Mi última visita a Venezuela fue en septiembre del 2010, para cubrir las elecciones parlamentarias. Y, sobre todo, para analizar el proceso de unidad dentro de la oposición al régimen del teniente coronel Hugo Chávez.
Tuve el privilegio de participar en varios debates sobre el futuro de la oposición entre dirigentes e intelectuales. El tema principal, más allá del resultado electoral (una estrecha mayoría de venezolanos votando para candidatos de la oposición) era: Hemos logrado que los más de 20 partidos y movimientos opositores se unieran en la Mesa de la Unidad y postulen candidatos únicos en cada circunscripción del país, ¿ahora cómo logramos superar esta ensalada variopinta de banderas, partiditos y grupúsculos con nombres que suenan a sectas?
De las elecciones parlamentarias habían salido, dentro del bloque opositor, cuatro partidos con alta representatividad: los dos partidos tradicionales de la Cuarta República (antes de Chávez), el socialdemócrata Acción Democrática y el socialcristiano COPEI; pero encima de ellos, dos partidos nuevos, nacidos de la rebelión contra el chavismo: Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia. Aunque estos dos partidos jóvenes también representan conceptos socialdemócratas y socialcristianos, respectivamente, tienen otra característica importante: UNT no sólo nació en oposición al chavismo, sino también a la cultura de corrupción de Acción Democrática; y Primero Justicia nació como alternativa a la revolución bolivariana, pero también al desgaste moral y al populismo de COPEI. Son dos partidos que nacieron como movimientos de renovación de la política venezolana, de rebelión contra el autoritarismo de Chávez, pero también de ruptura con los partidos de la Cuarta República responsables de la crisis del sistema político que permitió que el populismo autoritario de Chávez llegara al poder. Sólo sobre la base de la erosión de la institucionalidad creada por el régimen de AD y COPEI, Chávez pudo rehacer las instituciones, creando una nueva institucionalidad perversa-al servicio del autoritarismo.
Los dos partidos más fuertes de la actual oposición venezolana (UNT y Primero Justicia) han crecido tanto, porque presentan el futuro post-Chávez, no el regreso al pasado de la desgastada Cuarta República del bipartidismo (y al mismo tiempo complicidad) entre AD y COPEI.
Primero Justicia, UNT y Voluntad Popular (el partido más nuevo de la oposición) tienen muchísimo más en común entre ellos que cada uno de ellos con los partidos históricos del mismo signo ideológico tradicional. Lo más lógico -y para mi la única receta para poder crear un proyecto opositor creíble y con visión de futuro- sería que estos tres partidos formen el bloque interno que dé dirección y rumbo a la oposición en vista de las elecciones presidenciales del 2012.
Últimamente leo que están rediseñando el mapa de la oposición venezolana, pero de otra forma muy diferente: un bloque socialdemócrata (básicamente AD + Un Nuevo Tiempo); un bloque socialcristiano (COPEI más algunos grupos de menor importancia); y un bloque de izquierda (que aglutina sobre todo los grupos que al principio han estado en alianza con Chávez y que se desprendieron del oficialismo: MAS, Podemos, PPT, etc.).
Esto, para mi criterio, es mala noticia, porque reproduce las divisiones históricas de Venezuela y sirve a la clase política desgastada de AD y COPEI a recuperar liderazgos perdidos. No sirve para proyectar un proyecto político nuevo.
La buena noticia es que ni Primero Justicia ni Voluntad Popular han entrado en esta lógica de los bloques ideológicos. PJ no se ha unido al bloque socialcristiano, en el cual hubieran perdido credibilidad, independencia, frescura y creatividad. Ni Voluntad Popular se ha unido al bloque socialdemócrata.
Los líderes de Primero Justicia, sobre todo el gobernador de Miranda y posible candidato a la presidencia, Henríque Capriles Radonski, saben que su gran ventaja es su capacidad de comunicarse con las bases populares tradicionales del chavismo, precisamente porque son diferentes a COPEI y AD. Por esto, Capriles, en vez de aceptar la presión de incorporarse en un bloque ideológico tradicional (que sería una camisa de fuerza), está sondeando más bien alianzas con los disidentes del chavismo, por ejemplo con el gobernador de Lara, Henri Falcón, quien hace un año renunció al partido oficial de Chávez.
Lo más lógico sería una alianza estratégica entre Primero Justicia (los renovadores de centro derecha), UNT y Voluntad Popular (los renovadores y rebeldes de centro-izquierda), y los disidentes del chavismo. El único obstáculo para esta alianza es la competencia entre los principales presidenciables de la oposición, quienes provienen precisamente de estos cuatro grupos: Henríque Capriles, el gobernador de Miranda, de Primero Justicia; Leopoldo López de Voluntad Popular; Pablo Pérez, el gobernador de Zulia, de UNT; y Henri Falcón, el gobernador de Lara, de la disidencia chavista. Quiere decir: cada uno de estos cuatro grupos de importancia estratégica tiene su propio candidato. Esto es una desventaja, si no logran superar los roces personales. Y es una gran ventaja, porque significa que entre los cuatro pueden resolver el problema, generar la solución y derrotar a Chávez.
Si realmente quieren derrotar a Hugo Chávez en el 2012, de todos modos estos cuatro dirigentes tienen que ponerse de acuerdo. Cualquiera de los cuatro puede ganar a Chávez, siempre y cuando tenga el apoyo incondicional de los otros tres. De los cuatro, Falcón es el menos factible por su pasado chavista; Capriles es el hombre más conciliador, más creíble y con más prestigio entre las clases populares; Leopoldo López es el más carismático y visionario; y Pablo Pérez es el menos perfilado, pero tiene más posibilidades de movilizar al conjunto de la unidad, incluyendo las bases tradicionales de AD y COPEI.
En vez de hacer bloques que reflejan viejas divisiones que poco ayudan para definir el proyecto político nuevo, lo que urge es que estos cuatro hombres se pongan de acuerdo sobre un proyecto común. Luego pueden definir en primarias quién de ellos será candidato a presidente. Pero de la sabiduría, humildad y responsabilidad con que estos cuatro hombres se relacionan entre ellos, depende la victoria. Yo me inclinaría por Capriles y López, y entre ellos por Capriles. Aunque tengo el mismo aprecio personal y político a Leopoldo López. Capriles tiene dos ventajas: es gobernador de un estado estratégico; y tiene el apoyo incondicional de un partido mayoritario. Pablo Pérez es gobernador de Zulia, pero no ha salido de la sombra de Manuel Rosales, el ex-gobernador de Zulia quien controla el partido UNT.
Es entre Leopoldo y Henríquez, pero ninguno de los dos podría ganar ni gobernar sin el otro a la par. Y ambos serían formidables candidatos y buenos presidentes.
(El Diario de Hoy)