Uno de mis placeres en Suchitoto, que nunca me pierdo, es sentarme al final de la tarde, cuando ya entra la brisa del lago, en el portal del Parque Central, tomar un trago y platicar con los personeros del pueblo. Este domingo, era como estar en el palco para presenciar el espectáculo que se iba a desarrollar en el escenario de la plaza.
Como en todas las campañas electorales de todo el mundo, el candidato llega tarde. No sé si es mala planificación o el calculo de los políticos y funcionarios que obligar a la gente a esperar es una muestra de poder.
Dos horas de espera, que los organizadores llenan con música y con consignas. En estas dos horas me doy cuenta que la cultura de la izquierda –de esta izquierda- no ha cambiado en más de veinte años. Las mismas canciones, las mismas simbologías, los mismos héroes, las mismas consignas, los mismos rituales. Camisetas del Che; el sombrero azul; pantalones verde olivos; las casas de cartón; revolución o muerte, ¡venceremos!
Si la cultura de esta izquierda es estática y sigue teniendo sus raíces en las décadas de los 70 y 80, ¿cómo esperar que produzcan ideas nuevas, propuestas nuevas?
Los dos maestros de ceremonia -para matar el tiempo hasta que llegue el candidato- tratan de ensayar consignas con el público. Imposible. Les tiran “Con Mauricio y Salvador...”, pero no hay respuesta. “Tienen que decir: el cambio para un futuro mejor!”, ruegan desde la tarima...
Hay entre mil y dos mil gente. La mitad militancia uniformada de rojo, la otra mitad simpatizantes o curiosos civiles. Unos cuantos cientos meros espectadores, entre escépticos y adversarios. Mi expectativa: ¿Qué va a hacer, qué va a decir Mauricio Funes para convencer a los curiosos, a los escépticos o incluso a los adversarios?
Nada. Cuando al fin aparece la caravana, cuando al fin han terminado los discursos preliminares, cuando por fin hablan los candidatos, todo va dirigido a la militancia. Salvador Sánchez Cerén invoca al “heroico pasado de luchas” de Suchitoto, “cuña de la heroica organización campesina de FECCAS”, y exige justicia para los “luchadores sociales de Suchitoto”, quienes el año pasado no querían dejar entrar al presidente de la República a Suchitoto.
Si la música, las consignas, los colores, los símbolos no han cambiado, tampoco el lenguaje del candidato a la vicepresidencia. Anclado en el pasado, como si nada hubiera pasado en el mundo y en El Salvador desde los 80. Bueno, pero esto no es sorpresa. La pregunta es: El hombre nuevo, el candidato externo, la cara nueva, Mauricio Funes, ¿con qué lenguaje, con qué discurso tratará de convencernos que con él se inicia un cambio en el FMLN?
Tengo que decir que extraño a Schafick. No sólo al hombre Shafick, que lo extrañamos muchos, no sólo sus amigos políticos. Digo con sorpresa: Extraño al candidato Shafick. Escuchando al candidato Mauricio Funes, extraño al candidato Shafick, que tanto hemos criticado. Un hombre transparente: “You get what you see”, como dicen los gringos. Es lo que ves, nada más, nada menos. Un hombre bravo, pero con humor. Ortodoxo, pero autocrítico. Shafick te ganaba con su risa, con sus chistes, con su transparencia.
Traté de ver a Mauricio Funes sin prejuicios, verlo así como se me presenta en Suchitoto. Viene a una plaza llena de rojo, de militantes, de consignas revolucionarias. ¿Hará el intento de ser diferente, aparte del hecho ya acostumbrado que anda de civil, que no se pone nada rojo? El periodista convertido en político, el intelectual convertido en candidato, ¿tendrá un lenguaje diferente que se dirige al ciudadano, no al militante; que provoca reflexión, no emoción?
Lastimosamente, no. Funes, por su condición física y su perfil, no debería gritar. Pero grita, y le queda mal. De Funes, se espera sustancia, contenido, propuestas audaces, pero dice cosas triviales como: “ARENA ya se está desmayando”. Peor, dice cosas de mal gusto como: “Vamos a sacar la basura de Casa Presidencial” o “Vamos a sacar a los malacates de Casa Presidencial”. O aun de peor gusto: “Me cuentan que Tony Saca está temblando, que ya no halla que hacer. Se mete debajo de la cama, temblando. Se mete en el closet, sale del closet, está desesperado...”
Este es el lenguaje torpe y vulgar de un hombre que no tiene humor. Nunca escuché a Shafick recurrir a este tipo de frases para atacar a alguien. No tenía necesidad, porque disponía de un arma más elegante, más humano y más eficiente: el humor.
Una hora de discurso y ni una sólo risa del candidato. No se ríe ni te hace reír. Ni un segundo de relajamiento. 60 minutos que se hacen eternos por lo tenso del orador. En la última campaña presidencial, en esta misma laza habló Shafick. La misma cultura desfasada, la misma multitud militante. Pero por lo menos un discurso divertido de Shafick. Duro pero sin insultos. Capaz de hacer reír hasta a los adversarios. Y más concreto: Les devolveré el colón...
Hoy, en una hora de discurso, solamente dos propuestas concretas: quitarle el IVA a los insumos agrícolas y a los productos de primera necesidad. Y una promesa grandiosa que repiten los dos candidatos: “Nuestro gobierno va a estimular la inversión.” Vaya, al fin un planteamiento audaz para enfrentarse a una ARENA compuesta por empresarios y amigos de empresarios. Interesante imaginarse al Salvador Sánchez Ceren asumiendo la función de embajador para conseguir inversiones que han jugado los vicepresidentes Borgo Bustamante, Carlos Quintanilla Schmidt y Ana Vilma de Escobar. Y prometiendo hacerlo mejor. ¿Cómo? ¿Con quién? ¿Con qué incentivos garantías? De esto no se habló en Suchitoto.
En síntesis: Un meeting que demuestra que el FMLN todavía tiene serios problemas en definir su estilo de campaña. Mejor dicho, de hacer corresponder su cultura corporativa al cambio que promete. En última instancia, en entrar a la modernidad. Este meeting debería haber durado una hora y media, no cuatro horas. Con música contemporánea, con producción profesional, con escenario moderno, y con discursos cortos y precisos. Si el FMLN queda anclado en la cultura de los 70, en el 2009 no llegará a ninguna parte. Y si el candidato no cambia radicalmente su discurso, satisfaciendo la gran expectativa de cambio que él mismo creó, se queda predicando a los convencidos. En Suchitoto, entre la gente que yo conozco, no ha convencido a nadie que no estuviera ya más que convencido. Con cultura contestataria y discurso de denuncia, no se llega al gobierno.
Presentarse como “periodista perseguido por enfrentase al poder” y compararse con monseñor Oscar Arnulfo Romero, tampoco le ayuda a Funes. Primero, Oscar Arnulfo Romero no era candidato, sino una institución moral encima de los poderes políticos. Segundo, Oscar Arnulfo Romero vivió, se enfrentó al poder y murió mucho antes de que en El Salvador se dejaba a perseguir a la gente por decir la verdad.
Mucha de la crítica aquí expresada aplica igualmente al otro bando. Voy a esperar que llegue el candidato de ARENA al Parque Central de Suchitoto y aplicarle los mismos criterios. A su himno sangriento lleno de intolerancia, a su forma de uniformarse, a su discurso populista...
Tengo claro que pasarán años hasta que en El Salvador vea a un candidato civil representando a un partido que ya no tenga rasgos paramilitares, hablando en términos reflexivos y despasionados a los ciudadanos, no a una multitud uniformada de militantes y activistas...