricense está basado en democracia, desmilitarización y prioridad para la educación. Sin estos componentes centrales no funcionaría. El modelo de seguridad de Bukele está basado en militarización, régimen de excepción y prioridad al gasto militar. Sin estos elementos no funcionaría. Estos dos modelos no se pueden combinar, se anulan mutuamente..."
El audio en la voz del autor: LA LIGA DE NACIONES.mp3
Todo comenzó con una “chispa de inspiración”, que se encendió al sólo encontrarse el presidente tico, Rodrigo Chaves, y su invitado Nayib Bukele en San José. De esta chispa nació la idea, que inmediatamente hicieron saber al mundo: “Vamos a formar una Liga de Naciones”. Así lo describió el presidente de Costa Rica, parado a la par de su invitado en su Casa Presidencial. Bukele con cara feliz...
O son dos genios, o son dos farsantes.
Los ticos, con los cuales he hablado, asumen lo segundo. Se ríen de su presidente, y ven con gran sospecha al nuestro. Sospecha de antidemocrático - y de pajero. Los consejos que Bukele les dio, les cayeron mal: Luego de su visita al penal La Reforma, le dijo a Chaves que “así de permisivo” no se puede manejar una cárcel; que les están dando demasiado comida a los reos – y “demasiados privilegios”. Pero, los supuestos privilegios son derechos que garantiza la Ley Penitenciaria. De paso sea dicho, también en El Salvador, sólo que aquí no cumplen con esta ley, está suspendida por el régimen de excepción permanente. Básicamente, Bukele les recomendó a los ticos un estado de emergencia, que suspenda los derechos a personas detenidas en fase de investigación – y que también permita al gobierno “negociar de manera directa”, sin mayores controles, con los proveedores la construcción de nuevas cárceles. Lo que más puso a los ticos en alerta es otra recomendación: El régimen penitenciario hay que liberarlo de controles del sistema de justicia y darle mano libre al gobierno. “La manera en que viven los delincuentes, homicidas, narcotraficantes y pandilleros le corresponde al gobierno”.
Todo esto va contra el concepto histórico que tienen los ticos de la democracia. Les parece peligroso que llegue un presidente salvadoreño, además uno de facto, para reforzar las tendencias autoritarias de su presidente Chaves, que por cierto no se han materializado, porque en Costa Rica, a diferencia de El Salvador, funciona la división de poderes.
Siendo las cosas así en Costa Rica, se entiende que Bukele y Chaves querían sorprender con un proyecto espectacular: crear una Liga de Naciones. No es de fútbol, sería una liga para seguridad y prosperidad. Las ideas de la seguridad las aportará El Salvador, las de prosperidad Costa Rica. Pero esto no cuadra: el modelo de prosperidad costarricense está basado en democracia, desmilitarización y prioridad para la educación. Sin estos componentes centrales no funcionaría. El modelo de seguridad de Bukele está basado en militarización, régimen de excepción y prioridad al gasto militar. Sin estos elementos no funcionaría. Estos dos modelos no se pueden combinar, se anulan mutuamente...
Según Chaves, la Liga de Naciones nacerá entre Costa Rica y El Salvador y gradualmente incluiría “naciones pequeñas con intereses comunes, que trabajen juntas hacia un crecimiento económico y seguridad sostenible en la región”. Hace una comparación histórica, pero sin entender la historia. Evoca el ejemplo de la Liga Hanseática, que, según Chaves, “unió en la edad media a las naciones pequeñas de Europa”. Sólo que esta comparación es absurda. Estas dos ligas son incomparables. La Hansa de la edad media no fue una liga de naciones, sino una alianza de ciudades, más bien de las élites comerciales emergentes, concentradas en ciudades portuarias en el norte europeo. Nació, porque todavía no existían estados territoriales consolidados, que podían ofrecer al comercio la regulación, la seguridad y el fomento que necesitaba para crecer. Traducir esto al tiempo actual y a la situación latinoamericana es una muestra de ignorancia. El mundo ya tiene sus organizaciones internacionales, sólo hay que hacerlas funcionar mejor. Pero a esto, Bukele sólo ha mostrado desinterés. Una Liga de Naciones se organizó luego de la Primera Guerra Mundial, y luego de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en Naciones Unidas. Existe la Organización de Estados Americanos – y nadie necesita una Liga de Naciones dirigida por Bukele...
