sábado, 13 de julio de 2019

¿Mea culpa? Columna Transversal de Paolo Luers


Publicado en EL DIARIO DE HOY el 14 JULIO 2019

Los ejercicios de mea culpa’ son sanos. Siempre es bueno primero buscar la culpa propia, antes de buscarla en otros. Pero tampoco hay que exagerar este ejercicio autocrítico y convertirlo en auto flagelación o sumisión.

Ya hemos asumido nuestra parte de responsabilidad del drama migratorio. Hasta el presidente de El Salvador lo ha hecho. En una entrevista con Sky News incluso asumi
ó que El Salvador tiene la culpa de los niños que se ahogan en el rio fronterizo que tratan de cruzar para llegar a Estados Unidos. Esto se reflejó en el siguiente titular de La Prensa Gráfica: Bukele sobre migrantes ahogados: Es nuestra culpa”. Es una exageración que da cólera, porque aquí el “mea culpa” ya no es un sano gesto de autocrítica sino el intento oportunista de quedar bien con el gobierno de Estados Unidos – y al mismo tiempo desmarcarse de todos los gobiernos anteriores y sus políticas.

También hay voces más serias que insisten, con razón, que algo estamos haciendo mal en de nuestro país, cuando miles de compatriotas asumen los mortales peligros de la migración ‘ilegal’ para buscar seguridad y empleo en Estados Unidos. Por tanto tenemos que asumir parte de la responsabilidad. Cristian Villalta terminó su última columna con palabras muy duras: 
Lo que pasó, Valeria, se llama El Salvador." Y Cristina López, otra de mis columnistas preferidas, escribe: “La solución (a la crisis humanitaria de migración) debe encontrarse en casa, empezando con cumplir lo que la constitución declara como fines del Estado.”

De acuerdo. Pero ya basta. Está bien que seamos humildes. Pero también es cierto, y hay que decirlo, que no somos nosotros los que hemos creado en las fronteras que hay que cruzar para llegar de Centroamérica a Estados Unidos condiciones que propician que migrantes, incluyendo sus hijos, mueran de sed en los desiertos o se ahoguen en los ríos. Nosotros podemos ser culpables que en nuestros barrios no haya suficiente seguridad ni oportunidades, y que por estas razones la gente se arriesga - pero nosotros no hemos militarizado la frontera Sur de Estados Unidos para cerrarles el paso; ni estamos nosotros criminalizando a la gente que socorra a los migrantes en su travesía. Nosotros no hemos forzado al gobierno de México a militarizar su frontera Sur para obligar a los migrantes centroamericanos a tomar rutas aun más peligrosas. Es el gobierno de Trump que está promoviendo esto, y es el gobierno de López Obrador que se dejó doblar el brazo para evitar una guerra comercial con Estados Unidos.

Entonces, a Valeria no solo “le pasó El Salvador”, con sus barrios inseguros y su exclusión social, como formuló tan magistralmente Villalta. A Valeria (y a un montón de otros niños centroamericanos) “les pasó” la frontera militarizada entre México y Estados Unidos. Les pasó el cinismo de Donald Trump y sus seguidores que construyeron campos de concentración para menores de edad. “Les pasó” la Guardia Nacional mexicana. “Les pasó” el lamentable hecho que México, que también es país de origen de la migración, abandonó sus políticas de derechos humanos y adoptó las políticas que le dicta Trump. “Les pasó” incluso que los gobiernos centroamericanos, para mantener la ayuda financiera y militar de Estados Unidos, aceptan subordinar sus políticas de seguridad y desarrollo al objetivo central de Washington: detener la migración.

Nosotros tenemos que generar seguridad y oportunidades para todos los salvadoreños, atendiendo los derechos de nuestros ciudadanos a un desarrollo digno, no atendiendo el interés de Estados Unidos de no recibir más migrantes. Nuestras políticas de desarrollo social y seguridad ciudadana no están en función de contener la migración. La raíz de la migración es mucho más profunda que las crisis de seguridad, guerras o pobreza que sufren los países. Estos son factores que aceleran la migración y provocan migración de emergencia. Pero la migración (tanto la interna de lo rural a lo urbana, como la externa del Sur al Norte) es inherente al desarrollo de la humanidad. Es a la vez causa activa y resultado del desarrollo económico y social. Sin migración no hay desarrollo. 

