sábado, 3 de octubre de 2009

"El socialismo es del siglo pasado; el ecologismo ya está maduro"

Cécile Duflot tiene cuatro hijos, 34 años, una pinta normal de persona normal y un futuro en alza e imprevisible. La secretaria nacional de los Verdes franceses se ha convertido en el personaje político francés del momento. Hace un año era desconocida.

Cécile Duflot tiene cuatro hijos, 34 años, una pinta normal de persona normal y un futuro en alza e imprevisible. La secretaria nacional de los Verdes franceses se ha convertido en el personaje político francés del momento. Hace un año era desconocida. Hace un mes, el Partido Socialista francés la invitó a su minicongreso de La Rochelle. Allí, esta mujer ni alta ni baja ni guapa ni fea les soltó, de golpe, en su casa, a cientos de viejos militantes de izquierda, lo que pensaba del socialismo. Cosechó muchos aplausos y muchos abucheos, polarizó el debate. Vamos: que triunfó en un congreso que ni siquiera era el suyo.

Hace unas semanas, Nicolas Sarkozy la llamó al Elíseo para hablar del impuesto verde que tenía pensado aprobar. "Me dijo que iba a tener valor para poner en marcha una verdadera tasa ecológica, pero me mintió: no ha sido así. Sarkozy sólo se ha disfrazado de verde, pero no lo es".

Ahora, Duflot es la candidata estrella de los Verdes para las próximas elecciones regionales y el resto de partidos (sobre todo a la izquierda) la observan con cierto resquemor debido a que su caladero electoral es el mismo. "El socialismo es un proyecto del siglo pasado, basado en el crecimiento y en la ideología. Y esa idea del crecimiento no sirve para un planeta con los recursos limitados. Los socialistas ven a los ecologistas como a un niño pequeño. Pero el niño ya ha crecido: mide más de 1,80 y no hay que tratarlo con ese paternalismo".

Se sienta, quita el volumen al móvil y lo pone encima de la mesa. La llaman bastante, a juzgar por la lucecita del aparato, pero no contesta siempre. Pide un austero té que casi ni prueba. El local que ha elegido, un bistrot bonito y vacío de París con mesas de zinc y sillas de madera, está en un barrio popular. Lo justifica: "Soy una chica de barrio que llegó a la política por puro azar". Eso dicen todos. "En mi caso es verdad", responde. "Entré porque quería cambiar cosas de la ciudad en la que vivo, Villeneuve Saint-Georges, una ciudad desecha, pobre, de las afueras de París en la que había que hacer muchas cosas. De ahí, siempre con los verdes, fui metiéndome más. Y como soy mujer y es una formación paritaria, pues me empujaron a presentarme a cargos".

La victoria de los Verdes, capitaneados por el ex líder del Mayo del 68 Daniel Cohn-Bendit, en las pasadas elecciones europeas, dan aliento a Duflot. "Hicimos una buena campaña. No hablamos de lo malo que era Sarkozy, sino de Europa".

El té se enfría. El móvil no: sigue volviéndose loco. No para. Ella tampoco: "Hay que acabar con el consumo inútil. Yo empecé por lo local, por lo más próximo. Pero ahora lo más próximo es global: el cambio climático".

Fueron sus padres, una profesora de ciencias amante de los animales y un hombre de campo, quienes le inocularon el veneno de la austeridad, del ahorro, del reciclaje, cuando eso todavía no se llamaba así. Asegura que los últimos meses no la han cambiado mientras mira de reojo el móvil iluminado de nuevo. "Sigo cogiendo el metro y haciendo la compra. Yo estoy aquí para cambiar las cosas, no para ser una estrella política".

(El País, Madrid)

Carta a Carlos Cáceres, ministro de Hacienda

Estimado ministro:

En los últimos días le he visto en televisión tratando de explicar el enredo de los dos presupuestos y de la ‘revisión fiscal’ que no es ‘reforma’, porque esta viene después, con otras medidas y nuevos impuestos... Misión imposible, ministro

También aparecieron en nuestras pantallas personajes del FMLN, enredando aun más las cosas.

Los ciudadanos, ya no entendemos nada. Los diputados, aparentemente, tampoco.

