viernes, 20 de diciembre de 2019

Carta a diputados, transportistas y otros activistas: Calma. De Paolo Luers


Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 21 diciembre 2019


Detesto los debates que se escenifican cargados de pasiones y moralismo, pero sin un análisis completo del problema a solucionar. Este tipo de debates se arman, más o menos un año sí y el otro también, sobre el transporte público. 

Todos sabemos que el transporte público no funciona. De todos los requisitos que debe cumplir cualquier forma que demos al sistema de transporte público urbano, el existente solo cumple uno: ser económicamente accesible, Lo cumple porque el Estado gasta millones en subsidiarlo, con un solo fin: mantener fijas y bajas las tarifas.

Todos los demás requisitos no los cumple: no es eficiente, ni seguro ni cómodo para los usuarios - por tanto no logra sustituir el uso individual del carro para movilizarse al trabajo; no es ecológicamente sostenible; no es moderno ni integral. 

Hablar mal de los motoristas y empleados de los buses se ha vuelto deporte nacional, y cada vez que se desata el debate en la Asamblea, aparecen diputados que se presentan como justicieros contra estos ‘cafres al timón’ y ‘empresarios mafiosos’ del sector transporte. Hablan en tono de indignación sobre los pecados  de los buseros en el  cotidiano caos vehicular. Predican contra los subsidios que ‘nosotros los ciudadanos honestos y respetuosos de la ley” les pagamos año con año a “estos criminales que ni siquiera pagan sus cientos de multas de tránsito”… Populismo legislativo. 

En todo este debate ya nadie se acuerda que el subsidio es para las tarifas. Los reciben los buseros para compensarlos, porque el gobierno no deja que reflejlen todos sus costos en la tarifa que cobran. En este sentido es absurdo, exigirles ahora a los empresarios de buses que, para mantener el subsidio, asuman nuevos costos e inversiones: que pongan GPS a las unidades, que introduzcan un sistema digital verificable de cobro, que contraten seguros…

Las únicas dos cosas que dentro del sistema actual se puede exigir a los buseros son: que mantengan las tarifas; y que cumplan con sus obligaciones de ley. Y por supuesto la autoridad competente (el VMT) tiene los instrumentos legales y administrativos para enforzar estas dos reglas. No requiere de unos debates apasionados en la Asamblea, y ciertamente no de una nueva ley…

Todo este debate sobre -si dar otra prorroga a los subsidios; si crear nuevos requisitos para ganarse o para perder el subsidio- no tiene ningún sentido, mientras que nadie presente propuestas de cómo organizar, modernizar y hacer eficiente el sistema de transporte público. ¿Se necesitan nuevas tecnologías, por ejemplo un metro subterraneo o trenes elevados? ¿Se necesitan nuevos modelos de gestión empresarial, empresas nacionalizadas o municipales, o APPs entre gobierno, municipalidades y empresarios privados?

¿Cuánto estamos como Estado dispuestos a invertir en un nuevo sistema? Ahora gastamos sólo en subsidiar las tarifas, pero si el Estado quiere controlar también la sostenibilidad medioambiental y la eficiencia técnica del sistema, ¿cuánto podrá asumir y de qué fuentes lo pagará durante años? En muchas ciudades del mundo ya están discutiendo en serio que el sistema de transporte público tendrá que ser gratis si realmente se quiere que disminuya el uso del carro particular…

Sobre esto nadie habla, porque nadie tiene nada que decir. Ni el gobierno, ni los partidos, ni la sociedad civil. No nos vengan a tratar de tapar este vacio con sus debates populistas sobre los subsidios, y con unos discursos hipócritas que ponen a los motoristas y empresarios al margen de la sociedad. Que hay malos motoristas, sí. Pero en las condiciones del sistema y del tráfico es difícil esperar que sean ejemplares. Que hay empresarios mafiosos en el transporte, sí, igual que en la construcción, los mercados, las consultorías, etc.

