Querida Carmen:
Todo el mundo está esperando que
dedique esta carta al desmadre que Nuevas Ideas armó con el asedio al
Tribunal Supremo Electoral. No voy a escribir esa carta. No es
necesaria. Es más que evidente que Bukele cometió un error y que lo
pagará caro. Producir de la nada un rumor, luego gritar “fraude” y
convocar a su gente a la calle, encabezada nada menos por el secretario
general del partido, para atacar una institución constitucional,
descalifica al candidato. Punto.
Voy a hablar de algo positivo que pasa en esta campaña. De Carmen Aída Lazo.
Te conocí en el momento crítico,
cuando de un día al otro apareciste en el teatro de guerra electoral. Te
vi asustada, insegura en este nuevo terreno que nada tiene en común con
tu vida académica, patinando, sin saber cómo actuar. Pero al mismo
tiempo te vi decidida de hacerle frente, a meterte de lleno para
aprender rápido, a asumir un rol activo, a ejercer la política sin
abandonar tus principios y tu independencia. Y a pagar el costo personal
y social. Cometiste errores. Yo te los señalé y nunca me lo tomaste
mal. Por lo contrario, me retaste a seguirte criticando. En algunos
casos, me hiciste caso. En otros no, y resulta que en estos casos
tuviste razón…
Algunos dirán: “Ahh, este ‘maitro’
está detrás de ella”. Falso: No soy asesor, ni me meto en la campaña.
Soy amigo. Los candidatos necesitan polos a tierra fuera del aparato de
la campaña. Necesitan amigos que los siguen tratando no como políticos,
tampoco como futuras figuras con poder, sino como amigos.
Ya me convencí: nadie te está
dirigiendo o manipulándote. No te dejas. Ni por un partido, ni por el
mismo Carlos Calleja, ni por aves de rapiña que se te acercan para estar
cerca del poder. Lo que hay detrás de la candidata es lo que se ve,
inteligencia, experiencia académica, apertura y enorme ambición de hacer
las cosas bien. s://twitter.com/carmenaidalazo/status/1071059155287465984
Cambié el pantone de mis lentes... ¿Voy a confundir a los electores? ¿Será fraude? 😱 pic.twitter.com/kJlHBlWbRu
Muchos han cuestionado por tu
decisión de relacionarte con ARENA y el PCN, a pesar de que no has
estado de acuerdo con muchas de sus actuaciones y políticas en el
pasado. Tu argumento es simple y me desarmó inmediatamente: “Desde la
academia he criticado la falta de apertura de los partidos hacia la
sociedad civil y hacia nuevos conceptos para solucionar los problemas
del país. De repente hay una crisis de partidos, se abre la puerta y me
invitan a entrar y asumir responsabilidad. Nada menos como
vicepresidente. Si me hubieran invitado a entrar a un partido, hubiera
dicho que no. Pero me invitaron a hacerme cargo de las políticas
sociales y económicas del futuro gobierno. ¿Cómo iba a decir no? ¿Cómo
iba a seguirles exigiendo y criticando?”
Con suficiente distancia de la
campaña pero suficiente cercanía personal he observado cómo has asumido
tu rol frente a los partidos, frente a Carlos Calleja, frente a tus
detractores y la sociedad en general. Ya no hay rastro de la mujer
asustada e insegura que conocí hace pocos meses. Ganaste confianza y
seguridad. Asumiste liderazgo. Construiste tu propio discurso. Respetas y
te ganas respeto.
¿Todo esto suena muy positivo? Sí,
porque es positivo. Tu irrupción a la política es lo mejor que nos pudo
pasar. La antítesis al político clásico que nos despierta tanta
desconfianza no son los profetas de la antipolítica, sino son personas
como Carlos y tú que asumen el reto de mejorar a política. Las nuevas
ideas que necesitan regir al próximo gobierno no vienen de estos
profetas, sino de la capacidad académica y humana de una mujer
profesional que se propone convertir a la persona humana en el eje
rector de la política pública, y que define la política social como el
eje central de la política económica. Si para señalar esta buena
sorpresa en nuestra política tengo que abandonar la comodidad de la
imparcialidad, con gusto asumo el costo.
Te quiero ver actuando desde Casa Presidencial, como correctivo permanente a las influencias sectoriales y partidarias.
Últimamente he tenido muchas conversaciones que van más a menos así: – ¿Crees que el FMLN debería tener otro gobierno más? No. El país no lo aguantaría. – De acuerdo. ¿Crees que Bukele es la alternativa? – No, Dios guarde, sería peor. – A ver, ¿por qué? –
Este hombre no es confiable. Demasiado egocéntrico. Un gobierno de él
sería impredecible. No tiene respeto por la institucionalidad. Está
rodeado de pícaros…
– De acuerdo. Entonces, ¿no votarías ni por el Frente ni por Bukele? –
No. La única razón de votar por Nuevas Ideas sería expresar el hartazgo
con la clase política y como ha gobernado. Pero la medicina sería peor
que la enfermedad. Además se ha aliado con GANA, que es la peor parte de
la clase política. ¡No way! – De acuerdo. ¿Y el Frente, con Hugo Martínez? ¿Crees que sería diferente a Funes y Sánchez Cerén? –
Hugo es un tipo razonable. Pero no puede contra los dinosaurios. Si yo
fuera de izquierda, votaría por él. Porque si colapsa el Frente, solo
beneficia a Bukele… – Entonces, si no eres de izquierda, ¿eres de derecha? –
A esta altura, ya no sé. No me gusta ARENA, por nada. Soy liberal, tal
vez progresista. Pero esta opción no existe entre los partidos… – De acuerdo. A mi tampoco nunca me ha gustado ARENA.
