sábado, 10 de mayo de 2014

Carta a Héctor Silva jr.

Estimado Héctor:
Cuando publicaron, como adelanto, el prólogo que un profesor norteamericano escribió para tu libro “Infiltrados”, comenté en twitter: “Ojala el libro de Héctor no sea tan superficial como este prólogo...”

Ya leí el libro. Lastimosamente es igual o peor. Tu prometes un libro sobre la historia de la Policía Nacional Civil, una investigación periodística de años que culminó en un año de trabajo para convertirla en libro, con el apoyo de la American University de Washington. El resultado: una decepción.

Todos sabemos que la PNC, como cualquier policía del mundo, tiene problemas, deficiencias, incluso algunos miembros relacionados con la delincuencia. Pero la imagen que tú pintas es falsa. La afirmación que existe, desde sus inicios en los 90, un “pacto entre el crimen organizado salvadoreño y la PNC” es falsa.

Tu frase que “esa historia de la PNC no es una sucesión de heroicidades, grandezas y optimismos; es más bien una crónica de infamias, corrupciones e impunidades”, es una ofensa. Además, no tiene sustento.

Tú tesis central: el “pecado original” de la PNC es que se incluyeron a efectivos y oficiales provenientes de la Fuerza Armada y de la antigua Policía Nacional. Pero esto, estimado colega, fue el resultado de la guerra y de los acuerdos de paz. Siempre, el que gana una guerra, toma control de la policía. En El Salvador, nadie ganó la guerra, se hizo una paz sin perdedores y sin vencedores, y esto se reflejó en la nueva policía: entraron ex-guerrilleros y ex-miembros de la Fuerza Armada. Juntos. Y juntos no solo quiere decir que entraron al mismo tiempo, sino que tenían el mandato de trabajar juntos. Y es lo mejor que podría pasar a la nueva policía.

La gran mayoría de los policías provenientes de la guerrilla no trabajó para que la izquierda tome control de la PNC, sino para tener una policía profesional. Y la gran mayoría de los policías provenientes de la Fuerza Armada, igual. Un hombre a quien más estás atacando (yo digo: injustamente difamando) en tu libro, el comisionado Douglas García Funes, es el mejor ejemplo de esto: docenas de policías ex-guerrilleros te pueden dar testimonio cómo “Carabinero”, como le dicen, se ganó su respeto. Como aprendieron a trabajar juntos y combinar sus virtudes.

En todo tu libro no hay ninguna prueba que involucra a “Carabinero” en delitos, mucho menos en conexiones con el crimen organizado. Lo que tú hiciste, Héctor, en el caso particular del comisionado Douglas García Funes, se llama difamación. En Estados Unidos, donde tú vives, se tiene un termino mucho más claro: “character assassination”.

Cito textualmente una de tus frases sobre “Carabinero”: No fue hasta que dejó de ser jefe de la Región Occidental —donde opera el Cartel de Texis— que las autoridades retomaron las investigaciones contra el Burro Herrera, que culminaron con su captura el 23 de julio de 2013. Una fuente cercana a la cúpula de la Fiscalía confirmó que hay oficiales de la PNC vinculados con al Cartel de Texis.”

Hablando de “fuentes”: Tu libro cae en el mismo error, que siempre he señalado a varios colegas y medios: te dejaste manipular por fuentes interesadas. Casi todas tus fuentes anónimas son elementos de inteligencia vinculados al grupo del FMLN que entre 2009 y 2012 controlaba Seguridad y PNC. El general Munguía Payés desarticuló este nudo de conspiradores y desinformadores en los organismos de inteligencia, que usaban su cargo para persecuciones políticas - y por esto lo detestan. Por tu propia  predisposición ideológica contra los militares y su rol en Seguridad, les compraste a estas fuentes la desinformación que te filtran para joder a los ex-militares en la policía y a los generales al mando.

