Durante años el Fomilenio II estuvo en el centro de la discusión
nacional. Pero la agenda estuvo dominada por las condiciones que
pusieron los Estados Unidos para nuevamente tomarnos en cuenta para
estos "Fondos del Milenio". Washington exigió reformas legislativas para
el lavado de dinero, y durante meses gobierno, posición, medios y
empresa privada debatieron extensamente si los políticos y
ex-funcionarios y sus familiares de gobierno deberían o no estar
incluidos en los mecanismos de control del lavado de dinero mal habido.
Al fin medio se resolvió, por presión de Estados Unidos.
Washington
puso como otro requerimiento que El Salvador establezca una institución
fuerte y más autónoma para regular y supervisar la creación y operación
de los Asocios Públicos Privados, y comenzó otra batalla en la Asamblea
y en los medios, hasta que al final el FMLN y Funes aceptaran a los
Estados Unidos lo que tercamente se habían negado a aceptar a la
oposición y los gremios empresariales.
En medio de esta discusión
sobre los requerimientos institucionales para el Fomilenio II todos, sin
excepción, nos olvidamos a discutir el contenido. Ahora me pregunto: ¿Y
en base de qué debate, de qué estudio, de qué concertación nacional
sobre las prioridades para nuestro país el gobierno decidió que el
segundo Fomilenio iba a enfocarse en la zona costera? Los proyectos de
desarrollo para la zona costera me parecen interesantes, y bien
ejecutados seguramente constituirán un aporte importante al país y
mejorarían la vida de mucha gente. Sin duda será así, sobre todo
sabiendo cómo Estados Unidos impone reglas claras y transparencia para
el manejo de los fondos. Pero pregunto: ¿Se presentó un documento bien
fundamentado en análisis, estudios económicos y datos, que defina una
jerarquía de prioridades, para argumentar que es en la zona costera, en
turismo y logística que está la llave para destrabar la falta de
crecimiento y seguridad en nuestro país? Que yo sepa, no existe tal
priorización rigurosa, y mucho menos existe un acuerdo nacional sobre el
tema. ¿Entonces, en base de qué análisis y qué acuerdo nacional se
definió el contenido del segundo Fomilenio? No existen.
Vamos unos
pasos atrás. El gobierno de Armando Calderón instaló la Comisión
Nacional de Desarrollo, compuesta por personajes de reconocida capacidad
de interlocución con todos los sectores del país: David Escobar
Galindo, Sandra Barraza, Salvador Samayoa, Roberto Rubio, Bobby Murray y
Francisco de Sola. Esta Comisión, que trabajó con autonomía pero
también con pleno respaldo del gobierno, desarrolló una compleja y
novedosa metodología de participación ciudadana e investigación
académica para construir un Plan Nacional de Desarrollo. Es de este
trabajo, que tomó en cuenta a los liderazgos políticos, empresariales y
comunales en los territorios de todo el país, que se desprendieron dos
megaproyectos: el Fomilenio I, enfocado en la zona norte del
país, y el puerto de La Unión. Por la manera transparente y
participativa cómo se habían diseñado estos proyectos, dentro del marco
de una clara definición de prioridades y apuestas estratégicas para el
país, ambos megaproyectos gozaron del consenso de todos los sectores del
país.
Es uno de los méritos más importantes de la administración
Flores que al asumir el gobierno mantuvo vigente el mandato de la
Comisión Nacional de Desarrollo y siguió trabajando con las prioridades y
metodologías establecidas. Esto explica que los dos megaproyectos se
realizaron. Sin embargo, el gobierno Saca ya no siguió el guión
elaborado y consensuado e hizo al lado la Comisión Nacional de
Desarrollo y su Plan Nacional de Desarrollo. Esto explica que el puerto
de La Unión, aunque se terminó su construcción física, nunca se
concesionó y nunca, hasta la fecha, se puso a operar; explica también
que el proyecto integral de desarrollo de La Unión, que daba sentido y
proyección al puerto, se abandonó: ya no se persiguió el plan de un
canal seco con Honduras, ya no se construyó el parque industrial al la
par del puerto. El otro megaproyecto, el Fomilenio I con la Longitudinal
del Norte, no sufrió la misma mala suerte, no por voluntad del
gobierno, sino simplemente porque estaba en manos de una institución
autónoma supervisada por Estados Unidos.
Y la administración
Funes, al solo asumir el gobierno, le dio el tiro de gracias a la ya
moribunda Comisión Nacional de Desarrollo. Una entidad tan autónoma y
competente no cabía en su esquema de gobernabilidad.
Repito la
pregunta, incluso de una manera bastante autocrítica: ¿A dónde estuvo
ahora, cuando se diseñó el Fomilenio II y su enfoque, el debate nacional
sobre el rumbo de las políticas públicas, sobre las apuestas
principales del país, y sobre la definición de prioridades? El gobierno
ni la Asamblea ni los partidos ni la academia ni las empresa privada ni
los medios de comunicación generamos este debate. Todos dejamos que el
gobierno de Funes lo definiera, sin transparencia, sin análisis, sin
concertación, en negociaciones bilaterales con el gobierno de Estados
Unidos. Pero el desarrollo y las apuestas estratégicas del país son
demasiado importantes para dejarlos al gobierno. Cualquier gobierno,
menos uno tan errático como el del FMLN.
Ya es tarde. Ya fue
aprobado el Fomilenio II, y algo bueno va a traer al país. Pero para
futuras decisiones vale la pena preguntarse: ¿Y si hubiéramos enfocado
el segundo Fomilenio para poner en práctica otro megaproyecto diseñado
por otra entidad competente desechada por Saca y Funes, el antiguo
Consejo Nacional de Seguridad encabezado por Salvador Samayoa: la
transformación de los barrios marginados, para romper el ciclo vicioso
de marginación, violencia, represión y más violencia que se produce y
reproduce en estas situaciones de gueto que viven estas comunidades
suburbanas?
A lo mejor la prioridad número uno y la palanca para
destrabar el problema de falta de crecimiento e inseguridad no era un
megaproyecto en la zona costera, sino en el "triángulo de la muerte", en
los barrios de Soyapango, San Martín, Tonacatepeque y Apopa. Según el
plan bien fundamentado del difunto Consejo Nacional de Seguridad, que
funcionó en el sexenio de Flores, con un fondo parecido al del Fomilenio
se podía transformar, pacificar y lanzar al desarrollo buena parte de
los territorios conflictivos, con escuelas de tiempo completo,
mejoramiento de la infraestructura urbana, creación de oportunidades de
empleo, etc.
Invito a hacer esta reflexión, porque el país sigue careciendo de capacidad de definir bien sus prioridades.
(El Diario de Hoy)