A Hugo Chávez se le complican las cosas. No estoy hablando de su salud, aunque también está complicada.
Me refiero al hecho que en las elecciones presidenciales del 2012 se va a enfrentar a un candidato joven, carismático, propositivo y renovador, y no (como hubiera deseado), a un político de la vieja escuela del sistema político pre-Chávez que los venezolanos llaman 'Cuarta República'.
Al arrancar la campaña de los precandidatos opositores para las primarias en febrero 2012 (para definir el candidato unitario que se enfrentará en octubre 2012 a Hugo Chávez), ya está claro que la carrera es entre tres exponentes de la nueva generación: o es Henrique Capriles, el gobernador de Miranda, de 40 años; o es Leopoldo López, el ex-alcalde de Chacao, de 39 años; o es Pablo Pérez, el gobernador de Zulia, de 42 años.
Gane quien gane las primarias de estos tres, será un candidato progresista, de corte socialdemócrata, sin vínculos ideológicos con el desprestigiado sistema partidario de los años 80 y 90, cuya crisis y corrupción abrió el camino para el teniente coronel golpista Hugo Chávez. Los tres tienen record de gobierno eficiente e incluyente. Y la peor noticia para Chávez y su Partido Socialista Unido de Venezuela: gane quien gane de los tres las primarias, siempre Chávez tendrá que enfrentarse a los tres en las elecciones de octubre. Porque sea quien sea el candidato presidencial, los tres harán equipo para la campaña contra Chávez y para el gobierno.
Los partidos más conservadores e identificados con la Cuarta República (AD, COPEI, Alianza Bravo Pueblo y Proyecto Venezuela), no han logrado consolidar a ningún candidato. Saben que no hay mayoría posible para políticos que buscan restaurar la Venezuela de antes de la revolución bolivariana de Chávez. Los dos partidos grandes de este bloque son AD y COPEI, que durante décadas se han turnado en el gobierno de Venezuela. Ambos, al igual que Alianza Bravo Pueblo del alcalde de Caracas Antonio Ledezma, han decidido endosar a Pablo Pérez, a quien consideran el precandidato que menos choca con las tradiciones de la vieja partidocracia que ellos representan.
Mientras Pablo Pérez apuesta a una estrategia de acuerdos entre cúpulas partidarias para construir una mayoría, los otros dos candidatos confían en su capacidad de generar una mayoría absolutamente diferente que rompe las tradicionales fronteras ideológicas en Venezuela: Henrique Capriles y Leopoldo López apelan a las bases desilusionadas de ambos lados de la polarización ideológica en Venezuela, y mantienen posiciones muy críticas no sólo al socialismo del siglo 21 de Chávez sino igualmente a la vieja clase política que gobernó antes.
Capriles, quien como diputado era el más joven y más militante anti-chavista, como alcalde y luego gobernador gradualmente se ha convertido en socialdemócrata. Hoy se ha ganado el apoyo de los partidos de izquierda, que en los últimos años abandonaron el campo de Chávez y se unieron a la oposición. Su apoyo más importante es Henri Falcón, el popular gobernador del estado de Lara, quien en el 2010 rompió con Chávez. Falcón tiene mucha influencia entre los chavistas disidentes. Los tres precandidatos saben que sólo pueden vencer a Chávez si logran atraer una buena parte de las históricas bases chavistas, pero Capriles es quién de manera más consecuente ha convertido esto en estrategia y práctica política. Por esto Capriles despunta en las encuestas, no solo de preferencia sino sobre todo como el hombre que puede vencer a la maquinaria de Chávez.
Y es precisamente por su alianza con la izquierda y su incursión a las bases chavistas que los partidos tradicionales han creado una especie de coalición de 'todos contra Capriles', porque no confían en personajes como Henri Falcón y partidos de izquierda como Bandera Roja, Causa Revolucionaria y Podemos, que forman parte de la alianza opositora y apoyan a Capriles.
Leopoldo López ha diseñado una estrategia parecida, apostando sobre todo a un amplio y muy agresivo trabajo de activistas universitarios y sindicalistas. López logró, en sólo 2 años, convertir su movimiento Voluntad Popular en una maquinaria impresionante de activismo a nivel nacional, enfocando principalmente a los estados y municipios hasta ahora dominados por los chavistas. Las cúpulas partidarias tradicionales ven a este joven dirigente opositor con la misma desconfianza que muestran a Capriles. Por esto prefieren aliarse con Pablo Pérez, quien también representa un relevo generacional, pero no un relevo tan radical de ideas.
Si este apoyo le servirá a Pérez a remontar la ventaja que Capriles y López le llevan en las encuestas (Capriles 36%, López 20%, Pérez 18% en la última medición antes de que todos los partidos definieran sus apuestas a los diferentes precandidatos), está por ver. Puede incluso ser al revés: que el apoyo de las cúpulas tradicionales y desprestigiadas le reste votos a Pérez en la mayoría de independientes; y que estas cúpulas ni siquiera tienen la capacidad de comprometer el voto de sus bases.
AD todavía reunió 1 millón de votos en las elecciones de diputados del 2010, y COPEI casi la misma cantidad. Es un voto importante, pero Capriles y López confían que en Venezuela ya ninguna maquinaria partidaria es dueña ni siquiera de sus propias bases, tampoco la maquinaria socialista de Chávez, y que en estas elecciones se van a construir mayorías nuevas que traspasan las fronteras ideológicas. Tiendo a pensar que tienen razón. Conozco bien a estos dos dirigentes emergentes, en mis cinco viajes periodísticos a Venezuela he visto cómo ambos están conectando con los dos grupos que van a definir las elecciones: los jóvenes que exigen un relevo generacional y político; y los amplios sectores que han apoyado a Chávez, pero ya no creen en su revolución autoritaria y corrupta.
Para mi criterio, la carrera es entre Enrique Capriles y Leopoldo López, y ambos pueden vencer a Chávez. La valiente diputada María Corina Machado, con su visión del 'capitalismo popular', tiene muchos apoyos en la clase media-alta, pero al final va a tener que unirse a uno de los dos.
¿Por qué publico este artículo en El Salvador, donde enfrentamos nuestras propias elecciones con sus propias características? Porque estoy convencido que todos, pero sobre todo los jóvenes que quieren incursionar y cambiar la política salvadoreña, pueden aprender mucho del proceso venezolano.
(El Diario de Hoy)