Pero la dupla Carlos Calleja/Carmen Aída Lazo no son los típicos
areneros. ¿Podrías votar por ellos? – Tal vez, pero no
para ARENA. Por…(Mayor D’Aubuisson, Paco Flores, Tony Saca, corrupción,
los conservadores anti-liberales que todavía tienen…) – Entonces, ¿estás seguro que un tercer gobierno del Frente sería un desastre? – Sí, ya fracasaron. Tienen que ir a laoposición. – ¿Y estás seguro que Bukele/Gana/Nuevas Ideas no esuna opción? – No. Les tengo miedo. A GANA igual que a Bukele. Y aun más a la gente que lo rodea. – ¿Crees que un gobierno de Calleja y Carmen Aída sería un desastre? – No sé. Tal vez no. Pero no me gusta ARENA. Si no estarían con ARENA, tal vez serían una opción. – Resumamos: El FMLN fracasó y de todos modos queda
afuera. De Bukele estás convencido que sería un desastre como
presidente. Y con Calleja no estás seguro qué esperar. ¿Correcto? – Correcto. Así es. – Entonces, corres el riesgo que gane Bukele. ¿No sería más lógico votar por quien te parece que significa menos riesgo? – No sé. No me gusta ARENA. – No es más racional verlo como un problema de riesgos, no solo de gustos? – No sé.
– ¿Y entonces? – Entonces, ¿qué? – Entonces, si la alternativa es Calleja o Bukele, ¿qué vas a hacer tu? – No sé. Está complicado. Tal vez no votaré… – No, hombre, no votar es votar por Bukele. Tienes que tomar una decisión.
. . .
Tengo este tipo de conversaciones casi todos
los días. Con amigos, con gente inteligente, crítica, escéptica, que no
son fáciles de engañar. Y voy a continuar argumentando.
Aunque
parezca iluso, quiero pensar que elegir a un presidente es un acto de
razón, no de gustos, resentimientos, hartazgos. También es un acto de
responsabilidad. Son los indecisos que definirán la elección.
Piénsenlo,amigos escépticos, críticos, progresistas y liberales.
Hace unos días salió publicado en DER SPIEGEL,
el más influyente magazín de noticias y política de Alemania, un
“reportaje” sobre la violencia y las pandillas en El Salvador.
Su juicio: El Salvador es un “país que ha perdido su moral”. Lo más
grave: Este juicio no aparece como conclusión, sustentado en hechos,
argumentos y análisis, sino como premisa, al principio del artículo.
Puse “reportaje” entre comillas, porque esta nota no cumple con los
requisitos de una investigación periodística. Extraño: Como estudiante,
luego como joven periodista vi al SPIEGEL como ejemplo del periodismo
investigativo.
¿Cómo un reportero, que llega por unos días a un país desconocido con
una historia y un presente complejo y se atreve a publicar semejante
juicio: un país sin moral? Según el periodista, su nota y sus
conclusiones se basan en información de “insiders”.
Estos son personas con información privilegiada, debido a su
involucramiento en el fenómeno a describir. Pero las únicas 2 fuentes de
la nota son un oficial de la PNC y un pandillero convertido en “testigo
criteriado”. Lo que es muy inusual: Fiscalía y PNC nunca antes han
exhibido a sus “criteriados” a la prensa. Para romper esta norma deben
haber tenido un especial interés en este “reportaje”. También para poner
a uno de sus policías estrella de la unidad anti extorsión a plena
disposición.
Así que los “insiders” y únicas fuentes del reportero fueron
proporcionados por las autoridades. No es el mejor ejemplo de ejercicio
de periodismo investigativo.
El “insider” policial llevó al periodista a Apopa. “Valle del Sol, es
uno de los barrios mas peligrosos en las afueras de San Salvador, que
es la ciudad más peligrosa del mundo”, nos cuenta el periodista, porque
así se lo contó el policía. El policía agrega: “Si aquí me topo con
miembros de la pandilla, ellos abrirán fuego.” Y se retiran… Falso.