Le tiro una propuesta, ministro: ¿Por qué no ponen todas las cartas sobre la mesa – para que todos podamos entender qué es lo que este gobierno quiere hacer con las finanzas públicas?

Todas las cartas: el presupuesto regular, el presupuesto extra, los préstamos. Donde piensan aumentar el gasto social, pero también donde van a reducirlo.

Sobre la mesa también los paquetazos: Todas las condiciones que imponen los señores del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, del Banco Interamericano, para seguir prestando. Hoy que la izquierda es gobierno, ya no los llama paquetazos, pero siguen siendo lo mismo...

Sobre la mesa todo el paquetazo fiscal - duela a quien duela, ricos o pobres. No sólo lo que llaman ‘revisión’ y ‘lucha contra la evasión’, sino también el impuesto predial y el impuesto sobre los ahorros. Y también, de una sola vez, los planes que tienen de aumentar el IVA en el 2010.

Nada de cartas debajo de la manga para sacarlas después. O sea después de aprobarles el presupuesto. No, no: ¡todo el paquetazo! Y tener el valor de enfrentar la discusión...

Estamos confundidos, no porque seamos tontos, sino porque no están sobre la mesa todas las cartas. Si nos dicen claramente lo que viene y qué es lo que todos tendremos que pagar para que el país salga a flote, a lo mejor lo entendemos y le hacemos huevos juntos.

Atentamente, Paolo Lüers

(Más)

jueves, 1 de octubre de 2009

"La izquierda está enferma de derechismo"

PARIS.-¿Por qué ser fiel a una izquierda que se derrumba? ¿Por qué negarse a cruzar la frontera ideológica y pasarse con bandera y banda al sarkozismo triunfal, como hicieron muchos de sus amigos? Esas preguntas sirven de hilo conductor al filósofo francés Bernard-Henri Lévy para hacer un balance sin concesiones del estado de la izquierda en Francia y tratar de identificar las razones de la derrota socialista en las elecciones presidenciales de abril y mayo pasados.

El más célebre, el más mediático de los llamados “nuevos filósofos”, responde a esos interrogantes en su reciente libro Ce grand cadavre tombé à la renverse (“Ese gran cadáver caído de espaldas”), fórmula utilizada por Jean-Paul Sartre para calificar a la izquierda cuando escribió el prefacio del libro Aden Arabie, de Paul Nizan, en 1960.
Solicitado por Nicolas Sarkozy para que publicara un artículo de apoyo a su candidatura durante la reciente campaña electoral –como habían hecho André Glucksmann y Alain Finkielkraut–, Lévy confiesa haber explicado al entonces candidato presidencial que, “a pesar de la amistad que los une” desde 1983, le resultaba imposible apoyarlo. “Después de todo –argumentó–, la izquierda sigue siendo mi familia.”

A partir de esa conversación, BHL –como se lo conoce en Francia– se lanza a un meticuloso análisis interior con el fin de descifrar sus razones más íntimas para ser de izquierda. Desfilan así imágenes, acontecimientos y reflejos que marcaron su vida, transformándose en elementos constitutivos de su personalidad: mayo de 1968, el escándalo Dreyfus, la guerra de España, el anticolonialismo, el antisemitismo –que no consigue separar del antirracismo– y la libertad, que no consigue separar de la igualdad.

Pero la parte más importante del libro quizás sea la última, donde hace un balance de “ese campo de ruinas” en que se ha transformado la izquierda actual.
Es verdad –afirma–, la izquierda rompió con la versión clásica de la tentación totalitaria, “el socialo-comunismo”. Pero de esas ruinas apareció otra tentación totalitaria que ya no se inspira en la extrema izquierda, sino en la derecha, incluso en la extrema derecha. Para Bernard-Henri Lévy, la izquierda está enferma. Es víctima de su fascinación por la nación y la bandera, de su antieuropeísmo, de su antinorteamericanismo, de su antiliberalismo, de su antisemitismo, de su fasci-islamismo…

“La izquierda está enferma de derechismo, ésa es la verdad”, resumió en una entrevista exclusiva con LA NACION en París.

