Estimados profesionales de salud:
Pasé dos días y una noche en Emergencia del Hospital Rosales, acompañando a nuestro tío de 89 años, en muy mal estado. Las primeras impresiones eran un shock. Esto me parecía una terminal de buses con camas. Una multitud de gente esperando atención, 6 o 8 camas ambulantes en cubículos para 4. Los familiares deambulando por todos lados. Cantidades de gabachas blancas corriendo de una cama a la otra, calmando a los pacientes desesperados, dando instrucciones a las enfermeras, explicando a los familiares. Igual cantidad de gabachas azules sacando muestras, poniendo sueros, limpiando pacientes…
Pasé dos días y una noche en Emergencia del Hospital Rosales, acompañando a nuestro tío de 89 años, en muy mal estado. Las primeras impresiones eran un shock. Esto me parecía una terminal de buses con camas. Una multitud de gente esperando atención, 6 o 8 camas ambulantes en cubículos para 4. Los familiares deambulando por todos lados. Cantidades de gabachas blancas corriendo de una cama a la otra, calmando a los pacientes desesperados, dando instrucciones a las enfermeras, explicando a los familiares. Igual cantidad de gabachas azules sacando muestras, poniendo sueros, limpiando pacientes…
Enfermeros abriéndose espacio para mover a pacientes en sus camas rodantes. Manadas de bichas y bichos internos rodeando a los médicos, que les explican cada caso, o ayudando a las enfermeras. Un bicho pasando horas bombeando aire, porque no hay ventilador de respiración. Y con la otra mano sobándole la cabeza al paciente. ¡Horas!
A la par nuestra una pareja de
uniformados con fusiles (!) custodiando a un reo con grilletes y
esposas. En las sillas o en el piso, gente comiendo pupusas…
Llevamos al tío al baño, y salimos huyendo por la suciedad y el mal olor.
Uno piensa: Por Dios, ¿adónde estamos metidos? Este es el famoso Rosales. Es un infierno.
Pero al rato la percepción cambia. Cambia en cuánto entrás en contacto con los médicos, internos, enfermeras; cuando ves la calma, la paciencia, el cansancio en sus ojos, su profesionalidad, el cariño que muestran con los pacientes y familiares angustiados; cuando ves que esta actitud contagia a todos; cuando te das cuenta que ya pasaste horas en este caos y nadie se pelea, más bien todos se dan ánimo mutuamente. De repente te das cuenta que en este infierno hay muchos ángeles, y que están haciendo milagros a pesar de las carencias.
De repente estás agarrando la mano de un señor desconocido, que está solo y sufre de a saber qué dolores. Vas buscando a la doctora y ella viene corriendo y te dice: Gracias por preocuparse. Calma al hombre, se va, y te deja una sonrisa a medianoche.
Nunca he visto en este país tantas sonrisas como en esta noche, en Emergencia del Rosales. Sonrisas cansadas, pero honestas, de pacientes, familiares, médicos, enfermeras.
Por más que pasás en este caos, te das cuenta que tu familiar está bien atendido. Que aquí lo van a cuidar – y si tiene cura, lo van a curar
A los dos días, con el tío ya internado, salgo del Rosales tranquilo, convencido que no lo dejamos en ningún infierno, sino en un hospital profesional, con profesionales de primera línea. Las condiciones físicas son lamentables, hay muchas carencias, tienen veces más pacientes que deberían atender – pero los ángeles que habitan este infierno van a dar todo – y un poquito más.
No entiendo porqué el Estado no tiene dinero para dar al Rosales todos los recursos que necesita para la multitad de gente que atiende diariamente. No entiendo porque el Estado regatea a los médicos y enfermeras su escalafón.
Esta carta es un homenaje a ellos. Saludos,
(MAS! / EL DIARIO DE HOY)