Alguien debería haberle explicado al corresponsal viajero que lo
llevaron a la colonia menos peligrosa de Apopa. En Valle del Sol la
pandilla local suele hacer lo posible para evitar enfrentamientos con la
policía, resultado de su acuerdo con los liderazgos comunales de no
poner en peligro a los habitantes y la relativa paz social alcanzada en
esta colonia que hacer 6 años tuvo altos números de homicidios y
extorsiones, pero desde el 2012 los ha logrado bajar drásticamente. Por
esto a la PNC le gusta llevar a ahí a los reporteros, precisamente
porque saben que pueden exhibir la agresividad de sus patrullajes – pero
sin correr los riesgos que correrían en las colonias vecinas.
El reportero también trata de explicar el surgimiento de las
pandillas en El Salvador: “Juntos con ex guerrilleros y ex soldados,
unos 4 mil miembros deportados de ‘gangs’ de Estados Unidos formaron las
pandillas en El Salvador.”
Otra vez, más mito que verdad. Muy pocos de los fundadores de las
maras eran participantes de la guerra civil salvadoreña. Las maras son
un fenómenos de la generación siguiente, no marcados por la guerra, sino
por los errores políticos de la postguerra.
Y así sigue: Afirmaciones no fundamentadas sobre el involucramiento
de las pandillas en el narcotráfico; sobre “70 mil asesinos” que andan
sueltos en El Salvador. Siempre mitos que no resisten una investigación
seria. Mucho aporta el “criteriado” que la PNC le proporciona al
reportero para que pueda entrevistar a un pandillero de verdad. De esta
plática salen sus concusiones: “Se trata de violencia por la violencia”;
“La muerte es en Salvador como la comida diaria.”
¿Para qué sirve una investigación periodística que, basada en solo
dos fuentes (un policía y su agente encubierto, un ex pandillero con 60
asesinatos encima), llega a conclusiones como esta (que tenemos 70 mil
asesinos que ejercen la más cruel violencia solamente por deporte, y que
todos vivimos con una pata en el cementerio)? ¿No es nuestra
responsabilidad como reporteros explorar las causas; explicar el circulo
vicioso entre marginación, delincuencia y represión; describir las
cadenas de venganza?
No somos un país que ha perdido la moral, ni tampoco todos
vivimos al borde de ser asesinados. Somos un país que lucha por superar
la violencia, empezando por entender y atender sus raíces. Bienvenido el periodismo que nos ayude.
Saludos,
Como
el artículo aquí citado no es accesible a quienes no tienen una
suscripción a DER SPIEGEL, lo reproducimos aquí en el original alemán.
El Salvador: Insiderreport über den Bandenkrieg “Wir prüfen, wie jemand getötet werden soll”
Mit
entsetzlicher Brutalität kämpfen Banden wie MS 13 oder Barrio 18 Sureños
um Drogen und Macht auf den Straßen von El Salvador. Hier berichten
Insider, welche Regeln dort herrschen. Von Fritz Schaap
und Christian Werner (Fotos)
Um über die vielen Menschen hinwegzukommen, die
sterben, deren Leichen vermodern, unentdeckt, in Brunnen, in
Massengräbern, verscharrt unter Feldern, sammelt er. Er sammelt
Schlümpfe, Modellschiffe, Spielzeughelikopter, Dinosaurierfiguren,
Münzen.
Je mehr Tote Johnny Flores sieht, desto mehr muss er
anhäufen, in seinem garagengroßen Haus in den Ausläufern San Salvadors,
der Hauptstadt El Salvadors.
Der 51-Jährige läuft in Unterwäsche
zwischen den Stapeln und Anrichten voller Nippes umher. Ein gedrungener
Mann, kräftig, das Haar schütter. Die Wände sind tapeziert mit Urkunden
von religiösen Seminaren, Schulungen und Auszeichnungen, die alle seinen
Namen tragen, als müsse er sich täglich daran erinnern, wer er ist,
damit er nicht zerfällt in diesem Land, das seine Moral verloren hat.
Er nimmt eine Bibel vom Bett. Schlägt sie auf.
Neues Testament, Brief des Paulus an die Römer, achtes Kapitel. Darüber
wird er heute reden, denkt er sich. Über die Rettung der Glaubenden.
Dann holt er seine Beretta 92 unter dem Kopfkissen hervor, legt die
Pistole neben das gebügelte Hemd und zieht eine schwarze Hose an. Er
lächelt. Sein Silberzahn funkelt.
Sonntage sind gute Tage für Johnny Flores, der sonst eine Spezialeinheit der Polizei leitet. Sonntags ist Johnny Flores Pastor.
Er
greift Bibel und Beretta und fährt zu seiner evangelikalen Kirche.
Sonntags, bei seiner Gemeinde, bei seinem Gott, hat Johnny Flores Ruhe.
Niemand werde ihn hier töten, nicht in der Kirche, glaubt er. Dann
steigt er hinauf auf die kleine Bühne, vor die Gemeinde.
“Denn das
Gesetz des Geistes, der lebendig macht in Christus Jesus, hat dich frei
gemacht von dem Gesetz der Sünde und des Todes”, zitiert er am Ende der
Predigt aus dem Paulus-Brief.
Das Gesetz der Sünde und des Todes
aber ist das mit der größten Gültigkeit auf den Straßen des Landes an
der zentralamerikanischen Pazifikküste. Gerade einmal 6,4 Millionen
Menschen leben hier, aber trotzdem werden jedes Jahr Tausende ermordet.
