Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, sábado 11 junio 2022
Ciudadanos presidentes:
Hay una lógica democrática: gobierno y oposición. Sin el derecho a la disidencia y la oposición, no hay democracia.
Y hay una lógica del poder: hay que protegerlo, mantenerlo, ampliarlo. En esta lógica, la oposición y la disidencia no aportan al sistema, sino que lo ponen en peligro. Estorban.
En la contradicción entre estas dos lógicas se debaten la mayoría de los países y sus sistemas políticos. Más allá de las clásicas diferencias ideológicas entre derecha e izquierda, tiene lugar una lucha permanente entre democracia y autocracia. Cuando las instituciones republicanas son fuertes, los movimientos -e incluso los gobiernos con tendencia autocrática- tienen límites. Los autócratas pueden gritar que sus opositores son ‘traidores a la patria’, pero un Estado de Derecho intacto no le permite enjuiciar y encarcelar a nadie por su rol disidente o opositor.
Traigo a colación una nota periodística, que un día de estos encontré en mi surfeo cibernético por las paginas digitales de algunos de los principales periódicos del mundo. En El País encontré una nota llamada “México: Denuncian por ‘traición a la patria’ a los diputados que votaron contra la reforma eléctrica.” Un amigo ya me había contado que en algunos barrios de ciudades mexicanas habían aparecido posters, al estilo de los avisos ‘Wanted – dead or alive’ de las películas de vaqueros, con las caras y fotos de diputados opositores, que decían el nombre del diputado y del partido y además el texto ”Traidor a México. Votó en contra de la Reforma Eléctrica”. Se trata de una propuesta de reforma a la Constitución mexicana para asegurar al gobierno mayor control sobre el sector energético y limitar a los privados y capitales extranjeros el acceso a la inversión en este rubro. Los partidos opositores votaron en contra y la reforma no alcanzó la mayoría necesaria en el Congreso. El presidente Andrés Manuel López Obrador, a quién los mexicanos -unos con cariño, otros con desprecio- dicen AMLO, llamó ‘traidores’ a los diputados opositores. “Traidores a la patria’, porque según él actuaron en contra de los intereses nacionales.
Pero esto, en México y otros países, es la moneda común y corriente del lenguaje propagandístico. Con ligereza se acusa de traidor al adversario. Siempre intimida cuando es de la boca de quienes ostentan el poder. Y también, cuando los fanáticos partidarios de un presidente traducen la palabra ‘traidor’ en afiches amenazantes, que pueden calentarle la cabeza a cualquiera.
Que yo sepa, toda esta tontería de llamar ‘traidores a la patria’ a quienes ejercen su derecho y deber de aprobar y rechazar iniciativas legislativas, no ha llevado a ningún percance. Ningún diputado ha sido colgado de ningún palo. Así que, lo que me contó el amigo me pareció un muy mal chiste, pero no un peligro real.
Pero según la nota de El País, la cosa fue más allá: Los meros directivos nacionales del partido gobernante llamado Morena presentaron a la Fiscalía General de la República la petición de perseguir por el delito de traición a la patria a todos los diputados que votaron contra la iniciativa del presidente AMLO. ¡Vaya, babosada!
Pero ya en la nota de El País, y luego en otras publicaciones que busqué, se dijo que esto era un tiro al aire, que esta demanda no podía prosperar en el sistema judicial mexicano. Todos los analistas asumieron que se trató de una acción propagandística, además en plena campaña electoral (en seis estados de México estaban por elegir gobernadores). Tampoco hubo ninguna noticia que algún diputado haya solicitado asilo en otro país.
Es grave que la disidencia se considere traición a la patria. Delata una concepción casi absolutista del poder: “El Estado soy yo.” Pero cuando en un país sigue funcionando un Estado de Derecho, con independencia judicial y una Corte Suprema que no está al servicio del presidente de turno, como ciertamente es el caso en México, estas cosas no pasan a más. No habrá juicios contra los diputados y nadie irá a la cárcel. Aunque sí habrá un paso más en el desgaste de la democracia.
¿Pero qué pasa cuando en un país ya no existe un Estado de Derecho, ni mucho menos una Corte Suprema, una Sala Constitucional y titulares de juzgados y cámaras de apelación independientes? ¿Qué pasa cuando en un país un presidente ha logrado concentrar todo el poder en sus manos? ¿Qué pasa, si esta concentración del poder es tolerada o aprobada por una mayoría ciudadana? Entonces, la palabra ‘traidor’ se vuelve una amenaza real para la libertad y la vida de los disidentes. Además, la mera amenaza de que los van a tratar como traidores, va a callar a muchos opositores.
Esto no es teórico ni hipotético. Existe. Está pasando bajo nuestros narices. No estoy hablando de Cuba, ni de Rusia, ni Corea del Norte. Estoy hablando de El Salvador. Estoy hablando de opositores encarcelados o de otra manera silenciados. A diferencia de México, nosotros ya no podemos confiar en que un juez nos va a proteger si al régimen nos acusa de ‘traidores’, o de ‘colaboradores de las maras’, o de lo que se inventen.
Los populistas en el poder tienen que saber que hay una raya entre los ataques propagandísticos y la represión. Quien se pasa de esta raya y reprime a la disidencia y la oposición, será tratado como dictador.
Piensen hasta dónde quieren llegar, porque hay puntos de no retorno.