viernes, 24 de enero de 2025

Carta a Rosa, que no se llama así. De Paolo Luers (+capítulo 36 del libro 'DOBLE CARA')


"Como periodista me encantaría que toda esta historia, incluyendo la corrupción, salga a la luz. Demasiados se están callando. Como humano -y por el bien de esta familia- espero que no llegue a esto. Demasiada persecución. En un país donde funciona la justicia, no diría esto. Le diría: ¡Adelante, Rosa!"

Publicado en MAS!  y DIARIO DE HOY, sábado 25 enero 2025

Rosa es una víctima más de los despidos, que el gobierno Bukele usa para intimidar y disciplinar a los empleados públicos. La despidieron, porque abrió la boca para defender a unos colegas suspendidos. Gran pecado. La amenazaron para que se quede callada. Tiene miedo por su vida y la de sus hijos. Sin embargo, buscó la forma de denunciar lo que estápasando. Un primo le dijo: “Tenés que hablar con la prensa.” Pero Rosa no tiene la confianza para contactar a alguien que no conoce. “¿Y si hablamos a Paolo, el de las cartas?”, le dice su primo. “Yo tengo un chero que sabe cómo contactarlo...”


Rosa toma una decisión. Tiene años de leer mis cartas, me contaría después. Es casi como si me conociera. Quiere hablar conmigo. El primo habla al chero, que a la vez es chero mío; éste me habla a mi. Concertamos una cita: Rosa llegará a la casa de mi amigo, y desde un teléfono seguro me llamarán. Yo pongo una condición: Entiendo que ella tiene que hablar anónimamente. Pero yo tengo que estar seguro que ella es quien dice ser y que su historia es real. Mi amigo comprueba la identidad de Rosa y ve algunos escritos que documentan su caso. 


Se hace la conferencia telefónica. Aquí la historia de Rosa.

 

Trabajé 15 años como empleada pública. No le voy a decir adónde. En diciembre comenzaron los despidos, primero con los del sindicato. Hubo una asamblea que improvisamos y yo hablé. Propuse hacer una marcha al Ministerio de Trabajo. El día siguiente me despidieron. ‘Más te vale quedarte callada, esto te está pasando por abrir la boca. Y si hacés más relajo, ahí siempre está el estado de excepción, no te olvidés.’ Entendí el mensaje. Tuve miedo. Me quedé quieta, no hablé con nadie fuera de la familia y las amistades. Igual llegaron a mi casa, uno que conozco del trabajo y otro que dijo que era policía. Me amenazaron: ‘Si hablás, te vamos joder! No te olvidés que tenés tres hijos adolescentes...’

Mi hijo mayor trabaja en una maquila y de noche estudia para ingeniero (en realidad trabaja en otro lugar y estudia otra carrera, me dice mi chero, el intermediario). A los tres días, unos policías lo esperaron en la salida de la fábrica y se lo llevaron. ‘No he hecho nada’, les dijo el bicho. ‘Ya lo sabemos, pero tu mamá sí’, contestó uno de los policías. ’El problema es con tu vieja. Dile que es la última advertencia. Que deje de hablar mierdas.’ Le dieron una golpiza y lo soltaron.

Entonces, ¿qué hago? A cualquiera de mis tres bichos se lo pueden llevar cuando quieran - y no habrá manera de sacarlos. ¿Y si le toca a la menor? Apenas 15 años ha cumplido. Yo he obedecido, estoy callada, no he abierto la boca sobre mi despido ni sobre las amenazas - y de todos modos nos sieguen fregando. ¿No sería mejor denunciarlo, aunque sea de forma anónima. ¿Qué piensa usted, don Paolo?

 

¿Quién soy yo para darle consejo a esta mujer? Ella tendrá que vivir con las consecuencias. ¿Tiene sentido que vaya a una de las organizaciones de derechos humanos? ¿Pueden ellos protegerla? Talvez sí, ¿pero puedo garantizarle a ella que protegerán su identidad? No.

 

Le propongo que voy a publicar su relato y garantizar su anonimato. Ella dice que lo va a pensar.

 

A los tres días me habla mi chero y me pone a Rosa en el teléfono. 

