jueves, 22 de noviembre de 2007

CIENTÍFICOS Y SUS TORRES DE MARFIL

Un amigo me dijo hace poco que para escribir bien y comunicar hay que hacerse siempre la pregunta: ¿Y a mi porqué me habría de importar? Justamente hace unos días tuve una discusión con unos amigos biólogos y esa fue la pregunta de fondo. Hablamos acerca del papel de la investigación en la política y cómo los políticos normalmente no toman en cuenta los resultados de las investigaciones. No existe una cultura de la investigación. Pues el error no sólo es de los políticos, sino de los científicos también. El pensar que pueden vivir en una burbuja de cristal, con las reglas de la academia, preocupándose por quién tiene más publicaciones en prestigiosas revistas internacionales o cuántas letras le pueden agregar a sus nombres, este es un grave error que hace que se aleje cada vez más el pensamiento científico de la vida de los ciudadanos.

Leí hace poco un artículo completamente irreverente donde muy sarcásticamente criticaban la literatura científica por ser aburrida e incomprensible para la mayoría de personas. Me pareció muy interesante, y surge como una nueva tendencia en el pensamiento científico tratar de ser más accesible la información, sin perder la rigurosidad necesaria. Por eso me aterra que acá en El Salvador algunas mentes científicas puedan pensar que la labor académica y científica no tiene que ver con la política. Ese pensamiento hace que los científicos construyan sus castillos de marfil, perfectos y con reglas de oro, pero sin sentido real para los ciudadanos y completamente inaplicable para solucionar los problemas de un país, una especie o un ecosistema. Al final el objetivo de la ciencia no puede ser sólo conocer, sino divulgar, para que los tomadores de decisiones y los ciudadanos conozcamos más. Para que podamos poner en practica políticas realistas de conservación de la naturaleza, para que las decisiones no se tomen sólo para sacar ventajas partidarias y electoralistas, sino que se tomen basadas en conocimiento y razón.

Por tanto los científicos tienen la labor de extender puentes hacia los tomadores de decisión. Un congreso científico debería de producir ideas claras para que las personas encargadas de tomar y ejecutar medidas pudieran tener todas las herramientas necesarias para hacerlo bien. Lo que pasa es que en los congresos científicos se habla, por ejemplo, de la diversidad alfa y beta de las comunidades de macro algas del pacífico mexicano, lo cual está muy bien para otros científicos, pero también como comunidad deberían de poder traducir esto a un manual para la aplicación de procesos de pesca para no poner en peligro las algas visibles de esos lugares en México. Esa traducción, esa elaboración es el papel fundamental de un científico, porque solo un científico puede entender la complejidad del tema y poner de una forma clara, sencilla y ejecutable.

Esta labor de traducción es donde la mayoría de científicos se pierde, no le dan importancia y no ven la radical importancia de esta labor. Sin esto carece de sentido cualquier resultado que elaboraren. Por esos mis colegas biólogos la próxima vez que se quieran quejar de los políticos, mejor pregunten: ¿Qué puedo hacer yo para que estos tomadores de decisión puedan entender mejor los problemas? La próxima vez que escriban un artículo científico o vayan a un congreso, piensen cuál es la razón última de porqué se realizan. Porque si no, sencillamente el resultado será la pregunta inicial: ¿Y a mi qué me importa?

Columna transversal: EXTRAÑA COMPETENCIA DISCURSIVA

Hay dos señores de la alta política salvadoreña empeñados en una extraña competencia: A ver a quien le sale mejor el lenguaje socialdemócrata. Lo irónico: Ninguno de los dos es socialdemócrata. Uno es de derecha, es el presidente de ARENA y de la República. El otro es el candidato presidencial del FMLN, partido que ha expulsado de sus filas a toda desviación socialdemócrata. En esta competencia de cómo hacerse pasar de socialdemócratas, gana la derecha. Ha hecho más compatible --mucho más que el FMLN-- su discurso con ideas socialdemócratas sobre mercado y Estado. También tiene más tiempo de ensayar y practicar…
Bueno, para ser más preciso: Gana Tony Saca. Pero él, lamentablemente para la derecha, no será el candidato. A ver si encuentran a un candidato –o una candidata, en este caso sí es indispensable hacer la distinción de genero-- con reales tendencias socialdemócratas. Alguien que no tenga que fingir. Alguien que ha entendido que la derecha no puede seguir igual, sino tiene que abrirse hacía la izquierda socialdemócrata.

Porque una cosa ya se proyecta: El discurso obligado, el discurso que quiere escuchar la población, es esencialmente socialdemócrata. Se mueve en el campo donde están construyendo coincidencias FUSADES, FUNDE, el PNUD, los honorables de la CND y su grupo de apoyo, algunos dirigentes de ANEP, los intelectuales independientes de la izquierda, los rectores universitarios más influyentes del país, los columnistas más leídos de los medios.

Tanto ARENA como el FMLN van asumiendo como propio este discurso que habla de subsidios; de equidad; de equilibrio entre libertad y justicia social; de reformas institucionales; de concertación; de pactos sociales; de políticas públicas de nación. Lo asumen porque ya no se pueden dar el lujo de dejar este discurso a los pocos políticos locos (o sea, visionarios) como Héctor Dada, Arturo Zablah, Facundo Guardado, Joaquín Villalobos, Salvador Samayoa, quienes durante años han tejido este nuevo lenguaje político, cuando por nada estaba de moda, cuando más bien estaba de moda --en la derecha como en la izquierda-- el lenguaje de la confrontación, de los maximalismos, de la exclusión.