–¿Usted no cree que pedirle a la izquierda que esté a favor del liberalismo y de Estados Unidos es como querer demostrar la cuadratura del círculo?
–De ninguna manera. En lo que atañe al liberalismo, debo recordarle que el liberalismo es patrimonio de la izquierda. El liberalismo es Jacobo Rousseau y su contrato social, Adam Smith o John Locke. Como diría Benedetto Croce, es necesario distinguir entre liberalismo y liberismo. El verdadero liberalismo nunca defendió la ley de la jungla o el mercado desregulado. Por el contrario, el liberalismo exige reglas, pactos, obligaciones que enmarcan la relación de las fuerzas económicas. El liberalismo no es el mercado, es el contrato.

–Cuando los altermundialistas y otros sectores de izquierda que usted denuncia con energía acusan al liberalismo de todos los males, quizás se refieren al ultraliberalismo.
–Pero entonces que lo digan. ¿Por qué no lo dicen? Que digan que están contra el ultraliberalismo y que quieren arrancarle el buen liberalismo a la derecha. Que quieren reivindicar su herencia. Que digan cómo harán para volver a ponerlo de pie. Mi maestro, Louis Althusser, decía que el gran genio de Marx fue tomar la dialéctica hegeliana, concepto reaccionario, y ponerlo nuevamente de pie. En Francia tenemos cantidad de cretinos que dicen que la nación, la seguridad, la bandera y Juana de Arco -conceptos reivindicados por la derecha- pertenecen también al patrimonio de la izquierda. Pero, entonces, ¿cómo es posible que, tratándose de algo tan importante como el liberalismo, no hagan el mismo trabajo? ¿Que no sean capaces de distinguir entre Silvio Berlusconi y las tres revoluciones fundadoras del modernismo [la inglesa, la norteamericana y la francesa]? Hacer ese trabajo es competencia de una izquierda crítica. Criticar quiere decir separar lo bueno de lo malo. Pero, la izquierda radical, los altermundialistas, todos aquellos que apoyan a Hugo Chávez y a Evo Morales, se declaran antiliberales, no antiultraliberales. Si les resulta difícil esa palabra, que encuentren otra. La verdad es que hay algo en la idea misma de libertad que les da miedo y que detestan. Ese miedo fue el que produjo a Castro ayer y a Chávez hoy.

-¿Usted no cree que Chávez sea de izquierda?
-Naturalmente que no. ¿Cómo puede ser de izquierda un hombre que ejerce un poder personal, que sueña con que ese poder sea vitalicio, que amordaza a los medios de comunicación de su país, que está sentado sobre una montaña de oro que su población no aprovecha y que es el aliado de Ahmadinejad en la guerra planetaria que libran los demócratas y los antidemócratas. Hay actualmente una izquierda que piensa que Chávez es de la familia, el niño turbulento de la familia. Yo no. Yo soy de izquierda y creo que Chávez es mi adversario.

-¿Y no se siente solo en ese planeta de la izquierda ideal? Porque una cosa es lo que uno quisiera y, otra, lo que es en realidad.
-No me importa. Me siento solo con Ingrid Betancourt, con Vaclav Havel, con Huber Matos, con Barak Obama, con una parte de la izquierda argentina que se reconocerá en lo que digo y que debe de estar negándose a verse embanderada junto a Chávez.

-En cuanto a la necesidad de una izquierda pro norteamericana Es posible que su análisis sea adecuado para Francia. Pero, ¿qué decir de América latina, donde Estados Unidos ha hecho y deshecho a su antojo en tantas ocasiones?
-El caso no es el mismo que en Francia, es verdad. Sin embargo, se puede decir cualquier cosa de Estados Unidos, y Dios sabe si yo he criticado algunas desviaciones de ese país que me erizan: Bush, el creacionismo, el conservadurismo duro Pero Estados Unidos también es un país donde las instituciones democráticas, la prensa, la opinión pública funcionan en forma ejemplar. Un presidente norteamericano jamás podría haber tratado de dar marcha atrás sobre el arrepentimiento de los crímenes históricos cometidos por Francia, como hizo Sarkozy con el colonialismo. La reacción ante Abu Ghraib fue inmediata. En tres días, toda la prensa norteamericana, incluido Fox News , hizo su mea culpa. Todos hablaron de la bancarrota del Estado durante el huracán de Nueva Orleáns. Pero nadie mencionó la solidaridad de la gente. No sólo de Hollywood, sino de los rednecks de Texas, que acogieron a los negros, víctimas de Katrina. Eso es Estados Unidos. No se puede afirmar que es la casa del diablo. Es el país de una mala política, de una corriente conservadora que me provoca escalofríos en la espalda, pero es un país formidable, un país que tiene recursos institucionales y democráticos que merecen ser tomados como ejemplo, por lo menos en Francia.