3952 waren es voriges Jahr offiziell. Bis Ende September dieses Jahres
2560. Das sind 9,4 Morde jeden Tag. Im vergangenen Jahr wurden zudem
1850 Vergewaltigungen angezeigt, nicht angezeigt werden viel mehr. In
einem Land, so groß wie Hessen. Deshalb riskieren Tausende die Flucht
nach Norden, in Richtung USA. 70 000 Gangmitglieder gibt es Schätzungen zufolge in El Salvador, die
für den Großteil der Gewaltverbrechen verantwortlich sind. Organisiert
sind sie in drei großen Gangs, den sogenannten Maras: MS 13, Barrio 18
Sureños und Barrio 18 Revolucionarios. 70 000 Mörder. Denn wer einer
Gang beitreten will, muss töten. Der Tod ist in El Salvador, so sagen
sie hier, wie das tägliche Essen, wie das Schlafengehen. So wie man
sagt: Morgen werde ich meine Familie sehen, so denkt man hier: Morgen
könnte ich sterben.
Am nächsten Mittag, nur 25 Autominuten von seiner
Gemeinde entfernt, auf vom Regen der vergangenen Nacht noch immer
rutschigen Wegen, stürmt Johnny Flores, gefolgt von fünf schwer
bewaffneten Polizisten, ins Viertel Valle del Sol. Schweiß rinnt ihm von
der Stirn, über die Wangen das Kinn hinunter, und tropft auf den
Asphalt. Es ist zu ruhig.
Angst überkommt ihn, Angst wie eine
leichte Übelkeit der Seele. Er atmet ruhig, wie ein Psychiater ihm das
empfohlen hat. Die Wege sind leer, hinter den Gittern der Fenster
schauen vereinzelt Frauen hervor. Regungslos. Valle del Sol ist eines
der gefährlichsten Viertel in der Umgebung San Salvadors, einer der
gefährlichsten Städte der Welt. “Wenn ich hier eine Gruppe
Gangmitglieder treffe, dann schießen sie”, sagt Flores. Er bleibt kurz
stehen, zieht die Beretta aus dem Holster.
Sergeant Johnny Flores
führt die Anti-Schutzgeld-Einheit in Apopa, nördlich der Hauptstadt San
Salvador. Seit 1986 ist er Polizist, als die Nationalpolizei noch der
Armee unterstand und im Bürgerkrieg hauptsächlich für den Häuserkampf
eingesetzt wurde. 1994 gründete er eine Ermittlungseinheit der neuen
Nationalen Zivilpolizei. Zwei Jahre nach Ende des Bürgerkriegs, der
zwölf Jahre gedauert und 75 000 Menschenleben gekostet hatte.
Darunter Männer, die zuvor in US-Städten gelebt
hatten, in denen Gangs die armen Viertel beherrschten. Die sich
zusammengeschlossen hatten, um sich zu verteidigen. In Los Angeles
hatten sie zwei Gruppen gebildet und sich die Namen gegeben, die die
Salvadorianer heute ihrer Angst geben: Barrio 18 und Mara Salvatrucha
13.
Zusammen mit Ex-Guerilleros und Ex-Soldaten formten ungefähr
4000 abgeschobene Bandenmitglieder in El Salvador ihre eigenen Gangs,
die Maras, nach dem Vorbild der Gangs von Los Angeles. Sie rekrutierten
junge Männer, oft noch Kinder, und führten ihren in den USA begonnenen
Krieg gegeneinander fort. Weiteten ihn aus gegen den Staat, gegen die
Bürger. Diesen Staat versucht Flores zusammenzuhalten.
Flores, der auf Rat seines Psychiaters Boote, Flugzeuge und Autos aus
Holzstäben baut, um sich selbst zusammenzuhalten, der Pastor geworden
ist, um weiter Polizist sein zu können, und deswegen denkt, dass diese
Gesellschaft nach Jahrzehnten der Gewalt so tief verletzt sei, dass es
weit mehr brauche, um sie zu heilen, als Menschenhand zu tun vermag.
Flores
läuft ein paar Treppen hinunter. Die Häuser sind einstöckig, rohe,
übermalte Klinker, Wellblechdächer, Bananen wachsen zwischen den
Häusern. Er sucht eine Gruppe junger Männer, die für
Schutzgelderpressungen im Viertel verantwortlich sind. Er läuft an das
Ende der Siedlung, dorthin, wo sie an eine Schlucht grenzt, in der ein
Zufluss des Acelhuate rauscht. Wie eine Hängebrücke verläuft ein Rohr
auf die gegenüberliegende Seite. “Hier sind sie geflüchtet”, sagt
Flores. Auf der anderen Seite sind schemenhaft zwei Männer zwischen den
Bäumen zu erkennen.