Seamos serios. Saludos,



miércoles, 18 de diciembre de 2019

Carta a un país en el cual nada funciona y la economía está hecha pedazos, según el presidente. De Paolo Luers



Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 19 diciembre 2019


Para un presidente decir en público que “nuestra economía entera está hecha pedazos y nada funciona” es inusual, provocador e irresponsable, sobre todo, cuando no es cierto, como en el caso de El Salvador.
Nayib Bukele lo dijo en “60 Minutes”. Si “60 Minutes” todavía tuviera el estilo incisivo que lo convirtió en el clásico programa de periodismo investigativo de la TV de Estado Unidos, los productores hubieran inmediatamente convertido esta frase en el eje central de su investigación. Hubieran hablado con expertos, empresarios, sindicalistas para ver si es cierto que la economía salvadoreña está en un estado de caos donde nada funciona. Y al darse cuenta de que obviamente no es así hubieran preguntado: ¿Por qué el presidente lo dice? ¿Qué hay detrás de semejante afirmación?
La entrevistadora sí se reparó en el carácter disruptivo de la frase de Bukele y dijo: “Eso no es poca cosa que lo diga un presidente…”, pero se lo dejó pasar. No tomó lo dicho por el presidente como razón para cambiar en enfoque de todo el reportaje y entrevista.
¿Qué hubiera hecho Mike Wallace, el legendario reportero de “60 Minutes”? Hubiera dicho: “¡Wow, señor presidente! Entonces veamos más de cerca lo que realmente está pasando en su economía…”.
Luego de la entrevista, hubiera hecho un diagnóstico realista de la economía salvadoreña, obligadamente con el resultado que el presidente de El Salvador está “badmouthing” (haciendo aparecer mal) su propio país y su economía, que tienen muchos problemas pero están lejos de encontrarse en ruinas.
Y de alguna manera, alguien tan experimentado como Mike Wallace con encarar a políticos que dicen cualquier cosa para impresionarlo hubiera llegado a descubrir (no solo en su mente, sino en pantalla) lo que hay detrás de una mentira tan dañina del presidente: un personaje que está profundamente convencido de que este país estará mal mientras él (su familia, su círculo interno) no tome control del resto del Estado (Asamblea, Justicia, Fiscalía) y de los círculos que dirigen la economía.

Pero aun así, con la conductora de “60 Minutes” yendo a otros temas luego de escuchar respuestas tan insólitas por parte de Bukele, el programa comienza a pintar el retrato de un presidente que se siente más importante que el país que le toca presidir: un hombre comido por la ambición de poder.
Aparte de la frase sobre nuestra economía, Bukele confirmó, sin despeinarse y sin abandonar la permanente sonrisa, que las maras se han constituido como “gobierno paralelo”. Otro oportunidad que “60 Minutes” no aprovecha para dar un viraje a su programa sobre El Salvador y su presidente, haciéndose una nueva pregunta: ¿quién está entonces ganando la batalla madre proclamada por el mismo Bukele sobre el “control territorial”?
Invito a los mejores entrevistadores del mundo, gente como Cristiane Amanpour o Anderson Cooper, a ver el programa de “60 Minutes” con Nayib Bukele y a terminar la tarea de entrevistarlo como Dios manda. Aquí nadie lo va a hacer.

Saludos, 


martes, 17 de diciembre de 2019

Carta a los comités de aplauso: ¿luego del chino, un cuento árabe? De Paolo Luers


Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 17 diciembre 2019


Luego de la gira en China, nuestro presidente desapareció del mapa mediático por unos días, cosa extraña para un gobernante tan publicitado, quien viaja con tanto equipo de prensa y propaganda.
A los cuatro días de haber aterrizado en Qatar, Bukele apareció en Doha, la capital del Emirato, en una foto con el ministro de energía de Qatar. Hablaron de cooperación, pero sin dar detalles.
La ciudad estaba en los últimos preparativos para el Foro de Doha, un encuentro anual que los jeques de Qatar organizan para que dirigentes políticos, económicos y académicos del mundo discutan problemas y retos de importancia mundial. A esta altura, faltando dos días para su apertura, el presidente de El Salvador no estaba incluido en la agenda del Foro.
Le costó cinco días en Doha para finalmente conseguir que lo incluyeran al Foro. O sea, nuestro presidente no fue a Qatar para responder a una invitación al Foro Doha, sino fue a Qatar para conseguir una invitación. La consiguió. Cuando el Foro se inauguró, el 14 de diciembre, en la agenda actualizada aparecieron, en la sesión de clausura, unos 5 minutos (de 18:20 hasta 18:25) para un discurso del presidente de El Salvador. Horas después, cuando apareció la última versión de la agenda, le habían aumentado a 15 minutos, siempre dentro de la sesión de clausura. A estas alturas, ya el jefe del Estado de Qatar, el Emir Tamim bin Hamad Al Zani, se ha reunido con el presidente Bukele y dado instrucciones al presidente de Qatar Airways de discutir con la delegación salvadoreña sus planes de construir un segundo aeropuerto internacional.


El equipo de prensa de Bukele (y en consecuencia los medios salvadoreños) interpretó muy de su manera el hecho de que a su jefe le acomodaron simplemente agregándole al Foro 15 minutos al final: en la versión publicada en El Salvador, las palabras de clausura del Foro de Doha estaban al cargo del recién invitado presidente salvadoreño.
Si un Foro de este tipo tiene la suerte de contar con un invitado que sea capaz para semejante reto, a veces le encomiendan dar las palabras del cierre, o sea el resumen de lo debatido. En este Foro no había palabras de cierre de este tipo. Lo que había es un invitado de última hora…
Incluso sus críticos señalaron que el discurso de Bukele en Doha fue mejor que su accidentada aparición en la Asamblea General de Naciones Unidas. Esto es cierto, pero no significa mucho.
En Doha, Nayib Bukele se paró ante líderes de todo el mundo con una fórmula simplista, que bien haría honor a un estudiante de bachillerato, quien explica cómo se imagina que debe funcionar el mundo. Pero alguien que luego de 7 años en política está sentado en Casa Presidencial, ejerciendo el poder, teniendo interlocución con otros gobernantes, no puede darse este lujo de ingenuidad y simplismo. Tiene que tener la capacidad de hablar sobre el mundo como es, visualizando opciones de cómo mejorarlo.
La tesis de Nayib en Doha: Hay tres condiciones para construir un mundo mejor, que nunca antes estaban dadas. “Ahora estamos totalmente globalizados, totalmente interconectados y producimos más de lo que necesitamos consumir. Entonces, no hay más excusas, no hay más tiempo que esperar. Así que ahora podemos acabar con la pobreza, con el hambre, cuidar la salud de todos, proporcionar una excelente educación para todos, detener el cambio climático, detener todas las guerras. Solo necesitamos la voluntad política de los líderes del mundo”.
Pero, señor presidente, no es tan simple la cosa. La suya no es un conclusión, es el punto de partida mil veces discutido que todos conocen. Foros como el Doha sirven para construir caminos; para ver qué formas de liderazgo y gobernanza y democracia se necesitan para avanzar; para ver cómo reconstruir y mejorar los mecanismos multilaterales; cómo erradicar los nacionalismos que quieren destruir estos mecanismos…
Pero bueno, nuestro presidente tuvo otros 15 minutos de fama, se codeó con jeques (que no son famosos precisamente por su altruismo y su compromiso con las libertades) y aquí en casa esto es suficiente para los comités de aplauso, que a esta altura incluyen medios de larga tradición, para escribir un capítulo nuevo de los famosos cuentos árabes de las 1001 noches….
Saludos,
Posdata: ¿Cuánto le costó al país tener al presidente, su familia, su personal de apoyo a la familia, su comitiva gubernamental y su equipo de comunicación durante una semana en el Hotel Marsa Malaz Kempinski de Doha? ¿O lo pagó el Emir?