-Volvamos al comienzo de su libro, donde cuenta la llamada telefónica que le hizo el candidato Sarkozy para que usted se sumara a las figuras de izquierda que lo apoyaban. ¿Cómo es posible que usted haga en esas páginas un retrato tan feroz del actual presidente y, sin embargo, siga afirmando que es su amigo?
-Porque la amistad es una cosa y la política es otra. La diferencia entre Sarkozy y yo es que yo sé reconocer la diferencia entre la proximidad amistosa y las distancias ideológicas, y él no. Sarkozy cree que es suficiente ser amigo para estar de acuerdo. Yo creo lo contrario.

-Pero, ¿es posible discutir con él?
-Ese día no pude, es verdad. Pero conozco a Sarkozy desde 1983. Lo conozco bien y hemos discutido con frecuencia. Ese día, se encontraba en la fase ascendente de su campaña, estaba acelerado y, en efecto, era incapaz de discutir. Pero, ¿usted cree que hago un retrato feroz?

-Sí. Cuando cuenta que Sarkozy le dice "y cuándo me vas a hacer tu papelito en la prensa como Glucksmann", lo hace de un modo tan despreciativo que el lector se pregunta cómo es posible que usted no reaccione.
-Yo reacciono: no voto por él.

-Usted no vota por él y además escribe el libro. Pero, no es sólo esa conversación sino que, a medida que avanza la escritura, lo demuele cada vez más.
-Porque a medida que avanza la campaña, Sarkozy me consterna cada vez más. Sarkozy hizo una campaña de extrema derecha: sobre la necesidad de que Francia deje de arrepentirse por los crímenes cometidos durante el régimen de Vichy y el colonialismo, sobre la herencia de Mayo 68. Como él los manejó, todos esos y otros muchos temas me resultaron insoportables.

-¿Cuáles son para usted las cualidades del presidente francés?
-La energía, la vitalidad, la voluntad de reformar a Francia: las 35 horas, los regímenes especiales y las universidades, todo eso va en la buena dirección. En política exterior también suele ir en el buen sentido. Pero no cuando recibe a Hugo Chávez y le hace el regalo de un reconocimiento de Estado absolutamente injustificado. No cuando vende centrales nucleares civiles a Muammar Khadafi. Pero hay otros aspectos en los que ya hizo un buen trabajo: en la reconciliación con Estados Unidos, en la amistad con Israel, en la ruptura con la política árabe de la cancillería francesa.

-¿Vio a Sarkozy después de la publicación del libro?
-Sí.
-¿El presidente le dijo algo?
-Nada. Pero sé que está furioso.

-Hablando de Glucksmann, usted califica su gesto de adhesión de "valiente". ¿Por qué? ¿Lo comprende?
-No, la verdad es que no lo comprendo muy bien. No comprendí que lo haya hecho en ese momento. El papel de un intelectual no es el de manifestarse tan rápido. El papel de un intelectual es el de pronunciarse, pero lo más tarde posible, después de haber obtenido lo máximo. Dándose tiempo, Glucksmann podría haber obtenido aún más sobre los temas que le interesan: la causa chechena, la amistad con Estados Unidos, etc. Por eso no comprendo. Lo llamé y se lo dije.

-¿Cree, en todo caso, que el papel de los intelectuales es el de estar "a favor" del rey o del poder?
-No. Ni creo ni comprendo. Yo jamás estuve con un gobierno. Fui amigo de François Mitterrand. El fue testigo de mi boda exactamente un año antes de ganar las elecciones de 1981. Lo primero que hice el día de su victoria fue entrar en oposición. Fui amigo de Sarkozy durante 24 años. Lo primero que hice cuando llegó al Elíseo fue pasar a la oposición. No entiendo por qué hay intelectuales que hacen lo contrario.

-¿Cómo interpreta el gesto de esos otros socialistas -y amigos suyos-, como el actual canciller Bernard Kouchner, que decidieron engrosar las filas sarkozistas?
-No lo sé. Hay numerosas interpretaciones posibles. Quizás crean que podrán influir en el curso de los acontecimientos.

