Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, sábado 12 febrero 2022
Estimados amigos:
Alguien me regaló, en 2007, el primer libro de la trilogía Millennium del periodista sueco Stieg Larsson: “Los hombres que no amaban a las mujeres”. Al solo terminarlo, en tiempo record, bajé de Amazon los otros dos libros: “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” y “La reina en el palacio de las corrientes de aire”.
Me quedé con una sensación de tristeza y frustración ante el hecho que el creador de este mundo (de periodistas, gangsters, hackers, policía secreta, sadistas, empresarios corruptos, etc.) había muerto, incluso antes de la publicación de su primer libro.
Sentí que Millennium (el nombre del periódico investigativo del protagonista Mikael Blomkvist) no era una trilogía. Se quedó en tres libros, no por diseño del autor, sino por su muerte. No quedó conclusa la saga de Mikael Blomkvist y Lisbeth Salandar, la chica punk, genial hacker y angel vengadora de las mujeres víctimas de “hombres que odian a las mujeres”.
Sentí que Larsson había inventado unos personajes, Blomkvist y Salander, que tenían vida propia, más allá de la muerte de su creador. Él, un periodista investigativo que lucha contra la corrupción, los abusos de poder y por la supervivencia de su proyecto de vida: un periódico investigativo e independiente. Ella, una mujer con muchas cicatrices (de maltrato infantil y de sus batallas), por tanto con muchas cuentas por saldar, y que se ha hecho la heroína de un grupo internacional de hackers antiautoritarios llamado la Hacker Repúblic.
Cuando terminé el tercer libro, una noche a las 3 de la mañana, me obsesioné con la preocupación de cómo mantener viva la saga de Millennium. Tenía la loca idea de sentarme y escribir el cuarto libro, adoptando a los personajes, domándolos, obligándolos a hacer caso a su nuevo autor. Ya visto a la luz del día, esto era imposible. Tenía que ser un escritor sueco que adoptara la saga de Millennium. Alguien muy audaz y creativo.
No fui el único en pensar esto. Años después salió “Lo que no mata te hace más fuerte”, la continuación de Millennium. Fue escrita por el escritor sueco David Lagercrantz, a quien había conocido por un libro excepcional: “El enigma Turing”. Cuenta la vida de Alan Turing, el matemático inglés que en la Segunda Guerra Mundial logró descifrar los sofisticados códigos de encriptación de los alemanes. Sin saberlo, se convirtió en el padre de la computación, porque para romper los códigos desarrolló unos algoritmos, que después se convertirían en la base matemática para la tecnología que revolucionaría el mundo. Construyó la “máquina Turing”, la primera computadora.
Lagercrantz logró algo inédito: adoptó a los personajes creados por Larsson, respetando su identidad, pero también dándoles desarrollo en otras dimensiones. Mikael, Lisbeth y los demás caracteres siguen siendo los mismos, pero no se perciben igual. Es natural: dos personas diferentes, viendo a los mismos personajes y sus historias, los van a percibir de otra manera, van a enfocarlos a su modo, van a ver diferentes matices. Los protagonistas, vistos por dos autores diferentes, ganan más profundidad. La ley de la multi-dimensionalidad…
Lo que Lagercrantz ha logrado en sus 3 secuelas de Millennium (en 2015, “Lo que no mata te hace más fuerte”; en 2017, “El hombre que perseguía su sombra”; y en 2019, “La chica que vivió dos veces”) es algo sumamente difícil. Stieg Larsson ha muerto, pero pareciera seguir vivo. Sus protagonistas literarios han madurado, hablan y actúan un poco diferente, pero siguen siendo los mismos. El universo de Millennium, con la edad y la multi-dimensionalidad, parece más coherente, menos caótico.
Los 6 libros de la serie Millennium han sido publicados en español. No sé cómo salieron las traducciones. Yo los he leído en alemán e inglés, en traducciones excepcionales.
Han salido varias adaptaciones en cine. No las he visto. No me gustan las películas basadas en los libros que amo. Detesto que otros pongan caras a los personajes que imaginaba.
No hay nada mejor para la mente que la lectura.
Saludos, Paolo Luers