 

Ya estuvo. Ayer se acercaron a mi hija. Los mismos policías. Está aterrada, la bicha. Le dijeron todo lo que le pueden hacer a ella, hasta los detalles más asquerosos. Entonces, publique todo lo que le he contado, don Paolo. Y la próxima vez que se acerquen a mis hijos, yo voy a poner la cara y hablar. Su amigo aquí me dice que él me puede llevar con unos abogados y podemos hacer la denuncia directamente a la fiscalía, con conferencia de prensa y todo...

Y mire, yo ya sé cuál es el miedo que me tienen. Yo tengo información y podría testificar de la corrupción que hay donde trabajé tantos años. Y ellos lo saben. Si tocan a mis hijos, de una vez suelto todo. Escriba esta, don Paolo. Así como se lo estoy diciendo.

 

Como periodista me encantaría que toda esta historia, incluyendo la corrupción, salga a la luz. Demasiados se están callando. Como humano -y por el bien de esta familia- espero que no llegue a esto. Demasiada persecución. En un país donde funciona la justicia, no diría esto. Le diría: ¡Adelante, Rosa!

 

Mis saludos a Rosa, que no se llama así, y a sus hijos,





* * *
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La ofensiva de noviembre de 1989 me agarra en Estados Unidos. Luego de presentar Doble Cara en La Habana, he regresado a New York para organizar la difusión internacional de la película —y para dar los primeros pasos para el proyecto siguiente: armar una empresa de producción publicitaria en San Salvador, una vez que el proceso de paz arranque en serio. Se trata de estar listos a tiempo para nuestra intervención en la opinión pública de la posguerra. Es un proyecto muy delicado, porque esta empresa habrá que montarla en un país todavía en guerra, como una sociedad comercial, sin que nadie sospeche que detrás está el ERP. Daniela está dispuesta a meterse en esta aventura. Apenas estamos comenzando a concebir la forma como hacerlo. Parece absurdo que mientras los compas en todo el país están enfocados en preparar una ofensiva de gran envergadura, una muestra de fuerza, llevando la guerra a la capital, nosotros estemos preparándonos para un proyecto de la postguerra. Bueno, para mí no es tan irónico, porque estoy convencido de que esta ofensiva no será para ganar la guerra, sino para abrir espacio para llegar a una salida negociada.  

Durante mi trabajo en el Frente Occidental, he tenido numerosas pláticas con Cirilo, el jefe de nuestra fuerza en el departamento de Santa Ana. Muchas conversaciones eran sobre ‘la ofensiva’. No sobre la de enero de 1981, que se llamaba ‘ofensiva final’, sino sobre la ofensiva nacional que se estaba comenzando a planificar en este año 1987 cuando rodamos Doble Cara. Cirilo estaba ansioso de ‘darse verga’ en esta ofensiva. Yo entendí la necesidad de dar un impulso fuerte a la guerra, pero para mí se trata de un impulso para llegar a una negociación seria con el gobierno de Cristiani —y con los gringos. Al final coincidimos que había que hacer las dos cosas: combatir y negociar. Todos esperábamos la ofensiva para algún momento de 1988, pero fue obvio que no era fácil conseguir que todas las condiciones se dieran a tiempo para lanzarla exitosamente en este plazo.


Cirilo

Cirilo nunca llegó a ‘darse verga’ en la ofensiva. Murió a finales del 1988, cuando se movilizó, vestido de civil, en bus a San Salvador, precisamente para participar en una de las reuniones de planificación para las acciones de la guerrilla urbana en San Salvador, Santa Ana y San Miguel. En un retén, los soldados pararon el bus. Tenían con ellos a un compa desertado y convertido en oreja, quien reconoció a Cirilo. No lo pudieron capturar, murió combatiendo. Me tocó luego visitar a sus padres en Estados Unidos. Ya sabían que había muerto, pero querían ver a alguien que haya estado con él. Fue un encuentro familiar grande y les conté lo poco que sabía del papel importante de Cirilo en la guerrilla. 

 

Yo tampoco iba a tener ninguna participación en la ofensiva. De todos modos, mi tarea no era ‘darme verga’, pero tampoco iba a cubrir la ofensiva como reportero, porque habíamos decidido que había que comenzar en Estados Unidos a preparar el proyecto de la empresa publicitaria en San Salvador. Pensé que iba a regresar a tiempo a El Salvador, pero no fue el caso.