Es nada más un proyecto de fantasía, con el cual un presidente saliente, Rodrigo Chaves, trata de distraer de su incapacidad, y con el cual otro gobernante, que se está tratando de hacerse con el poder permanente, trata de realizar su sueño de grandeza y líder regional.
Los ticos no lo toman en serio y nosotros, por más que nos quieren vender esta idea como muestra de la grandeza de nuestro líder, tampoco deberían hacerlo. Sólo es una paja más.
Saludos,
* * *
Capítulo 9: El Mozote
(diciembre 1981)
Poco después, saliendo de otra visita corta en La Guacamaya, regreso a San Salvador. Ya me siento seguro nuevamente. Ya nadie anda buscando a ningún Paolo, sea italiano o alemán. Hay una calma en San Salvador. Tal vez porque estamos a tres semanas de navidad. Pero salen noticias de una nueva ofensiva del ejército en Morazán, dirigida por el teniente coronel Augusto Monterrosa, jefe del Batallón Atlacatl. Al saberlo, me hubiera quedado en Morazán, nunca he presenciado uno de esos grandes operativos, cuando vienen con varios batallones, con helicópteros y aviones. Bueno, ahora no hay manera de meterse ahí, toda la zona está cercada. La radio parece tener problemas, están saliendo con emisiones muy cortas. Ojalá que no les pase nada. Monterrosa le lleva hambre a la Venceremos...
El 12 de diciembre la Venceremos emite una información que me congela la sangre: Tropas del Atlacatl han cometido en El Mozote y caseríos aledaños una masacre de unos 1000 campesinos. ¿El Mozote? No puede ser. Si hay un poblado en el norte de Morazán que no tiene nexos con la guerrilla, es El Mozote. La mayoría son evangélicos y se sienten y comportan neutrales. ¿Por qué el ejército querrá masacrar a la gente de El Mozote? Pienso en la familia que maneja la tienda: siempre amables, pero también distantes. Te venden pan dulce y chucherías, pero no te venden artículos que el ejército prohíbe vender a los guerrilleros que pasan por el pueblo: baterías de lámpara, por ejemplo. Cigarros de todos modos no venden, porque son evangélicos. Tratan de llevarse bien con todos, pero sin comprometerse. Los compas los respetan y los dejan en paz. No montan campamentos cerca, para no ponerlos en peligro.
Me llega un mensaje urgente desde Managua. Hay que hacer todo lo posible para difundir la noticia de la masacre con la prensa internacional. Hablo con los corresponsales. Todos se dieron cuenta de la denuncia de la Venceremos, pero nadie realmente lo cree. Nadie quiere difundir algo tan delicado, si no tienen certeza y confirmación. El gobierno mantiene silencio, da parte sobre el operativo, pero sin mencionar El Mozote. Hablando con oficiales, desmienten categóricamente que hubo una masacre. Hacen la misma pregunta: “¿Por qué Monterrosa querrá hacer algo así?”
Hablo con periodistas en Estados Unidos. Nadie me hace caso. Hablo con el corresponsal del New York Times, Raymond Bonner. No me cree, es muy escéptico. “No puedo escribir algo que no puedo confirmar.”
“Bueno, la única manera es ir y ver. Yo te llevo, al sólo retirarse las tropas de Monterrosa.”
“¿Y quién sos vos para poderme llevar a El Mozote?”
“Soy el único hombre que te puede llevar a Morazán. Aunque no me crees, ¿no querías conocer Morazán desde hace mucho y no pudiste ir? Yo te llevo. Si no hay nada en El Mozote, tú haces tu reportaje de rigor sobre la guerrilla, y no pierdes nada.”
