PUBLICADO EN MAS! y EL DIARIO DE HOY, sábado 4 diciembre 2021
Estimados amigos consumidores de espectáculos y de política:
Esta dos cosas -política y espectáculo- siempre han tenido sus traslapes: shows de carácter político o actos políticos puestos en escena como teatro. Pero hay ocasiones cuando no sólo se traslapan sino se funden en un nuevo formato de la política: el “Schauprozess”.
Uso el término alemán, porque es el idioma que realmente ha dado un nombre a este fenómeno, y que es difícil de traducir: Schauprozess. Sería algo como juicio-show, un juicio montado de la manera que se convierta en un espectáculo. Surgió en los años 30 del siglo pasado, cuando las dictaduras de Stalin y de Hitler comenzaron a armar juicios contra críticos y disidentes, con el propósito de destruir cualquier tipo de oposición o criterio de independencia, y para exhibir a sus seguidores sesgados a “los traidores a la patria” (así los llamaron los nazis) o a “los traidores al socialismo” (así los llamaron los comunistas)”.
Renovaron una vieja tradición: la Santa Inquisición con sus juicios contra brujas y herejes, celebrados en plaza pública…
Aunque aquí todavía no hay un nombre adecuado a la versión moderna de convertir la justicia en instrumento de la guerra sicológica y de aniquilamiento, ya comenzamos a ver los primeros ensayos prácticos: las comisiones especiales, que Nuevas Ideas instala en la Asamblea Legislativa, supuestamente para fines de investigación. Pero cuando vemos cómo ponen en escena estas comisiones y cómo actúan en ellas, lo que buscan no es la verdad. Buscan la manera de destruir a opositores y críticos.
Luego de ver esta nueva forma de juicio-show en la comisiones de sobresueldos y del financiamiento de fundaciones y ONG, ahora presenciamos la Comisión de Antejuicio contra Norman Quijano. Convocan a ciudadanos a testificar, pero no los quieren como testigos, sino para convertirlos en acusados, para acosarlos, para condenarlos – y como la comisión no tiene facultades jurídicas, usan impactos mediáticos, de espectáculo.
Comienza con el escenario. Usan una sala de teatro en el Centro Cultural de la Asamblea y montan ahí la escenografía de una sala de vista pública de una juzgado. Con una mesita de testigo que convierten en banquillo de acusado. Y con una salvedad fundamental: los jueces (la Comisión que va a sentenciar) y los fiscales son del mismo bando, todos diputados de Nuevas Ideas. Ambos acusan. Ambos acosan. Ambos tergiversan los testimonios. Ambos ponen al testigo palabras en la boca que son contrarias a sus declaraciones. Ambos emiten pre-condenas – no sólo al acusado en el antejuicio, Norman Quijano, sino a cada uno de los testigos.
Mientras estoy escribiendo estas líneas, estoy viendo en la tele el interrogatorio a Miguel Ángel Simán. Lo que veo y escucho me angustia mucho más que el mismo interrogatorio, en el mismo escenario, en el cual yo fui testigo acusado y acosado dos días antes. Porque cuando yo estaba sentado ahí, sentí que podía defenderme, haciendo uso de la verdad, de la racionalidad, de la sensatez. Ahora estoy reducido a espectador. Además, yo soy un hombre de polémica, de ataque y contraataque, es mi naturaleza y lo he adoptado como profesión. A Miguel Ángel Simán lo conozco como hombre de moderación, de búsqueda de consensos, de racionalidad – y literalmente me duele ver cómo lo acosan, cómo tuercen sus palabras, cómo lo obligan a entrar en controversia para defenderse.
El testigo tiene enfrente a 7 diputados ciegos de fanatismo y de poca inteligencia, que no saben ni quieren formular preguntas claras, sino preguntas capciosas que buscan obligar al testigo a expresar sus opiniones. ¿Pero qué sentido tiene entrar en una discusión sobre políticas públicas, sobre ética y legitimidad con personeros como Guillermo Gallegos, Carlos Herman Bruch o Marcela Pineda? Ninguna. Es en balde…
Como los que están sentados para testificar son más inteligentes, esto de ponerles trampas no funciona. No caen en trampas. Entonces, lo que hacen, es simplemente manipular sus palabras, torcerlas, convertirlas en lo contrario. Y luego no permiten que el testigo las corrija.
Sufro observando que mi amigo Miguel Ángel se siente obligado a dar explicaciones a personas que no quieren explicaciones, porque no les interesa entender. Porque Miguel Ángel es un hombre de diálogo y tolerancia, y ellos son lo contrario. Duele ver a un hombre tan decente expuesto a tanto veneno.
Retrospectivamente, viendo el interrogatorio de otro, me doy cuenta que yo también caí en el error de querer dar explicaciones cuando sólo tendría que haber dicho sí o no, como me recomendaron mis amigos y abogados.
Ustedes, quienes ven estos juicios-show en televisión o leen sobre ellos en redes sociales, tengan mucho cuidado; esto está hecho para impresionar y manipular.
Saludos, Paolo Luers