Los espacios políticos y de liderazgo se toman. No se conceden.
Normalmente el intento de una nueva generación de tomar estos espacios
provoca resistencia en la clase política, en los partidos. Esto es lo
que pasa cuando los que se creen dueños de estos espacios se sienten
amenazados que los van a desplazar: Cierran las puertas, cierran las
ventanas, no dejan entrar a nadie que no haya "sudado la camiseta". Con
el agravante que tampoco entran nuevos vientos con nuevas ideas.
Resultado: Los partidos se vuelven obsoletos.
Por
esto, los más pragmáticos y menos rebeldes de la siguiente generación
buscan entrar a la clase política por la suave, sin amenazar a nadie. El
problema de esta estrategia: aunque logren colarse, no hacen
diferencia. Hay relevo de personas, pero no de ideas.
De vez en
cuando alguien (o un grupo) encuentra la forma de abrirse espacio en un
partido de una forma que no provoca resistencia: asumiendo tareas que
nadie quería asumir. Ocupar terreno donde no hay quien defienda
posiciones. Esto, interpreto yo sin conocer el proceso interno, es el
caso de Nayib Bukele en el FMLN. Si hubiera hablado en voz alta de
"relevo generacional" o de "renovación", exigiendo que la vieja guardia
le ceda parte de su poder, no hubiera llegado a nada. Pero astutamente
evitó esto. Pidió una alcaldía que nadie quería porque parecía imposible
ganarla: Nuevo Cuscatlán. Además, no parecía una plaza muy importante.
¿Quién quiere ser candidato a alcalde de Nuevo Cuscatlán? ¿Quién está
dispuesto de poner su propio pisto para la campaña en un pueblo sin gran
trascendencia? Bukele estuvo dispuesto.
Agarró la candidatura
sin desplazar a nadie. Sin convertirse en peligro para nadie dentro del
partido. Tiene la capacidad de conseguir el dinero necesario, lo
invierte de manera eficiente, y gana. Pero no sólo esto: Se encarga de
ampliar el rango de la influencia del partido adonde hasta la fecha
nadie había trabajado: los jóvenes, sobre todo de clase media, muy
alejados de partidos; la generación crítica, las redes sociales...
De
esta manera, el hombre ocupa dos espacios dentro de su partido FMLN:
una alcaldía arrebatada a la derecha, y una especie de vocería hacía los
jóvenes, sin desplazar a nadie. Sin pleito. Agarra la alcaldía, sigue
movilizando recursos, y comienza a convertir al pueblo en municipio
modelo. Pone una clínica, da becas, levanta una administración
eficiente. Cosa difícil o extremadamente costoso para hacerlo en
Mejicanos o Soyapango, pero perfectamente factible en un municipio
pequeño como Nuevo Cuscatlán, de apenas 8 mil habitantes. Mostrando la
inusual habilidad de combinar un discurso socialista con capacidad y
eficiencia empresarial, Nayib Bukele, aparentemente de la nada, se
vuelve la nueva estrella en el firmamento de un partido que normalmente
no permite ni estrellato ni renovación ni mucho menos a manos de un
joven ricachón. Mientras el partido monta, con grandes problemas, su
fórmula presidencial de Sánchez Cerén y Oscar Ortiz, ya se menciona a
Bukele como la carta para el 2019.
No es de la nada que cae. Es un
plan, una estrategia, con dinero listo a invertir, con una agencia de
publicidad a la disposición, y con sus propias alianza familiares,
políticas y empresariales.
De esta manera, Bukele logra ocupar un
importante espacio en el partido, en la opinión pública. Lo que está
haciendo es llenar un vacío, o varios vacíos. Hay en el FMLN, pero no
solamente en el FMLN, un terrible vacío de liderazgo juvenil, de
renovación, de frescura. Estamos presenciando que Nayib Bukele ha
encontrado la forma de llenarlo, sin rebelión, sin desplazar o
cuestionar a nadie dentro del partido, sin armar grandes debates
interno. Lastimosamente, también sin proponer nada nuevo. Cambia el
lenguaje, pero no la retórica populista. Pero esto del lenguaje es muy
importante, porque aunque parezca totalmente improbable, Bukele logra
comunicarse incluso con los grupos de jóvenes que se movilizaron contra
la partidocracia, contra la corrupción, contra el populismo, en pro de
la transparencia y del relevo generacional...
De esta manera
Bukele logra opacar a los liderazgos genuinos que este movimiento
generacional desarrolló cuando asumió la defensa de la Constitución en
las calles, en las universidades y en las redes sociales. Por lo menos
logra crear confusión en el público, sobre todo entre los jóvenes.
Es
una muestra del fracaso de esta generación de líderes que surgió en los
últimos años. Tuvieron la oportunidad de llenar ellos el vacío en la
clase política y de luchar por un relevo generacional y de ideas. El
país estaba listo, pero ellos no. No querían ensuciarse las manos
metiéndose en política. Dejaron que lo hagan otros, como Bukele, que no
tienen estos escrúpulos.
La operación Nuevo Cuscatlán de Bukele y
del FMLN parece copia de una idea que discutimos hace 2 años con un
significativo grupo de jóvenes que estaban al punto de entrar en
política para renovarla. La idea era que como generación, como sector de
profesionales jóvenes, se hagan cargo de una alcaldía: primero llevando
a cabo una campaña electoral diferente, y luego de gobernarla con
criterios nuevos. Para mostrar de lo que son capaces. Para mostrar que
hay manera de componer los municipios. Pero estábamos discutiendo nada
menos de Soyapango, y les dio miedo: demasiado grande el paquete,
demasiadas resistencias a vencer.
Bukele se atrevió y se
convirtió en figura nacional. Pero no puede llenar el vacío de liderazgo
de su generación. El vacío sigue existiendo. El relevo sigue siendo un
reto pendiente.
(El Diario de Hoy)