Es una sensación extraña. Sentado en New York ante un televisor, me llegan las noticias e imágenes de dos eventos que van a cambiar el rumbo de mis dos países. La caída del muro de Berlin, que todo el mundo siente que es el inicio de la caída del imperio soviético —y la ofensiva guerrillera sobre la capital salvadoreña, que pone al ejército en defensiva en su propia retaguardia. Los dos eventos pasan en dos extremos diferentes del mundo, pero yo tengo claro que están conectados. La crisis y eventual descomposición del bloque socialista va a tener impacto en el conflicto salvadoreño —y esto va a favorecer la salida negociada, no la guerra que ya está agotada.

Cuando en San Salvador el Hotel Sheraton es ocupado por fuerzas guerrilleras, se arma una crisis peligrosa: Resulta que en el hotel está alojado un contingente de fuerzas especiales de Estados Unidos, esperando su traslado a casa. De repente hay una situación que parece una toma de rehenes. Soldados de Estados Unidos tomados de rehenes por la guerrilla salvadoreña, esta noticia cae como bomba en Washington y provoca que inmediatamente el Pentágono prepare una respuesta militar. La respuesta se llama Fuerza Delta, y está lista para volar a San Salvador y liberar a los ‘rehenes’. La guerra puede entrar en una escalada peligrosa.


Guerrilleros en el Hotel Sheraton. Los efectivos de fuerzas especiales
de Estados Unidos se encuentran en el siguiente piso.

Recibimos de nuestra gente en México otra versión: Los soldados gringos no son rehenes. Los compas ni sabían que ellos estaban en el Hotel y garantizan su seguridad. Nos mandan la instrucción de difundir esta versión en Estados Unidos —y que se hagan las gestiones en Washington para desarmar la crisis. Discutimos cómo lograr esto, activamos todos los canales posibles, y nuestra delegación diplomática en Washington logra que la Fuerza Delta no salga. Al rato viene la noticia de que los compas se retiraron del Sheraton sin ningún enfrentamiento, y que los soldados gringos fueron evacuados. El hotel estaba herméticamente rodeado por el ejército, y los compas se fueron por unos desagües y la quebrada colindante. Nadie se dio cuenta.


Mañana del 16 de noviembre 1989. Residencia de los padres
jesuitas en el campus de la UCA

Poco después nos llega la noticia de la masacre en la UCA y la muerte de los jesuitas. Otra vez movilizamos todos nuestros contactos políticos y mediáticos para rechazar la versión de los gobiernos de El Salvador y Estados Unidos que culpa a la guerrilla de haber invadido la UCA y matado a los jesuitas. Yo saco una conclusión: Mataron a varios jesuitas y dos mujeres, aunque el hombre que querían eliminar era Ignacio Ellacuría. Pero en el fondo el blanco fue el incipiente proceso de paz, que Ellacuría apoyaba activamente, mediando entre el presidente Cristiani y la Comandancia del FMLN. 


Ignacio Ellacuría, rector de la UCA

En última instancia, fue un ataque a Cristiani, para parar el proceso de negociación. Igual que el asesinato que comandos urbanos del Partido Comunista hicieron a José Antonio Rodríguez Porth, en junio del mismo año 1989. Mataron al ministro de presidencia de Cristiani, la mano derecha del presidente en su esfuerzo de buscar la paz. A veces, los radicales de ambos extremos coinciden...

 





Siguiente entrega: martes 28 enero

Capítulo 37: De la guerra a la paz (1990/91)



miércoles, 22 de enero de 2025

Carta a los decepcionados por Mauricio Funes. De Paolo Luers (+capítulo 36 del libro 'DOBLE CARA')

 

"A mis amigos de izquierda, incluyendo a quienes se han convertido en los mejores periodistas del país, les digo: Sean más autocríticos. Muchos de ustedes se fueron en la chicagüita del mesías Funes y le dieron cuerda."


Publicado en MAS!  y DIARIO DE HOY, JUEVES 23 enero 2025

El 24 de febrero del año 2005, mi Columna Transversal en El Faro arrancó así: “Para llegar al grano de un solo: era tiempo de sustituir a Mauricio Funes. Dirigía un noticiero mal hecho, poco profesional, sin dirección periodística, sin planificación. Como entrevistador era aburrido, prepotente, hablaba demasiado, operaba con prejuicios políticos.”