Y en tiempo de la globalización de la economía, la migración es el factor laboral reclamando la misma libertad de movimiento sin fronteras que las inversiones y las mercancías.

Lea también la columna de Oscar Martínez en EL NEW YORK TIMES/ES: 

No es solo nuestra culpa, presidente Bukele




viernes, 12 de julio de 2019

Carta a CAPRES: La política de bloqueo en Twitter. De Paolo Luers


Estimado señor Oficial de Información: Considero que para lo que solicito no hay un formato establecido, porque cuando se hizo la Ley de Acceso a la Información Pública a nadie se le ocurrióprever el caso que un presidente de la República podía negar a un ciudadano, además periodista, el acceso a sus cuentas de Twitter, tanto la personal (@nayibbukele) como la institucional (@presidencia_sv). Sin embargo, esto pasó. La cuenta de twitter bloqueada (@paololuers) es un instrumento de mi trabajo periodístico.


Tampoco los legisladores pudieron prever que varios de sus ministros y otros altos funcionarios pod
ían seguir el ejemplo (o la orden) del presidente y también bloquear al mismo ciudadano, algunos solo sus cuentas personales, otros también las institucionales, algunos ambos. Sin embargo, esto también pasó. Desconozco si estas decisiones las tomó cada uno de los titulares por separado, o si alguien desde Casa Presidencial dio las instrucciones. Llama la atención que hay ministros, secretario de la presidencia  y otros funcionarios que no tomaron esta decisión y dejaron libre el acceso a su cuentas personales e institucionales.

Tampoco los legisladores, a la hora de redactar la Ley de Acceso a Información Pública podían imaginarse que algún día el país iba a tener un presidente quien gobernara mediante Twitter y comunicara órdenes a sus ministros mediante su cuenta personal de Twitter, incluyendo ordenes de despido, ordenes de operativos policiales – y que recibiera por la misma vía los informes de sus subalternos. Con todo esto, las cuentas de Twitter, tanto personales de los funcionarios como las institucionales, se convierten en fuente importante de información.

Las cuentas personales adquieren también un carácter oficial, y es a través de ellas que los funcionarios, pero también los ciudadanos y los periodistas tienen acceso a información vital para la vida nacional y las políticas públicas.

Como nada de esto está previsto en la ley, no encontré cómo canalizar mi reclamo por las decisión del presidente y varios de sus ministros y otros altos funcionarios a vetarme el acceso a la información que ellos difunden mediante sus cuentas de Twitter. Consulté con uno de los Comisionados del Instituto de Acceso a la Información Pública IAIP, y me recomendó hacer uso del presente mecanismos de acceso a información pública, en este caso dirigido al oficial de información de Casa Presidencial.

Solicito entonces, por esta vía, a Casa Presidencial lo siguiente:


1.  Que me informen quién ha tomado la decisión de vetarme el acceso a la información que el gobierno difunde a través de las siguientes cuentas:
- @presidencia_sv y @nayibbukele  (Casa Presidencial y su titular)
- @centrospenales y @OsirisLunaMeza  (DGCP y su titular)
- @gobernacion_sv y @marioduran1 (Ministerio de Gobernación y su titular)
- @CEPA_SV y @anliker1980  (CEPA y su presidente)
- @SeguridadSV_y @rogeliorivasSS (Justicia/Seguridad y su ministro)
- @magelsalvador  y @anlikerinfante (Ministerio de Agricultura y su titular)
- @GobSv_Comunica y @sofiamedi (Secretaría de Comunicación y su titular)
- @MARN_SV y @lopezfernando (Ministerio de Medio Ambiente y su titular)

- Además está bloqueado mi acceso a la cuenta @alertasMOP (Ministerio Obras Públicas) y las cuentas personales de @AnaOrellana (ministra de Educación); @mynorjGil (presidente de LaGeo).