Otra gente, en Estados Unidos está haciendo la misma gestión con Alma Guillermoprieto, la reportera del Washington Post, y con Susan Meisalas, la fotógrafa de Magnum. Aceptan, pero igual que Raymond Bonner no quieren entrar por San Salvador, prefieren ir vía Honduras. Me comunico con Managua: ¿Pueden organizar que desde Tegucigalpa los lleven a Morazán? La respuesta es sí. Nuestra gente en Tegucigalpa se encargará.
Habiendo coordinado todo y esperando que una vez en la vida todo funcione, agarro camino para Morazán. La Venceremos sigue insistiendo en que en El Mozote y caseríos aledaños han asesinado a unas mil personas. Pero no dan más detalles. Me parece que los compas evacuaron la radio, debe estar fuera de Morazán, tal vez en la zona oriental sur, en Usulután...
Si la RV no tiene más información, aún más urgencia hay para llegar a El Mozote lo más antes posible. Fuentes militares me confirman que el operativo en Morazán terminó y que las tropas se están retirando. La RV dice lo mismo.
Otra vez necesito a alguien que me deje en carro lo más cerca posible al río Torola. Un valiente taxista, que suele trabajar con la prensa internacional, acepta el viaje, por un precio alto, pero justo. Vamos a San Miguel. El contacto allá me dice que las tropas han llegado de regreso a San Miguel y Gotera. Salimos de noche para Gotera. Nadie nos para. Pasamos por la pista militar de la Fuerza Aérea. No hay retén. Llegamos al puente del río Torola. Ahí me bajo y cruzo a pie. Al otro lado me espera una patrulla guerrillera. El contacto en San Miguel ha hecho milagros. Conozco al jefe de la escuadra, y me dice que la noche anterior pasó la columna de la Venceremos. “Estaban en la playa, los jodidos.” También confirma que los batallones especiales ya han salido, que podemos movilizarnos tranquilos, con tal de que evitemos los pueblos y la calle Negra que sube de Osicala a Perquín. Me llevan por caminos empinados, hasta llegar a Arambala.
En Arambala, convertido en pueblo fantasma, me cuentan que toda la población se fue a tiempo. Sólo encontraron animales para matar. Ahí esperamos a otra patrulla que viene escoltando a Raymond Bonner y Susan Meisalas, quienes han entrado por Honduras. Dejamos que descansen un rato, luego de la larga caminata desde Honduras, y agarramos camino por la calle polvosa a Joateca y luego por el desvío a El Mozote.
En el camino a El Mozote, los compas cuentan a los corresponsales lo que han oído sobre lo que pasó en este lugar. Ellos tampoco han llegado al lugar de los hechos. “Ve,” dice Raymond Bonner, “ni ellos saben. Parecen que son rumores.”
Llegamos a El Mozote ya con la luz del día. Lo que encontramos, me hace llorar. Y cuando me volteo hacia Ray Bonner, lo veo llorando también. Más de rabia que de otra cosa.
Que cuente Ray lo que encontramos en El Mozote. Es lo que tres semanas más tarde leerá el mundo en el New York Times. Y la misma historia, magníficamente contada por Alma Guillermoprieto, en el Washington Post.
Raymond Bonner |
Reportan masacre de cientos en un pueblo salvadoreño
Raymond Bonner, enviado especial del New York Times.
(Traducción de Paolo Lüers)
(El Mozote/El Salvador, 27 de enero 1982) Entrevistas con habitantes de este pequeño pueblo de montaña y en los caseríos aledaños confirman que aquí tuvo lugar, el mes pasado, una masacre de proporciones mayores.
En algunas casas de adobe de El Mozote, este reportero vio las carbonizadas calaveras y esqueletos de docenas de personas enterradas debajo de pisos quebrados, techos y vigas quemadas. Había más al lado del camino que atraviesa las montañas y lleva a este pueblo, y al borde de un cultivo de maíz cercano vimos los restos de 14 hombres jóvenes, mujeres y niños.