 

Esta frase desató discusiones polémicas dentro del universo de mis amigos de izquierda, que duraron hasta que, al final de la presidencia de Mauricio Funes, quedó evidenciado quién era: un hombre que hablaba como mesías, mientras vivía una orgía de dinero, ostentación, prostitución y poder. Muchos de mis amigos de la izquierda independiente, cansados del dogmatismo del FMLN, apostaron a Funes, cuando se lanzó a la campaña por la presidencia, mientras que yo traté, sin éxito, de advertir la ola de decepción que veía venir. Nunca creía que la necesaria renovación de la izquierda salvadoreña venía de manos de Funes.

 

Hoy leo con asombro el obituario que mi amigo Oscar Martínez publicó en Deutsche Welle, a raíz de la repentina muerte de Funes en su exilio nicaragüense. “El expresidente salvadoreño Mauricio Funes, que gobernó El Salvador entre 2009 y 2014, estaba llamado a ser el estadista centroamericano de este siglo: tras 20 años de gobiernos de derecha, desde que en 1992 se firmó la paz, Funes ganó la presidencia bajo la bandera roja del izquierdista FMLN. Parecía distinto. Venía de otra parte.”


Funes nunca estaba llamado a ser “el estadista centroamericano de este siglo”. Ni estaba llamado a renovar y democratizar la izquierda, muy al contrario de las expectativas que gente, la mayoría bien intencionada, tenía en su rol. Ustedes, estimado Oscar, querían tanto creer en este hombre, porque necesitaban creer en algo – y esto los cegó hasta el amargo despertar. Me recuerdo de las discusiones en El Faro, cuando ustedes trataron de convencerme que Funes era la solución, y me acusaron de criticarlo por celos profesionales.

Igual pasó en La Ventana, adonde desfilaron los personajes de la izquierda democrática tratando a convencerme que dejara a criticar a Funes y me incorporara en el proyecto de una nueva izquierda encabezada por este nuevo líder. Casi perdí mi amistad con los dos Héctor -Dada y Silva- que me urgían unirme a 'la causa'.

 

Oscar Martínez todavía afirma en su obituario que “Mauricio Funes se convirtió en figura pública gracias a su periodismo crítico e inteligente. Entrevistó durante años en televisión a figuras públicas que temían a sus preguntas sin censura. Inspiró a una generación de periodistas de la posguerra y fue consecuente defendiendo la libertad de prensa cuando los dueños del canal le cerraron sus espacios.

 

Nunca lo vi así, porque lo vi desde más cerca – y a la vez con más distancia, la distancia de la experiencia. La distancia que te da haber pasado por la guerra, En la guerra uno desarrolla un sano sentido para lo falso y lo oportunista. También en el ejercicio del periodismo. Yo vi a Funes como lo que resultó ser, no como lo que ustedes proyectaron en él. Yo vi a un periodista talentoso, pero cegado por sus ambiciones y sus vicios. Su vicio al lujo y a oportunismo ya era visible cuando estaba dirigiendo la unidad de audiovisuales de la UCA y aún más, cuando asumió el estrellato en el Canal 12 – y el poder absoluto que le cedió Jorge Zedán.

 

La izquierda es ética o no es. La renovación de la izquierda solo es posible desde la ética, no la pueden dirigir personas con tendencia a la corrupción como Mauricio Funes y su gran mentor Ignacio Lula.

 

Haber tenido razón en cuanto a Funes no me da ninguna satisfacción, porque igual yo resulté impotente ante la ola de expectativas grandes que lo llevaron al poder – y al país a la perdición, que ahora se está consumiendo. Tony Saca y Mauricio Funes han destruido lo que con la guerra y la paz logró construir – y la culpa la comparten quienes desde sus trincheras respectivas llevaron al poder a estos dos corruptores de masas.

 

Nayib Bukele lo tuvo fácil una vez que la gente entendió cómo Saca y Funes les engañaron. El interludio insignificante del segundo gobierno de izquierda, con un dinosaurio a la cabeza, sólo terminó de preparar el terreno a Bukele.