    2. Que me faciliten los documentos (memorándum, reglamento, o formato similar) en los cuales esté formulada la política de comunicación vigente para esta administración presidencial que determina el uso selectivo del bloqueo de cuentas de Twitter para ciudadanos y/o periodistas. 

    3. Que desde Casa Presidencial se emitan instrucciones a las arriba mencionadas instituciones del gobierno de levantar el bloque que afecta a la cuenta @paololuers del suscrito ciudadano. 

Resulta obvio que instituciones y funcionarios públicos no tienen derecho de excluir a nadie del acceso a las informaciones que difunden al público por los distintos canales, incluyendo redes sociales. Art. 4ªde la Ley de Acceso a la Información Pública dice: Máxima publicidad: la información en poder de los entes obligados es pública y su difusión irrestricta, salvo las excepciones expresamente establecidas por la ley.

Le informo de antemano que dependiendo de sus respuestas a la presente solicitud consideraré demandas judiciales para aclarar si el bloqueo cuentas de Twitter de ciudadanos y periodistas es legal.  

Atentamente,


PD: Esta carta fue mandada el 11 de julio al oficial de información de 
CAPRES como solicitud de acceso a información pública.





miércoles, 10 de julio de 2019

Carta al Frente: Hoy o nunca. De Paolo Luers



Estimados amigos:  ¿Tiene futuro el FMLN? Muchos se hacen esta pregunta ahora que la vieja guardia ortodoxa al fin entregó la dirección del partido. Algunos se hacen esta pregunta con escepticismo, pensando que la actual avalancha populista ya no deja espacio para el resurgimiento de una izquierda racional. Otros nos hacemos la misma pregunta con angustia, porque sabemos que sin una izquierda democrática vibrante será difícil mantener con vida el pluralismo democrático que hemos construido a partir de los Acuerdos de Paz.
El resurgimiento del Frente como izquierda democrática no será automático, solo porque hay una dirección nueva. Lo que se puede esperar de Óscar Ortiz y su nueva Comisión Política no es que desde la cúpula que han alcanzado decreten la renovación y la nueva definición ideológica del partido. La mayoría de los nuevos dirigentes, empezando con Óscar Ortiz, no están para esto y dudo que tengan claridad sobre el rumbo que tendrá que agarrar el Frente para volver a convertirse en opción de poder y de futuro. Y de todos modos estos procesos de redefinición no funcionan por decreto.
Lo que sí se puede esperar de la nueva dirección del Frente, y de Óscar como su punta de lanza, es que abran, promuevan y protejan el proceso de debate interno que es indispensable para que salgan nuevos liderazgos, nuevas formas de hacer partido y nuevas y audaces definiciones ideológicas, que podrán hacer contrapeso a la historia de dogmatismo que ha llevado al fracaso al FMLN. Será un proceso largo, complejo, con resistencias, obstáculos y equivocaciones. Pero indispensable. No habrá atajos oportunistas. No vengan con discurso renovador para sustituir cambios reales y sustanciales. La única salida es construir una izquierda verdaderamente democrática, internamente plural y que sea inmune al populismo que está de moda. Nada de concesiones al populismo gobernante.
La gran ventaja de los renovadores y socialdemócratas es que son los únicos que pueden responder a la urgente necesidad de que desde la izquierda se contraponga alternativas intelectuales a la oleada de populismo encaramado en el poder del Estado, usándolo como una inmensa maquinaria de propaganda y activismo político. El FMLN tiene que marcar una alternativa a Bukele, frente a su gobierno, frente a su alianza con las élites de la derecha mafiosa y frente a su partido-movimiento Nuevas Ideas; una alternativa ideológica, una alternativa de liderazgo y una alternativa democrática interna frente al nuevo autoritarismo.
Y obviamente estas alternativas no surgirán de la vieja guardia ortodoxa alrededor de Sánchez Cerén y Medardo González, ni tampoco de la izquierda corporativa de ALBA. Y tampoco lo puede lograr solo el nuevo secretario general Óscar Ortiz. Tiene que abrir el espacio, pero por su participación en los gobiernos y los negocios de la anterior cúpula no tendrá suficiente fuerza para personificar el cambio. El nuevo Frente solo puede surgir de la iniciativa de los renovadores y socialdemócratas, quienes de repente tienen dentro del partido abiertos los espacios que se les había negado en los últimos 20 años.
La nueva dirección del Frente tiene que entenderse como transitoria, pero con la inmensa responsabilidad de abrir el espacio para el verdadero relevo.
Saludos y suerte, 