En entrevistas separadas realizadas durante dos semanas en la zona controlada por la guerrilla en el norte del departamento de Morazán, 13 campesinos dijeron que esta gente, sus familiares y amigos, fueron matados por soldados gubernamentales del Batallón Atlacatl, en una barrida en diciembre.
Cuentan 733 víctimas
Los habitantes del pueblo han compilado una lista de nombres, edades y lugares de domicilio de 733 campesinos, en su mayoría mujeres, niños y ancianos, que dicen que fueron asesinados por soldados del gobierno. La Comisión de Derechos Humanos, que trabaja con la Iglesia Católica, establece el número en 926.
Un vocero de la Fuerza Armada Salvadoreña, coronel Cotto, dice que las informaciones de ‘cientos de civiles’ asesinados por soldados del gobierno son ‘totalmente falsas’. Estos reportes provienen de ‘subversivos’, dijo.
Para un observador que no estuvo presente durante el tiempo que tuvo lugar la masacre, no es posible determinar independientemente cuántas personas murieron y quiénes los mataron. En las entrevistas, los campesinos dijeron que soldados uniformados, algunos descendiendo de helicópteros, fueron los que dispararon. Los rebeldes en esta zona no han sido vistos vistiendo uniformes o usando helicópteros.
Una ‘gran masacre’
“Fue una gran masacre”, contó Rufina Amaya, de 38 años de edad, a un visitante quien se movilizó en el área junto a los rebeldes que están combatiendo contra la Junta que está gobernando El Salvador. “No dejaron nada vivo”.
En algún lugar en medio de la carnicería estuvieron el esposo de Rufina, quien era ciego, su hijo de 9 años y sus tres hijas, de 5 años, 3 años y 8 meses.
La señora Amaya dijo que escuchó a su hijo gritar: “Mamá, me están matando. Mataron a mi hermana. Me van a matar”. Dijo que cuando los soldados estaban juntando a las mujeres en un grupo, ella escapó y se escondió detrás de unos árboles detrás de las casas.
Según reportes de los periódicos salvadoreños, del 8 al 21 de diciembre 1981 los soldados del Batallón Atlacatl participaron en un barrido en El Mozote y los caseríos en las montañas cercanas, como parte de uno de los más grandes operativos de ‘search and destroy’ (buscar y destruir) de la guerra contra las guerrillas izquierdistas, que luchan para derrocar a la Junta apoyada por Estados Unidos. Según los pobladores, ningún norteamericano acompañó las tropas en el operativo.
A la pregunta si el Batallón Atlcatl estuvo involucrado en un operativo en las montañas de Morazán en diciembre, el coronel Cotto dijo que no podía proveer detalles específicos sobre operaciones militares. “Hemos estado en guerra contra los subversivos desde 1979”, dijo. Como parte de esta guerra, dijo, unidades de Fuerza Aérea y del ejército, incluyendo el Batallón Atlacatl, continuamente están llevando a cabo operativos en todo el país.
280 niños asesinados, según reportes
De acuerdo a la lista que los habitantes prepararon, en El Mozote 280 de los 482 campesinos asesinados eran niños de menos de 14 años. En el cantón Capilla, los habitantes dicen que los soldados mataron a un padre con sus nueve hijos y a una madre con sus cinco hijos. En Cerro Pando, mataron a 87 adultos y 62 niños.
La Comisión de Derechos Humanos anteriormente acusó al ejército de haber matado durante sus operativos a un gran número de civiles. De acuerdo a la Comisión, más de 100 fueron matados en el norte del departamento de Cabañas en noviembre. La muerte de 143 civiles, incluyendo 99 niños menores de 16 años, fue denunciada en San Vicente en octubre, y de unos 300 en Usulután, en septiembre.