Te salió un mezcla de verdades, medias verdades y mentiras – y como resultado una imagen falsa. Como todos sabemos que algunas de las acusaciones, por ejemplo contra Herbert Saca y el ex-director Menesses, son ciertas, parecen confiables todas las demás acusaciones, aunque no tienen sustento.

No tengo aquí espacio suficiente para analizar todo el libro y sus falacias. Lo haré en otro artículo. Hoy solo te quiero decir que lograste despistar la atención de los verdaderos problemas en la PNC de hoy: el surgimiento de comandos de exterminio de pandilleros relacionados con la PNC.

Hay problemas en la PNC, hay casos de abusos y de corrupción, y seguramente hay algunos infiltrados. Pero no hay un pacto entre PNC y el crimen organizado, como tú afirmas.

Saludos, Paolo Lüers 
(Mas!/EDH)

jueves, 8 de mayo de 2014

Carta propositiva al gobierno entrante

Estimados futuros gobernantes:
Me piden ser propositivo y positivo- como si criticar y proponer fueran dos cosas excluyentes. Como si criticar fuera negativo. Como si quien critica lo hace porque no tiene nada que proponer. Y quien propone constructivamente no tuviera nada que criticar. Falso.
Vaya, a petición de mis detractores en las redes sociales (que son miles), aquí van mis propuestas constructivas a los que van a asumir el gobierno en tres semanas.

Propongo que el nuevo presidente emita un decreto ejecutivo regulando la publicidad gubernamental, diciendo que:
  • las entidades del gobierno, incluyendo Casa Presidencial, solo pueden pautar anuncios en los medios de comunicación que contengan información oportuna y necesaria para la ciudadanía;
  • queda tajantemente prohibido usar fondos públicos para anuncios que emitan y promuevan opiniones de los gobernantes;
  • el mismo principio aplica a cadenas nacionales. Casa Presidencial ya no va a convocar cadenas nacionales para transmitir las opiniones del presidente, mucho menos sus críticas a adversarios y empresarios;
  • para convencer a los ciudadanos de las políticas públicas de este gobierno, los funcionarios tienen plena libertad de hacer uso de su libertad de expresión, pero no de los fondos públicos. Pueden participar en debates públicos, entrevistas, foros de discusión, escribir editoriales, pero no pueden usar fondos públicos para promover su imagen ni para propagar sus ideas.
Propongo que el nuevo mandatario presente a la Asamblea una ley que regule, en este sentido, la labor comunicativa de todos los poderes del estado, incluyendo los gobiernos municipales. Pero que mientras tanto, y como ejemplo, el nuevo gobierno se auto-regule mediante un decreto ejecutivo.

Propongo que los ahorros en publicidad, que estimo superan los 50 millones al año, sean enteramente transferidos a Educación, para reforzar el presupuesto de las escuelas en las zonas más conflictivas y violentas del país.

Si el gobierno actúa así, ya no necesita mantener en Casa Presidencial ni en los ministerios y autónomas, las infladas y costosas secretarías de comunicación. Las puede reducir a oficinas de prensa, que de manera eficiente y transparente garantizan el acceso de los medios (y del público) a la información pública, pero dejan de planificar y ejecutar estrategias de publicidad y propaganda, y de promoción la imagen a sus respectivos titulares.

Se propone (en esta misma línea de reformas necesarias) reducir a su tarea original la Subsecretaría
de Transparencia en Casa Presidencial, despojándola de todas las tareas de propaganda gubernamental y hasta de desinformación. De esta manera, la mayor parte del presupuesto de esta subsecretaría puede usarse para reforzar la labor del Instituto de Acceso a la Información Pública, que es una entidad autónoma y controladora del gobierno.

Propongo que este nuevo gobierno proceda con la conversión de los medios estatales (Canal 10, Radio Nacional) en medios públicos autónomos. Serían gobernados ya no por el ejecutivo de turno, sino por un consejo plural compuesto por representantes de universidades, gremiales empresariales, sindicatos, iglesias, partidos políticos y los poderes del Estado.