 

Irónicamente se repitió la historia. Cuando Bukele inició su ascenso al poder, postulándose a la insignificante alcaldía de Nuevo Cuscatlán, los pocos que advertimos que ahí venía una nueva amenaza a la democracia, no fuimos escuchados. “Deja a este loco, no hace daño. No es político”, escuché de mis amigos de izquierda. Algunos incluso repitieron lo mismo que dijeron sobre Funes: “Si alguien puede renovar al Frente, es este muchacho...”

 

“A este bicho hay que pararlo mientras esté chiquito, una vez grande nos a joder a todos”, dije yo en una ronda de cervezas con amigos. Se rieron. Hoy no se ríen más...

 

Tener la razón no siempre es bonito.

 

Mauricio Funes, que descanse en paz. Desde joven sus vicios comenzaron a carcomerlo. Ya hace ratos sólo daba lástima. Hoy sus vicios lo vencieron. 




 

A mis amigos de izquierda, incluyendo a quienes se han convertido en los mejores periodistas del país, les digo: Sean más autocríticos. Muchos de ustedes se fueron en la chicagüita del mesías Funes y le dieron cuerda.


Saludos, 

 

             



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Paolo, Cerro las Pavas, 1988


Luego de meses de grabación, con tres equipos de voluntarios norteamericanos y con el equipo que anda con la columna de Cirilo; y luego de media docena de entradas y salidas a la zona de Las Pavas entre Chalate y Santa Ana, me voy para New York con todo el material, para editar la película —y para ver qué ondas con Daniela.

Para empezar con lo más urgente: Todavía tengo compañera, y en estos días de otoño de 1988 en New York, decidimos quedarnos juntos, pase lo que pase con la guerra, con la revolución, con mi militancia, con la situación de migrante ilegal de ella. Una incertidumbre total, pero ahora con una certidumbre: estamos juntos. 


Daniela en NY City, 1988


Con el dinero que sobra de la producción en El Salvador logramos comprar un equipo completo y profesional de edición de video. No sólo para editar Doble Cara, sino ya pensando en el siguiente proyecto: armar una productora de audiovisuales en San Salvador, preparándonos para el eventual fin de la guerra y la necesidad de disponer de instrumentos propios de comunicación masiva. 

La gran interrogante: ¿Adónde instalarnos para editar? Prefiero que sea en New York. Ahí es donde tenemos el ES Media Project y el apoyo de cineastas y comités de solidaridad. Daniela aún no está lista para regresar a México, donde ha vivido muchos años de su vida como bailarina. Llegó a Estados Unidos para hacer y aprender otras cosas. 

 

Voy a México y Managua para discutir el futuro del trabajo de cine con la dirección. He sentido durante meses que ya no apoyan el proyecto Doble Cara. Cabal, me plantean que mejor abandone la edición y trabaje con Epigmenio en otro proyecto, un resumen de todo el desarrollo político y militar que apunta a un desenlace en la ofensiva que planean para el año que viene. Me opongo. Voy a terminar Doble Cara. Demasiado trabajo hemos invertido y demasiada gente de la comunidad de cineastas y de la solidaridad ha apostado a este proyecto. Me dicen que el partido no va a invertir nada más en Doble Cara. ¿Qué han invertido? Todo el trabajo lo hemos hecho nosotros con apoyos y fondos que conseguimos en Estados Unidos. Y en el camino seguiremos recogiendo fondos, incluso para futuros proyectos. No le estoy pidiendo pisto a la organización. A algunos medio los convenzo, otros aceptan de mala gana que terminemos Doble Cara y que la estructura de México trabaje el proyecto de Joaquín. 


Joaquín Villalobos: propone hacer otra película diferente


Regreso a New York. Ya no es cuestión de preferencia editar aquí o en México. Quedarse en New York es la única forma de poder trabajar de forma independiente, sin interferencias. 

El problema: No tenemos donde instalarnos. La madre y los hermanos de Daniela se han mudado para Managua y Daniela tuvo que evacuar el departamento donde vivían en Washington Bridge. En la oficina del ES Media Project no hay espacio, no es más que un escritorio y un gran librero dentro de la oficina de nuestros amigos de Third World Newsreel, en West 38 St. en Manhattan. Y conseguir apartamento en New York es casi imposible e impagable. 

