Paolo Lüers: Monseñor, a tres meses de haberse gestionado, ¿en qué  estado está este proceso que algunos llaman la tregua, otros  entendimiento entre las pandillas?
Monseñor Fabio Colindres: Se ha  logrado mucho más de lo que este servidor, la sociedad civil y también  la comunidad internacional hubieran esperado. Aquella actitud inicial de  buena voluntad ha trascendido en el tiempo, y ya no estamos hablando de  una tregua, estamos hablando de un proceso que está tomando rostro,  cuerpo y carácter. A mí ya no me gusta hablar de tregua, estoy hablando  de un proceso de paz.
 En la reunión en el penal de Quezaltepeque  con el representante de la OEA, el líder de la pandilla 18, El Duque,  habló específicamente de un proceso de paz.
En la reunión en el penal de Quezaltepeque  con el representante de la OEA, el líder de la pandilla 18, El Duque,  habló específicamente de un proceso de paz.
Yo he empezado a  utilizar la expresión proceso de paz, porque de otra forma no tiene  sentido. En su momento el entendimiento entre ellos fue un primer paso,  pero no tendría mayor valor si nos hubiéramos quedado ahí.
¿Y usted percibe que los líderes de las dos pandillas lo ven así también? 
Tengo  la impresión de que ellos lo han visto así antes que yo. Cuando ellos  acordaron un pacto entre ellos, no estaban pensando en una tregua,  estaban pensando en un proceso definitivo que llevaría a la paz. Todos  los demás actores, no por falta de fe, sino porque es un proceso inédito  no lo habíamos visto como ellos lo vieron desde el inicio: cómo un  proceso que llevaría a la paz.
Entonces, si vemos el punto  inicial, aquel comunicado que ellos firmaron a finales de marzo, donde  lo único que realmente se comprometieron con su palabra era el cese de  la matanza entre pandilla y pandilla, ¿a los tres meses ha trascendido a  otras formas de violencia?
Ha traducido a una reducción general  de la violencia, al respeto en el ámbito estudiantil, al cese del  reclutamiento en los mismos; ha trascendido en la forma que  paulatinamente otros centros penitenciarios –últimamente cárcel de  mujeres– han querido unirse a este proceso. Poco a poco estamos viendo  elementos nuevos, que nos hacen pensar en que ya no es de una decisión  interna que les convenían a un grupo de personas, sino un proceso que  está involucrando y debe involucrar a toda la nación.
 Lo que  inició como una iniciativa de un grupo reducido de líderes pandilleros  –todos ya en una edad más avanzada y con condenas altas–, que estaban  reflexionando quizás a partir de su situación personal, ¿esto realmente  se ha consensuado en la totalidad de las pandillas, incluyendo a los de  afuera de los penales?
Lo que  inició como una iniciativa de un grupo reducido de líderes pandilleros  –todos ya en una edad más avanzada y con condenas altas–, que estaban  reflexionando quizás a partir de su situación personal, ¿esto realmente  se ha consensuado en la totalidad de las pandillas, incluyendo a los de  afuera de los penales?

La reflexión sobre la necesidad de un  entendimiento entre las pandillas y de una etapa social abierta, en la  que para ellos pudieran haber cambios –y consecuentemente para la  nación–, era una reflexión más intensa y profunda en aquellos que  estaban recluidos y de una cierta edad, pero también de la población que  está relacionada a las pandillas. He tenido contacto con los  pandilleros en las comunidades, y me convencí que a esta altura ya no se  trata sólo de una decisión de arriba. Esto es esencial para poder  sostener un acuerdo como el que ellos están manteniendo, porque  naturalmente tienen que renunciar a muchas actividades y  comportamientos, a las que nos están dando signos de que han renunciado  para ser creíbles. Ellos están sosteniendo no sólo un acuerdo interno,  están sosteniendo un proceso de hacerse creíbles en la sociedad, y para  esto están y dando gestos concretos, a pesar de las detracciones, de los  ataques y las dificultades.
Sería difícil explicarse cómo  funciona el acuerdo y la reducción de los homicidios, si sólo fuera una  decisión de un grupo reducido de líderes pensando en mejorar su  situación personal...
Sí sólo se tratará de esto, no funcionaría, hay un convencimiento de las bases mismas de las pandillas. Y de su entorno social.
Esto  nos lleva al punto que es el crítico en todo este proceso: ¿Cómo  administrar prudentemente las expectativas? Si los pandilleros se crean  expectativas irreales de que a corto plazo se va a resolver lo que ellos  llaman el problema de marginación y de discriminación, pero sobre todo  de exclusión del empleo, se pueden frustrar y puede sufrir un retroceso  este proceso. Igual, si la sociedad civil piensa que este proceso a  corto plazo va a llegar a un cese total de la delincuencia por parte de  las pandillas, sobre todo de las extorsiones, puede haber una  contrareacción peligrosa para este proceso. ¿Cómo hacemos entre todos  para administrar bien esas expectativas? Para empezar, ¿qué esperan  ellos realmente?
Quiero partir de las palabras que usted acaba de  decir: ¿Cómo hacemos entre todos? Eso resume de manera perfecta mi  respuesta. Se trata de hacer, entre todos, todo lo que nos sea posible,  no para sostener un acuerdo pandilleril, sino para atacar esta situación  de injusticia dentro de las cárceles y fuera de ellas. Tenemos todos a  ponernos las manos en el corazón y caer en la cuenta de que ha llegado  el momento de hacer algo para transformar la forma de pensar sobre el  tratamiento que se le da a los delincuentes en este país. No podemos  seguir creyendo que la represión sea el único medio. Dentro del marco  legal debe haber represión, y de eso se encargan los especialistas y las  autoridades competentes. Pero junto a ese proceso, en el que se  persigue el delito, se juzga y se condena, tiene que haber una dosis  mucho más alta de humanismo en el trato a la persona. La dignidad humana  en esta cuestión es vital, el hacinamiento debe ser atendido y el trato  que se da a los privados de libertad tiene que ser en la línea de la  rehabilitación, no de la destrucción.
Entonces, ¿usted cree que  la palanca más inmediata para atender las expectativas que ellos tienen  se encuentra en el tema carcelario, más que en las comunidades?
Hay  que partir del sistema carcelario, porque es el núcleo donde se gesta  la violencia más profunda de este país. ¿Por qué? Porque es ahí donde  están concentrados los pandilleros más violentos, pero también porque  ahí es donde el maltrato a la dignidad humana de los recluidos ha sido  brutal.
 ¿Usted ha escuchado en sus platicas en los penales  peticiones que van más allá de lo que de todas formas es obligación del  Estado hacerlo? Se habla de concesiones y privilegios, que ellos  consiguen extorsionando al Estado con la tasa de homicidios...
¿Usted ha escuchado en sus platicas en los penales  peticiones que van más allá de lo que de todas formas es obligación del  Estado hacerlo? Se habla de concesiones y privilegios, que ellos  consiguen extorsionando al Estado con la tasa de homicidios...
Yo  me metí a esto en la línea pastoral humanitaria, y caí en la cuenta que  ellos no nos estaban chantajeando, no estaban pidiendo libertad, ni que  bajaran sus penas, no estaban exigiendo nada fuera del marco legal.  Sencillamente pedían trato humanitario y atención a su salud. Esto para  mí fue como la condición de que podríamos proceder en un diálogo franco,  porque no se nos estaba chantajeando. Nos estaban pidiendo algo que en  el marco de la legalidad y en la línea del humanismo es una obligación.  Estamos obligados a esforzarnos en la medida de nuestras posibilidades  por darle sostenibilidad a este proceso de paz.
¿Cómo hacer esto? ¿La Iglesia tiene esta capacidad?