Neben dem Drogenverkauf sind
Schutzgelderpressungen die Haupteinnahmequelle der Gangs. Ob
Straßenhändler oder Unternehmer, jeder muss zahlen. Von fünf Dollar im
Monat bis zu 50 000 Dollar. Wer nicht zahlt, stirbt.
Brutalität ist kein exklusiv salvadorianisches
Problem. Im gesamten sogenannten Nördlichen Dreieck der Staaten El
Salvador, Honduras und Guatemala gibt es Tötungsraten, die an
Kriegsgebiete erinnern. Mexiko befindet sich de facto im Krieg gegen
seine Drogenkartelle, und die befinden sich im Krieg untereinander.
Doch
die Brutalität in El Salvador ist eine andere. Es geht hier nicht um
Millionen Dollar. Die Drogen, die aus Südamerika kommen, werden nicht
auf dem Landweg durch El Salvador in die USA gebracht. Es gibt hier
keine lokalen Kartelle. Es geht nicht um ein größeres Stück vom Kuchen.
Es geht um ein paar Krümel. Es geht um Gewalt um der Gewalt willen, um
ein paar Hundert Dollar Schutzgeld, um Häuserblocks, an deren Ecken man
Kokain und Meth verkaufen kann. Es geht um Macht, aber vor allem geht es
um Anerkennung. Und Anerkennung wird bei den Gangs von El Salvador in
Morden gemessen.
Flores bricht die Suche ab. Die Gang hier hat
seit Kurzem M16-Sturmgewehre. Es ist ihm zu riskant. Die Polizisten
fahren zurück nach Apopa. Das Leben auf den Straßen wirkt normal. Ganz
San Salvador wirkt normal: amerikanische Fast-Food-Ketten, Staus,
Märkte, Shoppingmalls. Es ist ein bizarres Merkmal dieses Bandenkriegs,
dass extreme Brutalität inmitten des normalen Alltags stattfindet. Natürlich sei es gut, sagt Flores im Auto, dass die Mordzahlen sinken, weil
seit 2016 Polizei und Militär wieder härter gegen die Gangs vorgehen.
Seit versucht wird, die Kommunikation mit den Bossen in den notorisch
überfüllten Gefängnissen zu kappen. 2016 waren es noch 5280 Morde. 1328
mehr als im vergangenen Jahr.
Immer wieder gibt es Absprachen
zwischen Politikern und Gangs, gerade vor Wahlen, wenn niedrige
Mordraten gebraucht werden. Im Februar wählt El Salvador einen neuen
Präsidenten.
“Aber es gibt so viele geheime Friedhöfe, Leichen,
die in Brunnen geworfen werden, die verschwinden”, sagt Flores. “Morde,
für die es keine Zeugen gibt, von denen wir nie erfahren.” Am Abend
sitzt Johnny Flores hinter seinem Schreibtisch im Revier in Apopa. Er
schaut die Nachrichten. Gestern gab es nur sechs Morde im ganzen Land.
Dann rollt ein Pick-up-Truck mit verdunkelten Scheiben auf das Gelände.
Der “Criteriado”, Flores’ Kronzeuge. El Sparky, wie der Mann sich
derzeit nennt. Ein Massenmörder, der 69 andere Mörder verrät und dessen
Aussagen zu 515 neuen Verfahren geführt haben. El Sparky, der süchtig
ist nach Töten, der die Sinnlosigkeit in all dem nicht zu sehen vermag,
weil die Gang, das Töten, für ihn das einzig Sinnvolle ist.
“Die
Criteriados verraten ihre Gang. Liefern uns alle aus, die sie kennen.
Legen uns die Hierarchien der einzelnen ‘Clicas’ dar, die Strukturen,
die Morde, die sie begangen haben, wo, mit welchen Waffen, wo die
Leichen liegen. Wenn sich das alles als wahr herausstellt, sind sie
frei”, sagt Flores, als er in den schwülen Abend hinaustritt. Am
Horizont türmen sich Gewitterwolken auf.
“El Sparky war ein
Anführer, ein ‘Palabrero’. Er kannte die Strukturen der gesamten Gang.”
Er ist, so ungern Flores das zugibt, einer seiner wichtigsten Männer.
Ein Mann, der mehr als hundert Menschen abgeschlachtet hat. Flores
schaut auf den Pick-up, aus dem ein bulliger, aufgedunsener Mann
aussteigt, die Arme und Schultern voller Tätowierungen.
El Sparky
und Johnny Flores gehen hinein. Johnny sieht müde aus. Manchmal greift
er reflexartig ans Holster. Wie um zu prüfen, ob die Beretta noch da
ist. Sie reden über die Männer im Valle del Sol.
Später sitzt El Sparky auf dem Hof und raucht. Die Augen klein, das Vokabular schwer vom Slang und vom Crack.
El Sparky war ein Palabrero der Barrio 18 Revolucionarios. Er hat sich hochgearbeitet, Mord um Mord. Er ist stolz darauf.