-¿Sarkozy es alguien fácil de convencer?
-Por supuesto que no. Sinceramente, no estoy demasiado impresionado por las realizaciones de Kouchner en su ministerio. Creo que podría haber sido mucho más útil en la oposición que en el gobierno.

-Leí en una entrevista que le resultaba simpática la forma que tiene Sarkozy de hablar de amor
-Sí, me parece emocionante la forma que tenía de decir públicamente que amaba a su mujer.

-Es verdad. Un hombre que ejerce el poder parece humanizado por ese sentimiento.
-Quizás demasiado. Porque se pone en peligro físicamente. Sarkozy se expone demasiado. Hay una teoría, la "teoría de Kantorowicz", sobre los dos cuerpos del rey. Según esa teoría, un presidente tiene dos cuerpos, uno profano y uno sagrado. Así se gobierna: el cuerpo profano está muy cerca de la gente y el sagrado muy lejos. El poder se ejerce en el equilibrio entre ambos cuerpos. El problema de Sarkozy es que hay demasiado cuerpo profano y poco cuerpo sagrado. Esto tiene que ver con esa ambigüedad entre república y monarquía que es Francia, donde es necesario encontrar un equilibrio entre distancia y proximidad, entre la sacralidad del poder y su materialidad. Tuvimos presidentes que iban demasiado lejos en un sentido, como Mitterrand, y otros que van demasiado lejos en el sentido inverso, como Sarkozy.

-¿Usted se refiere a esa tendencia populista de Sarkozy que tantos le critican?
-Lo que más debería preocupar de Sarkozy, en realidad, es que se trata de un verdadero hombre de derecha. Cuando dice basta ya de arrepentirse públicamente por Vichy [la colaboración con la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial] o por la colonización, es auténticamente sincero. Y eso me hiela la sangre.

-Pero un 54 por ciento de los franceses lo votaron sobre esas bases. ¿No cree que Francia es muy en el fondo un país xenófobo, con frecuencia racista y, como decía Mitterrand, muy conservador?
-Sí. Pero había en este país un proceso de reflexión, sobre todo en cuanto a nuestro papel en el marco del colonialismo. Por el contrario, la campaña de Sarkozy, con su negativa a arrepentirse de las faltas cometidas, sirvió para paralizar ese proceso de toma de conciencia. Un país que no tiene vergüenza es un país perdido. Se puede perdonar, pero no olvidar. La vergüenza es un gran sentimiento humano. Yo reivindico dos grandes categorías políticas: la vergüenza y la melancolía.

-¿Melancolía de qué?
-De un cielo vacío. Porque ya no basta mirarlo para encontrar los planos de la Jerusalén celeste.

(La Nación, Argentina)

Carta al nuevo fiscal general

Estimado Romeo Barahona:

Todos estamos contentos que al fin hay fiscal. Aunque hubiéramos preferido a alguien que realmente se dedique a reformar la fiscalía. Alguien que le ponga dientes. Alguien con la fuerza suficiente para pararse al gobierno, a la Corte, a la PNC... y exigirles depuración y eficiencia en la batalla contra la delincuencia y la corrupción.

Usted está ahí porque no había acuerdo posible para llevar alguien que tenga esta capacidad y estas ganas de reforma. Usted está ahí porque ya estaba y ya conoce. Usted está ahí porque no da miedo a nadie, ni ARENA ni el FMLN.

Algunos dirían: Usted está ahí para que todo siga igual. Momento. Usted tal vez no va poner la fiscalía patas arriba, pero tampoco está condenado a no hacer nada. Obviamente no va a investigar la corrupción ni del gobierno anterior ni del entrante. Pero por lo menos puede mejorar la eficiencia en la batalla contra los delincuentes comunes.

Algunos dicen: Mucho pedo para cagar aguado... Yo no estoy de acuerdo. Yo diría: No tiene sentido pedirle peras al almo - ¡pero madera sí!

Olvidémoslos de las peras. Nada de reforma de fondo. Pero madera sólida de investigación.

Felicidades por su elección le manda Paolo Lüers

(Más!)

