Estimados amigos:
Muchas veces encontré gente en El Salvador que me dijo: “Qué locura lo del millón de refugiados de Siria, Irak y Afganistán que la señora Merkel ha admitido en Alemania.” Yo siempre dije: no es locura, es lo único decente que los alemanes y su gobierno pueden hacer.
¿Recuerdan la frase célebre que Angela Merkel repitió cada vez que algunos alemanes resentidos y racistas se quejaron: “Wir schaffen das” (lo resolvemos)? Es la versión de la señora Merkel, la política menos populista de Europa, de la consigna de Obama: “Yes, we can.” Pero ella con esta su frase no estaba prometiendo transformaciones, ni ‘el cambio’, ni un mejor mundo. No estaba prometiendo nada a sus votantes, los estaba retando a hacer lo correcto, lo decente, lo difícil pero factible.
En dos años, un millón y medio de refugiados de países con guerras civiles (que más bien son guerras anticiviles) han llegado a Alemania y reciben atención médica y sicológica, un techo, cursos de alemán y vocacionales. La meta: integrarlos en la sociedad alemana.
Ahora que estoy en Alemania, fui a visitar el ‘Café Mandela’ en Osnabrück, uno de miles de centros de atención a los refugiados en todas las ciudades alemanas. Estos son manejados por Iglesias, sindicatos, ONGs e iniciativas ciudadanas. Miles de voluntarios trabajan en estas instituciones.
En ‘Café Mandela’ los asilados reciben asesoría legal, ayuda para conseguir trabajo o apartamentos, pero sobre todo contacto humano. Cientos de ciudadanos alemanes frecuentan el café para hablar con los recién llegados, para jugar ajedrez con ellos, para organizar rondas de discusión o de artesanía. En esencia, les hacen sentir bienvenidos y tomados en cuenta.
Encuentro en esta tarde a 5 señoras alemanas dando clases individuales de alemán. Cada una ha adoptado a uno, dos o tres refugiados, y llegan dos o tres veces cada semana para practicar conversación. Encuentro a tres abogados que dan asesoría para enfrentar la carrera de obstáculos en la burocracia. Encuentro a una sicóloga alemana que habla árabe y da atención a los traumas de guerra que sufrieron en sus países, sobre todo a niños. Encuentro a dos médicos que dan consulta gratis. Encuentro a dos jóvenes de Alepo que asisten a tres diferentes cursos de alemán, para poder conseguir trabajo lo antes posible. Encuentro que una muchacha de Etiopía da clases de artesanía a sirios y alemanes.
La coordinadora del ‘Café Mandela’ es la única que tiene un salario, lo paga la Iglesia Luterana. Todos los demás son voluntarios: estudiantes, pensionados, profesores, profesionales. Una muchacha, estudiante de la Universidad de Osnabrück, tiene un año de dedicar entre 4 y cinco horas diarias al ‘Café Mandela’. Ella dice: “aprendí con este trabajo mucho más que en la carrera académica”.
Me cuenta que en Osnabrück, una ciudad de 165 mil habitantes, viven como 6 mil refugiados. “¿Cómo 165 mil habitantes no vamos a tener capacidad de integrar a 6 mil asilados?” Y me repite la frase de Merkel: “Wir schaffen das!”
En Osnabrück hay unas 50 iniciativas como el ‘Café Mandela’. No todos los ciudadanos comparten esta ‘cultura de la bienvenida’ (un término nuevo en el léxico alemán), pero tampoco hay ataques a asilados, ni marchas de los movimientos antiinmigrantes. La ciudad y sus instituciones no son rebasadas. Resuelven.
Al principio, cuando los alemanes se vieron enfrentados con el número mágico del millón de refugiados que llegaron cuando Angela Merkel abrió las fronteras, mucha gente se asustó. Hoy que el número ha llegado a 1.5 millones, pero repartidos entre todas las ciudades y pueblos del país, resulta que no hay ninguna razón para asustarse. Vi en Baviera pueblos con 5 mil habitantes que les toca albergar a 100 ó 150 refugiados y no hay crisis, hay suficientes recursos, tanto económicos como humanos para atenderlos. Y habrá también para integrarlos. “Wir schaffen das!”
Angela Merkel tuvo razón cuando dijo que Alemania, si no está dispuesta y capaz a resolver este reto, sería un país inhumano. Y que ella no quiere gobernar un país inhumano. Y en ‘Café Mandela’ me di cuenta que muchos ciudadanos dicen lo mismo y lo traducen en acción.
En el ‘Café Mandela’ me sentí orgulloso de mi otro país. El mundo no es como lo pinta Trump. Para él, Merkel es un pésimo ejemplo, un peligro para el la civilización del hombre blanco.
¿Qué significa todo esto para nosotros en El Salvador? No sé. Hay que reflexionar sobre esto. No tenemos ninguna ola de refugiados. Pero tenemos cientos de miles de compatriotas que igual necesitan integración.
Saludos,