martes, 9 de julio de 2019

Los berrinchudos. De Alberto Barrera Tyszka

Alberto Barrera Tyszka es un escritor, guionista y articulista venezolano.
Lees los informes sobre la muerte del Capitán Rafael Acosta. Escuchas la voz entrecortada de Waleska Pérez, su viuda. Cada palabra es una herida. Sientes también que algo cruje dentro de tu cuerpo. Aprietas los dedos. No sabes dónde poner las manos.
Miras la foto de Rufo Chacón,  la imagen de su rostro lleno de sangre mancha cualquier letra que intentas pronunciar. Tu lengua está llena de arena.
¿Qué se puede hacer con la indignación? ¿Qué con tanta irritación, con tanto dolor, con tanta impotencia? ¿Dónde se puede amarrar la exasperación? ¿Acaso se puede guardar en una gaveta? ¿Se puede esconder debajo de la mesa? ¿Qué se puede hacer con toda la rabia que vamos sintiendo?
Todas estas preguntas, a veces incluso sin hacerse siempre visibles, danzan desde hace mucho entre nosotros. Todos, de muy diversas maneras y en diferentes grados, llevamos demasiado tiempo sometidos a la violencia oficial.  Cierto: no es ninguna novedad. Pero también es cierto que, durante estos últimos años, la agresión y la crueldad del poder se han ido despojando de todos sus disimulos y  se han incrementado hasta perder el control.  No hay una única fuerza. No hay un solo Estado.  La administración de la violencia ya también forma parte del caos. 
Ningún ciudadano puede escapar de esta dinámica.  Y cada quien trata de sobrevivir como puede, cada quien busca sus maneras de relacionarse con la ira, con el miedo.  No es fácil gerenciar la desesperación y, muchas veces, en estas circunstancias, no hay nada más tentador que un berrinche: patear los teclados, culpar a cualquier prójimo, escupir tuits, mandar todo al carajo…puede ser una experiencia catártica, muy refrescante.
También te ofrece la posibilidad de sentirte poderoso, de creer que todo se resuelve con un grito, que en verdad tú puedes ser un radical.
Primero dijeron que Michelle Bachelet solo era una comparsa de la dictadura, una cómplice que vino al país a legitimar a Nicolás Maduro. Después, a pesar del crudo informe presentado esta semana, los berrinchudos siguen sin estar satisfechos. Piensan que la primera recomendación de la Alta Comisionada ha debido ser la siguiente: la ONU exige a Donald Trump que agarre sus marines y sus hierros y que invada , de manera inmediata, a Venezuela. Sin contemplaciones. La vaina es ya. Este mismo 5 de julio para que encima tengamos cierto ambiente simbólico.
 Vigilan el vocabulario, se irritan si alguien dice o escribe “gobierno” sin aclarar que es un “gobierno tiránico, dictatorial y totalitario”.  Los berrinchudos están siempre dispuestos a estallar. Cualquier detalle les parece una provocación, una nueva traición del liderazgo, otro error imperdonable de los políticos. No aceptan ningún diálogo. No desean marchar, hasta les molesta que otros marchen. No quieren elecciones. No necesitan de las instancias internacionales. Los berrinchudos piensan que la política solo es un trámite burocrático. Detrás de toda su alharaca, coinciden en algo con el régimen: su única opción es la violencia.
Más allá de lo comprensible o no de esta actitud, también hay que entender que existen los berrinchudos profesionales. Aquellos que tratan de sacarle un gran provecho al arrebato. Los que creen que pueden conseguir algún protagonismo a punta de berrinches.  Los que piden acciones instantáneas y definitivas, los que invocan milagros envueltos en misiles, aun sabiendo que no existen, que no pueden darse, tan solo para provocar berrinches y tratar de ganar más seguidores.
La lógica del estallido, sin embargo, tiene un ciclo predecible, melancólico e inútil: después de reventar, se desinfla.
No queda nada.  Solo el vacío.  Un interminable vacío donde vuelve a aparecer Nicolás Maduro anunciando ejercicios militares y diciendo “estamos en el lado correcto de la historia”.  Y entonces tú piensas de nuevo en el Capitán Rafael Acosta, en los ojos huecos de Rufo Chacón.  Piensas en todos y en tantos. Y la indignación y el dolor y la rabia siguen ahí. Intactos.