Honduras: garantizar las elecciones

Honduras es sujeto de una intervención extranjera en sus asuntos internos – y nadie le ayuda. Normalmente las intervenciones de unos provocan solidaridad y apoyo de otros. Extrañamente, en el caso de Honduras no es el caso. Hasta sus amigos (y los enemigos de sus enemigos) lo dejan solo. Un país pequeño y pobre tiene que resistir un bloqueo político y financiero completo por parte de toda la comunidad internacional, sólo recurriendo a sus propios recursos.

Honduras nos está dando una lección. Traicionados por sus hermanos centroamericanos y por Estados Unidos, los hondureños insisten en seguir adelante con el proceso electoral, sabiendo que es la única salida de la crisis. Lo que une a la gran alianza hondureña contra Zelaya y su intento de imponer al país una Constitución diferente, no es el apoyo a Roberto Micheletti y su gobierno interino - es la defensa del sistema de democracia representativa, el rechazo a la interferencia de Hugo Chávez, y ahora -como reacción a actitud cerrada e incomprensiva de la comunidad internacional- por el derecho a la autodeterminación.

Nadie está pidiendo a los gobiernos del hemisferio que reconozcan o apoyen al gobierno interino que ellos llaman ‘de facto’. Ni siquiera Roberto Micheletti está pidiendo esto. Está claro de su papel: es el mal necesario, pero transitorio. Necesario para dar paso a un gobierno con solvencia y legitimidad para sacar a Honduras de la ingobernabilidad.

Lo único que hay que apoyar en Honduras es el proceso electoral. No tiene ningún sentido seguir insistiendo en el regreso de Zelaya al poder. No es salida. En vez de complicar la crisis, tratando de imponer a los hondureños una solución inviable que sólo aporta más división, más ingobernabilidad y revanchismo, la comunidad internacional debe concentrarse en un sólo objetivo: garantizar que las elecciones de noviembre sean limpias, transparentes y representativas. Esto es mucho más trascendental para el futuro de Honduras y la democracia que la pregunta quien gobierna el país en el ínterin hasta que asuma el nuevo gobernante electo. Sea quien sea quien gobierne Honduras hasta enero del 2010, el país de todos modos sigue básicamente ingobernable mientras no asuma un gobierno legitimado por nuevas elecciones. La única cosa importante que pasa en Honduras en este ínterin es el proceso electoral.

Toda la presión internacional sobre Honduras –pero presión sobre todos en Honduras: gobierno interino, partidos, Congreso, Zelaya, empresarios, movimientos sociales- debería estar en función de asegurar la validez de las elecciones de noviembre 2009.

En este sentido, es obvio que a Micheletti y su gobierno hay que exigirles que suspendan inmediatamente el estado de sitio y cualquier medida contra la libertad de prensa y expresión. Es inconcebible ir a elecciones con medios cerrados por el gobierno y con restricciones a las libertades de expresión y asamblea.

Igual es obvio que a Zelaya y sus organizaciones ‘de resistencia’ hay que exigirles que cesen las movilizaciones violentas y que abandonen la campaña por una Constituyente. Porque a esta altura ya es claro que el verdadero objetivo de la ‘resistencia’ promovida por Zelaya y financiada por Hugo Chávez no es le regreso de Zelaya para que pase tres meses en Casa Presidencial, sino la interrupción del proceso electoral a favor de una Constituyente.

Lo que no se vale -de parte de los gobiernos del hemisferio y de los organismos internacionales- es exigirle al gobierno interino de Honduras que deje de jugar fuera de las reglas democráticas, y al mismo tiempo condonar o incluso apoyar a Zelaya en su campaña contra las elecciones y en favor de una reforma constitucional fuera de los mecanismos constitucionales. Si la comunidad internacional sigue con esta línea ilógica e injusta, está obligando a los gobernantes de Honduras a defenderse, aunque sea con métodos antidemocráticos, como el estado de sitio y el cierre de medios opositoras. Y esto es precisamente lo que Manuel Zelaya y Hugo Chávez buscaban con el ingreso del presidente depuesto, no a Honduras, sino a una embajada extraterritorial en Honduras.

