Es ilógico invitar al capital internacional a invertir en El Salvador - y al mismo tiempo censurar al capital salvadoreño por invertir fuera del país.
O se cree en la globalización, o no. De todos modos, es un hecho. Si apostamos a la globalización, apostamos a que el capital -no importando de donde provenga- va a invertir en los países que mejores condiciones de negocio ofrezcan: seguridad jurídica, certidumbre política, solidez del sistema político, libertades económicas, políticas fiscales racionales, estado y burocracia eficientes, oferta laboral bien formada...
Si se apuesta a la globalización -y el gobierno salvadoreño lo hace, por lo menos en su discurso, cuando invita al capital internacional a invertir en El Salvador -, se tiene que apostar a ser unos de estos países atractivos para la inversión.
No se le ocurriría a la jefa del gobierno alemán Angela Merkel a criticar a la Siemens, (la Volkswagen, la BMW, la Bayer, la Mercedes Benz...) por las multimillonarias inversiones que han hecho en las últimas décadas en China, Brasil, México, Rusia e innumerables países más. Ni a ella ni a otros gobernantes europeos se les ocurriría a censurar o sermonear a los capitalistas de sus países por haber convertido sus empresas en corporaciones multinacionales.
Ellos saben lo que Mauricio Funes no es capaz de entender: Las empresas nacionales y los puestos de trabajo que han creado a nivel nacional, dependen de su capacidad de consolidarse en el mercado global. La Volkswagen no sería la número dos de los fabricantes de automóviles del mundo si no hubiera construido fábricas en Rusia, China, Brasil, Estados Unidos, Sudáfrica, y México y si no hubiera adquirido la Seat española y la Skoda checa. Y los miles de puestos de trabajo en las fábricas en Alemania no estarían seguros, si la Volkswagen no hubiera invertido en el exterior.
En vez de censurarlos, el presidente debería apoyar a las pocas empresas salvadoreñas que con su política de expansión a nivel centroamericano (y más allá) han logrado fortalecer sus negocios y asegurar los puestos de trabajo en sus casas matrices en El Salvador. ¿Quién sabe cómo les hubiera ido a empresas como Almacenes Simán, Constructora Simán, Grupo Roble, Agrisal, Grupo Q, TACA si no hubieran diversificado sus inversiones en varios países? ¿Quién sabe cuántos puestos de trabajo salvadoreños no se han salvado haciendo parte de sus inversiones en el exterior? La empresa de mantenimiento de aviones Aeroman, hoy una importante fuente de trabajo altamente calificado en El Salvador, ni siquiera se hubiera creado si TACA hubiera decidido limitarse a sus operaciones en y desde El Salvador, en vez de invertir fuertemente en toda América Latina. Y tampoco existiera hoy TACA...
Un presidente que permanentemente sermonea a los empresarios que dejen de invertir a nivel regional y global, obviamente no entiende nada de las dinámicas y del carácter del capital. Cuanto capital se invierte en El Salvador, no depende del grado de patriotismo de los empresarios e inversionistas nacionales; tampoco del grado de solidaridad de los inversionistas extranjeros. Patriotismo, amistad y solidaridad no tienen nada que ver con inversiones. Dependen de la eficiencia del gobierno y de su voluntad y capacidad de crear en El Salvador condiciones favorables para las inversiones.
El capital es como el agua: fluye donde menos resistencia hay. Al agua se le ponen obstáculos, y va por otra lado. Así el capital. El Estado le pone obstáculos, costos adicionales, restricciones burocráticas, dificultades y atrasos en concesión de permisos, inseguridad jurídica, miedo que luego de las próximas elecciones cambien las reglas del juego entre Estado y mercado - y busca otros caminos con menos resistencias y trabas, en otros países.
En este sentido, el gobierno FMLN-Funes parece una agencia de promoción de inversiones en Honduras y no en su propio país. Cada día que el gobierno salvadoreño regaña a los inversionistas, en vez de crear reglas claras, trámites ágiles, y un clima propicio para negocios en El Salvador, más capital va a los vecinos en Honduras que tienen un gobierno enfocado en la promoción de nuevas inversiones.
El Salvador no será un país de mayor inversión mientras los ministerios no tramiten con agilidad y eficiencia los permisos ambientales, mientras Hacienda no abra ventanas únicas para todos los trámites para crear empresas, mientras no se reforme la reforma agraria, mientras el ministerio de Trabajo rechaza todas las solicitudes de flexibilización de horarios, mientras los permisos de exportación e importación dependen de tantos trámites engorrosos, etc. Y mientras el FMLN no diga, de una vez por todas, cuál serían sus políticas económicas y sociales en caso que logren ganar las próximas elecciones presidenciales, esta vez sin depender de sus actuales aliados que consideran neoliberales...
Sermonear no sirve para atraer inversiones. Hace falta un Estado eficiente y políticas que remueven obstáculos e incertidumbres en vez de aumentarlos.
Es cierto que en gobiernos anteriores muchas de estas trabas se superaban mediante corrupción y tráfico de influencias. Otras simplemente debido a la buena relación entre gobierno y empresa privada. Algunas de estas vías se han cerrado, porque ya no existe esta relación simbiótica entre empresas y funcionarios, lo que en el fondo es positivo. El problema es que no se han abierto nuevas vías de solución mediante la modernización del Estado. Si no, la burocracia se convierte en obstáculo, sobre todo en manos de funcionarios ideológicamente prejuiciados contra la empresa privada.
(El Diario de Hoy)