Cécile Duflot tiene cuatro hijos, 34 años, una pinta normal de persona normal y un futuro en alza e imprevisible. La secretaria nacional de los Verdes franceses se ha convertido en el personaje político francés del momento. Hace un año era desconocida.
Cécile Duflot tiene cuatro hijos, 34 años, una pinta normal de persona normal y un futuro en alza e imprevisible. La secretaria nacional de los Verdes franceses se ha convertido en el personaje político francés del momento. Hace un año era desconocida. Hace un mes, el Partido Socialista francés la invitó a su minicongreso de La Rochelle. Allí, esta mujer ni alta ni baja ni guapa ni fea les soltó, de golpe, en su casa, a cientos de viejos militantes de izquierda, lo que pensaba del socialismo. Cosechó muchos aplausos y muchos abucheos, polarizó el debate. Vamos: que triunfó en un congreso que ni siquiera era el suyo.
Hace unas semanas, Nicolas Sarkozy la llamó al Elíseo para hablar del impuesto verde que tenía pensado aprobar. "Me dijo que iba a tener valor para poner en marcha una verdadera tasa ecológica, pero me mintió: no ha sido así. Sarkozy sólo se ha disfrazado de verde, pero no lo es".
Ahora, Duflot es la candidata estrella de los Verdes para las próximas elecciones regionales y el resto de partidos (sobre todo a la izquierda) la observan con cierto resquemor debido a que su caladero electoral es el mismo. "El socialismo es un proyecto del siglo pasado, basado en el crecimiento y en la ideología. Y esa idea del crecimiento no sirve para un planeta con los recursos limitados. Los socialistas ven a los ecologistas como a un niño pequeño. Pero el niño ya ha crecido: mide más de 1,80 y no hay que tratarlo con ese paternalismo".
Se sienta, quita el volumen al móvil y lo pone encima de la mesa. La llaman bastante, a juzgar por la lucecita del aparato, pero no contesta siempre. Pide un austero té que casi ni prueba. El local que ha elegido, un bistrot bonito y vacío de París con mesas de zinc y sillas de madera, está en un barrio popular. Lo justifica: "Soy una chica de barrio que llegó a la política por puro azar". Eso dicen todos. "En mi caso es verdad", responde. "Entré porque quería cambiar cosas de la ciudad en la que vivo, Villeneuve Saint-Georges, una ciudad desecha, pobre, de las afueras de París en la que había que hacer muchas cosas. De ahí, siempre con los verdes, fui metiéndome más. Y como soy mujer y es una formación paritaria, pues me empujaron a presentarme a cargos".
La victoria de los Verdes, capitaneados por el ex líder del Mayo del 68 Daniel Cohn-Bendit, en las pasadas elecciones europeas, dan aliento a Duflot. "Hicimos una buena campaña. No hablamos de lo malo que era Sarkozy, sino de Europa".
El té se enfría. El móvil no: sigue volviéndose loco. No para. Ella tampoco: "Hay que acabar con el consumo inútil. Yo empecé por lo local, por lo más próximo. Pero ahora lo más próximo es global: el cambio climático".
Fueron sus padres, una profesora de ciencias amante de los animales y un hombre de campo, quienes le inocularon el veneno de la austeridad, del ahorro, del reciclaje, cuando eso todavía no se llamaba así. Asegura que los últimos meses no la han cambiado mientras mira de reojo el móvil iluminado de nuevo. "Sigo cogiendo el metro y haciendo la compra. Yo estoy aquí para cambiar las cosas, no para ser una estrella política".
(El País, Madrid)