Por el momento todos -lamentablemente incluyendo Estados Unidos, España, Brasil y El Salvador- están colaborando activamente para crear una situación en la cual se vuelven imposibles las elecciones. O sea, están destruyendo el único instrumento posible para resolver la crisis hondureña de manera pacífica, democrática y transparente. La comunidad internacional está condenado a Honduras a una agonía prolongada y a enfrentamientos mucho más violentos en el futuro, una vez que se le está bloqueando la salida electoral.

No puede ser que estadistas como Obama, Zapatero y Lula -y en la cola de los poderosos todos los demás- no logren salir de este callejón sin salida. No puede ser que sigan actuando, no sólo en contra del derecho de autodeterminación de los hondureños, sino en contra de sus propios intereses.

La salida es muy simple: poner en el centro de la presión y de las gestiones el proceso electoral, en vez de seguir enfocando en la restitución de Zelaya. Con este cambio del enfoque, todos los problemas se vuelven manejables, incluyendo la situación de Manuel Zelaya. Y con este cambio de enfoque se justifica ejercer presión internacional, incluyendo -si fuera necesario y si hubiera acuerdo de las partes hondureñas- la presencia de tropas internacionales para garantizar que las elecciones se desarrollen en un clima de libertad y transparencia.

En cambio, cualquier intervención internacional para definir quien gobierne Honduras mientras tanto, es ilegítima e inútil.

(El Diario de Hoy)

martes, 29 de septiembre de 2009

Carta a Vladimir Ruiz, encargado de negocios de Venezuela


Estimado camarada Vladimir:


Felicito a usted, su presidente y su país por la valiente decisión de incorporar Venezuela a la familia centroamericana.

Lastimosamente esta nueva unión centroamericana-bolivariana no la hicieron público a tiempo. Sólo nos dimos cuenta cuando nuestro presidente Funes explicó la legalidad de la llegada a El Salvador del avión venezolano con Manuel Zelaya. Dijo Funes: “Ningún país centroamericano le puede negar a una nave centroamericana la autorización a que atterice, según un acuerdo vigente del SICA. Únicamente tiene que notificar quienes son los tripulantes de esa nave, y eso es lo que hizo el presidente Zelaya.”

Afortunadamente, usted mismo ya había aclarado, en una entrevista con William Meléndez el día 25 de septiembre, que “Venezuela ha sido solidaria. Nosotros prestamos a Zelaya un avión para su movilización, él arribó en El Salvador en una escala técnica.”

Lo que no dijo de un solo es que Venezuela ya es parte de Centroamérica, o al revés… Me imagino que quería dejar que los presidentes lo anunciaran en su momento. Tal vez usted puede convencer a su comandante Hugo Chávez que hagan pronto este anuncio. Porque de esta manera nos evitamos todos estos malentendidos de la intervención política venezolana en Centroamérica. Si ya son de la familia, se entiende el rol que juegan en Nicaragua, en Honduras apoyando a Zelaya, y que quieren asumir en El Salvador, junto con el FMLN.

Sólo digan la verdad, sin miedos, ¡y todo se aclarará!

Con saludos a su presidente, Paolo Lüers

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lunes, 28 de septiembre de 2009

ARENA todavía está en cuidados intensivos

El problema de ARENA es que Freddy Cristiani es indispensable, pero no puede ser la solución. Y si en estos meses de transición no tiene mucho cuidado, puede, incluso, convertirse en obstáculo.

La derrota electoral ha metido a ARENA en una crisis de liderazgo. El liderazgo de Tony Saca era tan fuerte, su control del partido tan excluyente y en última instancia destructivo, que al final no hubo a quién echarle la culpa de la derrota, sólo a Saca. Era tan obvio que la responsabilidad para la estrategia equivocada - la selección del candidato, el manejo de las primarias, el nombramiento del vice, la definición de los temas de la campaña y de los ejes del ataque al FMLN - recaía sobre Tony Saca, que para salvar al partido era inevitable un golpe de Estado.

Irónicamente, a Tony Saca le costó el poder el exceso de poder. Una ARENA equilibrada, con un liderazgo representativo de la pluralidad dentro del partido, probablemente no hubiera perdido las elecciones; y si las pierde, seguramente hubiera podido sobrevivir la derrota sin mayores traumas, divisiones y revanchismos.