En un cultivo de guineos al borde de un maizal cerca de El Mozote se hallaban 14 cadáveres, entre ellos uno de un niño de 5 o 6 años de edad. A unos 5 ó 6 metros de los cuerpos, la tierra estaba regada de cartuchos gastados de M 16. Los rebeldes tienen unos pocos fusiles M 16, que decomisaron a unidades del ejército, y son el arma estándar del Batallón Atlacatl.
Algunos campesinos, con pañuelos o naranjas presionados sobre sus narices para protegerse del hedor, remueven los escombros para ver si encuentran algo rescatable.
El Mozote, diciembre 1981. Foto: Susan Meiselas |
Al subir el camino empinado, uno encontró 12 tablones de madera recién cortados, 25 cm de ancho, 2 cm de grueso y 3.5 metros de largo, reclinados contra los árboles. En el patio de la choza, había sierras y machetes llenos de sangre. Adentro, hubo 5 cráneos esparcidos entre las losas quebradas. Las víctimas eran carpinteros, según un niño que estuvo trabajando en las colmeneras detrás de la choza.
Rufina Amaya dijo que la primera columna de soldados entró a El Mozote a pie como a las 6 de la tarde. Dentro de las siguientes 24 horas, tres veces aterrizaron helicópteros con más efectivos.
Dijo que los soldados mencionaron a los pobladores que eran del Batallón Atlacatl. “Dijeron que entregáramos nuestras armas. Pero les dijimos que no teníamos armas. Esto los enfureció y comenzaron a matarnos”.
Muchos de los campesinos fueron fusilados dentro de sus casas, pero a otros los soldados los arrastraron de sus casas y de la iglesia y los pusieron en líneas, mujeres en una, hombres en otra, dijo Rufina Amaya. Fue durante esta confusión que ella logró escaparse, dijo.
Dijo que unas 25 muchachas jóvenes fueron separados de las otras mujeres y llevadas a la orilla del pequeño pueblo. Ella dijo que escuchó sus gritos.
Rufina Amaya. Foto: Susan Meiselas, diciembre 1981 |
“Nosotros confiamos en el ejército”, dijo Rufina Amaya a la pregunta porqué los habitantes del pueblo no habían huido. Dijo que entre octubre 1980 y agosto 1981 hubo un contingente regular de soldados en El Mozote, muchas veces de la Guardia Nacional. Dijo que ellos nunca abusaron de los habitantes y muchas veces les dieron comida.
Líderes rebeldes de la zona dijeron que El Mozote nunca fue considerado un pueblo que los apoyaba. Pero los guerrilleros sí contaron que unos 3 mil de sus colaboradores civiles habían huido de la zona cuando el ejército entró.
Hombres y muchachos huyeron
Cuando los soldados y los helicópteros comenzaron a arribar en el cantón de La Joya, los muchachos mayores y los hombres huyeron, dijo César Martínez, de 46 años.
“No pensamos que iban a matar a niños, mujeres y ancianos, así que ellos se quedaron”, explicó. Pero, dijo, los soldados mataron a su madre, su hermana y los dos niños de su hermana, de 5 y 8 años. Dijo que entre los otros que fueron asesinados por los soldados hubo una mujer de 70 años y otra mujer con su bebé de 3 días.
En la pared de una casa, contó Martínez, los soldados escribieron “el Batallón Atlacatl va a regresar y matar a los demás”. A la par del señor Martínez estuvo sentado Julio, de 15 años. Julio dijo que su madre, su padre, su hermano de 9 años y sus dos hermanas, de 7 y 5 años fueron asesinados por los soldados en La Joya. Contó que cuando escuchó los primeros disparos, corrió y se escondió en una quebrada.
Julio dijo que regresó una sola vez a su pueblo desde la masacre, para enterrar a su familia y a dos de sus amigos, de 7 y de 10 años.