lunes, 8 de julio de 2019

Carta a ARENA: Es un problema político, no de disciplina. De Paolo Luers


Con medidas disciplinarias o incluso expulsiones no van a resolver los problemas que figuras como Milena Mayorga y Gustavo Escalante les están causando. Estos problemas existen por la falta de debate político dentro de su partido. Sólo donde no hay claridad de las posiciones políticas y de los principios y las posturas ideológicas detrás de ellas, figuras tan mediocres y superficiales como estos dos diputados pueden adquirir notoriedad y eco dentro y fuera de la militancia. 

Si no tuvieran impacto, simplemente los podrían dejar hablar solos – y no pasaría nada. Pero la cosa es más complicada. Aunque es perfectamente visible que estos dos diputados (y probablemente otros más) obedecen a líneas políticas emanadas del campo del gobierno de Bukele y sus expertos en manipulación políticas (por ejemplo Porfirio Chica), siguen teniendo impacto y creando confusión entre las bases de ARENA. Si unos diputados de repente asumen, de manera visible e incluso beligerante, las posiciones políticas del adversario principal de su partido, uno crearía que ellos mismos se aislarían y el problema no llegaa a más. 

Pero no es así en el caso de Milena Mayorga, Gustavo Escalante, Felissa Cristales y Arturo Magaña. Tan así que ahora el partido se vio obligado a abrirles juicios disciplinarios – cosa que sólo puede empeorar el problema. ¿Por qué diputados, que tan visiblemente se han hecho seguidores del adversario político, sigan teniendo impacto, o sea credibilidad frente a ciertos sectores? Porque en el fondo, en ARENA no existe claridad sobre su posición frente al presidente Bukele y sus posiciones populistas. El infiltre tan obvio como en el caso de Milena Mayorga sólo puede funcionar en esta ambigüedad dentro de ARENA, donde no se entiende el fenómeno de un presidente que los derrotó en las elecciones con consignas de izquierda y ahora aísla y paraliza la oposición gobernando con discursos y acciones de derecha... 

El impulso de querer expulsar a estos diputados es entendible, pero es contraproducente. El único remedio es confrontar el problema con un debate interno y público de gran profundidad, sinceridad e impacto, sobre el papel de la oposición, sobre los principios que los separan del populismo oportunista de Bukele. 

ARENA necesita este debate de todos modos. Es también la única forma en terminar de construir entre los distintos grupos existentes en el partido unidad basada en diversidad y concertación. En una situación, en la cual no existe claridad sobre los principios y acuerdos que unen a los diferentes grupos que han estado compitiendo dentro de ARENA, figuras disociativas como Mayorga pueden adquirir protagonismo y continuar haciendo daño. Es más, si los mecanismo de debate interno estuvieran funcionando en ARENA y produjeran posiciones claras frente a Nuevas Ideas, Bukele, y su gobierno, entonces estas posiciones disociativas ya estarían insostenibles – y el partido podríproceder a separarlos del partido. Un partido con rumbo definido no paga ningún costo si se separa de personas que van a otro rumbo.