Sólo una dirección colegiada tiene la consistencia para amortiguar derrotas. Sólo una dirección realmente representativa resiste golpes sin peligro de división. Y sólo una dirección que ya trae en sus filas los relevos políticos y generacionales puede hacer transformaciones y redefiniciones importantes de manera rápida y sin necesidad de rupturas, golpes de estado y revanchismo.

Si la dirección de ARENA hubiera sido democrática, incluyente y plural, tampoco hubiera habido necesidad de obligar a su gran figura paternal - a don Freddy - a volver a asumir el mando. Bueno, pero esto es como decir: si mi abuela tuviera ruedas...

Mi abuela no es bicicleta - y ARENA no es un partido dirigido democráticamente -. Dicen que está cambiando, pero medio año es poco para transformar un partido, sobre todo estando en cuidados intensivos. Nadie está esperando milagros. Sin embargo, a esta altura ya tendría que ser mucho más claramente dibujado el rumbo de su transformación. Está bien que hayan cambiado el Coena, era inevitable, pero lastimosamente sustituyeron un Coena débil manipulado por Tony Saca por otro Coena que hasta ahora no ha mostrado que tenga personalidad, liderazgo, audacia e ideas nuevas.

Está bien que hayan llamado a figuras del pasado como Mauricio Sandoval y Mario Acosta a que les ayuden en la transición, pero siguen siendo figuras del pasado. Obviamente no serán ellos los que podrán restablecer la confianza en ARENA. Ellos, igual que los ex-presidentes, tienen que tener una función temporal, y sería bueno que todo el mundo, incluyendo ellos, lo entendieran así. Tienen que llevar en su etiqueta la fecha de vencimiento.

Lo que ARENA necesita es un relevo generacional. Y aunque en el nuevo Coena hay gente mucho más joven que en el anterior, están lejos de proyectar una ruptura, un relevo. No los proyectan porque no existen, ni en lo político-programático ni en lo generacional.

Un relevo generacional no sólo es un problema de edades. Es más bien un problema de cómo llegan los nuevos líderes. Para que sea relevo, no pueden llegar de la mano de los tatas. Tienen que irrumpir en la política y tomarse el partido, a fuerza de propuesta, iniciativa, ganas de trabajar y sed de reformas. No pueden llegar humilditos a ver qué oportunidades les dan. Tienen que llegar con la actitud arrogante de la juventud de !Apártense, ahora nos toca a nosotros!

Además, tiene que haber una visible ruptura con los amarres ideológicos de la generación anterior. Tiene que asumir el liderazgo, gente que ya no se siente condicionada ni limitada por los conflictos y debates del Siglo XX. Los nuevos liderazgos necesitan sentirse con el derecho de decir: ‘Ustedes hicieron la guerra e hicieron la paz, y es mucho lo que han logrado. Pero de ahí en adelante, nosotros vamos a arreglar y reformar el país, sin ninguna intención de, retrospectivamente ganar la guerra. La guerra era suya y nadie la ganó. Nosotros ya no estamos en esta lógica. Podemos discutir la privatización del Seguro Social y la concesión de los puertos, al mismo tiempo que la nacionalización del transporte público y la regulación de los precios de los medicamentos. Podemos realizar reformas que huelen a izquierda y al mismo tiempo fortalecer la empresa privada...’

Mientras no escuche en ARENA a dirigentes jóvenes hablando así, no puedo creer que este partido logrará perfilarse como alternativa cuando el FMLN se aliste a conquistar el segundo gobierno, el de ellos, el del “cambio verdadero”.

Si la Convención de ARENA, el próximo mes de octubre, no manda los señales necesarias y no marca el rumbo correcto, Freddy Cristiani le habrá salvado la vida al partido, pero una vida de vegetal que nunca saldrá de cuidados intensivos.

El 17 de junio de 2008, publiqué en este periódico una columna titulada: “ARENA es obsoleta”. Cito la conclusión de aquel artículo: “Tienen ante sí la siguiente disyuntiva: desmoronarse en el intento de asegurar el continuismo o convertirse en parte de una nueva fuerza con nuevos liderazgos, una nueva cultura política, nuevas formas de inclusión social y política. Si se inclinan hacia la segunda opción, pueden contar con amplios apoyos que ahora ni siquiera los pueden soñar. Sea para ganar las elecciones o sea para crear una fuerza capaz de asegurar, desde la oposición, la democracia del país.”

(El Diario de Hoy)