2003,
mit 15, tritt er der Gang bei. Er verkauft Snacks auf der Straße,
Wasser, Chips, kleine Dinge, mit denen er wenig Geld verdient. Aber er
verkauft diese Sachen ein paar Straßen entfernt vom Haus seiner Eltern –
im MS-13-Territorium. Gangmitglieder rauben ihn aus, schlagen ihn,
immer wieder. Sie versuchen, ihn umzubringen, weil dort, wo er herkommt,
die gegnerische Gang Barrio 18 herrscht. “Ich trat dann Barrio 18 bei,
damit ich mich rächen kann, damit ich die Jungs von MS-13 umbringen
kann”, sagt er. “Und damit die Leute Respekt vor mir haben.” An einem Donnerstag um drei Uhr nachmittags muss dann in einem vollen Bus
in San Salvador ein Junge sterben, damit El Sparky der Gang beitreten
kann. Das Opfer ist Mitglied der MS 13 und hat El Sparky ausgeraubt. Es
ist vielleicht so alt wie er.
Wenn El Sparkys Erzählung stimmt,
dann nimmt er nun ein Messer mit 15 Zentimeter langer Klinge und wartet
an einer Straßenecke. Er weiß, wo sein Opfer wohnt. Er wartet, bis der
Junge in einen Bus steigt. El Sparky geht hinterher. Dann zückt er das
Messer und sticht ihm in den Bauch. Sechsmal. Danach steigt er aus und
geht in das Haus des Ganganführers.
Vier Männer gehen mit ihm in
den Hof, sie schlagen ihn zusammen. Es ist der Initiationsritus. 18
Sekunden dauert er bei Barrio 18. 13 Sekunden bei MS 13. Manchmal stirbt
jemand dabei. Nach 18 Sekunden umarmen die Männer El Sparky. Er ist
jetzt einer von ihnen. “Ich fühlte mich großartig”, sagt er. Von Anfang
an war El Sparky ein “Sicario”, ein Auftragskiller: “Ich fing als Mörder
an, weil ich deswegen der Gang beigetreten war: Ich wollte töten.”
Töten,
sagt er, sei nicht schwer, wenn man es wirklich wolle. “Es wird zu
einer Sucht, wie Saufen. Wenn du trinkst und merkst, du magst es,
trinkst du weiter. Manche töten nicht gern, die probieren es aus, und
dann machen sie es nicht noch mal.” Die Art und Weise, wie getötet wird,
werde angepasst.
“Wir prüfen, wie jemand getötet werden soll.
Wenn es ernst ist, schlachten wir ihn ab. Ist es ein leichteres
Vergehen, jagen wir ihm eine Kugel in den Kopf.”
Wenn es ernst war, wie Sparky das nennt, entfernte
er lebenden Männern die Augen, schnitt ihnen Finger, Zunge und Ohren ab,
dann Arme und Beine, und wenn sie noch lebten, schnitt er ihnen den
Bauch auf. Wenn nicht, dann trotzdem.
Manchmal legte er
anschließend die Flasche hinein, die er bei der Arbeit geleert hatte,
manchmal schob er sie auch dem noch lebenden Opfer in eine
Körperöffnung. Dann verscharrte er die Leichen oder warf sie in Brunnen.
Oder er ließ sie liegen. Je nachdem, welche Nachricht damit überbracht
werden sollte.
So ist ein Wettbewerb entstanden. Die Gangs wollen
sich in Grausamkeit überbieten. Denn Grausamkeit sorgt für Respekt.
Häutungen, Frauen, denen in die Vagina geschossen wird, Zerstückelungen,
Vergewaltigungen während der Hinrichtung: Normalität hier. Manchmal
reißen sie ihren Opfern das Herz aus der Brust.
“Jede Gang”, sagt
El Sparky, “will ganz Salvador kontrollieren. Aber nur die Irresten mit
den dicksten Eiern werden sich durchsetzen.” Und hier, wo es wenig
Perspektiven gibt, werden dicke Eier zur Währung. Denn Geld machen nur
die wenigen Gangmitglieder, die in den Waffen- oder Drogenhandel
eingestiegen sind. Eine Gang ist eine Gruppe von Freunden, eine
Ersatzfamilie. Viele Gangmitglieder sind bitterarm. Es geht darum, den
anderen etwas zu beweisen.
“Man tritt bei, um seine Nachbarschaft
zu verteidigen. Man erwartet kein Geld. Wenn du nützlich bist, bekommst
du etwas vom Geld der Gang, wenn nicht …”, er formt die Hand zu einer
Pistole und lächelt. “Es heißt: entweder töten oder getötet werden. Als
Gangmitglied hast du nicht viele Optionen”, sagt er.
Es ist schwer
zu verstehen, was hier passiert. Man kann versuchen, den politischen
Kontext zu erklären. Die Zusammenbrüche der Militärregimes und der
Guerillaarmeen in Zentralamerika hinterließen Lagerhallen voller Waffen
sowie Soldaten, die keinen Sold mehr bekamen. Die entstehenden
Demokratien waren schwach, ihre Politiker korrupt. Die internationale
Gemeinschaft forcierte die Schaffung von freien Märkten, sie schaute auf
Wahlen, aber übersah, wie instabil die Rechtssysteme waren und dass die
Kluft zwischen Arm und Reich immer größer wurde. “Das alles würde nur aufhören, wenn alle Gangmitglieder umgebracht würden. Aber,
ehrlich gesagt, du kannst die Gangs nicht auslöschen”, sagt El Sparky.