El Mozote, diciembre 1981. Foto: Susan Meiselas |
Estudiar o luchar
Julio nunca fue a la escuela, y a diferencia de muchos muchachos de su edad nunca estuvo involucrado con el movimiento revolucionario. Ahora está confundido: No sabe si asistir a la escuela de menores que la guerrilla ha establecido, o aprender a usar un fusil “para que pueda luchar contra el enemigo”, dijo.
Otro campesino de La Joya, Gumersindo Lucas de 39 años, dijo que antes de huir con su mujer, sus niños y otros familiares, llevó a su madre de 62 años, quien estaba demasiado enferma para caminar, a la casa de un vecino y la escondió debajo de unas colchas. Dijo que los soldados la mataron a tiros y quemaron las casas.
Sosteniendo a su casi desnuda hija de 4 meses, que sólo llevó una camiseta roja y una pequeña pulsera roja, el señor Lucas dijo que nunca tuvo simpatía con los rebeldes. Ahora, dijo, “quiero que mi esposa y los niños vayan a Honduras, pero yo me voy a quedar y pelear”.
Rufina Amaya dijo que ella no pudo regresar a El Mozote luego de la masacre. Si regreso, voy a escuchar los gritos de mis hijos”.
Me uno al trabajo de Santiago y Maravilla. Hablamos con los sobrevivientes, tanto en El Mozote, como en Poza Honda, La Joya, Arambala... Santiago graba entrevistas para la radio, Maravilla videos, yo tomo fotos. Horribles fotos de cuerpos quemados, muchos de ellos de niños.
El Mozote, diciembre 1981. Fotos: Paolo Luers |
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Ha llegado también Susan Meisalas. Dejamos a los corresponsales hacer su trabajo, sin interferencia. Ellos se quedan unos días más, pero yo decido ir lo más rápido posible de regreso a San Salvador para difundir el material. La Radio ahora ya está transmitiendo reportes más detallados, entrevistas, números, y en San Salvador debe haber una gran expectativa de saber qué pasó en El Mozote. El New York Times y el Washington Post se tardarán algunas semanas para salir con el material. No podemos dejar pasar tanto tiempo. Me despido de todos y agarro camino.
Logro salir de la zona guerrillera sin problemas. Llego a San Salvador y comienzo a contarles a los corresponsales de las agencias internacionales, a los periodistas nacionales, a mis contactos en la Universidad, en la Comisión de Derechos Humanos y en los sindicatos lo que he visto en El Mozote. “Entonces, ¿es cierto lo que reporta la Venceremos?”, me pregunta todo el mundo. “Sí es cierto, y en pocos días el NY Times y el Washington Post lo van a confirmar.”
Cuando salen los reportajes en el NY Times y el Washington Post, el impacto es grande en Estados Unidos. Es una victoria moral para Radio Venceremos. A partir de El Mozote, la gente y los periodistas creen mucho más en los informes de nuestra radio.
En el bar del Camino Real se arma una gran discusión: ¿Qué significa El Mozote para el desarrollo del conflicto? Los colegas estadounidenses, que conocen la historia de la guerra de Vietnam, dicen que esta estrategia de tierra arrasada y masacres funciona: La población va a abandonar las zonas de guerra. El pescado se quedará sin agua y estará condenado a la muerte. Yo digo que depende de nosotros, los periodistas: Si logramos comunicar lo grotesco de este operativo militar, El Mozote será la última masacre de este tipo. La población tal vez saldrá de las zonas controladas por la guerrilla, pero siempre habrá población a dos horas de caminar —y los Estados Unidos no pueden permitir que se aplique la estrategia de tierra arrasada y masacres en todo la parte norte y oriental del país. Optimista, me dicen. Sí, es cierto.
Soy optimista, pero paso semanas sin poder dormir bien. Lo que más me afecta es que sigo sintiendo el maldito olor a carne humana quemada.
El Mozote, diciembre 1981. Foto: Paolo Luers |
En la siguiente entrega, martes 19 de noviembre:
Capítulo 10: Lucas (1982)