Es una locura lo que están haciendo en Colombia. Hay docenas de discusiones paralelas sobre los Acuerdos de Paz – pero al final obligan a ustedes a votar por dos alternativas: Sí o no. Hay millones que están de acuerdo que al fin hay una salida negociada al conflicto armado, pero que tienen objeciones a ciertos arreglos en los Acuerdos presentados. Hay quienes están de acuerdo con la justicia transicional que equivale a una amnistía, pero tienen pánico de la reforma agraria que en ningún país (incluyendo El Salvador) ha sido un desastre. Y viceversa. Hay quienes están dispuestos a aceptar todo lo demás, pero no creen que las FARC van a entregar los miles de millones de dólares que ganaron con el narcotráfico. Hay quienes con todo corazón anhelan la paz, pero no están de acuerdo que los dirigentes de las FARC, en vez de ir a la cárcel, irán al Senado.
Sin embargo, tienen que decidir entre un rotundo sí o un rotundo no. Es una farsa.
Más aun es una farsa que Santos celebró, en una acto oficial y con presencia de jefes de Estado invitados, la firma oficial de los Acuerdos una semana antes del referéndum.
Guerra y paz no deben ser sujetos a un referéndum. Acuerdos tan complejos, que involucran reformas a la Constitución, no deben ser decididos en un plebiscito. Claro que ambas campañas, por el sí y por el no, tienen que recurrir a argumentos demagógicos. Lo mismo pasó en Gran Bretaña con el referéndum sobre la salida de la Unión Europea. No hay otra forma que la demagógica, cuando un asunto tan serio se expone a una votación popular y un problema tan complejo se reduce a dos opciones: Sí o no.
Precisamente esto está pasando en Colombia: ambos campos reducen la discusión a una caricatura. Unos quieren convencer a ustedes que el sí es un voto por la paz, y otros que el no es un voto por la guerra. No es así la realidad: El Acuerdo de Paz no garantiza por si mismo la paz – y el rechazo de los Acuerdos, así como los negociaron en Cuba, no significa por si la continuación de la guerra.
Ustedes, con enormes sacrificios, han logrado construir en las últimas décadas una democracia consolidada, con instituciones fuertes e independientes. En una democracia consolidada, los que tienen que decidir sobre guerra y paz, reformas constitucionales y el concepto de reinserción y justicia luego de un conflicto armado son las instituciones constitucionalmente legitimadas, no el pueblo en una votación reducida a sí o no.
Si Santos tiene una mayoría sólida en el Congreso, él y sus aliados deberían asumir la responsabilidad de convertir en leyes lo negociado con las FARC – y asumir los costos políticos. Sometiendo los acuerdos negociados al examen del Congreso, no reduce la complejidad a un simple sí o no, sino da espacio para modificar los contendidos, crear consensos, y luego ir a renegociar con las FARC. Si el acuerdo gobierno-FARC es tan sólido y la voluntad de alcanzar las paz tan sincera, resisten los exámenes institucionales por parte del Congreso y la Corte Suprema y la eventual renegociación. Si no resisten, no sirven.
El camino democrático, transparente e institucional hubiera sido debatir, consensuar y aprobar los Acuerdos y las reformas en el Congreso, y luego convocar elecciones nuevas, para formar un parlamento que los ratifique. Este procedimiento institucional hubiera hecho que la paz sea sólida, mucho más que por vía de un referéndum.
Los referéndums, lejos de fortalecer la democracia, más bien debilitan las instituciones constitucionales y abren espacio para que demagogia y populismo sustituyan el debate racional y la construcción de consensos. Por más complejos los asuntos a decidir, más peligroso es un referéndum…
Bueno, pero su gobierno tomó el camino más cómodo de una referéndum. Ni modo, no les queda otra que votar por el sí, y luego cobrar a Santos y sus aliados sus errores.
Les deseo, con toda corazón, que alcancen la paz. Saludos,
(MAS!/El Diario de Hoy)