“Du bringst heute drei oder vier um, aber morgen treten wieder zehn
bei.”
El Sparky weiß, dass es auch für ihn nie aufhören wird. Nach
einem Streit setzten seine eigenen Bosse vier Killer auf ihn an. Sie
lauerten ihm auf der Straße auf. El Sparky hatte sein amerikanisches
Sturmgewehr dabei. Mit vier Magazinen. Einen der Killer erschoss er,
dann floh er, tauchte unter. Schließlich ging er zur Polizei. Mehr aus
Rache als aus Hoffnung auf ein langes Leben. Er hätte zwar gern ein
friedliches Leben und einen Job. Aber er weiß auch, dass sie ihn
umbringen werden, bei der ersten Chance, die sie bekommen. Und er weiß
nicht genau, wie das funktioniert – ein friedliches Leben.
Niemand kann eine Gang lebend verlassen. Der
einzige Weg in eine Art Ruhestand ist, einer Kirche beizutreten und
derart überzeugend ein gläubiges Leben zu führen, dass die anderen
Gangmitglieder den Wandel ernst nehmen. Das geht manchmal gut, in
letzter Zeit aber immer seltener. “Viele Männer haben das als einfachen
Ausweg genutzt. Deswegen haben wir angefangen, sie umzubringen”, sagt El
Sparky. “Wenn du drin bist, dann heißt es: bis dass der Tod uns
scheidet!” Dann fahren zwei Polizisten ihren Kronzeugen El Sparky zurück
in ein gesichertes Versteck.
Es gibt viele wie El Sparky. Und das
Schlimmste ist: Sparky sticht noch nicht einmal heraus. Der Polizist
und Priester Flores weiß das. Es ist einer der Gründe, warum Flores Gott
braucht. Warum er mehr braucht als einen Psychiater. Weil es so viele
sind, weil es nie aufhört.
“Wir leben in einem irregulären Krieg”,
sagt Flores. Es ist eine neue Form des Krieges, noch nicht ganz
Bürgerkrieg, aber doch weit mehr als reguläre Gewalt. Die Grenzen
verwischen hier: Auch Polizisten formen mittlerweile Todesschwadronen.
Nach Dienstschluss ziehen sie durch Ganggebiete und töten. Damit werden
sie selbst zu so etwas wie einer Gang. Johnny Flores aber will das
Gesetz nicht aufgeben. “Die Kirche und mein anderes Ich, der Pastor, helfen mir, im Umgang
mit den Gangs auch die Menschen zu sehen, ihre Rechte. Die Menschen zu
sehen, die Familie haben und Fehler machen.” Johnny geht wieder hinein.
Leichter Regen trommelt auf das Wellblechdach. “Viele Polizisten tun das
nicht mehr.” Viele Polizisten, so sagen sie auf den Revieren der
Hauptstadt, verlassen das Land, weil ihre Familie bedroht wird, weil sie
selbst bedroht werden.
Johnny Flores zieht die Uniform aus und
legt sie in seinen Spind. Die Uniform lässt er immer im Revier. Die
Gangs in seinem Viertel wissen nicht, dass er Polizist ist. Nach
Dienstschluss trägt Flores wieder den Anzug des Pastors. Er spielt
Gitarre, wenige Straßen von seinem Haus entfernt auf dem Geburtstag
eines Mädchens. Ein paar Kinder sitzen einige Häuser weiter. Sogenannte
Antenas, Spitzel der Gangs.
Ein Mann kommt aus dem Haus, in dem
die Kinder feiern. Setzt sich. Schaut hinüber zu den Antenas. “Für die,
die nicht reich sind, sind die Gangs immer da”, sagt er. “Mit viel Glück
klopfen sie nie an deine Tür. Aber man muss immer mit ihnen rechnen.”
Die
Polizei mache ihren Job, sagt der Mann. Die Fahnder kämen, wenn sie
gerufen würden. “Sie brechen Türen auf, sie stürmen Häuser. Dann
verschwinden sie wieder. Aber wir müssen hierbleiben.” Die Antenas
schauen herüber, rauchen.
“Das ist das Problem”, sagt ein anderer
Mann, “denn Gangs verschwinden nicht. Sie sind Teil der Viertel. Sie
sind Söhne und Töchter von Frauen aus der Nachbarschaft. Die Gangs sind
Teile El Salvadors. Sie sind Teile der Straßen wie der Bordstein dort.”
Johnny Flores nickt.
Parece que ya están decididas las elecciones presidenciales. Parece.