Milagrosamente, la moda está cambiando. Las expectativas de la gente, el ánimo de la gente, están cambiando. La misma gente que durante años premió con sus votos a los halcones, a los más agresivos, a los más confrontativos, a los más ortodoxos en los dos polos del espectro político, castigando a las “palomas”, a los concertadores, ahora ya no permite la polarización, exige políticas consensuadas de Estado. Lo moderado tenía estigma de blandengue, de falta de hombría. Hoy lo que cae mal es la falta de tolerancia, el insulto, la intransigencia…

Por esto Mauricio Funes está hablando diferente al Shafick de la campaña anterior. No porque uno sea moderado y el otro radical, uno socialdemócrata y el otro comunista. No, es porque la cultura política, al fin, está cambiando. Por esto Mauricio Funes trata de desaparecer (o por lo menos suavizar) los ataques frontales al empresariado. Por esto ya nadie habla del regreso al colón, de la oposición al TLC. Por esto ya no dejan hablar en público a Salvador Arias.

Y porl a misma razón, Tony Saca sigue hablando de lo social, de la intervención regulador del Estado en el mercado, de justicia social. Por esto ARENA está buscando desesperadamente a un candidato que puede asumir, hacer creíble y desarrollar este discurso exitoso de Tony Saca, pero esta vez sin contrarrestar y neutralizarlo con el lenguaje tradicional de ARENA, con el lenguaje de la mano dura, el lenguaje anticomunista, el lenguaje neoliberal.

Ni uno ni el otro está muy convencido del nuevo discurso moderado, conciliador, reformista y socialdemócrata. Ni ARENA, ni el FMLN, ni Tony Saca, ni Mauricio Funes. Sin embargo, su instinto político les dice que se está produciendo un viraje en el ánimo de la gente, y se adaptan.
A veces dan la impresión --sobre todo Mauricio Funes y los dirigentes del FMLN-- que en el mismo discurso quieren mandar señales a sus bases, como diciendo: “No tomen demasiado en serio lo que estamos diciendo. No somos socialdemócratas, nunca caeremos tan bajo, pero entienden, es tiempo electoral…¨ En estos momentos, rapidito expresan su solidaridad con Cuba y Venezuela unos o su rechazo a Fidel y Hugo los otros. O gritan una consigna para mostrar que siguen siendo combativos…

Pero no importa no creen en sus propias palabras. El nuevo lenguaje conciliador y socialdemócrata cobra su propia vida, refuerza y confirma el nuevo animo de la gente. Varios --de los dos bandos-- habrán estado sentados en Toledo poniendo buenas caras al discurso socialdemócrata proporcionado por los españoles, y diciéndose a si mismos: “Cuidadito, suena bonito, pero esto es precisamente el peligro, a mi no me van a lavar el cerebro…”

No importa. Es discurso de Toledo cobra vida propia. Nadie se atreve a contradecirlo, por lo menos no en público. A otros los hace reflexionar, flexibilizar posiciones. El mismo discurso, el mismo juego, se repite tres semanas después cuando la clase política salvadoreña ovaciona al ex-presidente chileno Patricio Aylwin hablando sobre la concertación como base de la transición democrática chilena. “La política partidaria no puede seguirse concibiendo como guerra interna”, dice don Patricio, y todos aplauden. Y Armando Calderón Sol complementa la idea: “Hay que romper con la idea de que el que gana, gana todo. Los gobiernos tienen q1ue ser incluyentes.”
En el Encuentro Nacional de la Empresa Privada (ENADE 2007), los empresarios escuchan con tolerancia respetuosa, pero sin mucho entusiasmo, el discurso el dinosaurio neoliberal Carlos Alberto Mantener; pero aplauden enfáticamente cuando el presidente Saca les exige “un crecimiento con equidad, con mayor sensibilidad sectorial y con un sentido más incluyente.”

Mauricio Funes dijo el 11 de noviembre en el estadio, ante 60 mil gentes vestidos de rojo dice: “Vamos a promover y respetar la inversión privada, nacional y extranjera, con base al respeto de las leyes del país. Vamos a exigirle al capital privado nacional y extranjero que respete las leyes del país, sobre todo las leyes laborales, la normativa relacionada con la regulación del mercado y las leyes fiscales.”

Y tres días más tarde, en el ENADE, Tony Saca le contesta: “No podemos renunciar, ni vamos a renunciar, al necesario papel del regulador de las instancias gubernamentales para evitar que la sed especulativa y la avaricia desmedida lastimen el bolsillo de los salvadoreños.”
Parece que todos estamos de acuerdo. Sólo que uno lo dice con el puño en alto, y los 60 mil militantes del Frente lo entienden como amenaza a los empresarios, no como gesto conciliador. Y el otro lo dice con toda la tranquilidad relajada de un hombre que ya sabe que los mil empresarios no lo van a malentender como amenaza…

Sin embargo, están diciendo lo mismo, en otras palabras, pero sobre todo en diferentes contextos. Sólo falta que todos lo que realmente creen en estos discursos, los tomen de la palabra, obligándoles a convertir el discurso en práctica política.