Sin embargo, tratar de resolver el problema con expulsiones, sin pasar por el debate necesario para definir el carácter y el rumbo del partido, es suicidio.

El debate que estoy proponiendo no es entre el partido y los diputadosgolondrinoen su seno. No es para convencer a Milena Mayorga o Gustavo Escalante. Es el gran debate de reunificación y búsqueda de rumbo que ARENA necesita si quiere sobrevivir. Pero al mismo tiempo, como efecto colateral, es el único antídoto contra oportunistas con posturas postizas que tratan de profundizar la crisis.

Saludos,


(MAS! y EL DIARIO DE HOY)





Los derechos importan. De Erika Saldaña

Nadie quiere que al actual Gobierno le vaya mal. Nadie en su sano juicio debería desear que los planes de seguridad fracasen y que nosotros como ciudadanos sigamos mal. Eso hay que decirlo claro y fuerte ante la ola de críticas que caen cuando una persona dice cualquier cosa sobre la administración de Nayib Bukele. Pero tampoco significa que las decisiones gubernamentales se vuelven infalibles e incuestionables. Si se comete un error hay que señalarlo; y como contrapartida esperaríamos que los funcionarios tengan la suficiente madurez para enmendarlo.
En el primer mes del gobierno han existido decisiones puestas en duda, no por la intención de los funcionarios, sino por la forma en que han sido adoptadas. Las últimas son las relacionadas al “plan control territorial”. En poco tiempo han tomado decisiones necesarias y que habían sido obviadas por los gobiernos anteriores, como retomar el control de los centros penales a nivel nacional, tal y como lo han informado. Sin embargo, se ha cuestionado que estas medidas dejan de lado el respeto a derechos que tiene toda persona, como el derecho de audiencia, defensa, al debido proceso, etc. Y no, nuevamente hay que aclarar que quienes criticamos las medidas no estamos en favor de las pandillas o el crimen organizado, sino que pedimos el respeto al Estado de Derecho y los derechos humanos.
La defensa de los derechos humanos es importante por varias razones. Primero, porque somos seres humanos y nadie puede despojar absolutamente de sus derechos a otra persona. Segundo, los condenados que deseen reformar sus conductas y reinsertarse a la sociedad tienen derecho a una segunda oportunidad. Tercero, porque nos conviene a todos. Mantener el respeto a los derechos humanos nos protege a todos los ciudadanos, inocentes o culpables, de las arbitrariedades del poder público y garantiza que a las personas se les respete el mínimo de derechos en cualquier situación.
Nadie busca la impunidad de los grupos delincuenciales. Pero todas las personas tenemos derechos en una república, incluso aquellos que han sido encarcelados y sufren condenas. Ni el ciudadano común y corriente, muchos menos los jueces, tienen que explicar “de qué lado están”, como lo ha señalado el señor presidente de la república. Los ciudadanos debemos apoyar las buenas iniciativas que provengan del Órgano Ejecutivo no solo cuando estas tengan buenas intenciones, sino que también cuando estas sean adoptadas conforme a derecho, respetando leyes e instituciones establecidas. El presidente no puede descargar el éxito o fracaso de sus planes de control territorial en los jueces, pues estos últimos están sujetos a las leyes y no pueden tomar sus decisiones por criterios políticos.
Los señalamientos de los funcionarios de gobierno y sus simpatizantes hacia los ciudadanos que cuestionan sus decisiones deben mesurarse. Hoy no es necesario ni siquiera decir algo “malo” para que salten las suspicacias y teorías de la conspiración contra los que se atreven a dar su opinión. Los periodistas han sido blanco de fuertes señalamientos por informar o en algunos casos dar su opinión. La presunción de mala intención que actualmente recae sobre el periodismo salvadoreño es preocupante. El presidente debe tener claro que cada una de sus decisiones va a estar sometida a un fuerte escrutinio, con base en el deber de informar de los periodistas y el derecho a la libertad de expresión de los ciudadanos.
Ninguna persona que aprecia nuestro país quiere que los planes del gobierno fracasen, muchos menos las decisiones en temas de seguridad pública. Pero hay cosas que ni los funcionarios del gabinete ni el presidente de la república se pueden saltar; las leyes, las instituciones y los derechos de las personas, son algunos ejemplos.