Pero la apariencia puede engañar. Se genera en dos campos: en el de las
encuestas, y en las redes sociales, donde existe un claro dominio de los
operadores de Nuevas Ideas, resultado de un trabajo sistemático de
años. Hasta La Prensa Gráfica, por nada conocida por simpatía con el candidato de GANA, en su nueva encuesta
da la impresión que la gente ya se decidió. Pero el 46.9% no se ha
decidido, según esta encuesta. Es un porcentaje inusualmente alto,
cuando solo faltan 2 meses a las elecciones. Además hay que tomar en
cuenta que puede existir un “voto escondido” que aun no se revela en
encuestas. Cuando la pregunta era con qué partido partido simpatizan,
ARENA está con 25.9% unos 9.2 puntos encima de su intención de voto
(16.8%). El FMLN, con 14.8% de simpatía, está unos 7.9 puntos encima de
su intención de voto (6.9%). Se puede deducir que ambos partidos tienen
un potencial “voto escondido” considerable.
Esto se confirma con los datos sobre “identidad ideológica”. Un 35.3%
se declara de derecha, y un 17% de izquierda, dejando bastante espacio
de crecimiento, tanto a los partidos de derecha como al partido de
izquierda – una vez que los indecisos tomen su decisión electoral.
Es cierto que el “voto duro” ya no es tan duro, por el evidente
desgaste de los partidos. Esto se expresa en las encuestas. Los
simpatizantes tradicionales y hasta los miembros de los partidos usan
las encuestas para expresar su insatisfacción con sus direcciones. ¿Lo
harán también a la hora de votar de verdad? Me permito ponerlo en duda.
Con el inusual porcentaje de indecisos (46.9%), y con el potencial
voto escondido (o voto todavía en berrinche con las direcciones de sus
partidos) para FMLN y ARENA, es muy prematuro (o tramposo) querer
declarar ganador a esta altura. Esta ha sido la estrategia de Bukele
desde el inicio. “El pueblo ya decidió” siempre ha sido su consigna
favorita. Las encuestas han alimentado esta euforia y ciertamente
impactado la opinión pública.
Para obtener una imagen más realista, hay que analizar otros
elementos igualmente importantes, que pueden arrojar elementos de
valoración sobre el potencial de las tres candidaturas. Un factor es la
situación interna de los partidos ARENA y FMLN. Ambos han lanzado
candidatos que gradualmente se desmarcan de los conceptos tradicionales
de sus partidos. Gradualmente, porque quieren evitar conflictos internos
en tiempos electorales. Carlos Calleja, en las elecciones internas
promovido por el aparato partidario, comienza a comportarse como
“outsider” y “renovador”, adoptando un discurso independiente del
partido. La selección de Carmen Aída Lazo como su vice ha sido un
desafío a los conservadores en ARENA. Y resulta que ella no está de
adorno, sino sus posiciones críticas a las políticas económicas y
sociales de los gobiernos de ARENA se están reflejando en un giro
sorprendente: La fórmula Calleja/Lazo está adoptando como su eje central
el concepto de fuertes inversiones sociales como palanca para el
crecimiento. Esta misma línea se prolonga en sus propuestas en el tema
Seguridad, priorizando la inversión social focalizada sobre la
continuación de la guerra contra las pandillas. Todavía les cuesta
reunir toda la derecha detrás de esta nueva visión. Y también requiere
tiempo convencer a los sectores críticos a ARENA que estos cambios son
más que un cambio de discurso. Pero se puede observar que en ambas
direcciones (la interna y la externa) están gradualmente teniendo
avances.
En una situación parecida se encuentra Hugo Martínez. Tiene que
convencer al voto duro rojo que su giro hacía la renovación es la única
forma de mantener vivo al FMLN como partido de izquierda. Y por otra
parte tiene que superar en los sectores decepcionados de los gobiernos
del FMLN muchas dudas de su capacidad de encabezar la renovación de su
partido.
Si ambos se mantienen coherentes y audaces en sus planteamientos,
pueden movilizar votos que estaban distanciándose de sus partidos.
Otro factor a analizar es el impacto del sistemático trabajo
territorial que ambos candidatos y sus partidos están haciendo. Si con
este trabajo pueden movilizar a las bases organizadas en los municipios
que gobiernan, la recta final puede producir sorpresas. En este campo,
ni GANA, ni CD, ni Nuevas Ideas pueden competir. Y menos su candidato,
quien parece tener aversión al contacto directo con la gente.
Todos estos factores posiblemente no se reflejan en las encuestas.
Encuestas son encuestas, pero como dice Salvador Samayoa: En marzo 2018
hubo una medición real, no en encuesta, sino en elecciones, donde los
tres partidos que respaldan a Carlos Calleja obtuvieron 1.25 millones de
votos. ¿Cuántos factores objetivos existen para pensar que esta vez van
a votar diferente? Y estos 1.25 millones votaron en una elección
legislativa con solo 45% de participación. Si proyectamos este resultado
a una elección presidencial, que suele tener por lo menos un 55% de
participación, estaríamos hablando de casi 1.5 millones de votos – en un
padrón total de 5.6 millones, de los cuales votarán 3 millones, si la
participación es de un 55%, como en la primera ronda del 2014.