El mismo grado de autonomía hay que darles también a las instituciones culturales, en vez de seguir discutiendo si se dirigen desde Casa Presidencial o desde un nuevo Ministerio de Cultura. No es importante como se llama la entidad gubernamental que controla las instituciones culturales, sino el grado de autonomía profesional, académica o artística que estas adquieran.

Vaya, ya ven que propositivo y crítico, en el fondo, es lo mismo. Imposible proponer algo sin partir de un análisis crítico de la realidad.

Saludos, Paolo Lüers
(Mas!/EDH)

martes, 6 de mayo de 2014

Carta al comisario de lo monumental

Estimado Gerson Martínez:
El otro día le escribí en su calidad de jefe del MOP y del SITRAMS. Pero ahora me di cuenta que usted ha asumido otra responsabilidad estatal: la de poner, con fondos públicos, monumentos. Y no solo monumentos - obras monumentales. Grandes en extensión, como los monumentos de regimenes autoritarios; y desde un punto de vista estético, horripilantes.
En la Diego de Holguin (que ustedes insisten en llamar Monseñor Romero, y para más joder denominan bulevar, aunque es una autopista o un freeway) hay dos obras suyas: en el trébol que conecta la autopista con la Jerusalén, un bosque de troncos de árboles de cemento, que entiendo que es dedicado a la Deforestación; y al otro lado de este mismo trébol, viniendo uno del bulevar de los Próceres, su obra maestra: el monumento de la Reconciliación.

El de la Deforestación, disculpe que se lo diga, es el colmo de los absurdo; y el de la Reconciliación, el colmo de lo feo y cursi.

¿Por qué absurdo? Bueno, alguien que quiere llamar la atención al problema de la deforestación, que siembre árboles para contrarrestarla. En vez de esto, ustedes siembran troncos de concreto. Típica obra de denuncia. Ustedes siempre prefieren denunciar un problema en vez de resolverlo. Por esto ponen trocos de concreto en vez de sembrar un bosque. Les sale un monumento a la deforestación, cuando necesitamos un monumento dedicado a la reforestación, al bosque, al  árbol.

¿Por qué es cursi su monumento de la Reconciliación? Estéticamente es un horror, no sé quién es el escultor que se prestó a esta aberración. Un gigantesco fantasma blanco, que representa la paz, con dos figuras que simbolizan a los combatientes enfrentados. Un montón de banderas. Pura cursilería.

Este tipo de monumentos, dedicados a temas tan sensibles como la reconciliación nacional, no pueden concebirse en el despacho del ministro de Obras Públicas. Para que la nación los haga suyos, tienen que ser resultado de un debate serio de la sociedad, y de un concurso de los mejores artistas y arquitectos del país y del mundo. Este debate de la sociedad no se puede sustituir por una campaña populista como la suya de las llaves que la gente aporta...

Yo soy un gran fan del concepto del arte público, del arte urbano – de la idea de llenar la ciudad de obras de arte. Pero para empezar, estas obras tienen que estar en los espacios públicos que la gente habita, que son puntos de encuentro y convivencia - no en el paisaje hostil de una autopista. Y la Diego de Holguin, por más que la llamen así, no es un espacio urbano como los famosos bulevares, sino una vil autopista.

Segundo, el arte urbano no tiene que ser monumental, sino al tamaño de la gente, accesible, amigable. Lo monumental es el arte de los regimenes autoritarios. En este concepto, no somos ciudadanos y usuarios del arte, sino súbditos y admiradores del arte. Los regimenes fascistas y comunistas han llevado esto al absurdo. Las democracias llenan la ciudad de obras de arte que se convierten en muebles urbanos o en juguetes para los niños. Tampoco encargan el arte urbano al ministro de Obras Públicas, sino al libre concurso de urbanistas, arquitectos y artistas.

Háganos un gran favor: concéntrese a hacer obras públicas de infraestructura, que son responsabilidad del gobierno; y no en obras de arte que no se deben hacer desde arriba y por decreto ministerial.

Saludos, Paolo Lüers
(Mas!/EDH)