Yo sé que no es fácil, para nadie, reconocer una derrota. Es entendible que ustedes traten de enfocar no en el fracaso de su intento de destruir la incómoda Sala de lo Constitucional, sino más bien en el dulcito que les dieron: Consiguieron como premio de consolación una cuota de dos militantes del Frente en la Corte. Y como extra la presidencia. Entiendo que esto lo necesitaban para poder salir del berrinche sin perder del todo la cara frente sus bases.
Pero otra cosa es cómo usted, como presidente de la Asamblea, actuó en la plenaria, cuando les tocó al fin cumplir la sentencia de la Sala de lo Constitucional y elegir a los magistrados. Para no reconocer su derrota, por poco echó al traste el acuerdo que tanto ha costado construir en interminables reuniones en Casa Presidencial.
Cuando usted sometió a votación los nombres de los candidatos a magistrados acordados en CAPRES, metió de contrabando la frase “en cumplimiento de la sentencia de la Corte Centroamericana de Justicia”, cuando todo el mundo sabía que a ustedes les tocó lo contrario: cumplir la sentencia de la Sala de lo Constitucional. La misma que por encargo suyo fue declarada nula por la tal Corte Centroamericana que no tenía velas en este entierro.
Llegó al máximo el abuso de su cargo como presidente que incluso alteró la fórmula de juramentación: “Quedáis debidamente ratificados como magistrados de la Corte Suprema...” Pero ustedes tenían la obligación de ELEGIRLOS en la nueva Asamblea actual, por más que intentaron imponer en la negociación que solamente se iba a RATIFICAR lo actuado ilegalmente en la Asamblea anterior.
Las palabras cuentan, sobre todo en lo jurídico, y no se vale aprovecharse de la presidencia de la Asamblea para meter de contrabando palabras que no reflejan ni lo constitucionalmente correcto ni los acordado con los demás partidos. Es más, usted insistió en aprobar un decreto (aunque ya sólo con los votos del bloque rojito-anaranjado) para que el magistrado Belarmino Jaime fuera “trasladado” a la Sala de lo Constitucional. Pero la sentencia que tuvieron que cumplir decía claramente que nunca había salido de esta Sala, porque la Constitución no permitía trasladarlo. Incluso usted exigía la bayuncada que el Dr. Jaime tenía que presentarse para su juramentación como miembro de la Sala de la cual nunca salió. Por suerte el magistrado Jaime lo mandó al carajo.
Pero no se deprime, don Sigfrido: No está sólo en este intento de tapar el sol con un dedo: Hasta el presidente de la República y varios periódicos del país se bajaron al mismo nivel suyo y también hablaron de “ratificación” y del “traslado” del Dr. Jaime. ¡Cómo les cuesta reconocer errores, derrotas – y el imperio de la ley!
Le recomiendo: No sea mal perdedor. Quédese con su premio de consolación que se llama Salomón&Ovidio, y manténgase callado. Saludos, Paolo Lüers
(Más!/EDH)