No  somos expertos en las soluciones políticas, sociales, económicas, pero  sí nosotros tenemos mucho que decir y mucho que hacer en la iluminación  de la solución de estos problemas, por eso la Iglesia no puede ni debe  retirarse de un proceso como este.
Recientemente se tenía la impresión de que la Iglesia quería tirar la pelota a otros y retirarse.
Agradezco  la oportunidad para clarificar la cuestión. Se tuvo la percepción en  algún momento, por una declaración que dio el señor arzobispo, de que la  Iglesia se retiraba, de que la Iglesia daba un paso atrás en este  proceso de paz. Fue una mala percepción, no se supo interpretar la  declaración del señor arzobispo, quien dicho sea de paso es un hombre  extraordinario con un profundo interés por lo social y por lo humano,  pero fue mal interpretado. Me alegra mucho que recientemente él haya  aclarado que no quiso decir que la Iglesia se retiraba, y yo aprovecho  esta entrevista para ratificar lo mismo: La Iglesia no puede, no debe  retirarse, porque como dijo el papa Pablo VI la Iglesia es experta en  humanidad, nadie mejor que la Iglesia conoce el dolor del corazón  humano, la soledad, las crisis existenciales, y sólo la Iglesia puede  dar respuesta a los problemas más profundos de la humanidad y de una  sociedad herida y sufrida como la nuestra. Por eso es que la Iglesia ha  estado presente en todos los procesos de paz y hoy no puede ser la  excepción.
En las platicas con empresarios, que se sienten de  alguna manera retados tanto por la Iglesia, también por las palabras de  los mismos pandilleros, también por parte del Presidente, a intervenir  en este proceso, en cuanto a la creación de empleos dentro y fuera del  sistema carcelario, hay una preocupación: Sienten que tanto el Estado  como quizás también la Iglesia quieren pasar responsabilidades a ellos,  que no las pueden asumir.

Si en algún momento hubo la idea de que  la responsabilidad total de la solución del momento histórico que  vivimos estaba sólo en las mano del sector privado, fue una idea  distorsionada. Ellos tienen mucho que aportar, pero no son los únicos.  También sería injusto decir que si ellos no responden, esto se caerá y  que ellos son los culpables. En su momento darán el aporte que esperamos  que den, pero no se puede presionar ni obligar. Soy profundamente  respetuoso de ellos, me alegra mucho que algunos de ellos, no obstante  la incredulidad de otros, sí toman la decisión de apostarle a este  proceso. Naturalmente, esto significa que ellos habrán hecho una  reflexión y habrán comprendido que mas allá de las dudas, más allá de la  incertidumbre y de los temores, vale la pena apostarle a cualquier  proceso que apunte a la paz y al humanismo. No estamos hablando de  apostarle al sostenimiento de una tregua, eso sería mezquino y corto,  estamos hablando de apostarla al país, a la paz de la nación, a la  inversión nacional y en esto todos tendríamos de estar involucrados,  sector privado y sector público.
Para resumir: ¿Usted hoy es más optimista que hace tres meses que todo esto empezó a gestionarse?
Paolo,  con el tema de la paz siempre hay que ser más optimistas, jamás los  pueblos que han logrado la paz lo habrían logrado si aún en medio de las  crisis y la tormenta no se hubiera mantenido la voluntad de llegar a la  paz. Sólo se puede lograr la paz creyendo que es posible.
(El Diario de Hoy)