La guerra de Trump. De Cristina López

El 4 de julio reciente celebró Estados Unidos otro aniversario de su Independencia, pero no fue como cualquier otro aniversario. El presidente Donald Trump decidió, por sí y ante sí, usar la fecha para flexionar el músculo militar estadounidense. Y tenía dos años de estar combatiendo a sus propios consejeros y a las oficinas de presupuesto gubernamental para lograrlo, pues desde que viera en 2017 un desfile militar del Día de la Bastilla en Francia, había vuelto a la capital estadounidense con el capricho de presidir sobre su propio desfile, pero uno al mejor estilo Trumpiano: extra-large, extra-ostentoso, y extra-innecesario. Le frenaron solamente los límites presupuestarios y logísticos. Le tuvieron que explicar que rodar tanques de guerra por las calles pondría en peligro la integridad estructural de puentes solo aptos para otro tipo de tráfico y dejaría el estado del pavimento en calidad de queso gruyere, por lo que le tocó conformarse con tener los tanques parqueados en el escenario que montó frente al monumento dedicado a Abraham Lincoln, trasfondo de tantas victorias para los derechos civiles.
Y una fecha que en Washington D.C. tradicionalmente se vive como un día de celebración cívica se convirtió en una celebración política, pues descendieron las huestes de simpatizantes de Trump: mares de gorras rojas con el “Make America Great Again” poblaron las calles, con familias enteras desplegando camisetas con el dibujo de un mapa de Estados Unidos y eslóganes agresivamente anti-inmigrantes como, “ya estamos llenos, váyanse al carajo”. Durante el discurso presidencial, Trump se dedicó a enumerar las victorias militares estadounidenses y algunas otras victorias civiles (como avances científicos), solo haciendo las pausas necesarias para que sobrevolaran aviones de guerra. El discurso incluía un tono de advertencia y amenaza hacia los enemigos de EE.UU., sin especificar quiénes, exactamente, califican como tales en esta confusa realidad geopolítica, en la que Trump saluda a dictadores sangrientos y piropea a líderes autoritarios.
Una diferencia marcada con algunos presidentes anteriores, que usaban la fecha para presidir actos de naturalización, fue la ausencia total de menciones a los inmigrantes, o al ethos de Estados Unidos como tierra de inmigrantes. Masha Gessen, una periodista de origen ruso que emigró a los Estados Unidos huyendo del autoritarismo antes de que se resquebrajara la Unión Soviética, escribió en su reportaje sobre el 4 de julio trumpiano que la ausencia de menciones a los inmigrantes y el despliegue militar en plena época de paz y en ausencia de amenazas geopolíticas inminentes no son producto de la casualidad. Aquellos a quienes Trump ha señalado como enemigos son los inmigrantes.
En la misma semana en la que un reporte interno del Departamento de Seguridad describió las condiciones inhumanas de varios centros de detención de inmigrantes (donde los detenidos no tienen más opción a veces que tomar agua de los servicios sanitarios), Trump respondió tuiteando que si las condiciones no les parecían adecuadas, los inmigrantes podían simplemente dejar de venir y punto. Como dice Gessen, esta actitud presidencial que ignora elementos de Derecho Internacional más antiguos y más respetables que su presidencia como el derecho a solicitar asilo, es una en la que el inmigrante es, al mismo tiempo, una amenaza súper-humana a la que hay que combatir como el principal problema de la nación, y una criatura sub-humana cuyo trato inhumano en centros de detención no merece urgencia ni atención alguna.
Es esa misma actitud la que inspiró que la Agencia de Inmigración y Fronteras eliminara de su misión institucional la frase que describía a Estados Unidos como “nación de inmigrantes”. Y es esa guerra política la que ha resultado en familias enteras que ven el vestirse con atuendos anti-inmigrante como la manera más apropiada de celebrar la independencia de su país, ignorando los siglos de historia de una nación cuya fortaleza ha sido unir bajo los mismos ideales a individuos provenientes de todos los rincones del globo. Solo el tiempo revelará qué es más fuerte: si el ethos nacional o la actual correntada de populismo nacionalista.
@crislopezg