Daniela consigue que podamos quedarnos con todas las cajas del equipo en el apartamento de un amigo que está de viaje. Pero sólo por dos semanas. Cuando las dos semanas están por llegar a su final, no tenemos a dónde ir con todos los bultos...

En eso, me llama Janet Shenk, una amiga que conocí en Washington, directora de una fundación. “Paolo, ¿todavía necesitas apartamento en New York?” 

“Sí, más urgente que nunca.” 

“Vaya, mi apartamento queda libre y necesito que alguien de confianza lo ocupe para no perderlo.”


Janet Shenk


Bailamos. Conozco el apartamento de Janet. Es un piso entero en un edificio en West 106th Street, entre Broadway y Amsterdam. Janet nos deja el apartamento no sólo completamente amueblado, sino con todas las pertenencias de su anterior inquilino: una colección de licores de todo el mundo, roperos llenos, cocina completa. Y con un alquiler de $750, ridículo para Manhattan —rent controlled. Es de Janet, pero el que vivía ahí fue Berndt Carlsson, un diplomático amigo de Janet, socialdemócrata sueco, subsecretario general de Naciones Unidas y Comisionado de la ONU para Namibia. Estaba el 21 de diciembre de 1988 camino a New York para la firma de un Acuerdo que sellaría la independencia de Namibia de Sudáfrica. Viajaba en el vuelo 103 de PANAM entre Frankfurt y New York, el que cayó en Lockerby/Escocia, víctima de una bomba colocada por el servicio secreto de Gadafi. 

 

Una hermana de Berndt había llegado a New York, a recoger sólo algunas cosas muy privadas de su hermano, y todo lo demás nos quedó a nosotros. Tomamos posesión del apartamento luego de Navidad de 1988 y comenzamos a trabajar. Trabajamos sin mucha dispersión. Pero a veces hay eventos en el apartamento, por ejemplo una gran recepción, cuando Guillermo Ungo visita New York. De vez en cuando salgo para seguir levantando fondos, o para dar charlas en universidades, bibliotecas, iglesias, o para reuniones con los colectivos del ERP. Voy conociendo gente maravillosa, como el poeta Alan West en Boston, quien viene a New York para apoyarnos en Media Project; Jorge Ávalos, joven salvadoreño que quiere ser cineasta, dramaturgo y poeta, se encarga de las presentaciones de nuestras películas en universidades; Carlos El Chino Figueroa, quien anda conmigo de arriba a abajo. Michael Ratner, el famoso abogado de Derechos Humanos, y su esposa Karen Ranucci, documentalista; el ex fiscal general de Estados Unidos y ahora activista de Derechos Humanos William Ramsey Clark; el espectacular reportero y fundador de Downtown Community TV, Jon Alpert; y Daniel Schechter, escritor, cineasta y productor de TV, a quien conocí cuando produjo para ABC el news magazine 20/20. Bill Zimmerman, el director de campañas para buenas causas en California, quien en 1973 desafió al FBI, que tenía rodeados y aislados a miles de manifestantes indígenas en Wounded Knee. Bill sobrevoló en su avioneta el campamento de los manifestantes, tirándoles medicinas y comida. Hizo algo parecido durante la guerra en Vietnam: Se zampó a Hanoi, la capital de Vietnam del Norte, para entregar medicinas y equipos médicos, rompiendo el embargo de Estados Unidos. Sara Miles, escritora en San Francisco y experta en El Salvador. David Quilter, el gentleman de Nueva Inglaterra, ex asistente del prominente Congressman Joe Moakley y miembro de Medical Aid for El Salvador. Ileana Montalvo, la cubana, que me acompañó en las filmaciones en Santa Ana. Además Janet Shenk y Mario Velázquez. Y los compas salvadoreños de Casa El Salvador, que nos visitan para ver si entre la ropa del sueco hay algo que puedan usar. Difícil, el tipo era más alto que yo. Entonces, se llevan una botella de vino o de Grapa.