domingo, 7 de julio de 2019

El río. De Cristian Villalta

No debías estar ahí, sino jugando con tierra en tu tierra...

Cristian Villalta, editor de El Gráfico
Pero tu padre quería un parque en que corrieras, quería para ti una casa que fuera tu casa, una escuela bonita, un cielo para dibujar tu sonrisa. Y no lo creyó posible en el país en que naciste.
Un país no es sino un pedazo de tierra con tope por los cuatro lados; curiosamente, puedes cruzar esos topes, esas líneas, esas fronteras; y sin embargo, el país no se va de ti. No hablo de la nostalgia; hablo del peso de tu país. Eso pasa porque además de ser tierra, un país también es el montón de gente que lo puebla. Idealmente, gente con muchas cosas en común. ¿Los mismos problemas? Quizá. ¿Las mismas necesidades? No siempre. ¿Las mismas posibilidades? Difícilmente. Pero se supone que a esas personas las une el orgullo de unos colores, el dolor de una historia, el compromiso de que en esa franja del mundo la dignidad sea posible. Si eso fuese mucho pedir, entonces debería conectarlas en el más íntimo de los niveles: la vergüenza ante las injusticias, el bochorno ante la miseria repetida tantas veces o el visible saldo de la desigualdad de tantos años. Pero a veces ni eso siquiera.

Tales cosas pasan cuando los responsables de cuidarnos, los que pidieron y prometieron hacerlo, le dan la espalda a sus obligaciones y se entregan a satisfacer sus propios apetitos; tristemente, no son estómagos que se sacien con comida ni con vanidad.
¿Te imaginas lo que le ocurre a las personas si nadie siembra en sus vidas más que migajas año tras año, década tras década? Quedan perdidas a su suerte, convencidas de que hay un orden que conspira contra sus aspiraciones, que las trivializa, que las desdeña por un pecado de origen: naciste sin tener. Para miles de esas personas el listado de lo posible es cortito y el de lo prohibido es enorme; no se trata de las cosas que nunca podrás comprarte, sino de la realización que nunca gozarás, de los sueños de los que debes privar a tus hijos. Es como vivir en un país que no es el tuyo, en el que todo es hostil, en el que no entiendes nada porque esa lengua no es tu lengua. Pero es tu país. Vivir así es como vivir extranjero en tu propio país.
Y ahí nace el peso que te digo, es el peso de la nacionalidad. No es el peso de tu desesperación, mucho menos el de tus ansiedades y nunca el de tus sueños; es el peso de lo que tus hermanos no hicieron por ti.
Ese fue el peso que tu padre sintió a lo largo del camino. No era el tuyo, jamás. Tú fuiste sus alas hasta que entraron al río.
No culpes al río. El que se llevó el amor que ibas a prodigar no fue el río. El que se llevó tus abrazos, tus besos, tus caricias no fue el río. El que le dijo no a lo que le ofrecerías a la vida no fue el río. El que antes de que nacieras sentenció que el mundo sería para ti un solar yermo y ajeno no fue el río. Y tampoco culpes a tu padre, cariño. Ese hombre, un hombre niño, huérfano de esperanza como tú, soñó por ti y murió contigo como todos deberíamos, si fuésemos honorables.
Desde entonces, sentada sobre una nube, aún abrazada a tu papá, le preguntas qué pasó. Lo que pasó, Valeria, se llama El Salvador.