De todos ellos, aprendí un montón. Cursos intensivos en cine documental, defensa de derechos humanos, activismo político, levantar fondos —y sobre decencia y solidaridad. Mario Velázquez aparece en New York, me va a presentar a alguna gente de pisto aquí. Cuando me ve, dice: “Así como andás vestido, no nos dejan entrar a la oficina de esta gente.” Y me lleva a 5th Avenue, a ver a Morty Sills, el sastre de la gente de Wall Street y de los hombres de la dinastía Bush. “¿No has visto Wall Street de Oliver Stone? ¿O ya no ves películas de Stone luego del pleito que tuvieron?” No la vi, así que Mario me cuenta: En esta película hay un tipo de Wall Street llamado Gekko, que es Michael Douglas, y le dice a Martin Sheen, quien es el joven que quiere entrar al negocio: ‘Ve a ver a Morty Sills, que te vista, dile que yo te mandé’. Entonces, vamos a ver a Morty Sills y Mario le dice a esta leyenda nuevayorkina que yo acabo de llegar de las montañas salvadoreñas y que necesito que él me vista. Me da dos sacos y dos pantalones muy elegantes, según él informales, y cuando me quiere dar camisas, le cuento de Berndt Larsson, quien me heredó un closet lleno de camisas. Le encanta la historia. “Este viejo, así como lo ves, es uno de los pocos comunistas que han quedado en New York. Algún día le voy a llevar a Schafik, se van a entender bien...”, dice Mario.


Morton Sills, "New York's finest
bespoke tailor"


New York es el lugar más alucinante que conozco. Pasamos a veces días enteros caminando, de un barrio al otro cambian los olores, los rótulos, los idiomas. Daniela se echa el trecho de 67 cuadras entre la West 106th St., donde vivimos, a la West 38th St., donde está el Media Project. Vamos mucho al Greenwich Village al townhouse de Michael Ratner o al East Village para comer hindú, en restaurantitos que no venden cerveza, pero permiten que uno la compre en la tienda enfrente. En nuestro vecindario nos conocen en las tiendas. Una vez llegué de regreso a New York luego de 3 meses, y el tipo que toca guitarra en nuestra estación de subway, la 103th Street, me saluda. Igual el coreano en la tienda de verduras, la mesera en el coffee shop en Broadway y las dominicanas en la tienda en Amsterdam. De nuestro edificio, si salimos hacia la izquierda, a media cuadra estamos en República Dominicana. Si salimos a la derecha, solo vemos gente blanca. Si seguimos en el tren tres estaciones más al norte, estamos en Harlem y del subway solamente salen afroamericanos. A tres cuadras de la casa estamos en Central Park... A pocos meses de vivir en Manhattan conozco escritores, gente de teatro y cine, pero también taxistas, trabajadores de la industria textil que rodea nuestras oficinas ubicadas en la West 38th St., en lo que llaman el Garment District.  

 

Daniela resulta una editora que, aunque no tiene experiencia, es muy creativa, precisa y exigente. Puede pasar horas buscando el mejor punto de salida y entrada de un corte. Siempre propone soluciones que a mí ni siquiera se me ocurren. Trabajamos intensamente, discutimos, pero aunque peleamos, siempre encontramos soluciones. 

Cuando al fin la película está lista, Daniela prepara el viaje para Cuba para aceptar la invitación que me hizo Jorge Fuentes del ECIFAR de mandar a un miembro de nuestro equipo para trabajar unos meses con ellos en producciones de ficción. Acordamos que nos veremos en diciembre, en el Festival de La Habana.




Con la película terminada y Daniela de viaje, me concentro en el trabajo político en Estados Unidos. Sabemos que cualquier día viene la gran ofensiva sobre San Salvador y otras ciudades, y necesitamos todo el apoyo que podamos conseguir. También voy para México, donde nuestro equipo está trabajando con Epigmenio en el documental que encargó Joaquín. Ambas películas competirán en La Habana...

Ninguna gana, esta vez no. Pero Doble Cara recibe buenos comentarios y consigue una mención del jurado. Aprovecho para ver a las bichas. Daniela ha compartido mucho con ellas. Me parece una maravilla que luego de que ellas me adoptaran de papá, ahora también adoptaran a Daniela como amiga. A saber si en algún momento este sueño de una familia se hará realidad cotidiana. Quien quita que después de la guerra... ¿pero habrá un después de la guerra, y cómo será?

 


Siguiente entrega: sábado 25 enero

Capítulo 36: Noviembre '89